Tan hambrientos como estamos,
por estas tierras de Dios,
de alimento futbolero
que tenga tal condición
(que, mereciendo ese nombre,
satisfaga a la afición),
mi organismo anda muy pocho
con esta malnutrición.
Mi píloro, intransigente,
en acto de rebelión,
no traga ya más bazofia,
no quiere más rancho, no,
y grita con insistencia:
«¡no más bastos, por favor!
alhaurinos me repiten,
carolinenses... ¡qué ardor!
huercalenses, lauros, veras...
arcadas, desolación;
comarcaeníjar... ¡qué espanto!
moriré de inanición».
Quiere platos que alimenten,
y dejen un buen sabor
-delicado para pobre
nos ha salido el gachó-.
Este estómago flamenco,
estragado y respondón,
no soporta ya más bodrios
ni tomando Maalox,
y amenaza, enrabietado,
si no hubiere corrección,
con una huelga salvaje:
el corte de digestión.
si no lo remedia Dios,
comedores de primera
sólo contamos con dos:
ACB (por el momento)
como cola de león,
con zozobras, con agobios,
pero en alto el pabellón.
Hay otro plato de lujo,
veinte años campeón:
no hay quien nos tosa en la mesa,
arrasamos en ping-pong.
Y aparte de lo ya dicho
(que no esta mal, no señor)
también ganamos la liga
nacional de botellón.
¿qué podría hacerle yo?
siempre roto, siempre al borde
de la regurgitación.
Y en consejo con mí mismo,
tras grande cavilación,
decidí ponerle coto
a esta fea situación
-una drástica medida,
tomada no sin dolor-:
me he vuelto vegetariano,
me nutro de basket-ball.
Y aquí me tienen ustedes,
adicto a la coliflor,
a las leches desnatadas,
a lo “light”, a lo “cool”:
un menú largo y estrecho
de canastas a “go-go”,
poste alto, poste bajo,
tiempo muerto... qué sé yo;
mozuelillas danzarinas
amenizan la función;
tropecientosmil a doce,
¡madre mía, qué “jartón”!
Demasiado movimiento
veo yo en el marcador.
Estas añosas neuronas
necesitan ya un bastón.
de deportes de salón
mi salud no se resiente,
no sufre mi corazón.
Pero a este cuerpo serrano
-futbolero al por mayor-
le resulta asaz insulsa
su nueva alimentación:
el deporte que se juega
dentro de una habitación
no le llena, no le sacia,
falta la sal: la pasión;
ésa que siempre procuran
los caprichos del balón,
cuando vuela, cuando vuelve,
cuando estalla el grito: ¡GOL!
La que blanquea la grada
bajo «viseras pa’l sol»
o bajo palio, si llueve;
al relente o con calor.
Y el olorazo del faria
que se “jinca” un buen señor.
Y el Veleta allá a lo lejos
dando su rosado adiós.
Al diablo mismamente,
en persona y tenedor,
mi alma yo le vendiera
a cambio de su favor:
antes que la huesuda
me visite con su hoz,
volver a ver a mi equipo
en la división de honor:
¡Aquellas mesas dispuestas
con galanura y primor!
¡la victoria alimenticia
ante todo un campeón!
¡aquellas degustaciones
de futbolero jamón!
¡aquellos derbis sabrosos
contra el rival boquerón!
Salivando me atraganto
con aquesta evocación.
¡Ay!... deliciosos manjares
de primera división.
-¡por poniente salga el sol!-,
tuya es este alma doliente,
este espíritu glotón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario