EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



domingo, 8 de junio de 2008

EL GRANADA DE ROSSI



18/06/07

Si al final de la primera vuelta del campeonato está el equipo en el cuarto puesto de la clasificación y con dieciocho puntos y cuatro positivos, pero al terminar la liga (de treinta jornadas) los puntos son sólo veintiséis y los negativos cuatro, es que algo muy atípico ha pasado, tanto que podría hablarse de la noche y el día, de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de la cara y la cruz, y muchas otras cosas más o menos tópicas. Pero es que eso es precisamente lo que le ocurrió al Granada C.F. en la temporada 69-70, la única que tuvo como entrenador a un hombre que acaba de fallecer, Néstor Raúl “Pipo” Rossi, y que ocupa un lugar destacado en la historia del club rojiblanco aunque sólo sea porque bajo su dirección técnica el Granada ocupó el tercer puesto de la tabla clasificatoria en la máxima categoría del fútbol español. Fue en la jornada 11, cuando tras cuatro triunfos consecutivos (dos de ellos a domicilio, en Mallorca y Las Palmas: “especialista en islas”) se desató entre la hinchada rojiblanca el más justificado optimismo al poder ver a su equipo con cinco positivos y a sólo tres puntos del líder (At. Bilbao) y a dos del segundo (At. Madrid), en un campeonato dominado por el rojo y el blanco. Que yo recuerde es la única vez en toda la historia de los nuestros en que ante un partido Barcelona-Granada (jornada doce) había dudas entre los quinielistas respecto del signo que había que poner en el boleto.

Sin excesivas precauciones defensivas, donde la característica era que se huía de las estrechas marcas al hombre para introducir un innovador marcaje por zonas (en tiempos de la más recalcitrante WM generalizada) y a base de una disposición de hombres sobre el verde poco vista en la piel de toro y un juego con clara vocación atacante, capaz de conseguir hasta seis goles a domicilio (en Mallorca), aquel Granada dirigido por Rossi no pudo empezar mejor la temporada y consiguió redondear una primera vuelta para recordarla por siempre.

Cómo podría nadie sospechar siquiera que después de los visto la segunda vuelta iba a ser todo lo contrario. Sin embargo eso fue lo que ocurrió. En la segunda mitad del campeonato pareció agotarse toda la gasolina de una plantilla más bien corta y descompensada y la afición pasó de la euforia al canguelo, y si hubiera durado sólo una jornada más es muy probable que no se hubiera podido huir del descenso. Sólo ¡¡¡cuatro!!! pauperrísimos goles (de un total de veinte) consiguió nuestro equipo en toda una vuelta completa de calendario y una única victoria (en la jornada dieciséis). El equipo sólo obtuvo peores números finales, jugando en primera, en la temporada 60-61, el único descenso de su historia como colista.

Lo que empezó muy bien acabó francamente mal. Gracias a la sensacional primera vuelta se pudo eludir el descenso. Y también gracias a lo que se pudo ver en esas primeras quince jornadas Rossi no fue despedido antes de tiempo.

El argentino Pipo Rossi, en su faceta de jugador, es -junto con el uruguayo Obdulio Varela- el estereotipo por excelencia de la figura del “centrojás” (centre-half), término de resonancias lunfardas que designa a un medio centro a la antigua que juega siempre con el número cinco a la espalda y que suele ser el mejor de su equipo, el que la para, la baja, la distribuye y cubre mucho campo, apareciendo allí donde se necesita y repartiendo “pana” cuando se tercia, y que a la vez es el líder carismático al que todos los compañeros siguen. Rossi era el alma de aquel River de “la Máquina” y de aquel no menos legendario Millonarios colombiano de los cincuenta, y también de la albiceleste, cuya elástica se enfundó en numerosas ocasiones.

Rossi, toda una figura legendaria del fútbol mundial, después de conseguir ilusionar como nunca a la hinchada rojiblanca fue a salir por la puerta falsa, porque las cosas son como acaban, no como comienzan. Quién sabe. En un mundillo como el del hinchismo, en el que tantas ilusiones y tantos “y si...” tienen su hábitat natural, quién sabe lo que podríamos haber disfrutado los granadinistas con aquel equipo de Rossi si Candi se hubiera estirado y hubiera pagado las doscientas mil “cochinas pesetas” que alejaron del Granada a su compatriota y recomendado, Viberti. Por desgracia para los granadinistas (y suerte para los malacitanos) nunca pudimos ver de rojiblanco a este grandísimo pelotero. Seguramente con Viberti dirigiendo el medio campo granadinista nos hubiéramos ahorrado el agónico final de liga e incluso, echando a volar la imaginación, quién sabe a dónde podría haber llegado aquel Granada que pronto iba a ser el mejor de su historia si encima hubiera contado con el argentino, todavía recordado en Málaga como el mejor futbolista que por allí pasó.

Dirigiendo a los rojiblancos desde la banda con sus grandes bocinazos, perfectamente audibles desde las gradas y los micrófonos de ambiente en partidos televisados, Rossi consiguió ilusionar como nadie a la hinchada y eso es lo que cuenta por encima de que al final la cosa no acabara del todo bien. Aunque sólo sea por lo que nos hizo disfrutar mientras duró, gracias Pipo. Descanse en paz.

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