EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



lunes, 4 de noviembre de 2013

PRESIDENTE VIRTUAL



Aterrizado D. Lorenzo Sanz en Granada en jet privado y recibido en olor (era plena canícula) de multitud, se reunió acto seguido con el muy deprimido granadinismo para exponer, urbi et affectio, qué le había traído a este profundo rincón del profundo sur peninsular: venía, no buscando pelotazos económicos, sino sólo en pos de hacer realidad las ilusiones de las buenas gentes; para ello estaba dispuesto a aportar o avalar lo que fuese necesario con el fin de celebrar con nosotros el ascenso en la plaza del pueblo (¿A qué plaza y a qué pueblo se referiría D. Lorenzo? ¿Le traicionó acaso el subconsciente?).

Desde que un mes antes se anunció que don Lorenzo Sanz quería involucrarse en la gestión de los destinos del por entonces muy hundido Granada CF, había subido la expectación entre la escuálida hinchada rojiblanca como hacía tiempo que no se veía. Es que eran ya tres años seguidos vegetando en el cuarto nivel del fútbol español y teniendo que comparecer en aldeas perdidas y en estadios que ni merecen ese nombre, y mientras tanto le habían surgido al Granada CF de nuestras entretelas competidores directos en su propia casa que querían arrebatarle una primacía en el deporte provincial que venía ya durando más de setenta años.

En cualquier caso, parte de lo prometido aquel memorable día de julio de 2005 se cumplió, y un año después celebrábamos el ascenso a Segunda B con la euforia que la cosa merecía, aunque en esa celebración no estuviera D. Lorenzo. Porque el patriarca de la saga se involucró sí, pero, hombre muy ocupado como es, ese involucramiento lo fue más en la parte económica. Para lo demás nos dejó a su dilecto hijo Paco.

Con Lorenzo Sanz estirando su bolsillo y con Paco Sanz gestionando la entidad, el Granada recuperó gran parte de su perdida identidad, lo primero de todo y principal, la afición, que volvía al calor de los inmediatos triunfos futboleros aunque éstos fueran modestos.

No obstante, uno se atrevería a decir que el encargo paterno nunca fue plato del total gusto de D. Francisco. Así parecen sugerirlo determinados aspectos de su comportamiento mientras fue máximo dirigente rojiblanco. El primero es que para regir al club nunca se estableció por estos pagos, prefirió hacerlo desde la comodidad de su domicilio madrileño y venir a Granada a ver los partidos y en alguna otra ocasión puntual. Por otra parte, tampoco pareció tener nunca muchas ganas de remangarse y arrimar el hombro en su nuevo tajo, un oficio que tiene ciertos gajes de despachos y pasillos, reuniones y sonrisas, discursos y mil gaitas y pejigueras, que a determinadas personalidades pueden hacérseles insufribles; un oficio que conlleva como exigencia fundamental el comportarse con diplomacia y representar a toda una colectividad -no sólo a una fracción- de forma seria y educada.

Justo lo contrario de lo que exhibió D. Paco en su aventura como gestor deportivo a la vera de la Alhambra. Desde casi el primer día se peleó con la práctica totalidad del colectivo granadino que se dedicaba a la información deportiva pues la más mínima crítica a cualquier aspecto de su gestión se traducía enseguida en el veto al plumilla o al medio en cuestión, al que no se atendía y al que no se trasladaban comunicados; hasta asistimos a una infantil pataleta traducida en la descabinización de una emisora de radio local por mantener comentaristas lenguaraces. D. Paco no quería codearse con según qué gente, pero sobre todo no quería complicaciones. Parecía encontrarse a sus anchas sólo entre los elogios incondicionales (e interesados) y de esta forma llegó un momento en que únicamente se relacionaba con una camarilla de aduladores con la que se comunicaba desde su casa de Madrid a través de Internet. Bajo el alias “Marcus”, era mucho más divertido mantener activos varios frentes de batalla y repartir a diario diatribas contra cualquiera que no estuviera en su onda y no manifestara una rendida admiración: periodistas, políticos, empresarios y hasta el Tato. Qué bien se lo pasaban Marcus y varios de sus directivos, secundados por su camarilla de pelotas, ejerciendo de forofos furibundos y jugando en la Red a ver quién la tiene más larga (la fe rojiblanca, naturalmente). Era un presidente virtual, como arriba nos lo pinta el Dr. Tapia, lejano, ausente, poco o nada propenso al diálogo y a buscar el entendimiento.

Para esa forma de ser y de actuar, ese distanciamiento, ese continuo guerrear, esa prepotencia, en Graná tenemos una palabra sonora y concluyente: malafollá (más que un pavo al trote, que se dice; claro que, en cuestiones malafollísticas, el que esté libre de culpas...). Y tales dosis de malafollá -para este mirón de la historia- sugieren lo ya apuntado, que D. Paco ejerció de presidente rojiblanco sin vocación alguna, a regañadientes.

Al principio no importaban demasiado las veleidades malafondísticas del virtual presidente, mientras las remesas monetarias madrileñas llegaban con regularidad todo marchaba bien y todo era optimismo, y hasta parecía que se planificaba con cabeza con vistas al futuro. Pero cuando las cosas vinieron mal dadas sólo le quedó como alternativa marcharse y ahí os quedáis, que no era concebible todo un señor Paco Sanz mendigando apoyos, y además de que no estaría ni por asomo en su pensamiento buscarse más complicaciones, a quién iba a recurrir, con la cantidad de enemistades que se ganó a pulso. La crisis económica acabó con el idilio, postró de rodillas sobre el césped de Los Cármenes a los futbolistas y quebrantó más de una adhesión inquebrantable.

Lo que había empezado muy bien vino a terminar muy mal. Antes de los cuatro años desde el aterrizaje de D. Lorenzo y en mitad de una temporada desapareció de la escena el apellido Sanz. Y fue al marcharse cuando nos despertamos a la cruda realidad. Gracias a Sanz habíamos por fin dicho adiós a la maldita Tercera División, pero esto no había salido gratis ni muchísimo menos: el sanzismo consiguió un récord muy difícil de igualar como fue el de casi duplicar la deuda del club -que ya era bien gorda- en el muy corto periodo de tres años y medio. Herido de muerte quedó el Granada CF cuando se acabó el sanzismo. Sólo el milagro Pozzo-Pina, con la intermediación de Cuerva, vinieron a remediar el estropicio.