EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



miércoles, 20 de agosto de 2008

EN EL CORAZÓN... Y EN LA PANTORRILLA

La pantorrilla tatuada de Marcos Madrid

En los sesenta y en los setenta, en Los Cármenes, a la hora de que la afición animara a la muchachada rojiblanca, el grito más común era aquel de: «¡Granada...! ¡bien!... ¡Granada!... ¡bien!... ¡Alabín! ¡Alabán! ¡Alabín, bon, ban! ¡Granada, Granada, y nadie más! (o ¡Ra ra ra!)». Muchas veces era el coro dirigido por aquel personaje tan granadino que se llamaba Luis Gómez Sánchez, el Diamante Rubio. Era éste un pícaro del fútbol y de los toros, animador o jefe de clac que, según la trascendencia del choque que se tratara, de vez en cuando aparecía por el campo de la carretera de Jaén enfundado en una zamarra rojiblanca y con su montera y sus inseparables gafas sin cristales. Desplegando sus artes bufonescas se ganaba unas pesetillas por su durísimo trabajo de intentar enardecer a un público que muchas veces no estaba por la labor. Desde el espacio de albero entre las líneas del terreno de juego y las gradas, cada poco se paraba, se volvía a la concurrencia y enarbolando por encima de la cabeza su montera como si se tratara de una batuta, se movía pendularmente a derecha e izquierda, al ritmo de los “alabines”. Recuerdo que en un partido contra el Málaga y al ser increpado por hinchas boquerones respondió a éstos remangándose su camiseta rojiblanca para mostrar su gran panza a la vez que se llevaba repetidamente la mano derecha a la boca, recogidos en una piña los cinco dedos, en el gesto de quien quiere hacer saber que de esa manera podía echarse a la andorga unos garbanzos para ir tirando. En la Red se puede seguir su rastro, porque llegó a ser muy popular y muy querido en toda España, en los ambientes taurinos. Con su ingenio y su inigualable arte para calentar a públicos apáticos y desplegando lo que en alguna web se califica como “fino humor granadino” (para que luego los penibéticos nos flagelemos con el manido tópico) consiguió ser un profesional del sablazo, recorriendo de feria en feria toda la geografía peninsular. Precisamente la muerte le sorprendió “en activo”, en Valencia en plenas Fallas, marzo de 2003, desde donde se trasladaron sus cenizas para ser esparcidas por el Sacromonte, como fue su deseo.
En las antípodas del personaje anterior se situaba otro también muy popular por los mismos años en Los Cármenes, Antoñico (ignoro sus apellidos). Si el Diamante era un “líder” al que seguían otros y se movía por el interés (incluso llegó a ser contratado por otros clubes, Jaén y Murcia, me parece), Antoñico encarna la figura del hincha apasionado que sólo respira y se mueve por puro granadinismo, y en su corta vida no se le conocieron otras aficiones que no fueran los colores rojiblancos; y se cuenta de él que a pesar de tener mermadas sus capacidades síquicas era capaz de recitar alineaciones enteras de todas las épocas y saber con exactitud fechas y momentos de todo lo ocurrido al Granada de sus amores. También eran famosas las barraqueras y las llantinas que le daban cuando el club rojiblanco era derrotado, así como los saltos de alegría con que celebraba las victorias de su Graná de su alma. El pobre fue a morir muy joven todavía, en 1971, justo cuando el Granada entraba en su mejor época.

Ley de vida, del ra-ra-ra hemos pasado al bombo y las secciones de vientos que animan ahora de otra forma menos provinciana, más globalizada, más equiparable a lo que es común en otros estadios, y a unas estrofas cantables (o gritables) que son las mismas para todas las “barras bravas”. En Granada, y no solo refiriéndonos al fútbol, se puede decir que casi cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero no quiero que se entienda que uno defiende aquellas formas de animar frente a las actuales. Se trata sólo de otra añoranza más por tiempos futbolísticos que espera uno -en su hinchismo irredento- volver a vivir algún día; volver a vivir las gradas rebosando todos los partidos; volver a vivir los momentos en que todo el campo animaba, no sólo los incondicionales; volver a vivir las victorias ante los grandes de un Granada puntero. Porque, ya saben, cómo va a ser lo mismo enfilar hacia el estadio para ver al R. Madrid que para sufrir al Conquense.
De siempre se ha dicho que la afición granadinista es una afición de resultados. Es éste un axioma generalmente admitido. Pero ¿las hay de las otras? ¿o es que los muchísimos hinchas que tienen los grandes equipos seguirían contándose por cientos de miles si llevaran más de treinta años sin pisar la primera división? ¿es el público el que debe con su aliento calentar a los futbolistas o son éstos los que deben con su juego crear la atmósfera de fiesta que asegure la diversión y que la fiesta no decaiga? En fin, es esta una cuestión que admite largas y prolijas discusiones y teorías que acabarían siempre sin un consenso.
Pues eso, lo dicho, sólo espera uno que cuando el fútbol de primera vuelva a Granada (que volverá, no les quepa duda), esté todavía por estos andurriales para volver a disfrutarlo. Se lo merece, más que nadie, la joven generación de hinchas de ahora mismo, muchos de los cuales lo más alto que han visto a nuestro equipo ha sido en 2ª B.

miércoles, 13 de agosto de 2008

EL ÚLTIMO ÑITO


Ahí tenemos a Ñito, en una poco afortunada y muy exagerada caricatura, repartiendo mamporros a diestro y siniestro hasta noquear a varios jugadores contrarios. La caroca, del Corpus de 1973, se refiere a lo ocurrido en la jornada 24 de la 72-73, en el estadio de Sarriá, cuando Ñito agredió al españolista José María y fue expulsado. Esto ocurría a falta de cinco minutos para el final. El Granada se había adelantado en la casa del eventual líder mediada la segunda parte, por mediación de Chirri, y aguantaba los embates españolistas, destacando en esta labor la gran actuación de Ñito, inconmensurable por alto y por bajo. Hasta que en el ochenta y cuatro Amiano hacía el gol del empate, un gol muy protestado por los nuestros porque fue conseguido en un fuera de juego. En el tumulto que las protestas ocasionaron al canario se le fue la mano y noqueó al capitán españolista. El colegiado Álvarez Orellana no vio la posición antirreglamentaria en el remate que supuso el empate e ignoró el banderín en alto del linier, pero sí que vio la agresión y expulsó al buen meta granadinista. Dos minutos después Solsona conseguiría el definitivo 2-1.

En aquel Granada, en plena efervescencia de la “leyenda negra”, la fama de futbolistas feroces se la tenían ganada principalmente dos hombres, ya saben, la “pareja quirúrgica” que formaban Aguirre Suárez y Fernández. Pero tapados por la pareja contábamos además con otros efectivos que daban también lo suyo si se terciaba. Barrios ya no estaba pues había sido traspasado al Barcelona, y Montero Castillo todavía no había llegado, pero quedaba Jaén. Y también Ñito. De carácter más bien impulsivo, necesitaba poco el chicharrero para calentarse, y, aun ocupando la posición de cancerbero, se puede decir de él que era algo “guarrillo” y hacía bastante uso de los codos y de los tacos ante los contrarios para proteger los balones que le llegaban y para hacerse respetar.

Pero por encima de todo, lo que se puede decir de Ñito es que era un sensacional portero. Un guardameta como pocos ha tenido nuestro Granada CF. Para mí el mejor de todos. Unos reflejos felinos y una agilidad sin igual para llegar a balones imposibles, y una gran seguridad en las salidas eran sus mejores cualidades. Espectacular era quizás el adjetivo que mejor le cuadraba. Ñito daba espectáculo, por eso era el ídolo más que de nadie de la chavalería. Era espectacular atajando balones y era espectacular en sus “locuras”, cuando salía con el balón controlado fuera de su área regateando contrarios con el único fin de divertirse y divertirnos a sus incondicionales.

El Ñito de la poco conseguida caricatura, a estas alturas de la 72-73, en su séptima temporada de rojiblanco y a sus casi treinta y cuatro, ya no es el que cinco años atrás consiguió ser el portero menos goleado en categoría nacional, y tampoco es ya el titular indiscutible en la puerta del mejor Granada, como siempre lo fue desde que llegara a nuestra tierra en 1966 procedente del Valencia. Mediada la temporada anterior había perdido tal condición a manos del sobrio Izcoa; recuperada la titularidad al principio de esta temporada, volvería a perderla para reaparecer sólo cuando el vasco se lesionó.

«Hay en los muchos equipos / porteros de todo tipo, / con sus estilos de cuño, / y algunos quitan el hipo / haciendo uso del puño», reza la correspondiente quintilla. La caroca, en su exageración, es sin saberlo el acta bufa de la última acción en liga de este gran portero como granadinista, porque la agresión a un contrario le costaría la expulsión y la sanción por cuatro partidos, pero ya no volvería Ñito a contar para Pasieguito en las diez jornadas que quedaban para concluir la temporada. La siguiente, con Joséito, la pasará en blanco y sólo actuará en algún partido de copa y en amistosos, para ser cedido en la recta final al Linares, colista de segunda con el que sólo intervendrá en dos partidos y poco podrá hacer para evitar un descenso más que cantado. A la siguiente temporada, la 74-75, pasará al Murcia, de primera, con el que empezará de titular para desaparecer de las alineaciones a partir de mediados de temporada y decir adiós definitivamente al fútbol. No lo sabíamos entonces pero con ese uso de los puños –y no contra un balón- acabábamos de asistir a los últimos momentos de toda una era granadinista, porque Ñito fue sin duda un portero que marcó época.

Su sucesor podía haber sido muy bien el que tuvo que ocupar la portería aquella tarde en Sarriá, el joven granadino de veintiún años Pepe Navarro, que en sustitución de Dueñas debutó aquel 11 de marzo de 1973 en Primera División. Pero era entonces muy difícil desbancar a Izcoa y más difícil se pondrá después, cuando Candi, en su fiebre “ficheril”, se traiga a Mazurkiewicz. De esta forma sólo los cinco minutos que quedaban para concluir aquel partido, en el que no pudo evitar la derrota ante un Español líder, más los tres siguientes de liga (hasta que Izcoa se recuperó) es la aportación de este canterano a la historia rojiblanca. Así se perdió para el Granada uno de los mejores productos que ha dado nuestra cantera, porque a la temporada siguiente se marchó Navarro cedido al Córdoba y después pasó al Burgos, donde encontró el éxito que se le había negado en su tierra. El club castellano le sacaría además un buen parné al traspasarlo más tarde al At. Madrid, con el que ya alcanzó su completa consagración. No tuvo suerte Navarro con las lesiones, cosa que seguramente fue la única razón de que no llegara a debutar como internacional mientras perteneció al club colchonero.

ESTRENO EN MADRID


La portada de la revista As Color que ilustra este escrito recoge dos momentos cruciales del partido que se disputó el 10 de octubre de 1971 en el Vicente Calderón, en la sexta jornada de la mejor temporada rojiblanca de su historia, la 71-72. El partido acabó con el resultado de 1-0 a favor de los locales. Bajo la dirección del colegiado Canera Coscolín los equipos formaron con: Rodri; Melo, Ovejero, Quique; Adelardo, Iglesias (Luis); Salcedo, Irureta, Orozco, Alberto (Leal) y Becerra, por los locales; mientras que el Granada presentó la alineación más clásica de esta temporada, la que podemos considerar de gala: Ñito; De la Cruz, Aguirre Suárez, Falito; Jaén, Fernández; Lasa, Porta (Santos), Barrios, Fontenla y Vicente.

Siguiendo a Ramón Ramos, Aguirre Suárez era el referente en este encuentro por la gran expectación que había suscitado entre los medios de comunicación madrileños en su primera presencia en la capital. Y en este sentido obtuvo un notable alto, como se puede ver en la calificación que le da As (♠♠). Previamente a este partido y como preparándolo, en el mismo diario se había difundido una foto con el estado en que quedó el delantero del Milán Combin tras tener que vérselas con el defensa argentino en el partido de vuelta de la final de la Intercontinental, frente al Estudiantes de La Plata, en Buenos Aires, en 1969, en aquel mítico partido que supuso para Aguirre Suárez pasar desde la cancha al calabozo y ser suspendido por al menos dos años como jugador por el dictador Onganía, que presidía el encuentro. En la foto difundida por As podía verse al delantero francés todo magullado y con un ojo a la virulé. Pero en este encuentro los periodistas sólo levantaron acta de lo que fue una gran actuación de Aguirre Suárez, limpia en todo momento y dando una lección de cómo se debe sacar el balón jugado sin recurrir a artimañas.

Lo cierto es que en su estreno madrileño Aguirre Suárez fue clave para que el Granada aguantara muy bien los embates colchoneros e incluso tuviera su chance para golear. Pero cuando acariciaba ya un punto, en el último suspiro, un balón colgado desde la derecha del ataque atlético ocasionó lo que puede apreciarse en la primera foto: Luis Aragonés (dorsal 13) obstaculiza en clara falta la salida de Ñito y permite que su compañero Orozco cabecee solo en el segundo palo al fondo de la red el único gol del partido con el que el Granada salió injustamente derrotado.

En la otra foto puede verse al argentino Becerra encimado por un jugador granadinista del cual sólo vemos de cintura para abajo. La cara no se le ve, pero esa expeditiva pierna derecha en alto nos permite ponerle rostro, el de Aguirre Suárez. En esta jugada, saldada sin consecuencias para el marco granadinista, se pidió por los locales y por la afición la señalización de un penalti que no era tal pues Aguirre se anticipó en el despeje.

Realmente, la actuación del colegiado Canera fue determinante para que el Granada saliera derrotado, porque las crónicas de la prensa madrileña coinciden en que los –ese día- de blanco y pantalón rojo merecieron al menos el empate. Además de la errónea decisión de dar validez al tanto, antes había expulsado a Lasa en unión del central atlético Ovejero, cuando en realidad sólo el argentino colchonero tendría que haber sido el expulsado por una agresión al extremo granadinista que no obtuvo contestación.

Todavía no se había iniciado la negra leyenda, aunque bien poco faltaba. La siguiente visita granadinista a la capital –al Bernabéu-, dos meses después, será el momento que se señala como el del nacimiento del baldón que acompañará a los nuestros ésta y las dos siguientes temporadas. En este partido sin embargo no hubo prácticamente nada extradeportivo que reseñar. Lo más destacable fue el gran trabajo en la contención de este gran Granada, caminando firme hacia su mejor clasificación histórica.

sábado, 2 de agosto de 2008

1990 PARTIDO ÚNICO. LA "ESPANTÁ" DE MURADO



La temporada 89-90 no se puede decir que fuera buena porque, ya lo sabemos, en el fútbol sólo los resultados hacen bueno un año, pero al menos se pudo ver un equipo que mantuvo durante gran parte del ejercicio las posibilidades de dar el salto de categoría. Al final la cosa no acabó todo lo bien que parecía y nos tuvimos que conformar con el limbo del quinto puesto en aquella Segunda B con premio solo para el campeón. Pero a su conclusión Murado no arroja la toalla (por ahora) y se trabaja ya en la configuración del Granada 90-91.

A finales de julio de 1990 tiene lugar la asamblea general del club en la que se comunica a los escasísimos socios que se personan que el déficit de la temporada recién terminada ha sido de casi ¡120! millones. Al mismo tiempo se aprueba el presupuesto para la siguiente, el cual de entrada ya cuenta con unas pérdidas calculadas superiores a los ¡cien! millones. Como es norma, todo se aprobó sin rechistar. Sólo destacó la intervención del socio Juan Labella (el hombre de la trompeta) que tomó la palabra para pedir que se acabara con el “tifus”, o sea, con los que «entran de gorra y encima se ríen de los que pagamos». También es de destacar el acuerdo por el cual se autorizaba a la directiva (es decir, a Murado) a fijar cuantos días del club le pareciera bien. Y ya le venía pareciendo bien con bastante frecuencia desde la temporada anterior. Esto se llama hacer afición y tratar con mimo a los poquísimos que por entonces pagábamos religiosamente nuestro abono.

Según ha contado Antonio Lasso, mientras se celebraba esta asamblea se produjo (y en ella se comunicó a los presentes) el fallecimiento de José Manuel González. ¿Quién era González? preguntó el presidente. Ante esto sólo cabe decir: sin comentarios. Sólo unos meses antes había fallecido en su domicilio de Málaga Jeno Kalmar, y unos pocos meses después le seguiría Manolo Ibáñez. En menos de un año desaparecieron tres nombres propios protagonistas de la mejor historia rojiblanca.

Sea como fuere, lo importante es que en estas calendas la deuda del Granada CF debe andar por la estratosfera, y digo debe andar porque -¡qué cosas!- nadie sabe a cuánto asciende con exactitud. Para más inri, al día siguiente de la asamblea, Ideal publica la noticia de que el Granada tiene suspendidos sus derechos federativos y podría ser descendido si no paga casi cuatro millones a la Federación antes de tres días, cantidad que se adeuda desde la temporada 87-88 y corresponde al concepto de tasa por el pase de amateurs a profesionales de tres jugadores. Finalmente la cuestión quedó resuelta favorablemente para el club rojiblanco. ¿Que cómo? Pues ya saben, tirando Murado de talonario. Un año largo lleva Murado en su papel de mecenas rojiblanco y lo que en principio sembraba el optimismo y se traducía en alegrías a la hora de mover monetario, ha devenido en lo de siempre y volvemos a las angustias económicas. Pero lo peor es que quien lleva todo el peso del club empieza a mostrar claros síntomas de cansancio. Aún así, nadie sospecha la tormenta que en breve va a estallar furiosa.

Ya en agosto comparece nuestro equipo en Pozoblanco, donde se adjudica el trofeo organizado por el club anfitrión (de 3ª), al que vence (1-0), y después empata sin goles ante el Jerez Deportivo (de 2ª).

A mediados de agosto se presenta una nueva edición del Trofeo Granada, la XVIII. El acto tiene lugar una vez más en los salones del Palacio de Bibataubín, porque la Diputación vuelve a patrocinar el certamen. Y este año sí que viene el evento cambiado con respecto a las diecisiete ediciones anteriores. Por primera vez el trofeo consistirá en un único partido.

De 1973 a 1990 van, con la presente, dieciocho ediciones del trofeo agosteño granadino. Desde entonces, para nuestra desgracia de hinchas empedernidos, hemos asistido a una imparable cuesta abajo para el club de nuestros amores, que de equipo puntero de Primera ha pasado al mediocre montón del tercer nivel del fútbol español. En consonancia con esa caída a los infiernos, lo que empezó con gran brillantez, con equipos de primer nivel y con un opulento premio para el ganador, poco a poco ha ido enflaqueciendo en todos los sentidos y ha quedado reducido a un único plato futbolero y a un menudo lauro que, comparado con el que se fue a Belgrado en la primera edición, podrían haber salido al menos cinco de aquel catafalco esplendoroso. Casi se podría decir que en realidad el Trofeo Granada ya no es tal, y se ha vuelto a lo que fue norma antes de su nacimiento, es decir, al partido de presentación ante la hinchada rojiblanca que patrocinaba la Asociación de la Prensa.

Pero por lo menos el rival elegido es lo suficiente cualificado: el Dínamo (o Dynamo) de Moscú. Se puede decir que era y es unos de los mejores clubes del fútbol ruso, pero siempre ha estado a la estela de sus vecinos Spartak y CSKA. Es un club fundado en 1923 y la mayor parte de su existencia ha ido asociada a esa típica imagen de agrupación deportiva del llamado socialismo real que nos evoca unos campos de deportes entre brumosos paisajes metalúrgicos. Fue, mientras existió el régimen de partido único, el equipo del Ministerio del Interior soviético, y sus principales logros deportivos corresponden casi por entero a tiempos de Guerra Fría (once ligas, seis copas, una supercopa, todas de la URSS, y un subcampeonato de Recopa europea). En 1990, cuando nos visita, acaba de caer el Muro de Berlín y acaba de empezar una era muy distinta, tanto a todos los niveles en el mundo de las relaciones internacionales como en el plano deportivo para este club moscovita, ya que desde entonces sólo puede añadir a su palmarés una copa de Rusia, en 1995. En la imagen se aprecia la evolución de su emblema, que parte del rombo coronado por la estrella soviética revolucionaria y llega hasta el actual y conmemorativo del 85 aniversario. En cualquier caso, se trataba de un buen equipo que contaba en sus filas con internacionales y con algún que otro jugador que después pasaría al fútbol español.


La noche del jueves 16 de agosto de 1990 y ante aproximadamente diez mil espectadores, el Granada, dirigido por José Luis Garre [Antoñito; Julio, (Peso 65’), Osa, Lina, Pitero, Luismi; Pardina, López (Manolo Agujetas 46’), Pedro Díaz; Cuevas (Merayo 46’) y Gilberto (De las Heras 65’)], se proclamó campeón del XVIII Trofeo Granada al derrotar al Dínamo de Moscú [Smetanin; Losev, Zares, Moj, Pilitchuk,(Novgorodov 82’), Kobolen (Zajarov 46’), Sereda (Protchuk 65’), Smertin, Dobrovolski, Kolikanov y Kyriakov (Sklyarov 46’)] por 4-2.

El objetivo para la temporada a punto de echar a andar no es otro que el ascenso, así lo viene manifestando Murado a todo el que le pregunta. Sin embargo no se acaba de entender muy bien que pese a la buena temporada finalizada, en lugar de buscar apuntalar la plantilla con unos pocos retoques se ha optado por una limpia considerable, y se le ha dado la baja a hombres básicos en el esquema de José Enrique Díaz, como Torrano, Andrés Lucero, Mediavilla, Cristóbal, Píriz o Rosa. A cambio, como se aprecia en la alineación granadinista, han llegado numerosos fichajes: Pitero, Luismi, López, Pedro Díaz, Cuevas y De las Heras. Posteriormente se incorporarán también el central Villena y el portero Fernando. Todos estos fichajes tienen en común su fugaz paso por la plantilla rojiblanca pues ninguno de ellos continuará a la temporada siguiente.

El partido entre granadinos y rusos resultó un grandísimo espectáculo; fue uno de esos partidos de pretemporada en que queda justificado salir del lugar de vacaciones y acercarse a ver a los rojiblancos. Nada más empezar Cuevas ponía por delante a los locales en remate de córner. Pero antes del cuarto de hora empataba Kyriakov para los ex soviéticos, al aprovechar un fallo defensivo. Y al filo del descanso Pilitchuck hacía para el Dínamo el 1-2. Garre quitó en el intermedio a un desangelado López e introdujo a Manolo, y con él dirigiendo el juego el Granada se hizo dueño de la situación y empezaron a llegar las ocasiones ante la meta de Smetanin, que tuvo bastante más trabajo con la variación de Merayo por Cuevas. Así a falta de un cuarto de hora empata para los nuestros Peso con un sensacional tirazo desde fuera del área. Con 2-2 se llega al minuto 90 y por primera vez asistimos a un encuentro del trofeo en que se hace necesario dirimir el ganador acudiendo a la prórroga. A los treinta minutos añadidos llegaron mucho más frescos los rojiblancos consiguiendo pronto Merayo, de cabeza a centro de Manolo Agujetas, el 3-2. El 4-2 definitivo lo conseguiría De las Heras, ya en la segunda parte de la prórroga, de penalti cometido sobre él mismo.

Gran partido en el que los nuestros derrocharon ganas de agradar y los forasteros exhibieron un juego de calidad. Victoria rojiblanca y un nuevo Trofeo Granada (el de diez) que se quedaba en casa al tiempo que la afición salía muy contenta con los visto y destacaba el gran trabajo de Manolo y las subidas por la banda izquierda de Luismi.

Aunque el Trofeo se disputó a partido único y esta vez no estuvo el Málaga, una semana después tuvimos los hinchas ocasión de poder volver a ver a los nuestros en un típico partido de pretemporada ante el “eterno” rival. La noche del 23 de agosto de 1990 el Granada de Garre se impuso 2-1 al Málaga. Fernando; Peso, Villena, José Manuel, Osa (Leo 77’), Kike (Luismi 60’); Víctor, Manolo (Cuevas 89’), Pedro Díaz (Pardina 77’); De las Heras (Gilberto 77’) y Merayo. Destacaba la presencia en la portería de Fernando, que venía de jugar bastantes partidos en segunda con el Coruña, recién incorporado ante la “espantá” que había dado el cancerbero que había sido fichado aquel año para la titularidad, José Luis Montes, que después de hacer la pretemporada con los rojiblancos decidió a última hora volverse a Melilla. Por el Málaga actuaron: Ignacio; Chano, Álvarez (Matosas 85’), Jaime, Chesa (Makanaky 46’), Onofre, Esteban, Rivas, Merino, Toledano (Villa 66’) y “Niche” Guerrero (“Palomo” Usuriaga 66’). Se adelantaron los malacitanos a los dos minutos con gol de Esteban Vigo, y empató para los nuestros cerca ya del descanso Merayo, al recoger un rechace del ex granadinista Ignacio. En la segunda parte Víctor De la Osa conseguiría el 2-1 a pase de Manolo.

El Málaga, recién descendido a segunda división había emprendido una gran renovación en un vestuario bastante cargado de años y presentaba un cuadro muy renovado con respecto al que pudimos ver hacía un año en el trofeo veraniego. Con Waldo Ramos en el banquillo, realizó una buena campaña en segunda división y consiguió a última hora clasificarse para disputar la promoción de ascenso ante el Cádiz. Nuevamente una tanda de penaltis fatídica apartó a los vecinos de la máxima categoría. Pero lo peor de todo es que una temporada después vino la definitiva defunción del histórico CD Málaga.


Con el partido ante el CD Málaga se cerraba la pretemporada 1990 en la que el Granada, a pesar de haber jugado con varios equipos de superior categoría, acabó invicto. La hinchada tenía razones para el optimismo. Había podido ver a un cuadro muy bien ensamblado por José Luis Garre, muy serio y trabajador, y con algunas individualidades muy prometedoras. Sobre todo habían gustado Luismi y Pedro Díaz, de los nuevos, y Manolo Agujetas, en su tercera temporada de rojiblanco.

La temporada se inicia con derrota (0-2) en Los Cármenes ante el Badajoz, en un partido en el que el guardameta Fernando canta algo más de lo prudente. Por eso y por estar tocado el recién incorporado, para la primera salida y ante la lesión del otro portero, Antoñito (o Antonio), Garre prefiere echar mano de un jugador en edad juvenil todavía, Notario, quien aún no ha cumplido los dieciocho años. Da así sus primeros pasos en el fútbol profesional y consigue hacerse con la titularidad durante los siguientes once encuentros. Y unos meses después es convocado para una selección sub 21 que en partido amistoso ante Polonia empata a un gol. Del excelente libro de Antonio Lasso, Una vida en rojiblanco, podemos extraer la alineación de los que jugaron aquel partido, entre los que destacan los nombres de Guardiola, Berges, Larrazábal o Urzáiz, germen de la selección olímpica que año y medio después conseguirá el oro en Barcelona 92. Faltando cinco minutos para el final salió Notario en sustitución del futuro granadinista Fernández (el “Pescao”).

Apenas se han jugado ocho jornadas y el equipo anda clasificado en la mitad alta de la tabla cuando salta la bomba: en asamblea extraordinaria de 8 de noviembre de 1990, Murado presenta su dimisión. Poco menos de dos años ha estado al frente del club (menos de un año de forma oficial). En ese tiempo le hemos escuchado decir reiteradas veces que el equipo dentro de poco estará en primera, que se hará un súper equipazo para arrasar, que se convertirá pronto en SAD, que se construirá una ciudad deportiva, que... lo que haga falta. También le hemos visto hacer gala de métodos dictatoriales y se ha enemistado con gran parte de la prensa deportiva local pues es hombre que no admite críticas a su papel de mecenas sobre cuyas únicas espaldas recae todo el peso del club. Rememorando aquellos años y echando una visual a ahora mismo, nunca menos que en estos momentos querríamos asistir a un déjà vu de ésos (o como se diga), aunque a veces no podamos evitar reconocer en nuestras pesadillas algunos fantasmas del pasado. El caso es que como paquidermo en cacharrería llegó Murado y de peor manera aún abandona su responsabilidad cuando nadie lo sospechaba. Y el pobre Graná, de pronto y en mitad de una campaña, se queda nuevamente huérfano.

De la etapa muradiana sólo podemos extraer como positivo el que (con métodos “non sanctos”, que se diga) se eludiera un descenso a tercera cantado, por lo demás, de todo lo prometido nada de nada, y la deuda del club no ha hecho sino aumentar considerablemente. Está claro que a nadie se le puede exigir que arriesgue su patrimonio indefinidamente a cambio de nada, sólo para que otros podamos seguir alimentando nuestra pasión, pero también está claro que ésas no son maneras de abandonar una responsabilidad a la que nadie le había obligado. En años venideros las aficiones de Maracena y Motril tendrán oportunidad de experimentar en carnes propias esas mismas euforias de primera hora en el aterrizaje del que parece que lo va arreglar todo, traducidas al poco tiempo en decepciones y en un gran desierto después de una despedida a la francesa.

Ante la situación de desgobierno y tras un breve periodo en que la dirección recae en el vicepresidente Raúl Ruiz, ya en enero de 1991 se hace cargo del club una junta gestora presidida por Gerardo Cuerva. Mal que bien conseguirá esta junta terminar la temporada entre mil dificultades de todo tipo, fundamentalmente económicas, pero también en lo que respecta a su labor de convocar elecciones y buscar a alguien que en esta tesitura se quiera hacer cargo del club y sus cuitas. Sonó como presidenciable el nombre del atarfeño Manuel García Machado, pero quedó en nada. Finalmente y tras hasta cinco (Lasso dixit) intentos fallidos de abrir el reglamentario proceso electoral, ya a mediados de junio tendremos un nuevo presidente granadinista: José Aragón, pero esto corresponde a la temporada siguiente.

En el interregno el equipo sigue su deambular por las procelosas celadas que tiende el desarrollo del calendario del grupo III de 2ª B. El Granada de Garre, sin brillar especialmente en ningún momento, hace buenos partidos y un papel bastante digno, manteniéndose casi toda la temporada en la mitad alta de la tabla, a pesar de los retrasos en los pagos que sufre reiteradamente la plantilla. Pero al final sólo consigue clasificarse quinto, a dos puntos del Mérida (único club del grupo que conseguiría el ascenso) y sin derecho a nada pues aunque para este año empieza a disputarse la liguilla de ascenso a segunda, igual que ahora sólo la disputan los primeros cuatro clasificados.

En el terreno de lo anecdótico hay que referir los dos partidos que tuvo que jugar el Granada como local en el “exilio”. En la jornada 29 empatan los rojiblancos a cero en La Rosaleda ante el Valdepeñas al estar Los Cármenes clausurado por los incidentes ocurridos dos semanas antes ante el Huelva (0-1). Y en la jornada 34 nueva clausura por incidentes ante el Telde (1-0); el escenario es el minúsculo campo de césped “tropical” de La Herradura, donde los nuestros se imponen 4-2 al Linense.