EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



sábado, 2 de agosto de 2008

1990 PARTIDO ÚNICO. LA "ESPANTÁ" DE MURADO



La temporada 89-90 no se puede decir que fuera buena porque, ya lo sabemos, en el fútbol sólo los resultados hacen bueno un año, pero al menos se pudo ver un equipo que mantuvo durante gran parte del ejercicio las posibilidades de dar el salto de categoría. Al final la cosa no acabó todo lo bien que parecía y nos tuvimos que conformar con el limbo del quinto puesto en aquella Segunda B con premio solo para el campeón. Pero a su conclusión Murado no arroja la toalla (por ahora) y se trabaja ya en la configuración del Granada 90-91.

A finales de julio de 1990 tiene lugar la asamblea general del club en la que se comunica a los escasísimos socios que se personan que el déficit de la temporada recién terminada ha sido de casi ¡120! millones. Al mismo tiempo se aprueba el presupuesto para la siguiente, el cual de entrada ya cuenta con unas pérdidas calculadas superiores a los ¡cien! millones. Como es norma, todo se aprobó sin rechistar. Sólo destacó la intervención del socio Juan Labella (el hombre de la trompeta) que tomó la palabra para pedir que se acabara con el “tifus”, o sea, con los que «entran de gorra y encima se ríen de los que pagamos». También es de destacar el acuerdo por el cual se autorizaba a la directiva (es decir, a Murado) a fijar cuantos días del club le pareciera bien. Y ya le venía pareciendo bien con bastante frecuencia desde la temporada anterior. Esto se llama hacer afición y tratar con mimo a los poquísimos que por entonces pagábamos religiosamente nuestro abono.

Según ha contado Antonio Lasso, mientras se celebraba esta asamblea se produjo (y en ella se comunicó a los presentes) el fallecimiento de José Manuel González. ¿Quién era González? preguntó el presidente. Ante esto sólo cabe decir: sin comentarios. Sólo unos meses antes había fallecido en su domicilio de Málaga Jeno Kalmar, y unos pocos meses después le seguiría Manolo Ibáñez. En menos de un año desaparecieron tres nombres propios protagonistas de la mejor historia rojiblanca.

Sea como fuere, lo importante es que en estas calendas la deuda del Granada CF debe andar por la estratosfera, y digo debe andar porque -¡qué cosas!- nadie sabe a cuánto asciende con exactitud. Para más inri, al día siguiente de la asamblea, Ideal publica la noticia de que el Granada tiene suspendidos sus derechos federativos y podría ser descendido si no paga casi cuatro millones a la Federación antes de tres días, cantidad que se adeuda desde la temporada 87-88 y corresponde al concepto de tasa por el pase de amateurs a profesionales de tres jugadores. Finalmente la cuestión quedó resuelta favorablemente para el club rojiblanco. ¿Que cómo? Pues ya saben, tirando Murado de talonario. Un año largo lleva Murado en su papel de mecenas rojiblanco y lo que en principio sembraba el optimismo y se traducía en alegrías a la hora de mover monetario, ha devenido en lo de siempre y volvemos a las angustias económicas. Pero lo peor es que quien lleva todo el peso del club empieza a mostrar claros síntomas de cansancio. Aún así, nadie sospecha la tormenta que en breve va a estallar furiosa.

Ya en agosto comparece nuestro equipo en Pozoblanco, donde se adjudica el trofeo organizado por el club anfitrión (de 3ª), al que vence (1-0), y después empata sin goles ante el Jerez Deportivo (de 2ª).

A mediados de agosto se presenta una nueva edición del Trofeo Granada, la XVIII. El acto tiene lugar una vez más en los salones del Palacio de Bibataubín, porque la Diputación vuelve a patrocinar el certamen. Y este año sí que viene el evento cambiado con respecto a las diecisiete ediciones anteriores. Por primera vez el trofeo consistirá en un único partido.

De 1973 a 1990 van, con la presente, dieciocho ediciones del trofeo agosteño granadino. Desde entonces, para nuestra desgracia de hinchas empedernidos, hemos asistido a una imparable cuesta abajo para el club de nuestros amores, que de equipo puntero de Primera ha pasado al mediocre montón del tercer nivel del fútbol español. En consonancia con esa caída a los infiernos, lo que empezó con gran brillantez, con equipos de primer nivel y con un opulento premio para el ganador, poco a poco ha ido enflaqueciendo en todos los sentidos y ha quedado reducido a un único plato futbolero y a un menudo lauro que, comparado con el que se fue a Belgrado en la primera edición, podrían haber salido al menos cinco de aquel catafalco esplendoroso. Casi se podría decir que en realidad el Trofeo Granada ya no es tal, y se ha vuelto a lo que fue norma antes de su nacimiento, es decir, al partido de presentación ante la hinchada rojiblanca que patrocinaba la Asociación de la Prensa.

Pero por lo menos el rival elegido es lo suficiente cualificado: el Dínamo (o Dynamo) de Moscú. Se puede decir que era y es unos de los mejores clubes del fútbol ruso, pero siempre ha estado a la estela de sus vecinos Spartak y CSKA. Es un club fundado en 1923 y la mayor parte de su existencia ha ido asociada a esa típica imagen de agrupación deportiva del llamado socialismo real que nos evoca unos campos de deportes entre brumosos paisajes metalúrgicos. Fue, mientras existió el régimen de partido único, el equipo del Ministerio del Interior soviético, y sus principales logros deportivos corresponden casi por entero a tiempos de Guerra Fría (once ligas, seis copas, una supercopa, todas de la URSS, y un subcampeonato de Recopa europea). En 1990, cuando nos visita, acaba de caer el Muro de Berlín y acaba de empezar una era muy distinta, tanto a todos los niveles en el mundo de las relaciones internacionales como en el plano deportivo para este club moscovita, ya que desde entonces sólo puede añadir a su palmarés una copa de Rusia, en 1995. En la imagen se aprecia la evolución de su emblema, que parte del rombo coronado por la estrella soviética revolucionaria y llega hasta el actual y conmemorativo del 85 aniversario. En cualquier caso, se trataba de un buen equipo que contaba en sus filas con internacionales y con algún que otro jugador que después pasaría al fútbol español.


La noche del jueves 16 de agosto de 1990 y ante aproximadamente diez mil espectadores, el Granada, dirigido por José Luis Garre [Antoñito; Julio, (Peso 65’), Osa, Lina, Pitero, Luismi; Pardina, López (Manolo Agujetas 46’), Pedro Díaz; Cuevas (Merayo 46’) y Gilberto (De las Heras 65’)], se proclamó campeón del XVIII Trofeo Granada al derrotar al Dínamo de Moscú [Smetanin; Losev, Zares, Moj, Pilitchuk,(Novgorodov 82’), Kobolen (Zajarov 46’), Sereda (Protchuk 65’), Smertin, Dobrovolski, Kolikanov y Kyriakov (Sklyarov 46’)] por 4-2.

El objetivo para la temporada a punto de echar a andar no es otro que el ascenso, así lo viene manifestando Murado a todo el que le pregunta. Sin embargo no se acaba de entender muy bien que pese a la buena temporada finalizada, en lugar de buscar apuntalar la plantilla con unos pocos retoques se ha optado por una limpia considerable, y se le ha dado la baja a hombres básicos en el esquema de José Enrique Díaz, como Torrano, Andrés Lucero, Mediavilla, Cristóbal, Píriz o Rosa. A cambio, como se aprecia en la alineación granadinista, han llegado numerosos fichajes: Pitero, Luismi, López, Pedro Díaz, Cuevas y De las Heras. Posteriormente se incorporarán también el central Villena y el portero Fernando. Todos estos fichajes tienen en común su fugaz paso por la plantilla rojiblanca pues ninguno de ellos continuará a la temporada siguiente.

El partido entre granadinos y rusos resultó un grandísimo espectáculo; fue uno de esos partidos de pretemporada en que queda justificado salir del lugar de vacaciones y acercarse a ver a los rojiblancos. Nada más empezar Cuevas ponía por delante a los locales en remate de córner. Pero antes del cuarto de hora empataba Kyriakov para los ex soviéticos, al aprovechar un fallo defensivo. Y al filo del descanso Pilitchuck hacía para el Dínamo el 1-2. Garre quitó en el intermedio a un desangelado López e introdujo a Manolo, y con él dirigiendo el juego el Granada se hizo dueño de la situación y empezaron a llegar las ocasiones ante la meta de Smetanin, que tuvo bastante más trabajo con la variación de Merayo por Cuevas. Así a falta de un cuarto de hora empata para los nuestros Peso con un sensacional tirazo desde fuera del área. Con 2-2 se llega al minuto 90 y por primera vez asistimos a un encuentro del trofeo en que se hace necesario dirimir el ganador acudiendo a la prórroga. A los treinta minutos añadidos llegaron mucho más frescos los rojiblancos consiguiendo pronto Merayo, de cabeza a centro de Manolo Agujetas, el 3-2. El 4-2 definitivo lo conseguiría De las Heras, ya en la segunda parte de la prórroga, de penalti cometido sobre él mismo.

Gran partido en el que los nuestros derrocharon ganas de agradar y los forasteros exhibieron un juego de calidad. Victoria rojiblanca y un nuevo Trofeo Granada (el de diez) que se quedaba en casa al tiempo que la afición salía muy contenta con los visto y destacaba el gran trabajo de Manolo y las subidas por la banda izquierda de Luismi.

Aunque el Trofeo se disputó a partido único y esta vez no estuvo el Málaga, una semana después tuvimos los hinchas ocasión de poder volver a ver a los nuestros en un típico partido de pretemporada ante el “eterno” rival. La noche del 23 de agosto de 1990 el Granada de Garre se impuso 2-1 al Málaga. Fernando; Peso, Villena, José Manuel, Osa (Leo 77’), Kike (Luismi 60’); Víctor, Manolo (Cuevas 89’), Pedro Díaz (Pardina 77’); De las Heras (Gilberto 77’) y Merayo. Destacaba la presencia en la portería de Fernando, que venía de jugar bastantes partidos en segunda con el Coruña, recién incorporado ante la “espantá” que había dado el cancerbero que había sido fichado aquel año para la titularidad, José Luis Montes, que después de hacer la pretemporada con los rojiblancos decidió a última hora volverse a Melilla. Por el Málaga actuaron: Ignacio; Chano, Álvarez (Matosas 85’), Jaime, Chesa (Makanaky 46’), Onofre, Esteban, Rivas, Merino, Toledano (Villa 66’) y “Niche” Guerrero (“Palomo” Usuriaga 66’). Se adelantaron los malacitanos a los dos minutos con gol de Esteban Vigo, y empató para los nuestros cerca ya del descanso Merayo, al recoger un rechace del ex granadinista Ignacio. En la segunda parte Víctor De la Osa conseguiría el 2-1 a pase de Manolo.

El Málaga, recién descendido a segunda división había emprendido una gran renovación en un vestuario bastante cargado de años y presentaba un cuadro muy renovado con respecto al que pudimos ver hacía un año en el trofeo veraniego. Con Waldo Ramos en el banquillo, realizó una buena campaña en segunda división y consiguió a última hora clasificarse para disputar la promoción de ascenso ante el Cádiz. Nuevamente una tanda de penaltis fatídica apartó a los vecinos de la máxima categoría. Pero lo peor de todo es que una temporada después vino la definitiva defunción del histórico CD Málaga.


Con el partido ante el CD Málaga se cerraba la pretemporada 1990 en la que el Granada, a pesar de haber jugado con varios equipos de superior categoría, acabó invicto. La hinchada tenía razones para el optimismo. Había podido ver a un cuadro muy bien ensamblado por José Luis Garre, muy serio y trabajador, y con algunas individualidades muy prometedoras. Sobre todo habían gustado Luismi y Pedro Díaz, de los nuevos, y Manolo Agujetas, en su tercera temporada de rojiblanco.

La temporada se inicia con derrota (0-2) en Los Cármenes ante el Badajoz, en un partido en el que el guardameta Fernando canta algo más de lo prudente. Por eso y por estar tocado el recién incorporado, para la primera salida y ante la lesión del otro portero, Antoñito (o Antonio), Garre prefiere echar mano de un jugador en edad juvenil todavía, Notario, quien aún no ha cumplido los dieciocho años. Da así sus primeros pasos en el fútbol profesional y consigue hacerse con la titularidad durante los siguientes once encuentros. Y unos meses después es convocado para una selección sub 21 que en partido amistoso ante Polonia empata a un gol. Del excelente libro de Antonio Lasso, Una vida en rojiblanco, podemos extraer la alineación de los que jugaron aquel partido, entre los que destacan los nombres de Guardiola, Berges, Larrazábal o Urzáiz, germen de la selección olímpica que año y medio después conseguirá el oro en Barcelona 92. Faltando cinco minutos para el final salió Notario en sustitución del futuro granadinista Fernández (el “Pescao”).

Apenas se han jugado ocho jornadas y el equipo anda clasificado en la mitad alta de la tabla cuando salta la bomba: en asamblea extraordinaria de 8 de noviembre de 1990, Murado presenta su dimisión. Poco menos de dos años ha estado al frente del club (menos de un año de forma oficial). En ese tiempo le hemos escuchado decir reiteradas veces que el equipo dentro de poco estará en primera, que se hará un súper equipazo para arrasar, que se convertirá pronto en SAD, que se construirá una ciudad deportiva, que... lo que haga falta. También le hemos visto hacer gala de métodos dictatoriales y se ha enemistado con gran parte de la prensa deportiva local pues es hombre que no admite críticas a su papel de mecenas sobre cuyas únicas espaldas recae todo el peso del club. Rememorando aquellos años y echando una visual a ahora mismo, nunca menos que en estos momentos querríamos asistir a un déjà vu de ésos (o como se diga), aunque a veces no podamos evitar reconocer en nuestras pesadillas algunos fantasmas del pasado. El caso es que como paquidermo en cacharrería llegó Murado y de peor manera aún abandona su responsabilidad cuando nadie lo sospechaba. Y el pobre Graná, de pronto y en mitad de una campaña, se queda nuevamente huérfano.

De la etapa muradiana sólo podemos extraer como positivo el que (con métodos “non sanctos”, que se diga) se eludiera un descenso a tercera cantado, por lo demás, de todo lo prometido nada de nada, y la deuda del club no ha hecho sino aumentar considerablemente. Está claro que a nadie se le puede exigir que arriesgue su patrimonio indefinidamente a cambio de nada, sólo para que otros podamos seguir alimentando nuestra pasión, pero también está claro que ésas no son maneras de abandonar una responsabilidad a la que nadie le había obligado. En años venideros las aficiones de Maracena y Motril tendrán oportunidad de experimentar en carnes propias esas mismas euforias de primera hora en el aterrizaje del que parece que lo va arreglar todo, traducidas al poco tiempo en decepciones y en un gran desierto después de una despedida a la francesa.

Ante la situación de desgobierno y tras un breve periodo en que la dirección recae en el vicepresidente Raúl Ruiz, ya en enero de 1991 se hace cargo del club una junta gestora presidida por Gerardo Cuerva. Mal que bien conseguirá esta junta terminar la temporada entre mil dificultades de todo tipo, fundamentalmente económicas, pero también en lo que respecta a su labor de convocar elecciones y buscar a alguien que en esta tesitura se quiera hacer cargo del club y sus cuitas. Sonó como presidenciable el nombre del atarfeño Manuel García Machado, pero quedó en nada. Finalmente y tras hasta cinco (Lasso dixit) intentos fallidos de abrir el reglamentario proceso electoral, ya a mediados de junio tendremos un nuevo presidente granadinista: José Aragón, pero esto corresponde a la temporada siguiente.

En el interregno el equipo sigue su deambular por las procelosas celadas que tiende el desarrollo del calendario del grupo III de 2ª B. El Granada de Garre, sin brillar especialmente en ningún momento, hace buenos partidos y un papel bastante digno, manteniéndose casi toda la temporada en la mitad alta de la tabla, a pesar de los retrasos en los pagos que sufre reiteradamente la plantilla. Pero al final sólo consigue clasificarse quinto, a dos puntos del Mérida (único club del grupo que conseguiría el ascenso) y sin derecho a nada pues aunque para este año empieza a disputarse la liguilla de ascenso a segunda, igual que ahora sólo la disputan los primeros cuatro clasificados.

En el terreno de lo anecdótico hay que referir los dos partidos que tuvo que jugar el Granada como local en el “exilio”. En la jornada 29 empatan los rojiblancos a cero en La Rosaleda ante el Valdepeñas al estar Los Cármenes clausurado por los incidentes ocurridos dos semanas antes ante el Huelva (0-1). Y en la jornada 34 nueva clausura por incidentes ante el Telde (1-0); el escenario es el minúsculo campo de césped “tropical” de La Herradura, donde los nuestros se imponen 4-2 al Linense.

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