Ahí tenemos a Ñito, en una poco afortunada y muy exagerada caricatura, repartiendo mamporros a diestro y siniestro hasta noquear a varios jugadores contrarios. La caroca, del Corpus de 1973, se refiere a lo ocurrido en la jornada 24 de la 72-73, en el estadio de Sarriá, cuando Ñito agredió al españolista José María y fue expulsado. Esto ocurría a falta de cinco minutos para el final. El Granada se había adelantado en la casa del eventual líder mediada la segunda parte, por mediación de Chirri, y aguantaba los embates españolistas, destacando en esta labor la gran actuación de Ñito, inconmensurable por alto y por bajo. Hasta que en el ochenta y cuatro Amiano hacía el gol del empate, un gol muy protestado por los nuestros porque fue conseguido en un fuera de juego. En el tumulto que las protestas ocasionaron al canario se le fue la mano y noqueó al capitán españolista. El colegiado Álvarez Orellana no vio la posición antirreglamentaria en el remate que supuso el empate e ignoró el banderín en alto del linier, pero sí que vio la agresión y expulsó al buen meta granadinista. Dos minutos después Solsona conseguiría el definitivo 2-1.
En aquel Granada, en plena efervescencia de la “leyenda negra”, la fama de futbolistas feroces se la tenían ganada principalmente dos hombres, ya saben, la “pareja quirúrgica” que formaban Aguirre Suárez y Fernández. Pero tapados por la pareja contábamos además con otros efectivos que daban también lo suyo si se terciaba. Barrios ya no estaba pues había sido traspasado al Barcelona, y Montero Castillo todavía no había llegado, pero quedaba Jaén. Y también Ñito. De carácter más bien impulsivo, necesitaba poco el chicharrero para calentarse, y, aun ocupando la posición de cancerbero, se puede decir de él que era algo “guarrillo” y hacía bastante uso de los codos y de los tacos ante los contrarios para proteger los balones que le llegaban y para hacerse respetar.
Pero por encima de todo, lo que se puede decir de Ñito es que era un sensacional portero. Un guardameta como pocos ha tenido nuestro Granada CF. Para mí el mejor de todos. Unos reflejos felinos y una agilidad sin igual para llegar a balones imposibles, y una gran seguridad en las salidas eran sus mejores cualidades. Espectacular era quizás el adjetivo que mejor le cuadraba. Ñito daba espectáculo, por eso era el ídolo más que de nadie de la chavalería. Era espectacular atajando balones y era espectacular en sus “locuras”, cuando salía con el balón controlado fuera de su área regateando contrarios con el único fin de divertirse y divertirnos a sus incondicionales.
El Ñito de la poco conseguida caricatura, a estas alturas de la 72-73, en su séptima temporada de rojiblanco y a sus casi treinta y cuatro, ya no es el que cinco años atrás consiguió ser el portero menos goleado en categoría nacional, y tampoco es ya el titular indiscutible en la puerta del mejor Granada, como siempre lo fue desde que llegara a nuestra tierra en 1966 procedente del Valencia. Mediada la temporada anterior había perdido tal condición a manos del sobrio Izcoa; recuperada la titularidad al principio de esta temporada, volvería a perderla para reaparecer sólo cuando el vasco se lesionó.
«Hay en los muchos equipos / porteros de todo tipo, / con sus estilos de cuño, / y algunos quitan el hipo / haciendo uso del puño», reza la correspondiente quintilla. La caroca, en su exageración, es sin saberlo el acta bufa de la última acción en liga de este gran portero como granadinista, porque la agresión a un contrario le costaría la expulsión y la sanción por cuatro partidos, pero ya no volvería Ñito a contar para Pasieguito en las diez jornadas que quedaban para concluir la temporada. La siguiente, con Joséito, la pasará en blanco y sólo actuará en algún partido de copa y en amistosos, para ser cedido en la recta final al Linares, colista de segunda con el que sólo intervendrá en dos partidos y poco podrá hacer para evitar un descenso más que cantado. A la siguiente temporada, la 74-75, pasará al Murcia, de primera, con el que empezará de titular para desaparecer de las alineaciones a partir de mediados de temporada y decir adiós definitivamente al fútbol. No lo sabíamos entonces pero con ese uso de los puños –y no contra un balón- acabábamos de asistir a los últimos momentos de toda una era granadinista, porque Ñito fue sin duda un portero que marcó época.
Su sucesor podía haber sido muy bien el que tuvo que ocupar la portería aquella tarde en Sarriá, el joven granadino de veintiún años Pepe Navarro, que en sustitución de Dueñas debutó aquel 11 de marzo de 1973 en Primera División. Pero era entonces muy difícil desbancar a Izcoa y más difícil se pondrá después, cuando Candi, en su fiebre “ficheril”, se traiga a Mazurkiewicz. De esta forma sólo los cinco minutos que quedaban para concluir aquel partido, en el que no pudo evitar la derrota ante un Español líder, más los tres siguientes de liga (hasta que Izcoa se recuperó) es la aportación de este canterano a la historia rojiblanca. Así se perdió para el Granada uno de los mejores productos que ha dado nuestra cantera, porque a la temporada siguiente se marchó Navarro cedido al Córdoba y después pasó al Burgos, donde encontró el éxito que se le había negado en su tierra. El club castellano le sacaría además un buen parné al traspasarlo más tarde al At. Madrid, con el que ya alcanzó su completa consagración. No tuvo suerte Navarro con las lesiones, cosa que seguramente fue la única razón de que no llegara a debutar como internacional mientras perteneció al club colchonero.
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