22/02/05
En la Preferente, como en todas las categorías, el protagonismo en los partidos, el limitado protagonismo que pueda corresponder en una categoría tan modesta, es de los jugadores. Pero no hay que olvidar la figura de quien ocupa ese asiento que parece que quema, que parece que, al menos para éstos, no es algo necesario porque no suelen hacer uso de él; me refiero a los sufridos entrenadores, al míster que desde la banda dirige a sus pupilos. Casi todos tienen en común la gran potencia de sus cuerdas vocales, pero observándolos durante el desarrollo de los encuentros se pueden extraer unos cuantos tipos: está el modelo helicóptero, que acompaña sus voces con grandes giros de brazos que parece que va a despegar del suelo en cualquier momento. Está también el rematador, que además gesticula con los pies, como explicando que al balón hay que darle así y no de esa forma torticera que acabamos de ver. Está también el modelo sordomudo, que se le puede distinguir porque suele gesticular en un lenguaje de manos con dedos extendidos alternativamente que si no fuera por los bocinazos con que acompaña esos gestos cualquiera diría que se expresa en un código sólo para iniciados. También podemos ver al tipo señalero de la Armada, que recuerda a quienes en los barcos en alta mar hacen señales con banderas. Y hay muchísimos tipos más, tantos como distintas personalidades empuñan la batuta y se ponen al frente de esa banda más o menos bien conjuntada que en definitivas cuentas viene a ser un equipo de fútbol. Todo depende del temple y del dominio de los propios nervios que el míster en cuestión tenga en su siempre difícil, ingrata y precaria labor.
También hay, por supuesto, el que a lo largo del partido es un poco de cada uno de esos tipos típicos, como un buen amigo de esta casa, D. Gabriel Rosario Lázaro, al que tuvimos ocasión de ver en acción hace ya algunos años, al frente de aquel Granada B de rayas blanquiazules horizontales (no recuerdo bien si todavía no había perdido su nombre de Recreativo) que alineaba a ilustres de la cantera granadina cuando todavía eran promesas: Javi García (o Futre), Sergio Cruz, Peramos, más el refuerzo que llegó a últimos de temporada de Jesús Sierra. Otros que formaban parte de aquel equipo eran jugadores como Hilario, Germán, Víctor Oliva o Alberto Chica. Me estoy refiriendo a la temporada 95-96. En ella el filial granadinista consiguió su, por ahora, último ascenso a Tercera División. La temporada la inició en el banquillo Lucas Alcaraz, pero al ser cesado en la jornada ocho el míster del primer equipo, Crispi, el entonces desconocido técnico del filial se hizo cargo del Granada de 2ª B, y lo que se pensaba provisional, ante los buenos resultados se convirtió en definitivo, pasando Lázaro a dirigir al Recreativo.
Aquel año en la Preferente se dio una bonita y dura pugna por los dos puestos de cabeza entre el desaparecido Zaidín y el filial granadinista. De la mano de Lucas Alcaraz primero y Lázaro después, el filial arrasó y completó una más que brillante temporada en la que ganó un total de veinticinco partidos y sólo perdió cuatro de un calendario de treinta y cuatro, con noventa y dos goles a favor por sólo veintitrés en contra; pero el campeón fue el club zaidinero (que no tuvo suerte en la liguilla), mientras que el Recreativo, segundo clasificado, sí ascendió. Otros equipos que militaban aquella temporada en la Preferente eran: Santa Fe, Imperio, Vandalia, Alfacar, Gabia y más, y entre ellos un modesto entre los modestos, el Cúllar-Vega.
En la jornada veinte visita el Recreativo la casa del equipo de la Vega. Éste, como suele ser norma entre los clubs modestos, y más cuando se enfrentan a un grande, se atrinchera atrás y basa su juego en la posibilidad de sorprender en algún contraataque, por ello su rival, el Recreativo, tiene ciertas dificultades para acercarse a la meta y alzarse con su objetivo que no es otro que los tres puntos (ésta es la primera temporada en la que la victoria vale tres puntos). Como el gol tarda en llegar va subiendo de tono el grado de nerviosismo en el banquillo visitante y ahí podemos ver al bueno de Lázaro desgañitándose («Dimaaas... a ver si voy a tener que salir yo a sacar de banda...; Dimaaaas... que no estamos en lo que hay que estar....; Dimaaaas...»), gesticulando, saltando, cabeceando, corriendo, zapateando, fumando uno tras otro, y así van pasando los minutos sin que el marcador (que no hay) se mueva. La nota de originalidad de Lázaro con respecto al repertorio de frases y gestos de otros entrenadores es que se vuelve al público que está situado detrás del banquillo (entre los que se encuentra un servidor, que por aquel entonces no conocía de nada a Lázaro) y comenta la jugada que acabamos de ver. Todo un espectáculo. Conforme van pasando los minutos va aumentando la tensión en el banquillo y con ella los bocinazos y los gestos, y el público ya se toma a pitorreo lo que ve, por lo que cada vez que nuestro hombre va a abrir la boca le precede el grito del respetable: “Dimaaas”, gritan a coro los guasones.
Ya en la segunda parte Lázaro mueve el banquillo dando entrada a Sergio Cruz en sustitución del poco afortunado Dimas y entonces el decorado ya es otro cantar y empieza a ser patente la superioridad visitante, que se prodiga en jugadas de ataque con mucha más soltura, y los goles llegan por fin. Pero ni por ésas se tranquiliza nuestro hombre que sigue con sus emberrinchados gritos y gestos, y sigue también la guasa del respetable y el coro de los “ostentóreos” Dimaaaas, coro que aún camino de los vestuarios, una vez terminado el choque, perseguirá a nuestro hombre. El resultado final fue de 0-2 para el Recreativo.
Como nota curiosa sólo destacar que en el equipo visitante se alineó en aquel partido un joven prometedor, hoy alma del equipo cullero, Juanjo Ortega; mientras que en el local actuó como valladar en el eje de la defensa (y, por cierto, fue expulsado) Jorge García, más conocido por “el Pesca”.
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