El Granada pierde 1-0 en Salamanca. Las Palmas y Celta empatan a uno. El Málaga gana 1-0 al Zaragoza. ¿Y el Gijón?: gana al Madrid...
(¿Y el Socuéllamos?: también gana al At. Escalerillas a la vez que el Pedrusco empata en casa del Valderrábanos de Abajo, pero no hay que perder la esperanza porque si el Tokidso marca un gol en el campo del Furrialense y el Pedernoso no se deja ganar por el Torpedo podremos en el último minuto respirar tranquilos).
Mil cábalas y tropecientas posibles combinaciones en la última jornada de la liga y todas, por el momento, arrojaban la triste conclusión de que nos íbamos a segunda. ¡No puede ser! Sin embargo, es. ¡Hay que ver la mala rarra de este equipo! ¡Dita sea! ¡Vamos Lorenzo! ¡Vamos Dueñas! ¡Quiles, por tu padre! A ver ese golito del empate salvador. ¿Cuánto queda? ¡A mí me va a dar algo!
Todas estas cosas iba uno pensando ferial arriba, ferial abajo, la calurosa tarde del veinticinco de mayo de
El Granada de la 74-75 había sido confeccionado por Candi con la idea de dar el salto por fin y clasificarse para competición europea que tan cerca había tenido recientemente. Con ese fin se contrató a principio de temporada al austriaco Parits que había deslumbrado a la afición antes de terminar la anterior en un partido amistoso en Los Cármenes contra la selección argentina, y ya con la temporada empezada se trajo nada más y nada menos que a Mazurkiewicz, portero uruguayo trimundialista de gran fama y considerado uno de los mejores del mundo. Junto a éstos también son fichajes de esta temporada los del defensa central Ederra y el ex madridista Grande. Claro que esos refuerzos tenían la difícil misión de tapar el hueco dejado por la marcha de hombres como Jaén, traspasado al Sevilla, Ñito y, sobre todo, Aguirre Suárez.
La salida del argentino puso fin a la «leyenda negra» y a la mala imagen del club y propició la firma de la paz con el R. Madrid y, para corroborarlo, en noviembre, jornada nueve, en Los Cármenes con visita del equipo merengue, los que tienen la suerte de asistir a aquel encuentro disfrutan con el magnífico espectáculo que unos y otros brindan en el que ha quedado para la historia como posiblemente el mejor partido del Granada en su feudo, con resultado final de empate a tres. En contrapartida, la marcha de Aguirre Suárez también acabó con la solidez defensiva que el equipo había mostrado mientras el argentino vistió de rojiblanco y en esta temporada fue el Granada ampliamente goleado en Gijón (5-1), Las Palmas (4-0), Zaragoza (4-1) y Valencia (7-1).
En toda la primera vuelta anduvo el equipo en los puestos altos de la clasificación y llegó a su conclusión con un positivo. Por eso quién iba a decir que sólo cuatro meses después se iban a pasar los apuros que se dieron. Lo que ocurre es que ésta es la temporada más atípica que se recuerda en la máxima categoría. Baste decir que tan sólo seis jornadas antes de su conclusión únicamente dos equipos tenían claro su destino. Por arriba el R. Madrid era ya campeón merced a los doce puntos que sacaba al segundo. Y por abajo el Murcia aparecía muy descolgado de la zona de salvación. El resto no podía todavía respirar a salvo, es decir, el segundo, el Zaragoza, estaba sólo a seis puntos de la zona de descenso y en la lucha por evitarlo se veían involucrados equipos que casi nunca han pasado por tal tesitura, como Barcelona, At. Madrid, Valencia o At. Bilbao. Nunca en la máxima categoría se ha dado tal igualdad.
La gran igualdad de esta temporada y la baja forma evidenciada por muchos hombres hacen que el Granada, lejos de alcanzar el objetivo europeo con el que soñaba Candi y con él la afición granadina, se fuera desinflando y perdiendo posiciones en la tabla, y al llegar la última jornada hay hasta cinco equipos (Las Palmas, Celta, Gijón, Málaga y Granada) inmersos de lleno en la lucha por evitar los dos puestos de descenso que quedan. El Granada depende de sí mismo, basta con empatar en Salamanca. Si pierde podrá también salvarse según lo que hagan los demás. Lo que ocurre es que Las Palmas y Celta, que juegan entre sí, se salvan ambos con el empate siempre que el Granada pierda. Aquí los mal pensados lo tenemos muy claro y damos por descontado que ése será el resultado del Insular.
En éstas estaba uno la tarde del veinticinco de mayo de 1975, Corpus en Granada, en que un nerviosismo indominable me había llevado a las orillas del Genil, transistor en ristre. (Aprovecho aquí para hacer un inciso y proponer a nuestras autoridades que, ahora que no saben qué hacer con el ferial, vuelvan a ponerlo en el escenario de aquellos años, no tan “sevillanizados”. Quizá sería algo más provinciano pero desde luego era más granadino, más nuestro, de toda la ciudad, no sólo de unos pocos, como ahora). Como decía, ferial arriba, ferial abajo, ajeno al bullicio, sólo pendiente de las noticias que venían de todos los posibles frentes, iba uno maldiciendo el conchabamiento de todas las brujas en contra de nuestro Graná, pues todos los resultados eran negativos para nuestros intereses.
Decididamente el Granada de los setenta no estaba tan gafado como el actual ya que, casi sin tiempo, al borde del infarto, es decir, al estilo de las dos grandes desilusiones recientes que nos hemos llevado los hinchas pero con signo total y felizmente distinto, llegaron por fin buenas noticias en forma de goles en el Insular, rompiéndose la igualada y salvándose el Granada pese a que no fue capaz de empatar en el Helmántico. Por esta vez y sin que sirva de precedente la carambola final fue afortunada para los rojiblancos. Casi sobre la campana el Las Palmas derrotó al Celta mandándolo así a segunda junto al Málaga y al condenado varias jornadas antes Murcia. El empate arrancado en Málaga sólo cuatro partidos antes fue el que a la postre salvó la categoría pues supuso superar el golaverage particular con los vecinos (finalizaron la temporada empatados con el Granada a treinta y un puntos), que se fueron a segunda con tan sólo tres negativos en la temporada más atípica y con más igualdad que se recuerda.
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