En cuestiones “forofísticas”
manda siempre el corazón
-mucho más que la razón-
y no valen estadísticas.
otros del Morcillo son;
los hay del Rayo Melón
y hasta del Rácing Ciruela.
son del Bistec Balompié,
que de todo ha de haber
en la viña del Señor.
Éstos entregan su amor
al Berenjena efe ce,
(¡eso es moral, mire usted!),
cual émulos de Masoch,
del Atlético Cebolla,
suele armarse la de Troya
en sus derbis (¡memorables!).
Y aquellos, figura y genio,
son del Real Chirimoya
aunque el chistoso Bocoya,
los castigue con un “premio”;
que reside en Almería
y prefiere una “corría”
al “furbos” (y hasta a los toros).
es de un equipo de cuarta
que cabeza no levanta
hace la tira y un ciento.
la “señá” Maricastaña
-mandaba mucho en España
un señor bajito y feo
con vocecilla de pito-;
no se come ni un fideo
y suscita el cachondeo
desde entonces este equipo.
Como ven, a un servidor,
masoquismo no le falta:
con la cabeza muy alta
se soporta, ¡sí señor!
Quienes amarlo juraron
con una pasión devota,
descendido y en pelota
esos mismos lo dejaron,
descangallado y fané
y en mísera bancarrota:
su definitiva rota
podría serlo esta vez.
Ante el negro panorama
de nuestro fútbol local
algo se mueve en Graná,
empieza a prender la llama:
un nuevo club que proclama
que muy pronto ascenderá
se muda a la capital
desde tierras accitanas.
Y acabar con el patético
“seudofútbol” actual
promete con seriedad.
Su nombre: Granada Atlético;
volviendo así a la parada
futbolera nacional
un nombre olvidado ya:
el de la bella Granada.
Granadinito que vienes
al mundo, te guarde Dios,
ganarás a tu afición
tan pronto tus triunfos lleguen.
Y que esos triunfos devuelvan
a la hinchada la ilusión
aunque a cierto “cromañón
forofero” esto le ofenda.
A mí no me paga Arrabal
y Jota Jota me ignora
(pero, miren, caigo ahora,
mi cuenta voy a apuntar).
Sólo soy un granadino
harto de tanta derrota,
de que nos plante su bota
hasta el club Vitigudino.
Rojiblanco de los sanos
sigo siendo y lo seré,
y siempre disfrutaré
con los triunfos de un paisano.
Que del de siempre y del nuevo
-ahora viene y dice usted-
no puedo ser a la vez.
Pues yo digo que sí puedo,
y del Chana, desde luego,
y también del de Marsá,
que yo quiero a esta ciudad
y de sus males me duelo.
Y también soy del Arenas,
y del Imperio también,
y me mola el Santa Fe
lo mismo que el Maracena.
Y el Vandalia, no se olvide,
y mi Cúllar, claro es,
y también soy del C.B.
si es que el cuerpo me lo pide.
Eso de odiar al vecino
lo encuentro muy engorroso.
Yo no lo veo gracioso.
Yo prefiero ser su amigo.
Porque así, si me hace falta,
él me presta su vespino,
o convido yo a unos vinos
otro día, si es que encarta.
Y con estas viceversas
ambos nos beneficiamos,
tirando en la vida vamos
sin hacer caso de berzas;
y él y yo y yo y él
siendo amigos la gozamos,
de tontas guerras pasamos
y santas pascuas. Amén.
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