Las manos sin guantes –pocos porteros los usaban- de Iríbar parecen a punto de atrapar un balón sin complicaciones para cualquier guardameta, y menos para alguien de la talla (futbolística y de la otra) del “Chopo”, muchísimos años portero titular de
La grada, salta a la vista, es la popular y entrañable –para servidor- General del viejo Los Cármenes, abarrotada de público que en esta veraniega tarde de 1 de junio de 1969 asiste al partido de ida de semifinales de Copa del Generalísimo entre el Granada y el At. Bilbao. Por tercera vez alcanzaban los locales una semifinal de copa de España (45 y 59 eran los precedentes). Para llegar aquí habían caído a pies de los rojiblancos que dirigía Marcel Domingo, el Sabadell (3-0 en la ida allí, y 3-0 en la vuelta, con 1-
Casi diez años justos después del mayor logro granadinista de su historia -el subcampeonato de Copa- a punto estuvo de repetir nuestro equipo la hazaña. Nunca se sabe pero, al menos en este partido, de no ser por el árbitro, Cardós, el resultado hubiera sido muy otro y no el empate a uno con que concluyó, goles de Noya y de Clemente. Este colegiado de mal recuerdo escamoteó un clarísimo penalti sobre Lara (la figura de aquel partido) y además anuló al Granada un gol totalmente válido.
La jugada del gol anulado es precisamente la que recoge la muy estética foto, que fue portada del álbum de cromos de la editorial Fher para la temporada siguiente. El balón viene bombeado desde el centro del campo y es claramente del guardameta. Pero, ya se sabe, el mejor escribano no está libre de que de vez en cuando se le escape un borrón. Y eso es justamente lo que ocurrió. El gran Iríbar tuvo un fallo de principiante y no sujetó este fácil balón, el cual se le escapó tontamente de las manos con la fortuna de que golpeó la nuca de Ureña, que había saltado limpiamente y, como se aprecia, de espaldas, y con esta carambola fue a alojarse mansísimamente en la portería bilbaína. Pero Cardós seguramente pensó que alguien como el “Chopo” no puede tener ese tipo de lapsus y estimó que el granadino había hecho falta al vasco, y sin encomendarse a diablo alguno anuló un gol perfectamente legal sin que valieran de nada las grandes protestas y la bronca del respetable. De un 3-1 posible se pasó a un empate que no sirvió porque en la vuelta cayó el Granada 2-0.
A los diez años de aquella mítica tarde en el Bernabéu podría el Granada haberse plantado de nuevo en una final, y en esta ocasión no le habría enfrentado al lanzado Barcelona de H.H. y Kubala, que aquel año había ganado también la liga, sino que su rival habría sido un mucho más asequible Elche, que se había deshecho de
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