La temporada 1978-1979 supone, por ahora (seamos optimistas), la última gran oportunidad de que ha dispuesto el Granada C.F. para retornar a Primera División. En este ejercicio el Granada fue durante bastantes jornadas líder del único grupo de Segunda División, pero un desfondamiento final muy inoportuno, la ausencia de algunos hombres básicos y alguna que otra circunstancia sospechosa alejaron a los nuestros de culminar con el ascenso una temporada en la que durante gran parte de ella todo apuntaba a que ése sería el desenlace.
En lo extradeportivo (la cruz) ya por entonces empezaba a ser algo inquietante la deuda acumulada por el club, hasta el punto de poner en entredicho su continuidad. Al empezar la temporada la presidencia
En lo deportivo (la alegre cara) en la plantilla quedaban todavía de la máxima categoría, perdida sólo dos años antes, Benítez, Puente, Angulo, Izcoa, Santi y Calera solamente, ya que al finalizar la temporada anterior habían causado baja hombres como Fernández, Falito, Denis Mílar y Lis. Los fichajes más destacados de esta temporada son los de Pepe González e Insfrán, ambos del Zaragoza (aunque el segundo había ya actuado dos temporadas antes como cedido). Pero la principal nota de esta plantilla es que en ella había bastantes granadinos: junto a los ya citados (Puente, Angulo y Calera) fueron titulares este año Gerardo Castillo, Fali, Francis y Jorgoso; y también había en la plantilla otros granadinos que apenas jugaron, como Orihuela, Pepito y Aranda. Otros hombres destacados eran el uruguayo Édison, Antonio Díaz Vaquerizo, Serrano y el goleador canario José Luis, que con sus diecinueve goles fue un pilar básico en la trayectoria rojiblanca. Era entrenador el marroquí, ex granadinista de los cincuenta, Ben Barek.
Faltando sólo cinco jornadas para el final y tras derrotar al Getafe en Los Cármenes (5-0) el Granada era líder con cuarenta y dos puntos y ocho positivos, a un punto del Elche, a dos de Málaga y Betis, y a tres de Almería y Valladolid. Todo estaba dispuesto para celebrar el quinto ascenso a primera, para lo que bastaría quedar en uno de los tres primeros puestos que daban ese derecho de forma automática. Además el optimismo era justificado pues los rivales que quedaban en casa eran de la zona baja y había algún enfrentamiento entre rivales directos, por lo que se pensaba que con ganar los dos partidos de Los Cármenes, ante Jaén y Tarrasa bastaría para ascender. Pero pasó algo a lo que ya estamos tristemente demasiado acostumbrados: sendas derrotas en las salidas a Málaga y Pamplona y en Los Cármenes no se pudo pasar del empate ante Jaén y Tarrasa (los dos descendieron). Con todo, aún se pudo llegar a la última jornada con opciones, era cuestión de ganar en el campo del Betis y que el Valladolid no ganara en el campo del ya descendido Ferrol.
El tropezar con un club sevillano y salir malparado en momentos decisivos es también una de las notas negativas de la historia rojiblanca que se ha repetido más veces de las que nos hubiera gustado. No se puede afirmar rotundamente que en ésta, como en otras ocasiones, no hubiera algo bajo cuerda, algo que no se puede confesar, faltan pruebas y éstas no se van a poder aportar nunca nos tememos, pero lo que sí que es un hecho es que el Betis en esta temporada ya había hecho valer sus influencias federativas obligando a repetir un partido que había perdido contra el Jaén y que en terreno neutral cordobés consiguió ganar, y gracias a esos dos puntos llegó también a esta última jornada con opciones de ascenso. Así que una vez más los hados quisieron que el Granada y el Betis se enfrentaran con todo en juego: el que saliera vencedor de aquel último duelo de la temporada ascendería a primera.
Casi veinte años justos después de la proeza copera rojiblanca compareció el Granada en el Villamarín y antes del descanso consiguió adelantarse con gol de José Luis de magistral lanzamiento de golpe franco. En el descanso parece ser que algún bético de pro y de muchos posibles, muy aficionado él a hacer visitas a los vestuarios en los intermedios, tuvo una charla con alguien; sin especificar quién o quiénes serían esos “alguien”. No sabemos lo que allí se dijo o se dejó de decir ni si esto tuvo algo de repercusión en el resultado final. Seguramente nunca lo sabremos. Pero como forofo irredento y, por tanto, propenso a creer en brujas y fuerzas sobrenaturales para explicarnos las desgracias de nuestros ídolos, uno da por sentado que una vez más triunfó el poderoso caballero y el pobre tuvo que hacer el petate y largarse con el rabo entre las piernas y el amargo sabor de
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