EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



domingo, 25 de mayo de 2008

PIPO ROSSI. LO MEJOR Y LO PEOR



El Granada de «Pipo» Rossi, temporada 1969-1970, brindó a la afición granadina jornadas de fútbol memorables junto a otras que mejor es olvidarlas. Este equipo granadino alcanzó por primera y única vez en su historia la cifra de cinco positivos en Primera División y, con ella el puesto tercero de la tabla, por detrás del Atlético de Madrid (que acabaría ganando la liga) y del Atlético de Bilbao, circunstancia que hizo que se dijera que los colores de moda en el fútbol español eran los rojiblancos. Fue en la jornada diez, tras vencer consecutivamente en Mallorca y Las Palmas (“especialista en islas” se le llamó también por la prensa deportiva del momento), renta de positivos que le duró hasta la jornada trece en que un empate en casa ante el Elche la redujo a cuatro. Con esos cuatro positivos finalizó la primera vuelta del campeonato, jornada quince, ya que la división de honor la formaban sólo dieciséis equipos. Pero en una segunda vuelta calamitosa, afortunadamente aquellas ligas eran mucho más cortas, a punto estuvo de perder la categoría.

Aquel Granada, tras una más que aceptable campaña anterior de la mano de Marcel Domingo en el banquillo en la que se clasificó octavo (lo que suponía igualar su mejor clasificación histórica hasta el momento), afrontaba su undécima campaña en Primera (segunda de su última etapa) con la baja de un pilar de la anterior: el granadino Barrachina, traspasado al Valencia a cambio de una cantidad de dinero y un “lote” de cuatro jugadores: Valero, Panchulo, Blayet y Machicha, que, excepto este último que sí jugó algo, apenas llegaron a vestirse de rojiblanco el tiempo que estuvieron en Granada. Otro lote menor vino del Barcelona como componente de la operación de otro traspasado: Ramoní (no confundir con el jugador del mismo nombre que militó en el Granada de los años cincuenta); del equipo catalán recalaron el delantero Juanito, que apenas jugó ésta y la siguiente temporada pues siempre estaba lesionado, y un hombre que permanecería en el Granada nueve temporadas llegando a ser muy querido por la afición, el paraguayo Pedro Fernández, que andando el tiempo formaría con el argentino Aguirre-Suárez una pareja de centrales famosa en el fútbol español.

Otras incorporaciones de este año son el defensa argentino Pazos, cedido por el Sevilla; el medio José, del Español; e Hidalgo, extremo izquierdo procedente del Zaragoza. Quedaban de la temporada anterior hombres como Ñito, Juan Luis Gómez (sobrino del presidente Candi), Martos, Barrenechea, Lorenzo, Santos, Ferrando, Lara, Flores, Noya, Miralles, Barrios y Vicente, con los canteranos Tinas y Gerardo.

Para el banquillo se trae Candi a un hombre que había gozado de fama mundial como jugador, el argentino de Parque Patricios, barrio de Buenos Aires, Néstor Raúl «Pipo» Rossi («el gritón de América»). Rossi es un nombre mítico en el fútbol argentino y mundial. Como jugador perteneció casi toda su carrera al River Plate, (hombre «de notable manejo, toque impecable, ojos en la nuca y voz de mando»: de la historia de Ríver) con el que ganó numerosos campeonatos argentinos y fue muchas veces internacional. También jugó en el no menos mítico Millonarios de Bogotá de los años cincuenta, «el Ballet Azul», junto a hombres como Di Stéfano y Pedernera, en aquella liga “pirata” al margen de la FIFA. Este hombre encarna la personificación de eso que en Argentina llaman «centrojás», es decir, centre-half, medio centro. En Argentina resulta casi una institución y se le suele alinear con el número cinco a la espalda. Con el término «centrojás» se designa a un futbolista que ocupa esa demarcación pero tiene además la connotación de identificar a un tipo de jugador racial e incluso con un físico determinado, más bien fornido, de gran personalidad y carisma, que es líder o caudillo entre los demás integrantes de su equipo a los que capitanea y galvaniza para que lo den todo en el terreno de juego, para lo cual se apoya en el propio ejemplo de su trabajo incansable. Si como jugador era un mito, como entrenador venía avalado por haber dirigido a clubs como Rácing de Avellaneda, Boca Juniors y River Plate, entre otros.


La temporada comienza muy bien, con dos positivos fruto de la victoria a domicilio en Pontevedra (0-1, gol de Miralles) en la primera jornada. En este partido se produjo algo histórico. La temporada 69-70 significa la primera en que, en el fútbol español, se admitían los cambios de jugadores distintos del portero en partido oficial. Como el encuentro se adelantó a la tarde del sábado 13 de septiembre de 1969 al Granada le cabe el honor de ser el protagonista del primer cambio de un jugador de campo en partido oficial de Primera División; esto se produjo cuando en la segunda parte Machicha sustituyó a Lara, único cambio que realizó el Granada de los dos permitidos.

La personalidad de Néstor Rossi se deja notar enseguida y al principio se palpa en el ambiente un cierto optimismo que va creciendo conforme van llegando los triunfos, sobre todo cuando se encadenan cuatro victorias consecutivas (Celta, Mallorca, Las Palmas y Zaragoza) y se alcanza la cifra insólita a la vera del Darro de cinco positivos en primera. Rossi se atrevió a poner en práctica en el fútbol ibérico y dentro de él en un modesto club al que por entonces se le podía considerar “ascensor” tácticas y planteamientos técnicos que para la España de los años sesenta-setenta resultaban, cuando menos, novedosos. Al principio su experimento funcionó muy por encima de las previsiones de los más optimistas; los aficionados disfrutaban con los triunfos y agradecían el juego claramente ofensivo que desplegaba un equipo sin figuras de renombre pero al que la mano de Rossi hacía mostrarse como un bloque compacto. Otra novedad, en la época y en España, que introdujo el argentino fue el marcaje por zonas frente al usual marcaje al hombre que desplegaban todos los equipos en la parte de atrás. De esta manera el Granada sorprendió en los primeros compases de la liga y consiguió encaramarse en las primeras posiciones de la tabla, acabando una gran primera vuelta con cuatro positivos tras victoria (2-0) frente al Coruña.

De esta primera vuelta es el partido récord en la historia granadinista en lo que se refiere a goles marcados lejos de Los Cármenes; esto ocurre en la jornada nueve, con un muy poco usual marcador de Mallorca 4, Granada 6 (goles de Barrios tres, Vicente dos e Hidalgo).

Tras la finalización de la primera mitad del campeonato que tan ilusionante se había presentado para nuestro club nadie podía sospechar lo que ocurrió a continuación, y fue que el equipo se desinfló por completo en la segunda peor vuelta de calendario (después de la 60-61 en que se descendió a 2ª y en la que se consiguió sólo un punto menos que en la 69-70) del histórico Granada C.F. en su andar entre la “aristocracia del fútbol español”. Y los forofos nos despertamos «chupando un palo sentados sobre una calabaza», como dice la canción, después de ver como nuestro equipo sólo era capaz de conseguir ocho raquíticos puntos en toda la angustiosa segunda mitad de la liga.

La segunda vuelta empieza con victoria (1-0) en Los Cármenes al Pontevedra, jornada dieciséis. Pero ya no volvemos a ver otra victoria hasta la temporada siguiente y encima sólo se vuelve a ver un gol más en Los Cármenes (de los nuestros, claro), y esto sí que resulta insólito por estas tierras, de forma que al final el Granada C.F. acaba la liga el duodécimo, con cuatro negativos, y de no haber sido por la sensacional primera vuelta sin duda el equipo habría dado con sus huesos en segunda. Números cantan: en los catorce partidos restantes sólo se consiguieron seis puntos de otros tantos empates y, para más inri, el equipo sólo fue capaz de conseguir ¡¡¡tres!!! goles (sólo cuatro en toda la segunda vuelta), acabando sin perforar la portería contraria nada menos que en once partidos (dieciocho en toda la liga). Y mientras tanto Porta marcando goles de todos los pelajes y colores en el Recreativo de tercera división, al que fue cedido este año por mandato expreso del míster porteño junto con el paraguayo Ferreira.

Parecería que el conjunto de la segunda vuelta de aquel campeonato era otro muy distinto, sin embargo prácticamente el once titular fue el mismo toda la temporada y fueron los mismos hombres los que batieron récords positivos en la primera vuelta y negativos en la segunda. El equipo titular fue el formado por: Ñito en la puerta, que disputó los treinta partidos del calendario, quedando inédito Valero, uno de los del lote del Valencia; en defensa Martos o Pazos, con Barrenechea, Fernández y Lorenzo; en el centro del campo Santos, José y Vicente indiscutibles; y arriba Lara o Machicha con Barrios e Hidalgo.

Al final se completó una de las campañas más flojas en primera, pues lo que importa es cómo queda el equipo una vez disputados todos los encuentros. Si la liga llega a durar dos o tres partidos más, el descenso parece que no se hubiera podido evitar. De treinta partidos se ganaron ocho, se empataron diez y se perdieron doce. Sólo veinte goles a favor (la cifra más corta de todas las temporadas de Primera); menos mal que atrás no anduvo mal del todo, por lo que sólo encajó treinta y uno. Total, duodécimo clasificado, con 26 puntos y cuatro negativos, sólo un punto más de los que tenía el Coruña, que sí que bajó al quedar decimocuarto clasificado.

A pesar del prolongadísimo bache que duró toda la segunda vuelta, Candi fue paciente con Rossi y éste pudo terminar la temporada, sin duda le avalaron los magníficos resultados de la primera vuelta.

¿Qué le pasó al equipo? Quizá fuera que los métodos de Rossi, innovadores al principio, para la segunda vuelta ya empezaban a estar muy “calados” por los rivales. Quizá fue que a estas alturas ya había el argentino extraído todo el jugo posible a una plantilla más bien descompensada. Quizá el míster no puso en práctica las necesarias rotaciones y se empecinó en mantener siempre a los mismos hombres pese a los resultados adversos y la evidente baja forma de varios de ellos. En fin, quizá fuera que los jugadores se habían cansado de las maneras autoritarias de este hombre que se pasaba los noventa minutos de juego gritando sin cesar a sus pupilos. Recuerdo un partido televisado, Granada 1-Zaragoza 0 (por cierto, arbitrado por Guruceta), que pude ver desde mi casa, en el que durante todo el partido llegaban nítidamente los bocinazos de Rossi a través de los micrófonos de ambiente; también en esto de dar gritos continuamente desde la banda a sus jugadores fue un innovador este hombre.

Quizá lo que ocurrió fue que al equipo le faltó otro Rossi, pero éste dentro del terreno de juego, es decir, le faltó un centrocampista de calidad que mandara y ordenara el equipo, un líder; en una palabra: un «centrojás». Y el caso es que a punto estuvo de haber conseguido a un hombre que respondía a esas características, como insistentemente pidió el míster a la directiva, pero una diferencia de “cochinas” -como el propio Rossi las calificó, según Ramón Ramos en «Adiós a Los Cármenes»- 200.000 pesetas acabó impidiendo que Candi realizara un fichaje que estaba prácticamente hecho y que, en un ejercicio de “fútbol-ficción”, pudo haber cambiado mucho el resultado de aquella y de quién sabe cuántas más futuras temporadas. Me estoy refiriendo al argentino Sebastián Humberto Viberti, a quien Rossi conocía bien por haberlo tenido a sus órdenes en el equipo Huracán de Parque Patricios la temporada anterior. Este jugador acabó recalando en el Málaga, en Segunda División, con el que ascendería ese mismo año iniciando así la época más gloriosa de la historia del equipo de la ciudad vecina (que, curiosamente, coincide cien por cien con la del Granada C.F.). El nombre de Viberti sigue siendo recordado en Málaga como el del jugador más querido y de más calidad que por allí pasó. Lamentablemente para el granadinismo, por culpa de esa diferencia ridícula de dinero, no sabemos lo que podría haber dado de sí aquel Granada que ilusionó como nunca a sus seguidores si hubiera contado con ese gran futbolista que al final se fue a la Costa del Sol.



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