EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



domingo, 25 de mayo de 2008

1980 QUINTO TROFEO Y CAÍDA A LOS INFIERNOS

A principios de agosto de 1980 entre la afición futbolera local renació el optimismo pues la prensa dio la noticia de que Los Cármenes había sido por fin vendido. Recordemos que en asamblea extraordinaria de dos años antes los socios habían autorizado a la directiva para que tal operación fuera posible. Aproximadamente seiscientos millones era lo que percibiría el Granada de una empresa granadina constituida ad hoc, doscientos en mano y el resto, descontando los casi trescientos en que se tasaba el nuevo estadio, se recibiría en especie cuando concluyera su construcción, es decir, en pisos y locales, pues el proyecto incluía también una zona dedicada a viviendas. El complejo de nuevas instalaciones deportivas, que incluiría dos campos más para los filiales además del recinto para veintidós mil localidades, todas de asiento, se levantaría en los terrenos que hoy ocupa la ciudad deportiva del Granada 74. Con la operación quedaría saldada la deuda del club que, se decía, rondaba los doscientos millones.

Sin duda una gran noticia que venía a alejar los muchos fantasmas de desaparición que revoloteaban sobre el club. Y es que tan sólo una semana antes lo que se podía leer en la prensa era que todos los ingresos que el club pudiera obtener en la recién iniciada campaña de socios estaban embargados por el ex presidente Salvador Muñoz, que reclamaba lo aportado personalmente en anteriores temporadas, razón por la que hasta el momento sólo se llevaban vendidos unos ochenta carnés. El ex mandatario rojiblanco era vapuleado a diario por los medios informativos, que le recordaban su pésima gestión y lo señalaban como el principal culpable de la comprometedora situación del club.

Previamente a estas noticias se había confeccionado ya el cartel de la que sería octava edición del trofeo que seguía conociéndose con el nombre de Ciudad de la Alhambra. La novedad más importante del mismo es que la copa, como si fuera de un género algo deficiente y hubiera sido sometida a un lavado y centrifugado bestial, había encogido considerablemente, que ya no eran tiempos de grandes dispendios. Se conservó el modelo de columna nazarí con motivos vegetales de granadas, coronada por la fuente universal de los Leones, pero su tamaño quedó reducido a la mitad. Qué lejanos parecían ya los tiempos de la primera edición y aquel monumental catafalco que voló a Belgrado. Y otra importante novedad es que por primera vez desde que echó a andar el torneo veraniego no se contrató a ningún club extranjero. Pero no por eso bajó en interés el certamen ya que los rivales fueron dos equipos de Primera, el Hércules y el Almería.

En el primer partido, con una gran entrada (casi tres cuartos del aforo) que recordaba las primeras y brillantes ediciones, el Granada superó por 2-1 a los alicantinos con un planteamiento que, según las crónicas, buscó más la eficacia que el espectáculo pero que no defraudó en ningún momento. Muy pronto abrió el marcador el Granada pues a los diez minutos Churruca mandó al fondo de su propia portería un centro de Santi. En la segunda parte llegó el segundo granadino, obra de Jorgoso de penalti cometido sobre Róbert. El definitivo 2-1 fue obra del herculano Abad, de cabeza a la salida de un córner.

Lo más positivo del choque fue ver aquel Granada serio, disciplinado y bien plantado sobre el rectángulo. Y junto a esto las novedades para la temporada: Lozano, delantero argentino que venía del Tarrasa y que en este partido, igual que en ésta su única temporada de rojiblanco, quedó más bien inédito y poco aportó al equipo; junto al anterior un hombre que no era novedad puesto que ya lo conocíamos más que de sobra, Quiles, vuelto al equipo en el que triunfó tras su paso por el Alavés, y que fue uno de los destacados de la velada; y también el que se vendió como fichaje bomba, Aguilar, directamente desde el Atlético de Madrid, que salió muy al final y que apenas intervino en el partido, casi lo mismo que se puede decir de su paso por el Granada en esta única temporada, ya que siempre estaba lesionado o en baja forma porque parece ser que lo suyo no era el sacrificio y el trabajo serio en los entrenamientos y siempre andaba orondo de carnes. Otro fichaje para el ejercicio fue el del central Gallego, del Coruña, que no jugó porque se había lesionado en un bolo de pretemporada y no pudo volver a las alineaciones hasta mediado el calendario para lesionarse nuevamente tras jugar sólo cinco partidos. Aparte, otra novedad era Blanco Navarro, lateral izquierdo canterano que fue destacado por la prensa.

Todos estos fichajes habían sido gestionados por otro hombre que volvía al escenario de sus éxitos, Joseíto, contratado por la directiva de Manuel Anel como secretario técnico pues ya se había retirado de los banquillos. El zamorano contrató para la dirección del equipo al que fuera muchos años compañero suyo en el Madrid, el gran Paco Gento.



En el segundo partido del trofeo de 1980 el Almería y el Hércules empataron a dos tantos. Se adelantaron los almerienses con gol de su mejor hombre, el paraguayo goleador Rolón y con el 1-0 acabó una primera parte al menos aceptable por lo entretenida. La continuación resultó bastante aburrida para los aproximadamente tres mil espectadores que se dieron cita, y hasta los últimos diez minutos no ocurrió nada destacable. En esos últimos minutos llegaron tres goles más, todos en jugadas a balón parado. Empató Megido de penalti para que el Almería, por medio de Murúa, se adelantara al rematar un saque de golpe franco y finalmente volviera a empatar el Hércules nuevamente por mediación de Megido y nuevamente de penalti.

La Agrupación Deportiva Almería, después de conseguir el ascenso a Primera dos temporadas antes, con Maguregui en el banquillo, cuando con Betis y Málaga completó una terna de ascenso netamente andaluza (en la que falló a última hora quien lamentablemente todos sabemos), había realizado en su debut primerdivisionista un formidable papel, consiguiendo un muy meritorio noveno puesto. Los tiempos habían cambiado y ahora el entrenador con el que compareció en el trofeo era Arsenio, que no llegaría a terminar la temporada, siendo sustituido por Enrique Alés. Para su segunda campaña entre los grandes contaba con prácticamente el mismo equipo que en la anterior, reforzado con un hombre que no jugó en el trofeo, el ex internacional Guzmán, del At. Madrid, que en Argentina 78 jugó unos minutos ante Brasil. Pero no pudo ni mucho menos repetir la hazaña del año anterior pues desde el principio ocupó puestos de descenso finalizando la liga en el farolillo rojo y siendo equipo de segunda varias jornadas antes de la conclusión. Lo que vino después para el equipo de la capital vecina fue una caída en picado hasta los sótanos del fútbol español, pues a la temporada siguiente experimentó un nuevo descenso –a 2ª B- para finalmente acabar en la desaparición del club ese mismo año 1982, de donde nacería para sustituirlo el Polideportivo Almería. De esta forma, la nómina de equipos perjudicados por la presunta maldición del certamen veraniego granadino se vio incrementada con un segundo nombre.

Por su parte, el Hércules, tras salvar la máxima categoría con bastantes apuros la temporada anterior, se había reforzado con un fichaje importante como el del internacional Churruca, después de su paso por el Bilbao. Y junto a él, otro viejo conocido de la afición rojiblanca, Megido, que, como vemos, salía a equipo por año. Ambos fueron hombres destacados en los partidos del trofeo. El equipo alicantino mejoró esta temporada su papel en la máxima categoría quedando al final clasificado en decimotercera posición.

En el tercer y definitivo partido del trofeo el Granada dio todo un baño de fútbol y goles a la AD Almería y, por quinta vez, se quedó con su trofeo –mini copa- al vencer por 4-0. Cinco trofeos se había anotado hasta el momento el cuadro rojiblanco y en las cinco ocasiones lo había hecho jugando un buen fútbol y goleando al rival de turno en el partido decisivo: 74, 5-1 al Málaga; 76, 4-1 al Peñarol; 77, 4-0 al Ujpest Dozsa; 78, 4-1 al Málaga. Los casi quince mil espectadores que asistieron a Los Cármenes pudieron corroborar la impresión de dos días antes frente al Hércules: un Granada muy serio y disciplinado; fundamentalmente un conjunto muy trabajador y sin grandes individualidades. El primer tiempo acabó con 1-0, gol tempranero de Quiles. Nuevamente Quiles hizo el segundo y a partir de este momento los almerienses se quedaron con dos hombres menos por expulsión de Martínez, que vino a unirse a su compañero Cabral. Ya todo fue coser y cantar para los nuestros, llegando pronto el tercero, obra de Róbert, para concluir con el cuarto, todo un golazo de Angulo, de remate de bolea desde fuera del área.



Tras el éxito en la octava edición del trofeo, muy buena fue la impresión que se llevaron los hinchas rojiblancos del nuevo Granada, dirigido por Gento. Pero, como en otras muchas ocasiones, pronto se vio que una cosa son los partidos de pretemporada y otra muy distinta aquéllos en que están en juego los puntos. El equipo anduvo casi toda la temporada por la zona media-baja de la tabla sin llegar a meterse en puestos de descenso, no obstante, los tres negativos que se arrastraban supusieron la caída de Gento, cesado en la jornada veinticuatro (de treinta y ocho). El banquillo lo ocupó oficialmente Manolo Ibáñez pero quien dirigía de hecho al equipo era el secretario técnico Joseíto, y con él el equipo pareció reaccionar y dejar los negativos en uno solo tras disputarse la jornada treinta y uno. La foto negativizada (como corresponde

a una negra temporada) que encabeza este escrito es de esa jornada, partido celebrado el 5 de abril de 1981 en el que el Granada se impuso al Huelva en Los Cármenes por 2-1, siendo este encuentro el último de esta liga en el que los nuestros se hicieron con los dos puntos. Dicha foto me he tomado la libertad de cogerla prestada de la excelente web www.granadacf.info, santo y seña del granadinismo, y espero que su alma máter (“Justicia”) no se lo tome a mal por haberlo hecho sin permiso.

Sólo faltaban siete jornadas para el final y nadie pensaba que el equipo fuese a pasar apuros para mantener la categoría. ¿Qué pasó? Pues pasó lo que pasó, que con cuatro míseros puntos en siete envites se hubiera salvado la piel, pero nuevamente el equipo volvió a sufrir esa inoportuna y endémica dolencia (“malaefondingosis albirossus” nos atreveríamos a calificarla) tan puñeteramente habitual en nuestra historia: de las siete jornadas que quedaban sólo fueron los nuestros capaces de sumar dos míseros puntos de sendos empates, cayendo derrotados en las otras cinco ocasiones. Especialmente sangrante fue el 3-0 adverso que nos trajimos del campo del farolillo rojo y ya descendido Ceuta, en la antepenúltima jornada; las crónicas de aquel partido retratan a un equipo rojiblanco que parecía haber acudido a la antiguamente llamada plaza de soberanía más interesado en la compra de radiocasettes y aromas de Ketama que en la conquista de los puntos, un equipo “paraguayo” y desmotivado, pasota, como resignado a su suerte. Esa pésima imagen volvería a darla el equipo dos semanas después en el Bernabéu, donde el Castilla vencería al Granada por 1-0 (aún la victoria hubiera salvado la temporada) y certificaría el pasaporte a la peor clasificación histórica del club precisamente cuando celebraba sus bodas de oro.

Resumiendo: toda la temporada transcurrió con la esperanza de la venta de Los Cármenes que se aseguraba estaba hecha pero que no llegó a concretarse. Y la cosa se puso peliaguda del todo cuando la espada de Damocles que representaba el impagado crédito del Banco de Crédito Comercial (la parte más importante de la deuda total) acabó por caer y se decretó el embargo del campo. Al final la situación del club no puede ser más desesperanzadora: doscientos cincuenta millones de deuda y el equipo en su peor categoría deportiva desde los años treinta. De los seiscientos millones que devolvieron el optimismo al empezar la temporada y de la empresa que estaba dispuesta a darlos nunca más se supo. Por eso en vez de grandes festejos y celebraciones por los cincuenta años de vida de la entidad sólo hubo un testimonial ágape en los vestuarios del estadio al que muy pocos fueron invitados. Otros actos tuvieron lugar, pero se debieron a la iniciativa de particulares. También se puede incluir en la conmemoración el partido internacional de selecciones B, celebrado en Los Cármenes en abril de 1981, en el que España derrotó a Inglaterra 3-2. Y pare usted de contar.

Si algo tiene la posibilidad de salir mal, saldrá mal. Es la conocida ley de Murphy. Pero es que en el caso de nuestro Graná del alma no es que hubiera posibilidades de que las cosas salieran mal es que prácticamente no quedaba más alternativa, porque las directivas que vinieron después de Candi parecían trabajar ex profeso para que todas las papeletas de la rifa donde se sorteaba un destino aciago tuvieran color rojiblanco. Si es que hasta el templo del granadinismo, Los Cármenes, pareció quejarse por la pésima temporada rojiblanca y durante algunos partidos no se pudo utilizar la grada de la Preferencia del marcador porque las obras de los bloques de pisos -prácticamente adosados al ya vetusto campo y que acabaron con las magníficas vistas de la Sierra desde cualquier rincón del estadio- afectaron a las tapias del recinto y en prevención de males mayores fue clausurado todo el graderío sur.

Patética e inoportuna metáfora ésta de las tapias por los suelos. Se viene rodada la idea de una casa en derribo. En tan sólo cinco años de Primera División a Segunda B de barbaridad. Todo se hizo mal o, para ser benevolentes, no hubo suerte y todo salió torcido. Comenzaba así en este malhadado 1981 una nueva era histórica para el club rojiblanco, la peor hasta ese momento de sus redondas cincuenta primaveras.

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