Las cuatro primeras ediciones (entre 1973 y 1976) del trofeo agosteño tuvieron el nombre de “Trofeo Granada”. Entre 1977 y 1981, cosas del relevo presidencial, se cambió el nombre por el de “Trofeo Ciudad de la Alhambra”. Un nuevo cambio en la presidencia, con el retorno de Candi, supuso también la mudanza de la denominación del trofeo, en este caso dando entrada a un término mixto, y así la X edición, de 1982, respondió al nombre de “Trofeo Ciudad de Granada”. Y en 1983 nuevo cambio en el nombre del trofeo, pero en este caso se vuelve a su primera denominación. Por eso, en el cartel que un año más sale de Litografías Anel, se puede leer: XI Trofeo Granada, que disputarán los días 24, 25 y 26 de agosto los equipos U.D. Salamanca, C. Polithecnica de Timisoara (Rumanía) y Granada C.F.
En el acto de presentación que, como venía siendo tradicional, tuvo lugar en los salones del hotel Meliá y ante las primeras autoridades civiles y militares de la provincia, el presidente D. Cándido hizo hincapié en el hecho de que la situación del club en esos momentos era crítica, siendo los problemas económicos la primera preocupación, por encima de la situación deportiva. El club había logrado el retorno a la división de plata pero la cuestión monetaria seguía lastrando, y de qué forma, la buena marcha de la nave rojiblanca, con un déficit que se estimaba ya cercano a los cuatrocientos millones. Para colmo, para una vez que el club era acreedor en algo no había manera de hacer efectivo el cobro: se trataba de la cantidad de cuatrocientas mil pesetas que le había dejado a deber el promotor del macro festival que bajo el título de «El Rock de una Noche de Verano» había tenido lugar en Los Cármenes dos meses antes, y en el que, con el césped y gran parte de las gradas del viejo estadio abarrotadas, pudimos ver a Miguel Ríos, en plena cresta de la ola, más Leño y Luz Casal como teloneros, y también a unos funambulistas, Los Bordini, que en moto y a pie anduvieron por las torres de la iluminación. La deuda a favor del Granada CF era en concepto de arrendamiento de los ambigús en aquella velada inolvidable e ignoramos si se llegó a hacer efectiva.
Volviendo al trofeo de 1983, la principal novedad, aparte de la nueva mudanza de denominación era que, tras tres años sin verlos por estos pagos, volvía al trofeo un club extranjero. El cuadro rumano de la Polithecnica de Timisoara, uno de los más destacados de su país, con numerosas participaciones en UEFA, comparecía en Granada con algunos internacionales en sus filas, el más conocido, Rotariu. En plena gira de bolos veraniegos era el máximo favorito para hacerse con la fuente de los leones, que para esta edición de 1983 volvía a su formato pequeño y estaba valorada en medio millón de rubias pesetas.
La otra representación nacional, la U. D. Salamanca, se presentaba como equipo de Primera División. Desde su anterior participación en el trofeo granadino, en 1975, cuando sólo llevaba un ejercicio entre los grandes, había conseguido una cierta estabilidad en la división de honor, en la que se mantuvo siempre como equipo de la mitad de la tabla hasta la temporada 80-81, en que había descendido para retomar la máxima categoría en la siguiente temporada. En la 82-83 había conseguido la permanencia con ciertos apuros y en la que estaba por comenzar no marcharon nada bien las cosas para los charros, que desde el principio se vieron hundidos en lo hondo de la tabla para acabar como farolillo rojo y con nuevo descenso a segunda varias jornadas antes de su conclusión. De esta forma venía a engordarse la tópica leyenda negra del trofeo granadino, convirtiéndose en el cuarto club que perdía la categoría tras jugar en Granada en agosto, junto a Málaga, Almería y Las Palmas. Al frente del equipo venía Manolo Villanova. De su anterior participación en el trofeo sólo quedaba el guardameta argentino D’Alessandro, que por primera vez este año no fue titular. Se trataba de un conjunto sin figuras pero con algunos nombres a destacar, como el del goleador Orejuela, el defensa Luis García, el guardameta Lozano o el centrocampista Ángel. Además también figuraban en su platilla y jugaron en el trofeo dos futuros granadinistas: el lateral derecho Pedraza y el centrocampista Choya.
A la nueve y media de la noche del 24 de agosto de 1983 Granada y Salamanca inauguraron la XI edición del trofeo. El Granada formó con: Verdejo; Lina, Peruena, Juanito, Macanás; Robles, Castroverde, Vitoria; Kostic, Tello y Merayo. Este Granada, recién ascendido a segunda, presentaba numerosas novedades. La primera en el banquillo, con un entrenador de mucha experiencia y prestigio como Felipe Mesones. Como jugadores, el defensa uruguayo Peruena, que venía del Oviedo y a quien ya habíamos tenido oportunidad de ver dos veces en el trofeo, con Peñarol y Betis, que estuvo esta temporada y parte de la siguiente y que resultó un gran fichaje, dando mucha seguridad en la parte de atrás; junto a él el también central Juanito, sevillano que procedía del Mallorca y que sólo estuvo esta temporada. En el centro del campo destacaba Castroverde, procedente del Elche, jugador de labor oscura y más dedicado a la contención que estuvo también dos temporadas y siempre fue titular; y junto a él Robles, un canterano que posteriormente sería descartado por el míster volviendo al Recreativo. Y arriba Merayo, del Elche, delantero centro con mucho gol que estuvo esta temporada y la siguiente para marcharse a Sabadell y Huelva y volver tras dos años al Granada y permanecer cuatro temporadas más; se trataba de un jugador todo carácter que logró hacerse con el aprecio de la grada y que este año no jugó demasiado por culpa de una lesión. Mención aparte merece el yugoslavo Kostic que, como Castroverde y Merayo, se trajo Mesones del Elche, centrocampista veterano con mucha llegada y calidad a raudales que fue titular indiscutible a pesar de que arrastraba una antigua lesión que a simple vista le hacía cojear.
Faltaban en esa alineación otros fichajes para el reencuentro con la segunda división que también fueron titulares a lo largo de la temporada, como el rubio delantero Lope Acosta, del Ceuta, que sólo estuvo esta temporada; López, medio centro de gran calidad que venía del Mallorca pero que casi toda su carrera la hizo en el Betis y que también estuvo sólo esta temporada; Pastor, defensa derecho, del Valladolid, que jugó dos temporadas; y otro hombre llamado a ganarse el aprecio de la grada, Ramón, que llegaría al Granada cedido por el Betis después de la disputa del trofeo y que permanecería cinco temporadas entre nosotros siempre como titular y siempre derrochando pundonor y honradez profesional, hasta que una lesión lo apartó definitivamente del fútbol. Las ausencias de López y de Pastor obedecían al hecho de que habían sido sancionados por el Comité de Competición por los incidentes que protagonizaron en un partido amistoso jugado en Córdoba. También faltaron esta noche por estar lesionados hombres como Valdo y Carrasco, a quienes ya conocíamos.
El partido entre granadinos y salmantinos acabó con el resultado de empate a uno, goles de Merayo y Abajo, en un encuentro en el que lo más destacable fue el buen posicionamiento que exhibieron unos y otros y el excesivo conservadurismo de ambos cuadros. El Granada ofreció una buena imagen en lo referente a la cobertura, dejando ver una gran fortaleza -no exenta de cierta dureza- en la que basaría mayormente los buenos resultados de la temporada que se avecinaba. La entrada fue bastante buena, asegurando por lo menos que el festival futbolero acabaría sin pérdidas, pero el partido dejó bastante que desear.
El segundo partido del certamen de 1983, como era habitual, congregó a poquísimos aficionados en las gradas (alrededor de mil). En un partido bastante flojo el Polithecnica de Timisoara derrotó al Salamanca con un solitario gol de Vlatanescu. En la crónica de Ideal que firma Nicasio García se dice que los rumanos fueron justos vencedores por ser los menos malos y que sus jóvenes jugadores superaron a un Salamanca que sólo se mostró acertado en labores de contención, mostrando un juego bastante pobre que –dice el cronista- hace vislumbrar un mal año de cara a la temporada a punto de comenzar. No se equivocó pues en 1984 perdió la máxima categoría y al año siguiente conoció un nuevo descenso, esta vez a Segunda B.
El tercer y decisivo partido fue muy bueno. Con Los Cármenes casi lleno el Granada jugó un gran partido y derrotó con autoridad a los jóvenes jugadores del cuadro rumano, dejando una imagen magnífica entre el granadinismo. La alineación rojiblanca presentó la única variación con respecto al equipo que empató con el Salamanca de Gerardo por el joven Robles. Desde el primer momento se mostraron los rojiblancos muy bien posicionados sobre el verde y mostrando mucha más llegada que en el anterior envite ante un cuadro que dejaba bastante más libertad a los contrarios. En la recta final de la primera parte llegaron dos goles: el primero obra de Kostic, culminando una rápida jugada con dejada de cabeza de Merayo; el segundo lo conseguía Vitoria de penalti, por derribo sobre Castroverde, con uno de aquellos potentísimos lanzamientos especialidad de este gran futbolista. En la segunda parte hubo también numerosas ocasiones granadinas para golear, pero el tercer y definitivo gol no llegó hasta faltar cinco minutos, cuando Lope Acosta, que salió por Tello, sólo tuvo que empujar a la red un servicio de Merayo, que se había aprovechado de un fallo de la cobertura rumana. Total 3-0 para los locales en un partido bastante vistoso en el que volvió a brillar la sólida defensa rojiblanca y en el que el centro del campo y la delantera no se quedaron atrás. Contento entre los aficionados por la consecución del séptimo trofeo y por la imagen de equipo serio de cara al reingreso en la categoría de plata. Y contento también entre la directiva de Candi pues nuevamente arrojó el certamen un sustancioso superávit.
La impresión que del trofeo de 1983 se pudo extraer fue la de que se contaba con un equipo bastante bueno, con hombres veteranos pero de sobrada calidad y con una dirección técnica también a buena altura. Confirmando lo apuntado en el trofeo, el equipo dirigido por Mesones realizó una buena temporada en líneas generales, a cuyo ecuador se llegó encaramado en las primeras posiciones de la tabla y con seis positivos. Pero en la segunda vuelta ocurrió algo que era previsible, y es que se había confeccionado una plantilla de jugadores de gran calidad pero algo pasada de tacos de calendario y esto al final pesó demasiado, a lo que se unieron algunas lesiones de hombres básicos. Hasta la jornada treinta (de treinta y ocho) el sueño de volver a la división de honor fue algo más que eso –un sueño-, para intuirse como muy posible, y más si tenemos en cuenta que esta temporada en segunda tiene la particularidad de que fue dominada en sus dos primeras plazas por dos equipos (Castilla y Bilbao At.) que no podían ascender por su condición de filiales, con lo que el premio del ascenso fue para tercero (Hércules), cuarto (Santander) y quinto (Elche). Al final el Granada quedó octavo clasificado, a tres puntos del nirvana.
Los muchos años en el DNI de gran parte de los que formaban el armazón del equipo pesaron al final más de la cuenta, lo que unido a una pésima racha de resultados en la segunda vuelta propició que finalmente quedara el club rojiblanco lejos de los puestos de ascenso. Pero mientras ese momento final llegó pudimos asistir en esta temporada a algunos hitos que han pasado a ocupar un lugar destacado en la historia del club rojiblanco. En especial aquella mágica noche del 19 de octubre de 1983, de lleno en Los Cármenes para presenciar el encuentro de vuelta de la segunda eliminatoria de Copa del Rey ante el primera Sevilla (0-0 en la ida). A este partido se le pueden aplicar muchos de los tópicos al uso cuando hay que referirse a un encuentro inolvidable; el que más le cuadra es que se trata de un partido de los que hacen afición ya que no le faltó de nada: gran entrada, temperatura agradable, buen juego y, esto en cantidades industriales, emoción, muchísima emoción. Cuando sobre la bocina de un partido bastante vistoso y entretenido a pesar de que sólo se vio un gol, sobresaliendo entre un bosque de jugadores la rubia cabeza de Lope Acosta acertó a batir a Buyo y empatar la eliminatoria, empezó otro partido todavía mejor que en la prórroga iba a dar para cuatro goles más, casi todos ellos excelentes, en especial el que consiguiera Tello y que significaba el 2-1. El resultado tras la media hora de prórroga de 3-3 dio paso a una tanda de penaltis todavía más infartante si cabe en la que fue necesario llegar hasta el octavo lanzamiento, cuando el fallo de Magdaleno y el acierto de Tello dio lugar a una explosión de júbilo sin igual. Antes de eso tuvo Macanás en sus pies la resolución final, pero a pesar de su fallo la grada no se lo reprochó pues desde la temporada anterior se la había metido en el bolsillo. Los emocionantísimos momentos vividos aquella noche en Los Cármenes, con la recompensa final del triunfo, son de los que justifican por sí solos la locura por este –en el fondo- tonto juego y son de los que nunca se olvidan.
La siguiente eliminatoria de Copa del Rey emparejó a los rojiblancos con el Cartagena, que militaba también en segunda. En la ida, en tierras de la ciudad departamental, compareció el Granada con un equipo reserva y se trajo un 3-0 adverso. Pero en el partido de vuelta, con un gran apoyo desde la grada, salieron los nuestros dispuestos a darle la vuelta a la eliminatoria y bien pronto consiguieron el 1-0, viéndose una gran primera parte en la que el Granada dispuso de muchísimas ocasiones para ampliar su renta pero sin conseguirlo. Y a los diez minutos de reanudado el juego empataron los murcianos mediante una jugada en la que el árbitro Mazorra Freire hizo caso omiso de la banderola levantada de su asistente. Esto, unido a una alevosa entrada del guardameta del Cartagena y ex granadinista, López, que lesionó a Tello y quedó sin sanción, acabó por incendiar la grada y ya no se jugó más porque allí se armó la de Troya, con lanzamientos al terreno de juego de todo tipo de cosas (hasta bocadillos de jamón le cayeron a aquel colegiado de triste recuerdo) y graves incidentes, incluido el apedreamiento posterior del autobús cartagenero. Con ese resultado dio la Federación por finalizado el choque, quedando eliminado el club rojiblanco y resultando clausurado Los Cármenes por dos encuentros. Así tuvo el Granada que actuar como local en Antequera, en su partido frente al Elche (2-1), y tres semanas después en Jaén ante el Barcelona Atlético (1-1).
Y en liga, antes de que llegara la pájara que nos dejase fuera de toda opción, aquel Granada de Mesones ofreció grandes tardes de fútbol. Especialmente recuerda uno aquel gran partido en el que el Granada derrotó al vicelíder Bilbao At. por 2-0. Aquella tarde no fue la de los hermanos Salinas; el delantero, Julio, no rascó literalmente bola ya que un inconmensurable Lina dio toda una lección de cómo hay que marcar a un peligroso ariete hasta aburrirlo, y todo sin dar la más mínima patada; y el otro hermano, el defensa, Patxi, debe todavía acordarse de su mala tarde pues en ningún momento pudo frenar a Valdo ni evitar que éste marcara para culminar un partido de pesadilla haciendo en propia puerta el segundo de los goles con que su equipo fue derrotado.
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