La noticia tiene fecha de 30 de julio de 1947. Es una de esas noticias de pretemporada, ese momento en que vienen y van constantemente nombres de jugadores llamados a cambiar de equipo cumpliendo así uno de los ritos que más agradecemos los enganchados a esto del fútbol: los tropecientos rumores y dimes y diretes de fichajes y desfichajes que tanto contribuyen a poner sabor en el mundillo futbolero, especialmente cuando el mono más estraga por la ausencia de partidos que meterse en vena. Y ahí lo tienen ustedes, Pepe Millán pretendido por el R. Madrid que está dispuesto a abonar la muy sustanciosa cantidad de trescientas mil pesetas. Parece ser que el desacuerdo para que la operación finalmente no se hiciera realidad estuvo en la forma de pago que ofrecían los merengues, que, según el recorte de Marca, querían repartir la cantidad entre club y jugador y esto no le pareció bien a la directiva que presidía Martín Campos.
Millán permanecería en el Granada hasta 1950 para marcharse con la carta de libertad al Coruña y volver dos años después y jugar (siempre fue indiscutible) otras tres temporadas más. Total, catorce temporadas y el récord de ser el jugador que más partidos disputó de rojiblanco (360), que tuvo validez casi cuarenta años hasta que en los noventa fuera batido por Lina.
Hablar de Millán es hablar de un símbolo mayor del granadinismo. ¿A qué granadinista no le suena aquello de Floro, Millán, González? Un servidor puede decir que fue este heptasílabo una de las primeras cosas que pudo aprender del equipo de sus amores. Esto, lo mismo que otras pompas iniciáticas del granadinismo, se lo debo a mi madre, forofa rojiblanca en su juventud, a la que le gustaba recitar ese cuasi verso de arte menor, según las normas de la métrica, pero del mayor cariño e ilusión según las del corazón que son las que mandan en esto del forofismo. Y continuaba con: Maside, Bonet, Sierra; Marín, Trompi, César, Bachiller y Liz, hasta completar esta inmortal estrofa en rojiblanco. Desde una juvenil foto en sepia fijada en la segunda de las caras internas de un carné de socia que guardaba con orgullo, sonreía para la posteridad luciendo un por entonces muy a la moda peinado “arriba España”. Entre sus batallitas futboleras preferidas estaba el grandísimo acontecimiento local que en aquella Granada de cartillas de racionamiento, piojo verde y nacionalcatolicismoporelimperiohaciadiós, supuso la primera visita del campeón y equipo del Régimen, el Atlético Aviación, el día de San Cecilio de 1942, cuando en Los Cármenes había que estar de perfil y el enorme gentío rebosaba por las tapias y las copas de los árboles vecinos del viejo estadio. También contaba que vio una vez cómo Pepe Millán marcaba un gol de un tremendo chupinazo que desde su propia portería voló más de cien metros y sorprendió al guardameta contrario; aunque esto no lo he podido verificar, se merece ser cierto, se lo merece por lo menos como ese otro mito que ubica a Alberty encaramado encima de su larguero para intentar detener los penaltis.
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