EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



jueves, 29 de mayo de 2008

PEPE


La noticia tiene fecha de 30 de julio de 1947. Es una de esas noticias de pretemporada, ese momento en que vienen y van constantemente nombres de jugadores llamados a cambiar de equipo cumpliendo así uno de los ritos que más agradecemos los enganchados a esto del fútbol: los tropecientos rumores y dimes y diretes de fichajes y desfichajes que tanto contribuyen a poner sabor en el mundillo futbolero, especialmente cuando el mono más estraga por la ausencia de partidos que meterse en vena. Y ahí lo tienen ustedes, Pepe Millán pretendido por el R. Madrid que está dispuesto a abonar la muy sustanciosa cantidad de trescientas mil pesetas. Parece ser que el desacuerdo para que la operación finalmente no se hiciera realidad estuvo en la forma de pago que ofrecían los merengues, que, según el recorte de Marca, querían repartir la cantidad entre club y jugador y esto no le pareció bien a la directiva que presidía Martín Campos.

A estas alturas de 1947, José Millán González a sus veintiocho años y a pesar de jugar en segunda división, es uno de los defensas más cotizados de un fútbol español en transición hacia la “novedad” de la WM, y todavía de menos precauciones atrás. Ya ha tenido el honor de vestir la elástica roja de la selección. Fue un par de años antes y desde entonces es el único granadino que ha alcanzado la internacionalidad absoluta mientras pertenecía al Granada CF. Pero tuvo la mala suerte de lesionarse de cierta gravedad en aquel partido ante Portugal y bien que lo íbamos a lamentar pues dos meses después no pudo estar en la alineación rojiblanca que perdió la máxima categoría en partido de promoción ante el Celta. Quizás con su presencia el resultado hubiera sido otro y no el 4-1 adverso que puso fin a la primera aventura granadinista entre la aristocracia del fútbol español. Era la primera vez que una joven afición granadinista, de sólo catorce añitos, conocía en propias carnes la amargura de un descenso desde que en 1931 se fundara la institución.

No hubo acuerdo en este verano de 1947 y Millán no pudo añadir a su personal palmarés el haber jugado en el R. Madrid. Por el contrario, se quedó en su tierra y con Valderrama en el banquillo, en su segunda etapa al frente de los rojiblancos (tercera etapa granadina ya que también fue jugador), asistimos a una mala temporada que comenzó con el “show” de Gojenuri ante el Castellón y la expulsión de González, al que le cayeron doce partidos (media liga en un calendario de veintiséis jornadas) que determinó el tener que experimentar una defensa totalmente nueva, porque Valderrama, ante la ausencia de delanteros de garantías y a petición de la grada decide alinear en bastantes partidos a Millán de delantero centro (siete goles consiguió). Pero la nueva defensa no funciona y el equipo se resiente y llega incluso a ocupar el farolillo rojo algunas jornadas hasta que es cesado el míster y sustituido por un hombre de la casa, Cholín, que logra salvar la categoría restituyendo a Millán a su puesto, volviendo al clásico tándem con González y utilizando, ya sin prejuicios, un tercer defensa (y gran defensa) como Lesmes.

Millán permanecería en el Granada hasta 1950 para marcharse con la carta de libertad al Coruña y volver dos años después y jugar (siempre fue indiscutible) otras tres temporadas más. Total, catorce temporadas y el récord de ser el jugador que más partidos disputó de rojiblanco (360), que tuvo validez casi cuarenta años hasta que en los noventa fuera batido por Lina.

Después de colgar las botas en 1957 en las filas de un Jaén de primera, en su papel de jugador (con ascenso) y después entrenador (logrando la permanencia), todavía prestó servicios al club rojiblanco desde el banquillo (fue el descubridor de Pirri) y en labores de ojeo.

Hasta hace relativamente poco todavía podía vérsele impartiendo grandes lecciones de talento futbolero en esos maravillosos partidos de aire puro de montaña y cervecilla de palangana al sol que ofrece el monte olimpo del deporte más popular que es el Llano de la Perdiz.

Hablar de Millán es hablar de un símbolo mayor del granadinismo. ¿A qué granadinista no le suena aquello de Floro, Millán, González? Un servidor puede decir que fue este heptasílabo una de las primeras cosas que pudo aprender del equipo de sus amores. Esto, lo mismo que otras pompas iniciáticas del granadinismo, se lo debo a mi madre, forofa rojiblanca en su juventud, a la que le gustaba recitar ese cuasi verso de arte menor, según las normas de la métrica, pero del mayor cariño e ilusión según las del corazón que son las que mandan en esto del forofismo. Y continuaba con: Maside, Bonet, Sierra; Marín, Trompi, César, Bachiller y Liz, hasta completar esta inmortal estrofa en rojiblanco. Desde una juvenil foto en sepia fijada en la segunda de las caras internas de un carné de socia que guardaba con orgullo, sonreía para la posteridad luciendo un por entonces muy a la moda peinado “arriba España”. Entre sus batallitas futboleras preferidas estaba el grandísimo acontecimiento local que en aquella Granada de cartillas de racionamiento, piojo verde y nacionalcatolicismoporelimperiohaciadiós, supuso la primera visita del campeón y equipo del Régimen, el Atlético Aviación, el día de San Cecilio de 1942, cuando en Los Cármenes había que estar de perfil y el enorme gentío rebosaba por las tapias y las copas de los árboles vecinos del viejo estadio. También contaba que vio una vez cómo Pepe Millán marcaba un gol de un tremendo chupinazo que desde su propia portería voló más de cien metros y sorprendió al guardameta contrario; aunque esto no lo he podido verificar, se merece ser cierto, se lo merece por lo menos como ese otro mito que ubica a Alberty encaramado encima de su larguero para intentar detener los penaltis.

Como queda dicho, hablar de Millán es referirse a un símbolo mayor del granadinismo y para evocar su gran trayectoria rojiblanca basta con el familiar apelativo de Pepe. Los coros de ¡Pepe! ¡Pepe! que tantas veces pudo oír sobre el césped del viejo campo testimonian la veneración que la afición siempre le profesó.

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