Dos futbolistas de leyenda, dos futbolistas de los que hablan los manuales. Cruyff, estereotipo del jugador completo y superclase, considerado uno de los mejores jugadores de todas las épocas y sobre el cual pueden consultarse bibliotecas enteras. Enfrente Pedro Fernández, famoso no por sus virtudes futbolísticas (que también las tenía) sino por su leyenda negra, por encarnar la personificación del jugador leñero. Pero uno -el corazón rojiblanco manda- que tuvo la oportunidad de verlo de cerca a lo largo de sus nueve temporadas defendiendo con el alma la elástica granadinista, puede asegurar que no era el león tan fiero como lo pintaban.
Defensa tipo muro, de buenas estatura y envergadura, era Fernández un duro hueso de roer para más de un internacional de por entonces que tuvo que vérselas con él, pues era único para el marcaje al hombre. No seré yo quien diga que era un santo porque recuerdo más de una actuación suya en la que algún contrario tenía oportunidad de ver de cerca sus tacos. Algunos autores de temas futboleros ven en la llegada al fútbol español de Aguirre Suárez, su más famosa “pareja de baile”, gran parte de la responsabilidad en el fenómeno de la escalada de dureza de los años setenta en nuestro balompié, y dicen, más o menos literalmente, que al lado del argentino algunos jugadores españoles se “asilvestraron”. Puede ser. Puede que al bueno de Pedro se le pegara algo de lo que caracterizaba a su partenaire. Pero, lo que nadie podrá discutirle nunca es que al menos era noble, porque lo que sí que es cierto es que este buen futbolista, todo entrega y, por eso, muy querido del granadinismo, iba siempre de frente, no recurría a artimañas ni a lo que se conoce como juego subterráneo. Fernández era duro, muy duro en ocasiones, pero al menos era previsible; lo que arreaba no pretendía disimularlo, como sí que hacía el otro componente de la famosa dupla, especialista en la patada en la espinilla forastera “mirando al tendido”, del codazo a la higadilla como quien no quiere la cosa y otros primores que nadie veía pero que más de una vez acababan con un jugador contrario en camilla.
En la foto, Cruyff se va de Fernández para después anotar uno de los dos goles que la tarde del 28 de octubre de 1973 marcó en la puerta granadinista que defendía Izcoa. Sotil y Marcial completaron el tanteador de 4-0 con que el holandés debutó en el fútbol español. Era la jornada ocho de la 73-74 y en ella se enfrentaban dos equipos en progresión completamente contraria. Cuando los dos rivales se ven las caras el Granada venía perdiendo puestos en la tabla tras haber sido líder (única vez que esto ha ocurrido en su historia) en la jornada cinco; y el Barcelona venía escalando desde los puestos de descenso que ocupara sólo dos domingos antes. Los catalanes finalmente se hicieron con la liga después de catorce años de ayuno.
El Granada, por su parte, tras ganar por primera y única vez en su historia – por ahora- al R. Madrid en su casa (en liga) y después del “follaero” del partido de vuelta contra el Barcelona, cuando lo de Franco Martínez y la guerra de Asensi, consiguió al final la segunda mejor clasificación de su historia, al repetir el sexto puesto de dos temporadas atrás. Y como colofón poco agradable a una temporada para el recuerdo, lo de Fernández a Amancio en partido de copa una vez finalizada la liga.
Sobre esto último sí que pueden consultarse manuales y artículos de todo tipo. Por cierto, “gugleando” hace poco tuve oportunidad de leer en la Red un trabajo de no recuerdo que bestia en donde se afirmaba que la famosa entrada de Fernández fue sobre ¡Gento! (que por entonces ya estaba retirado) y obligó al cántabro a abandonar el fútbol. Sea como fuere y sin querer por esto justificar la fea acción de Pedro Fernández, hay que decir que la mayor parte de estos trabajos nunca hablan de que nuestro insigne defensa podía tener sus razones para hacer lo que hizo, porque dos temporadas atrás, en Madrid, Fernández fue insultado y pateado una vez caído en el césped por Amancio y dos compañeros suyos más.
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