El trofeo veraniego granadino de 1977 cambió el nombre de la ciudad por el de su más universal símbolo, conservando, eso sí, el ordinal. En el espléndido cartel que, como cada año desde 1974, editaba Litografías Anel, podía leerse: «V Trofeo Ciudad de la Alhambra». En el mismo cartel se anunciaba para los días 16, 17 y 18 de agosto, a las 21.30, los partidos a disputar por los equipos Granada C.F., Levski Spartak de Sofía y Ujpest Dozsa de Budapest. El cambio de denominación obedecía al hecho de que el padre de la criatura, por primera vez desde que ésta empezó a andar, ya no regía los destinos de la nave rojiblanca y la directiva entrante estimó conveniente la mudanza, quizás buscando darle mayor proyección al evento con el nombre de la maravilla mundialmente conocida. Quizás también obedecía el cambio de denominación al hecho de que hasta el momento el trofeo había nacido y se había mantenido como algo propio del Granada CF y de nadie más, mientras que para esta quinta edición se contó con el apoyo de la Diputación, que costeaba la copa.
Candi, dimitido al poco de arrancar la mala temporada anterior había abandonado la presidencia después de nueve años en el cargo, precisamente la etapa más gloriosa del Granada C.F. Cuando Candi dejó el sillón la deuda del club (31 millones según las cifras que se manejaron en la última asamblea ordinaria) ya empezaba a preocupar aunque hoy parezca una broma. Pues bien, su sustituto, Salvador Muñoz, después de una temporada para olvidar en la que se salvó la segunda categoría no sin sobresaltos cuando el objetivo era volver a primera, consiguió en un año duplicar la cifra, llevándola a una cantidad mucho más preocupante: sesenta millones. Pero lo peor es que después se supo que esa cifra no era real sino que la losa era mucho mayor.
El sistema del triangular se mantiene ante el éxito de la edición de 1976 y también se contrata a dos clubes extranjeros, ambos del otro lado del Telón de Acero, bien conocidos por disputar con frecuencia campeonatos europeos, y los dos con numerosos internacionales en sus filas. Por un lado el Levski Spartak búlgaro, club éste que a lo largo de su historia ha tenido distintas denominaciones (Dinamo, Vitosha), siempre sin perder el nombre, Levski, y que en la actualidad no ostenta el apellido Spartak; ya entonces era de uno de los clubes más importantes de su país, ganador de numerosas ligas búlgaras. Y por otro lado el Ujpest Dozsa húngaro, también equipo puntero de su país, al frente del cual venía, no como preparador sino como gerente y relaciones públicas, Ferenc Szusza, bien conocido de la afición española por haber dirigido cinco temporadas al Betis, en el que descubrió y dio la alternativa a Gordillo. También era muy conocido Szusa porque había formado parte de aquella selección húngara que en los cincuenta fascinó a las aficiones de toda Europa, los “Mágicos Magiares”, con hombres como Puskas, Kocsis o Czibor, a los que se les escapó contra pronóstico el título mundial del 54. Los húngaros, en plena gira hispana, partían como favoritos al triunfo final y tras disputar nuestro trofeo tenían cita en el Colombino onubense.
La noche del 16 de agosto de 1977, en un Los Cármenes remozado, con vallas de separación de terreno y gradas, drenaje, césped, porterías e iluminación a estrenar, además de un nuevo nombre para el trofeo, Granada y Levski aburrieron a los diez mil aficionados que acudieron al encuentro inaugural en el que no hubo juego ni emoción ni goles ni nada destacable aparte del calor bochornoso que hubo que padecer, tan solo el constatar que los rojiblancos seguían acusando los mismos males de la negativa anterior temporada: falta total de remate, con un Lis en punta que era un alma en pena. En los penaltis hubo empate a tres. Pudo verse en este partido a los fichajes: Martínez, extremo derecho cordobés proveniente del Sevilla; y Zubitur, extremo izquierdo vasco, fichado del Jaén. Ambos pasaron desapercibidos. Sí destacaba la prensa a un jugador de la casa que empezaba, Fali, y que a lo largo de esta temporada jugó bastante en el eje de la defensa.
En el segundo partido del trofeo el Levski dio buena cuenta del Ujpest, al que derrotó por 3-0. El encuentro a pesar del resultado no pasó de una pachanga, con una primera parte exenta de cualquier interés, lo que unido al calorín reinante llevó a la modorra a más de uno de los escasos dos mil aficionados que había en las gradas. En la segunda parte llegaron los tres goles. Ese resultado obligaba a los nuestros a golear a los húngaros para poder quedarse con la copa.
El Granada del verano de 1977 era ya un club muy distinto. Al terminar la temporada anterior se marcharon Oruezábal, Grande, Ederra, Lorenzo, Dueñas, Parits y Quiles, que los tiempos, salta a la vista, eran ya claramente de vacas flacas y todos ellos tenían sueldos de primera. Y de la época gloriosa quedaban sólo Izcoa, Falito, Santi y Fernández (que apenas jugó en ésta, su última temporada como granadinista). Para la defensa se contrató al granadino José Manuel González, que había quedado libre en el Zaragoza después de once temporadas como titular en la zaga maña y que en su regreso al Granada quedó inédito al lesionarse en la pretemporada. Y para el ataque se fichó al canario José Luis, del Jaén, que más que ariete era extremo o media punta y que dio un magnífico resultado en sus dos temporadas como rojiblanco (diecisiete y diecinueve goles en cada una). Continuaban Milar, Edison, Benítez, Antonio, López, Angulo, Gerardo, Calera, Orihuela y Puente. También continuaba Edvaldo Izidio Neto, Vavá, renovado gracias a que pudo salvar la categoría. Y ante la preocupante falta de pegada del equipo la directiva trajo a última hora a dos delanteros más, Serrano, del Badajoz, y un brasileño recomendado por Vavá como segunda opción al fallar el primer nombre dado, Uillian.
El Granada necesitaba golear al Ujpest para quedarse con la copa, y eso es precisamente lo que hizo, endosarle cuatro goles como cuatro soles por ninguno en contra. Los húngaros, a quienes se acusó de no tomarse muy en serio su presencia en el certamen, no fueron rival para un Granada muy distinto al del otro partido, un Granada dominador, muy seguro atrás y con mucha pegada. Al descanso se llegó con 1-0, obra de Milar de penalti sobre José Luis. Y en la segunda parte marcaron Martínez, Zubitur y Uillian, de penalti este último. Rojiblancos destacados fueron Benítez, Fali y el debutante José Luis.
La mayor entrada que registraron las gradas en este partido obedecía en gran parte a la expectación que había levantado la presencia de un hombre que había aterrizado en Granada la noche anterior, el brasileño Uillian, procedente del Vasco Da Gama, al que se pagaron sus buenos cuartos. Él mismo, en entrevista de Gave en Ideal, se definió como ariete rompedor con un promedio de treinta goles por temporada (¡pobre huerfanito por parte de abuela!: no se quedaba corto, no, el muchacho a la hora de farolear). Su partido de debut ante la hinchada marcó un gol de penalti y ése fue su primero y su último gol como granadinista en la única temporada en que perteneció a la plantilla rojiblanca de las tres para las que en principio fue contratado. Para un Granada ya mucho más modesto se quiso vender por parte de la directiva un “fichaje bomba” también de cortos vuelos. Y tan cortos pues este jugador, en las pocas ocasiones en que se le pudo ver, dejó bien claro que a bomba no llegaba, que andaba más cerca del petardo. En realidad fue una auténtica “bacalá” la que le colaron a los directivos granadinistas ya que el recomendado no era este jugador sino otro que, parece ser, atendía al mismo nombre.
El trofeo por tercera vez se quedaba en casa y también por tercera vez lo hacía después de una gran victoria rojiblanca. Entre grandes aplausos fue entregada la copa a los nuestros por un ex presidente –y de los buenos-, D. José Bailón Verdejo, como representante de la Diputación, organismo que donó el trofeo. La parte deportiva del certamen se cerró así de forma brillante, pero el triunfo no fue redondo ya que la parte económica arrojó déficit valorado en un millón.
El partido jugado por los rojiblancos fue todo lo bueno que pueden ser este tipo de partidos. Pero el forofo, ya se sabe, lo que quiere sobre todo es que su equipo le ilusione. Un cuatro a cero a un equipo de la talla del Ujpest Dozsa da para echar a volar los ensueños e incluso hubo motivos para mantenerlos, porque la temporada, sin ser buena del todo, al menos dio para que se pudiera llegar a la jornada treinta y dos (de treinta y ocho) con alguna posibilidad después de una liga en la que se anduvo casi toda ella por la zona media de la tabla. Faltando diez jornadas fue cesado Vavá y sustituido por Errazquin -con el carnet de Manolo Ibáñez- que consiguió un noveno puesto que a nadie pareció bien, acostumbrados como estábamos a cosas mucho más mollares.
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