En la 81-82, recién reencontrado con el cargo de presidente, a Candi no le dio tiempo a armar un equipo como hubiera sido de su agrado. Pero para el verano de 1982 y ya sin precipitaciones, vuelve D. Cándido a intervenir de cerca en el movimiento de fichajes y desfichajes que es lo que, al parecer, más le gusta. Y en este sentido lo cierto es que al gallego-granadino se le podrán reprochar muchas cosas, pero, al césar lo suyo, nadie como él a la hora de confeccionar plantillas que resultan muy competitivas y dan buenas temporadas en lo deportivo que es lo que al forofo le importa por encima de todo lo demás. Así, al echar a andar la temporada 82-83 nos encontramos con una de las mejores plantillas que se recuerdan por estas tierras mientras militó el equipo en 2ª B, plantilla que al final conseguiría el retorno a la categoría de plata del fútbol español.
Son fichajes del verano de 1982: el míster, Manolo Ruiz Sosa, que tras completar una buena campaña en el Alcalá, del grupo primero de 2ª B, volvía a Granada (fue jugador en la 68-69) precedido de una justa fama de entrenador serio y trabajador; con él se trajo a tres hombres: Gil, defensa que sólo estuvo este año y no jugó demasiado, y dos jugadores de proyección, los dos delanteros, por los cuales se pagaron ocho millones: Valdo y Carrasco, fichaje el del primero que hay que catalogar como un gran acierto; otro fichaje por el que también se pagaron ocho kilos y también hay que catalogar como acierto es el del ariete Tello, del Betis. Además vinieron también al Granada este verano, pero sin pagar por ellos, Ángel, un medio, granadino de nacimiento salido del At. Zaidín y que volvía a su tierra tras su paso por el filial del At. Madrid; Luis, un centrocampista procedente del Ceuta que sólo estuvo esta temporada y fue titular; Merino, defensa malagueño del C.D. Málaga que jugó más bien poco; y, sobre todo, un jugador llamado a convertirse en ídolo de la afición, Pepe Macanás, carrilero izquierdo que tras haber sido internacional en categorías inferiores y haber alcanzado fama como figura en ciernes del fútbol nacional (lo que le valió para fichar por el R. Madrid casi en edad juvenil), procedente de su Murcia encontró en Granada una segunda patria y un lugar para siempre en el corazón de la hinchada rojiblanca.
Con éstos más los que ya estaban se formó un buen plantel que animó bastante el cotarro balompédico de cara al inminente trofeo veraniego, para el cual se formó un cartel a base de un equipo de primera, el Las Palmas, y otro de segunda, el Hércules, aparte, claro, del equipo rojiblanco. La principal novedad del trofeo es que por segunda vez cambia de nombre, pero no vuelve a su primera denominación -esto es, Trofeo Granada- sino que ahora, justo cuando llega a su décima edición (porque el ordinal se mantiene), se le bautiza como Trofeo Ciudad de Granada.
El partido que abrió el certamen fue todo un éxito en cuanto a presencia de público y en cuanto al espectáculo que pudo verse. Con el estadio casi lleno el Granada superó de calle al Las Palmas y le derrotó por 3-0 jugando un fútbol pleno de garra, muy seguro atrás y con mucha llegada que dejaba ya ver el gran equipo que en la temporada que se avecinaba iba a conseguir el campeonato de su grupo y el ascenso. Además de los fichajes para la temporada ya mencionados (excepto Merino y Carrasco, que no jugaron) completaban el equipo Puente en la portería, Heredia, Lina, Alberto, Antonio y Róbert. También jugaron los canteranos Gómez, Baena y Peregrina, que salieron después. El primer gol lo consiguió nada más empezar el partido, Macanás, de gran disparo, y a la media hora Tello hizo el segundo. El tercero y definitivo llegó en la segunda parte, obra de Róbert a centro de Valdo. El equipo dejó entre la hinchada una magnífica impresión y esto tuvo su reflejo en al aumento de las ventas de carnés para la temporada que empezaba.
El primer partido del trofeo de 1982, entre Granada y Las Palmas, afortunadamente no registró ninguna eventualidad para la crónica extradeportiva pese al cierto morbo que a priori existía entre la hinchada, debido a que tan sólo nueve días antes los mismos contendientes se habían visto las caras en el estadio Franco Navarro, en
Tras disputarse el trofeo de 1982, aparte del éxito deportivo por su consecución y del éxito económico del certamen, que acabó con un sustancioso superávit, lo más destacado fue la buenísima imagen que ofreció el nuevo equipo rojiblanco a sus seguidores. Y frente a otras ocasiones en que se pudieron extraer buenas sensaciones en el trofeo para luego llevarnos una decepción cuando el balón empezó a rodar ya en serio, en esta ocasión no fue así, sino que casi desde el principio hasta el final de la liga disfrutamos de un Granada ganador que estuvo todo el campeonato encaramado arriba para culminar como campeón del grupo segundo de aquella Segunda B formada por sólo cuarenta equipos en dos grupos y con premio directo para los dos primeros de cada, mucho más competitiva que la actual y además sin su injusto sistema de ascensos.
Muchos aficionados actuales recordarán esta estupenda temporada rojiblanca y el plácido viaje en la penúltima jornada a Algeciras de donde volvimos con el ascenso en el bolsillo después de aquel partido de guante blanco y confraternización entre aficiones y oponentes en el que, cosa insólita, se abroncaba al que tenía la osadía de tirar a portería e intentar romper el 0-0 final que con el que ambos contendientes ascendieron a Segunda A. Por eso el «¡que se besen! ¡que se besen!» fue la canción que más pudo oírse aquella histórica tarde de mayo a la vera del Peñón. Afortunadamente se había tardado muy poco en recuperar la categoría de plata que nunca se debió perder y renacía el optimismo entre la hinchada.
Pero siendo lo deportivo lo que -para nuestra suerte- dominaba sobre otras consideraciones, al recordar esta temporada es obligado hacer referencia a algunas incidencias económicas históricas que en la misma se dieron. Como la venta de Los Cármenes a la empresa Inonsa, que era ya un hecho pero que hubo que deshacerla porque, con el nuevo plan urbanístico de la ciudad, los terrenos del viejo campo valían mucho menos de los 425 millones en que se cerró la operación. Por eso tuvo Candi que poner en marcha la figura de los socios de veinte años que con sus aportaciones consiguieron al menos salvar una situación muy comprometida y que ponía en duda la supervivencia del club incluso a corto plazo. No respondieron los tres mil aficionados que decía Candi se necesitaban para la operación, sino que la cifra se quedó aproximadamente en la tercera parte, pero gracias a ellos pudo el Granada tirar para adelante mal que bien, aunque la deuda total del club distaba mucho todavía de estar solucionada.
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