La temporada 83-84 no tuvo el colofón deseado del ascenso a Primera que tan de cerca se vio durante buena parte de su desarrollo. Un gran porcentaje de la culpa la tuvieron las dificultades económicas que impidieron reforzarse como hubiera sido necesario, especialmente en la vanguardia del equipo, de ahí la tradicional caroca de tema rojiblanco que para el Corpus 84 firma «Ozeluí» y tiene como protagonista a ese personaje femenino muy popular por entonces. El importante déficit acumulado por el club es lo más destacable de este orwelliano 1984. Por eso, en el acto de presentación del trofeo D. Cándido Gómez expone las mil y una penalidades por las que atraviesa la entidad: «Hemos pasado el límite de nuestras posibilidades», manifiesta el presidente con gesto compungido ante las autoridades provinciales y ante la prensa. Según D. Cándido el Granada atraviesa su peor momento desde que él es el máximo responsable, y solicita el apoyo de todos, instituciones y afición. Y la cosa no es para menos pues el déficit acumulado va por los cuatrocientos y pico kilos y sigue desbocado (aunque su cifra exacta no se conoce, ¿les suena?), y a poco más de una semana para el inicio de la competición apenas se llega a los tres mil abonados. No obstante, a pesar del negro panorama, el trofeo llega a su XII edición y se disputará los días 22, 23 y 24 de agosto, una vez más con el nombre de Granada, a secas. Será costeado por
Antes de disputarse el Trofeo Granada consiguen los rojiblancos adjudicarse el Trofeo Ciudad del Torcal, frente a Antequerano (de 2ª B) y At. Malagueño (de 3ª). Y posteriormente el VIII Trofeo Ciudad de Almería, frente a Polideportivo Almería (de 3ª) y Rayo Vallecano (de 2ª B).
La noche del 22 de agosto de 1984, Granada CF y Salgueiros abrieron el fuego de
El Granada no tuvo excesivos problemas para deshacerse de un cuadro portugués que causó una deficiente impresión. El resultado final de 2-
Un Granada bastante remozado en cuanto a sus integrantes con respecto al equipo de la temporada anterior, convocó en las gradas de Los Cármenes a unos quince mil expectantes espectadores ante la nueva plantilla confeccionada de cara a la segunda temporada tras el regreso a la categoría de plata. Las principales novedades aquella noche fueron las del joven extremo derecho Zamora, vasco procedente del Baracaldo que causó una favorable impresión, haciendo un gol y siendo uno de los destacados; junto a él el delantero centro navarro Julio, también muy joven, procedente del Osasuna, que también rayó a buena altura; otra novedad fue la del delantero Melchor, jienense que militó en el Linares y que venía cedido por el Betis, que sustituyó a Julio en la segunda parte. Mención aparte merece otra novedad que se presentaba aquella noche, el jovencísimo de veinte años Paquito, procedente del At. Madrileño, que aunque no lució mucho aquel partido y hubo de ser sustituido al lesionarse, fue sin lugar a dudas el mejor fichaje de aquel año. Y otra mención aparte se merece también la novedad del internacional danés Brian Chrois, llamado a liderar el mediocampo granadinista, que en ésta, su presentación, aunque apuntó muy buenas maneras técnicas, sólo estuvo discreto. Completaban la alineación rojiblanca otros hombres ya conocidos, como Verdejo en la puerta; Pastor, Baena, Alberto y Lina, en defensa; Castroverde en el centro del campo; y Merayo arriba. En líneas generales un cuadro joven que cuajó un buen encuentro y transmitió buenas vibraciones a su hinchada. Y no hay que olvidar a otra novedad como la de Nando Yosu en el banquillo, que debutaba en Granada tras su buen papel en el Linares de Segunda A.
En la segunda jornada del trofeo 1984 hubo más público del habitual para este encuentro intermedio en el que falta el cuadro local, unos seis mil espectadores. El CD Málaga tampoco tuvo problemas para vencer al club portugués Salgueiros que volvió a mostrarse como un cuadro bastante flojo. El resultado final de 3-
El C.D. Málaga, en su quinta participación en el trofeo granadino, se presentaba como equipo de primera. En la temporada finalizada unos meses antes había conseguido un más que aceptable noveno puesto en un campeonato que siempre recordarán los malacitanos porque no es muy habitual vencer por 6-2 al R. Madrid (segunda jornada) y por 5-1 al At. Madrid (jornada once). Desde su última comparecencia en el trofeo, en 1979, cuando consiguió hacerse con el triunfo final tras aquel partido frente a los nuestros que no llegó a concluir por los muchos incidentes de público que se produjeron, había experimentado un descenso a segunda aquel mismo ejercicio, recuperando la máxima categoría en 1982. Tras dos temporadas sin sobresaltos entre los grandes, afrontaba ésta, su decimoctava de primera, con prácticamente los mismos hombres. Nombres a destacar: el lateral Muñoz Pérez; el mediocentro argentino Albisbeascoechea, más conocido por Albis; el guardameta Fernando Peralta, que había sido internacional en categorías inferiores, al igual que el centrocampista Canillas; el defensa central argentino Regenhardt; el mediapunta Martín, autor de tres de los seis goles al R. Madrid; y los hermanos Hierro, Antonio y Manuel (o Hierro I y II). Para la temporada a punto de empezar se había reforzado con el delantero yugoslavo Micanovic, el canario Juani, del Las Palmas, y con un viejo conocido de los granadinistas, Tello, traspasado por Candi al finalizar la temporada anterior. Se trataba de un conjunto con gran presencia de jugadores de su cantera.
Al finalizar la temporada 84-85 su clasificación en el puesto 16º (de dieciocho), con cinco negativos, le costó un nuevo descenso a segunda. Obligado resulta aquí traer a colación la tópica maldición que –dicen- persigue a los que juegan el trofeo veraniego granadino. Concretamente el Málaga, esta era la tercera vez que jugaba en agosto en Granada como equipo de primera división y al finalizar la temporada había perdido tal condición (74-75 y 79-80 eran los precedentes). No seré yo quien desmienta la pretendida maldición (que no tiene uno espíritu de aguafiestas), pero aportaré el dato de que hasta 1984 tanto el propio Málaga (en 73 y 78), como el Hércules (en 80 y 82), como el Salamanca (en 75), como el Betis (en 81), pasaron por el trofeo granadino sin que al finalizar el ejercicio futbolístico descendieran. Claro, que no se puede olvidar que Almería (en la edición de 1980, como equipo de 1ª y en la de 1981, como equipo de 2ª), Las Palmas (de 1ª en 1982) y Salamanca (de 1ª en 1983), vendrían a alimentar la leyenda negra.
El tercer y definitivo encuentro de
Bastante buena fue la imagen del equipo rojiblanco tras la disputa del trofeo de 1984 (XII edición) a pesar de que la copa fuera para el Málaga. Se pudo apreciar un cuadro en el que la nota dominante era la juventud de buena parte de sus integrantes y la gran velocidad que imprimían a su juego, sin olvidar la calidad individual de algunas de las nuevas incorporaciones, en especial Zamora y Paquito. Y una semana después, en el primer partido de liga, se pudo confirmar lo visto en el trofeo pues el Granada se merendó 3-
Pero en la segunda jornada fue el Granada vapuleado 5-0 en su visita a Mallorca. En aquel partido del Luis Sitjar formaron para el Granada: Edu; Toci, Enrique, Julio, Tinas; Castillo, Alberto, Agustín; Antoñito, Gálvez y Paquito; Ignacio sustituyó a Julio y Benito a Agustín. Se trata del filial, el Recreativo, formado en su totalidad por granadinos, y la razón de que el Granada presentara esta alineación es la huelga de futbolistas profesionales convocada y a la cual se sumaron todos los componentes de la primera plantilla. Los jovencísimos recreativistas sucumbieron estrepitosamente ante un Mallorca integrado por canteranos pero con al menos tres profesionales. De los granadinos que se alinearon aquella tarde, excepto Tinas, Castillo y Gálvez (Paquito ya había jugado en el primer equipo en temporadas anteriores) los demás nunca más vistieron de rojiblanco. La huelga motivó que la tercera jornada, con visita del Logroñés, hubiera de aplazarse dos meses.
Aquel Granada de Yosu no llegó nunca a entusiasmar a la parroquia, pero se mantenía en la zona templada de la clasificación y los partidos de casa se iban sacando aunque fuera sin mucha brillantez. Pero la eliminación en Copa ante el Estepona, de tercera, dolió mucho y Candi, sin pensárselo demasiado, cometió el mayor error de la temporada como fue el cese del míster cántabro tras la jornada trece y su sustitución por uno de los entrenadores que peor recuerdo dejaron de su paso por el Granada, el gallego José Antonio Naya. En nuestra tierra sólo permaneció tres meses. En ese periodo le oímos hablar y hablar y hablar (verbo fácil sí que tenía) y dejar alguna frase “para enmarcar” cada vez que se le ofrecía la mínima ocasión, pero lo que se dice dirigir al equipo, de eso ya no vimos mucho. Con el gallego en sus desastrosas trece jornadas al frente del equipo éste sólo consiguió una victoria (ante el Lorca), y la serie de cuatro derrotas consecutivas, la última de ellas en Los Cármenes ante el Celta (1-4), dando una lamentabilísima imagen, convenció a Candi de que se imponía un nuevo cambio en la dirección técnica. Pero para entonces (jornada veintisiete, de treinta y ocho) andaba ya el Granada muy hundido y había acumulado ocho negativos.
En medio de esta crisis Candi cometió el segundo gran error de la temporada como fue dar la baja a uno de los mejores efectivos con que contábamos, el defensa uruguayo Peruena. Para la antología de grandes momentos en Los Cármenes queda aquel grandísimo golazo que el uruguayo le marcó al Huelva, jornada dieciocho, cuando arrancando con el balón controlado desde prácticamente su propia área avanzó sorteando contrarios y se plantó ante el meta Castell para batirlo en su desesperada salida, momento que recoge la foto. Finalmente aquel partido que parecía encarrilado con un 2-0 acabó con empate a dos e incidentes entre jugadores de uno y otro equipo, con expulsiones de Paquito y Róbert y agresión por un espectador al árbitro Pascual Segura. El gran gol conseguido por Peruena, saludado por un público enfervorizado con una enorme ovación y coros de ¡”negro”! ¡”negro”!, no impidió que tres jornadas después se le diera la baja para que su plaza de extranjero (sólo se permitían dos por equipo) la ocupara un jugador muy mediocre y que muy poco aportó aunque venía con vitola de goleador, el noruego Husby, que sólo marcó dos goles en los diez partidos que disputó.
El tardío despido de Naya en la 84-85, cuando ya el agua había superado de largo el gaznate rojiblanco, dio entrada en la dirección técnica al que había iniciado la temporada como segundo entrenador, un hombre de la casa, José María Pellejero, quien no pudo empezar con mejor pie ya que en su debut el Granada consiguió una contundente victoria en Puertollano, 0-3 ante el Calvo Sotelo. El “rulo” concedió más libertad de movimiento a sus hombres y modificó ligeramente la alineación titular dando entrada a dos jugadores que apenas habían contado hasta el momento, el lateral Pedraza y el delantero Rivera, y reafirmó en la meta a Puente en detrimento de Verdejo. Lo cierto es que a partir de este momento pudimos ver a un Granada completamente distinto y en las diez jornadas siguientes sólo se perdió un encuentro, consiguiendo dejar la cuenta de negativos en tres.
Y así llegamos a la última jornada que enfrentaba en Los Cármenes al Granada y al Castilla. Lo más difícil se había conseguido, el depender de nosotros mismos y poder olvidarnos de lo que sucediera en otros terrenos; la victoria daba la permanencia. Pero pasó lo que pasó, eso tan habitual en la historia granadinista, ese maldito mal fario que tantas veces ha ocurrido y que nos tiene hasta el último suspiro con el corazón en un puño para al final quedarnos sin el premio. Pasó que los rojiblancos fueron borrados del campo por los jóvenes del filial madridista que vencieron con un incontestable 1-4. El Castilla, que nada se jugaba, con José Aurelio Gay de cerebro y con un Pardeza en figura, y con hasta tres futuros granadinistas (José Manuel, De las Heras y Mel, que además marcó dos goles), pasó por encima del Granada y nos mandó nuevamente al pozo de la 2ª B en unión de Salamanca, Calvo Sotelo y Lorca. Después del gran trabajo de Pellejero y cuando ya dábamos por hecha la permanencia, una vez más moríamos en la orilla.
Y es que el Granada de esta temporada, muy lastrado por las dificultades económicas, no pudo armar un equipo más competitivo. Porque tal como estaba el panorama no era cuestión de hacerle ascos al dinerillo que ofrecieron otros equipos por alguno de los destacados de la temporada anterior. Por eso ya no estaban ni Tello, traspasado al Málaga, ni Valdo, al Betis. Lo que se ingresó por ambos de poco sirvió porque la losa estaba ya fuera de control. Además, para aligerar la nómina, se había dado la baja a hombres como Vitoria, Lope Acosta, Macanás o Kostic, a los que echamos mucho de menos conforme iban llegando los varapalos. Encima, la buena impresión causada por algunos de los que se presentaron en el trofeo no tuvo continuidad después en el campeonato; especialmente ranas salieron los jugadores Zamora, que a mediados de temporada ya ni iba convocado, y el cedido del Betis Melchor, que apenas se enfundó la rojiblanca en toda la liga. Por otro lado, se puede señalar a otros que sí fueron titulares pero no estuvieron a la altura, como Pérez-Durán y el delantero Julio. Y si para rematar se comete el gran error de cesar a las primeras de cambio a un técnico solvente como Yosu, sustituyéndolo por otro que lo único que consiguió fue desquiciar por completo a un equipo ya tocadillo. Y si, para más inri, hay que darle la baja a Peruena (que se quedó en Granada cobrando pero sin jugar), uno de los mejores hombres de una plantilla muy mediocre, para hacerle hueco a otro bastante peor... Son demasiados handicaps para que la cosa acabara bien. Con el trabajo que había costado recuperar la categoría de plata, después de dos temporadas llegaba un nuevo descenso al insondable pozo de la 2ª B y, como en la anterior ocasión, el encargado de darnos el empujón fue el Castilla. Y es que donde no hay harina todo se vuelve mohína, que dice el refrán. Las telarañas de la tesorería rojiblanca condenaban de nuevo a la tercera categoría a un club que se enfrentaba a un incierto futuro.
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