Todos los forofos somos más o menos supersticiosos. El que esté libre de estas inocentes culpas que lance la primera y simbólica pedrada desmentidora del lugar común. Que entre o no entre la dichosa pelota depende de cosas tan poco firmes, tan inestables, de cosas que están tan en el mismo pretil que separa la seguridad de la tierra firme del más insondable pozo airón, que hemos desarrollado una serie de manías que, estamos de acuerdo, son infantiles y poco pueden ayudar a la mejor marcha de nuestros colores, pero que no nos las quiten que nuestras son y a nadie perjudican. Y es que el mundo del fútbol no es precisamente un ámbito en el que reine
Servidor también tiene sus manías. Por ejemplo, basta que aparezca entre la hinchada ese coro que dice: «este partido lo vamos a ganar», para que uno ya esté convencido de que precisamente este partido frente al Peralejos de Arriba acabará con empate a cero después de por lo menos un palo y de que el portero contrario saque los balones hasta con salva sea la parte, quién lo diría, con esa pinta rústica y sus muchos kilos de más. También pienso que la presencia de una banda de música en los prolegómenos de un encuentro es augurio de batacazo. Por cierto, creo recordar que en la última (por ahora) gran frustración rojiblanca, ya saben, cuando aquel defensa y aquel portero no se entendieron y pasó lo que pasó (algunos malvadillos sostienen aún hoy que todo estaba en el guión), creo recordar, digo, que una charanga recorrió el terreno.
Y me consta que el tener manías futboleras que supuestamente traen la suerte o alejan el gafe no es exclusivo de un servidor. Aunque ya la conté una vez en otro de estos escritillos que los buenos, pacientes y santos de granadaenjuego.com tienen a bien publicarme en su estupenda web, quiero contarles una anécdota que pude presenciar con mis propios ojos:
Estamos en la temporada 88-89, para mí la peor de la historia del Granada C.F. Como sabemos, en aquel nefasto ejercicio se pudo salvar la categoría de 2ª B en la última jornada, en la feria del penalti de Marbella (aquella jornada es también histórica por el dato de que en ella el Granada dispuso del mayor número de penaltis a favor como visitante: tres). La acción que quiero referir sucedió un domingo antes, es decir, en la jornada treinta y siete, con ocasión de la visita a Los Cármenes del Cartagena. En aquel partido el Granada consiguió una victoria por 2-0 que puso al alcance de la mano
Los forofos, los de a pie y también los que van en “haiga”, está claro, tenemos nuestras manías, nuestros fetiches y amuletos, y, con tenerlos, no hacemos mal a nadie ni interferimos para nada la marcha de los acontecimientos. Lo que ocurre es que cuando quien tiene el poder, quien ocupa un puesto preeminente y de autoridad en una colectividad, no se mantiene al margen de estas irracionales conductas y saca a pasear su ego, suele ocurrir que se cae en el más lamentable de los ridículos. Eso fue lo que ocurrió aquella tarde. Desde la poltrona presidencial lo único que se consiguió fue hacer el ridi, mucho más censurable por venir de quien venía, de quien debe representar a todo el granadinismo.
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