La temporada 1972-73 del Granada fue pródiga en “follaeros” provocados por malas actuaciones arbitrales, unos más sonados que otros, destacando, por lo que perjudicaron a los rojiblancos, el de Bueno en Granada frente al At. Madrid y el de Orellana en el campo del español. En la jornada 27 en Los Cármenes no se puede hablar de escándalo, pero sí de show del trencilla de turno, el Balear Antonio Rigo Sureda, que también por entonces arrastraba cierta fama de conflictivo desde la final de Copa del Generalísimo de cinco años atrás, en mayo de 1968, en la que supuestamente perjudicó al mismísimo R. Madrid, que perdió el título en su estadio frente al Barcelona. Aquel partido ha pasado a los anales históricos del fútbol español con el sobrenombre de “Final de las Botellas” (de les ampolles, que diría un catalá). Mientras Franco en persona y sombrero entregaba la copa de campeón al capitán del Barça, cientos de botellines de cerveza y refrescos aterrizaban sobre el césped del Bernabéu, lanzados por los hinchas madridistas que se acordaban de la parentela de Rigo además de los dos penaltis que éste ignoró. Fue un gran escándalo que pudo presenciar toda España.
El regular tirando a malo Granada de esta temporada llegaba a esta jornada 27 (de 34) clasificado en el puesto trece, con tres negativos y a sólo dos puntos de los puestos de descenso. El rival era eterno, esto es, era el Málaga. El gran CD Málaga de Marcel Domingo, en esos momentos era por completo la otra cara de la moneda. Acababa de derrotar al Barcelona en la Rosaleda y marchaba quinto clasificado, con dos positivos y aspirando a la clasificación para disputar UEFA. Por eso había gran preocupación ante este compromiso que a esas alturas del calendario podía dejar muy malparados a los rojiblancos, así que Candi decidió la concentración del equipo en los días previos en el hotel El Nogal, en el Barranco de las Víboras de nuestra sierra.
Un Granada-Málaga, y más los de Primera, fue siempre una ocasión señalada, porque el rival por excelencia de toda la vida de los rojiblancos no fue otro que el de la capital vecina, y esto casi desde el mismo momento de la fundación de ambos clubes, que siempre tuvieron vidas paralelas. Así, con gran ambiente, con lleno equiparable al registrado pocas semanas antes, cuando nos visitó el R. Madrid, echó a andar este derbi, jugado el día 1 de abril de 1973, que en principio partía con pronóstico favorable a los visitantes.
Fue un partido apasionante, de los que, como vulgarmente se dicen, hacen afición, más que por el juego exquisito de unos y otros, por el ardor y el nervio que los protagonistas desplegaron sobre el césped de Los Cármenes, todo adobado con el gran ambiente en las gradas, a rebosar y con presencia de miles de malacitanos.
Casi no habría más que añadir, aparte de que acabó en victoria rojiblanca 2-0, si no fuera porque además de los jugadores rojiblancos y blanquiazules hubo en el partido otro protagonista, y fue el árbitro Rigo. Para mí que este colegiado llegó a Granada con la idea preconcebida de que los nuestros, con su ”leyenda negra” en pleno auge, iban a emplearse extradeportivamente y que el partido iba a tener numerosos incidentes, por lo que salió dispuesto (con prejuicio diríamos) a que el partido no se le fuera de las manos en ningún momento y empezó desde el mismo minuto uno un carrusel de tarjetas blancas (todavía no eran amarillas) que salían de sus bolsillos a la menor fricción de granadinos y boquerones, de modo que antes del descanso ya habían sido amonestados Jaén y Fernández por los nuestros y Migueli, Vilanova y Bustillo por los de la Costa del Sol.
El partido, jugado de poder a poder y que pudo ganar cualquiera, tuvo unos momentos que fueron claves, y fue en la recta final de la primera parte. A falta de diez minutos Toni, que no era precisamente De la Cruz pero también subía bastante bien su banda, centró desde la derecha un magnífico balón que fue aprovechado por Dueñas para de cabeza hacer el 1-0. Y cuando faltaban sólo dos minutos para el descanso Quiles botó un córner por la derecha y nuevamente Dueñas de cabeza, anticipándose a la salida de Deusto, conectó un soberbio cabezazo que valió el 2-0 con que irnos al descanso.
Fue la gran tarde de Teófilo Dueñas. Enrolado como parte de la contraprestación por el traspaso de Barrios al Barcelona, siempre esperábamos de él lo mejor en su puesto de delantero centro, pero lo cierto es que hasta este momento, entre lesiones y bajas formas, suyas y del equipo en general, la temporada para este fino futbolista había transcurrido con más pena que gloria. Hasta esta tarde sólo habíamos visto (y fue por televisión) un gol suyo, el de la ya lejana jornada sexta, en el Bernabéu. Pero en este partido contra el Málaga se rehabilitó y fue con diferencia el mejor granadinista.
La segunda parte fue también jugada con gran intensidad por ambos contendientes y volvieron a verse más tarjetas blancas, para Roldán y Viberti por los visitantes. A destacar la gran oportunidad que tuvieron los forasteros para marcar en la cabeza del que era ídolo de la afición malacitana y líder de aquel buen Málaga de los setenta, el argentino Viberti, que mandó un testarazo colocado al que respondió el jovencísimo Pepe Navarro con una espectacular estirada y despeje a córner.
Con el autoritario (sin motivo) Rigo difícil era que alguno no se fuera a la ducha antes de tiempo. Mediada la segunda mitad ambos equipos se quedaron con un efectivo menos al ser expulsados por roja directa Monreal por el Málaga y Quiles por el Granada, por supuesta agresión mutua. Y cuando el partido finalizaba, cumplido ya el minuto 90, hubo dos expulsiones más y también por otra supuesta mutua agresión, las de Toni y Búa.
Sin nada más reseñable acabó este apasionante derbi en el que el Granada logró dos puntos vitales y en el que ambos equipos acabaron con nueve. Sin embargo, para los que lo vimos y lo recordamos, fue un partido jugado con corrección por todos,y no habría tenido mayor trascendencia que la de los puntos en juego de no haber sido por los prejuicios de Rigo.
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