La Federación impide que el filial
luche por el ascenso. Dimite la directiva
Como
sabemos, en 1948, cuando el recién creado Recreativo tenía sólo un año de
existencia y a instancia del míster del primer equipo, Cholín, se le cambió el
nombre al filial y se le puso Granada “B”. Con desconocimiento de la
legislación en la materia, se pensaba que de esta manera no existirían trabas
para que los jugadores de las dos primeras plantillas pudieran ser utilizados
indistintamente por una y por otra. Pero dos años después de aquel cambio,
en 1950, esa mudanza de nombre trae unas consecuencias inesperadas.
El lunes
siguiente a la terminación de la liga de Regional Preferente, en la que el
filial se proclamó campeón, se conoció el calendario de las promociones de
ascenso y permanencia en las distintas categorías y resultó que en el grupo
quinto, de ascenso a tercera, no figuraba el Granada B, ya rebautizado como
Recreativo en prevención de que pudiera ocurrir esto, y sí los equipos At.
Malagueño y Utrera, segundo y tercer clasificado respectivamente del grupo de
Preferente en el que militaba el filial, obviado por completo a pesar de las
reclamaciones de la directiva. El club instó de la Federación Sur que se
corrigiera lo que sin duda era un error, pero ésta contestó que hacía ya varios
meses que se le había comunicado al Granada que la participación del segundo
equipo en la competición quedaba supeditada a no tener derecho a su inclusión
en liguilla de ascenso, y lo único que se podía reclamar era la concesión de una
copa como campeón. Ante esto se elevó un escrito de protesta a la Federación
Nacional.
Encima,
pocos días después uno de los equipos que iban a disputar la liguilla de
ascenso, el Electromécanica, de Córdoba, éste peleando para no descender de
tercera, decidió retirarse, ante lo que la Federación Sur lo sustituyó por el
Hércules Gaditano, el quinto clasificado de Preferente. Esto fue ya la gota que
colmó el vaso para la directiva, la cual dimitió en bloque, no así el
presidente Joaquín Serrano.
Sin duda,
la legislación en estas cuestiones era entonces muy distinta a la actual, ya
que entre el primer equipo y el segundo había dos categorías. En cualquier
caso, el desconocimiento de la misma produjo esta desagradable sorpresa y el
filial se quedó sin disputar liguilla de ascenso a tercera después de una
sobresaliente competición en la que acabó primer clasificado
Oposición a una posible hipoteca
sobre Los Cármenes
Así
terminaba una temporada que fue buena en lo deportivo hasta justo el ecuador de
la misma. El Granada fue líder casi toda la primera vuelta, pero la corta
plantilla fue al final determinante y las lesiones de hombres importantes y sin
recambio en el esquema de Cholín pesaron más de la cuenta. A medida que en la
segunda vuelta disminuían las posibilidades de clasificación para ascenso, las
afluencias a Los Cármenes también fueron disminuyendo dando como resultado un
gran déficit, que vino a sumarse a la deuda cada vez más descontrolada. Así a
primeros de mayo el club lanzaba un SOS poniendo de manifiesto su pésima
situación económica: se necesitaban 60.000 pesetas para atender pagos urgentes
y en caja sólo había telarañas.
Otro tema
que cobró actualidad al terminar la temporada deportiva y dada la precariedad
del club en lo económico, fue la posible hipoteca del campo de Los Cármenes con
la que hacer frente a todas las deudas. Pero la simple posibilidad de hipotecar
el patrimonio levantó enseguida la oposición frontal del granadinismo. En este
sentido, Ideal publicó a primeros de mayo una larga carta firmada por la
directiva de la peña del Albayzín oponiéndose a cualquier operación económica
que supusiera hipotecar Los Cármenes, recordándole al presidente Serrano que la
asamblea de julio de 1949 por la cual salió elegido máximo mandatario, rechazó
de plano tal posibilidad.
Otra carta
en el mismo diario firmada por Andrés Molina Fernández, quien fuera directivo y
secretario del club antes de la guerra, con Gabriel Morcillo y después con
Matías Fernández-Fígares, salió al paso de una noticia dada por el diario Patria
en la que se afirmaba que el club hipotecó Los Cármenes en la misma escritura
de compra de los terrenos; según Molina, quien vivió de cerca toda la
operación, en el momento de la compra de las dos hectáreas en la casería de
Muriel por 110.000 pesetas, se incluyó una cláusula en la escritura por la que
los propios terrenos y lo que se construyera sobre ellos quedaban como garantía
del pago de las cantidades aplazadas, que eran todas excepto las 11.000 pesetas
en bonos reintegrables que se admitieron por el vendedor, Nicolás Ruiz, marido
de la propietaria, como el primero de los plazos, lo que equivale –dice Andrés
Molina- a una venta con pago aplazado, y no a una hipoteca sobre el patrimonio.
Según el
presidente Joaquín Serrano en declaraciones a Ideal, aún faltaban por pagar
unas 50.000 pesetas de la compra de los terrenos de Los Cármenes, pero como
habían transcurrido 16 años y se habían acumulado muchísimos intereses, la
cantidad debida por ese concepto rondaba las 125.000 pesetas, y la deuda
flotante (así la denomina) del club se calculaba en 855.000, cantidad a la que
había que sumar las 160.000 del déficit de la temporada todavía sin finalizar.
Además, en esos momentos se debían unas 80.000 a los futbolistas por sueldos y
fichas, otras 20.000 al propietario del autocar que había hecho el servicio en
los desplazamientos del primer y del segundo equipo, y ésas y otras más, unas
200.000 pesetas en total, eran cantidades que había que desembolsar
inmediatamente. Para ello proponía Serrano, que acababa de reunirse con las
directivas de las distintas peñas granadinistas, que éstas aportaran cada una
un peñista que pudiera garantizar unos cuantos miles de pesetas, y de esa forma
quedaría integrado en la nueva directiva que estaba formando, porque que en
esos momentos no la había al haber dimitido todos sus miembros después de que
la Federación Sur dejara fuera de la liguilla al Granada B pero admitiera al
Hércules Gaditano, que había quedado quinto clasificado.
Pocos días
después el presidente Serrano contraatacó con otra carta en Ideal en la que
decía que, textualmente, la escritura de compraventa de los terrenos de Los
Cármenes reza así en su encabezamiento: «Escritura
de congregación: compraventa con precio aplazado y de hipoteca en garantía del
mismo, otorgada por doña Angustias Alva Romero (vendedora y acreedora) y Club
Recreativo Granada (comprador y deudor).» Y en su párrafo 16 dice la
escritura, también textualmente: «Don
Matías Fernández Fígares, en nombre de la Sociedad Club Recreativo de Granada,
acepta esta enajenación y para garantizar en pago de las noventa y nueve mil
pesetas aplazadas y sus intereses, constituye el expresado señor Fernández
Fígares, en nombre de la referida entidad, a favor de doña Angustias Alva
Romero, que acepta, su mandante en nombre de esta primera hipoteca especial y
voluntaria sobre la finca enajenada y las edificaciones que se hagan en los
veinte mil metros de que consta, quedando la hipoteca por el valor total dado y
respondiendo en la proporción del precio aplazado, en cuyos término dichos
comparecientes formalizan la presente escritura que aprueban y aceptan en todas
sus partes.»
En el
semanario La Prensa se publicaron a lo largo de los meses de mayo y
junio varias cartas de aficionados en las que éstos exponían sus puntos de
vista en torno a la crisis del club rojiblanco. En ellas hay casi unanimidad
respecto de que debe huirse de pignorar el patrimonio y de que el equipo debe
rejuvenecerse y estar formado en su mayoría por jugadores de la cantera.
Aparte de
la denostada hipoteca sobre el campo, otra posible solución apuntada por
Serrano era la constitución de una sociedad anónima en la que los socios
tendrían preferencia para la adquisición de las acciones. Otra más fue la de
construcción de viviendas en la explanada de acceso al campo.
Nada en
concreto se acordó en la reunión con las peñas, dejando todo en suspenso hasta
la constitución de la nueva directiva y las reuniones previstas con los acreedores
del club y con las primeras autoridades locales en demanda de ayuda.
Una junta consultiva sustituye a la
directiva
A primeros
de junio se constituyó la que se llamó junta consultiva, en la que se
integraron varios notables del granadinismo y algunos antiguos directivos, y
cuyo cometido era buscar soluciones a la problemática y dejar formada la que
iba a ser junta directiva permanente. Con el objetivo urgente de recaudar las
cantidades económicas que permitieran paliar las denuncias de varios futbolistas
ante la Federación Sur por impago de sueldos y fichas, en especial, para evitar
la libertad de Millán al no habérsele cumplido económicamente, la junta se
reunió por primera vez el 12 de junio, publicando a continuación en la prensa
una nota con varios puntos; en el primero de ellos rogaba encarecidamente a los
socios de tribuna que adelantaran a esos momentos sus cuotas anuales para la
temporada siguiente; en el segundo se establecía como plazo hasta final de mes
para que los socios que tenían pendientes las cuotas de mayo y junio liquidaran
lo debido (se calculaba que en total eran unas 40.000 pesetas) sin perder la
condición de abonado, y también se establecía que se admitirían altas de nuevos
socios sin pagar la cuota de entrada; en el tercer punto se designaban
distintas comisiones, dentro de la junta consultiva, encargadas del estudio de
la problemática económica así como de la propaganda y de cuantas iniciativas
partieran de la afición. Días después se decidió, y así se comunicó a la
prensa, admitir socios protectores en la localidad de general, por el módico
precio de 150 pesetas.
En su
cuarto y último punto, la junta consultiva acordaba nombrar presidente de honor
del Granada CF al gobernador civil de la provincia, Servando Fernández-Victorio
y Camps.
A los pocos
días, en una segunda nota oficial en la prensa, se comunicaba a la afición que
se había intentado negociar con Millán para que éste concediera un plazo de
diez días para liquidarle a cambio de que retirara su denuncia ante la
Federación, y se le había ofrecido pagarle lo debido, pero el futbolista no se
había avenido porque lo que le ofrecían no era la totalidad de lo debido, así
que las cantidades habían quedado depositadas ante un notario. La continuidad
del mejor futbolista de la plantilla y el más cotizado estaba en esos momentos
en el aire.
En la misma
segunda nota se acordaba iniciar una suscripción pública pro Granada CF.
Precisamente el gobernador civil y recién nombrado presidente de honor,
Servando Fernández-Victorio, encabezó con 30.000 pesetas la suscripción
pública. No obstante, todo quedó paralizado con la llegada del verano y las vacaciones,
y así, finalizando el mes de julio eran poquísimos los socios que se habían
pasado por las oficinas del club a renovar sus carnés, y de la pretendida
suscripción pro GCF que encabezó el gobernador civil, nada más volvió a hablar
la prensa.
Bajas en la plantilla
En lo
deportivo, todos los jugadores de la plantilla tenían contrato en vigor a
excepción de Candi y Almagro. El portero había pedido una cantidad por la
renovación que se salía de toda posibilidad porque, decía, tenía en esos
momentos varias ofertas de equipos de primera, así que se daba por descontado
que no iba a seguir; con Almagro se estaba en esos momentos en conversaciones.
Pero era el deseo de la directiva aligerar bastante la plantilla y comenzar a
dar bajas a jugadores que ya no interesaban. El primero en dejar el club fue
Fraga, dejado en libertad a primeros de mayo, al que siguió enseguida Rey, uno
de los pocos que quedaban de los años de primera, quien compró su libertad
abonando 10.000 pesetas.
A mediados
de junio se conoció la noticia de que Cholín acababa de fichar como entrenador
del Jaén, de tercera, para la temporada siguiente. Antonio Bonet o Gaspar
Rubio, ambos ex granadinistas, fueron los primeros nombres que sonaron para
sustituir a Cholín.
Otra de las
primeras bajas concedidas fue la de Unamuno, futbolista fichado a mitad de
temporada como delantero centro pero que acabó jugando de defensa y ciertamente
poco o nada aportó. Volvió al Jaén, equipo del que procedía, y el club de la
ciudad vecina tuvo el detalle de devolver al Granada lo cobrado en concepto de
traspaso.
Homenaje a Mas
La pronta
terminación de la temporada oficial del Granada dejó muchas fechas libres.
Algunas de ellas se aprovecharon para concertar partidos amistosos, como uno en
La Victoria de Jaén a mediados de mayo, y también el que se celebró en Los
Cármenes en homenaje a Mas. El catalán Francisco Mas acababa de cumplir su
octava temporada como rojiblanco y fue sin duda uno de los fichajes más
rentables de la etapa en primera división, siempre titular indiscutible y
siempre a buen nivel. En este ejercicio, quizá pensando que era ya demasiado
veterano, se dispuso que jugara en el filial, cosa que el jugador, siempre
disciplinado, aceptó sin rechistar, pero sus grandísimos partidos con el
Granada B en una categoría que se le quedaba muy pequeña, determinaron que
volviera al primer equipo y nuevamente fuera insustituible en su posición de
11, terminando por redondear una gran temporada, que no sería la última de rojiblanco
pues aún le quedaba una más.
Su más que
merecido partido de homenaje le llegó por fin el domingo 21 de mayo de 1950,
pero en las gradas de Los Cármenes no se llegó ni a las mil personas lo que
significó la única nota negativa. Se enfrentó el Granada a una selección de
jugadores de equipos andaluces, la mayoría del Málaga, de primera, con su ex
compañero González a la cabeza y con Gamonal; otros del Sevilla, como el
veterano Mateo, que marcó los dos goles del combinado, y el defensa Eguiluz; y
otros del Jaén, de tercera. También actuó en la selección el canterano Toto,
que divirtió al público con sus cosas. Ganaron los rojiblancos 3-2, y de esa
forma Millán, como capitán, recogió la copa que había donado Demetrio Spínola,
esquiador y montañero famoso en nuestra ciudad, pero la copa fue enseguida
ofrecida al ex granadinista González, en agradecimiento por su apoyo al acto de
homenaje. Arbitró Morales, ex del Once
Fantasma. Paco Mas fue recompensado con la entrega de una medalla de la
Virgen de las Angustias, regalo de sus compañeros del Granada CF.
Con un
amistoso en Antequera a primeros de junio en el que el Granada se impuso 3-6 al
equipo local, de categoría regional, finalizó definitivamente la temporada
futbolística de nuestro equipo.
Nueva directiva
Ya
a primeros de julio de 1950 la junta consultiva deja de ser tal y pasa a ser la
nueva directiva del GCF. Joaquín Serrano sigue siendo el presidente y tendrá
como vices a Alfredo Ramón-Laca Primo y Carlos Torres Cruz, aunque éste apenas
duró un mes en el cargo al dimitir porque sus múltiples ocupaciones le impedían
dedicar más tiempo a su labor directiva. Es de destacar la presencia en la
nueva directiva de Carlos Tomás Romero García como vicesecretario, y también,
como vocal, la de José Amigo Vico, el eterno socio número uno del Granada,
ambos como representantes de las peñas granadinistas.
CALLEJEANDO
El Espíritu de una Raza
En
su día, febrero de 1942, se estrenó en Granada, en el teatro Cervantes engalanado
con tapices, plantas y bombillas de colorines, la película “Raza”, en una
función de gala a la que asistió empingorotado el todo Granada azul mahón.
Raza fue
una superproducción propagandística del nacionalsindicalismo y a la que se
puede considerar la versión oficial del régimen franquista sobre la Guerra
Civil. Realizada con dinero público, fue dirigida por José Luis Sáenz de
Heredia, también guionista del film en unión de Antonio Román. Guionistas
“técnicos”, para ser más exactos, tal como aparece en los créditos, porque lo
que hicieron ambos jóvenes cineastas fue escenificar en el celuloide la novela
que con el mismo título acababa de dar a imprenta el mismísimo Franco en
persona y Olivetti (y algún que otro negro), utilizando el seudónimo de
Jaime de Andrade, nombre que también aparecía en los créditos como autor del
argumento de Raza.
Raza es una
novelilla muy simplista en la que los buenos españoles, (católicos, patriotas,
dignos herederos de las glorias del pasado), derrotan a los malos españoles
(demócratas, liberales, masones, marxistas), influenciados por doctrinas
disolventes, todas ellas foráneas, y salvan a España de caer en las garras de
la Komitern, que sólo busca la destrucción de la patria e implantar la
dictadura comunista. Es una especie de Mein Kampf de andar por casa,
dictada a ratos perdidos por el Caudillo desde su mesa camilla de El Pardo, un
melodrama de folletín que pretende tener bastante de autobiográfico y en la que
el protagonista, José Churruca, quiere ser un trasunto del propio Franco,
aunque, claro, el galán de moda por entonces, Alfredo Mayo, que representó ese
papel en la pantalla, en nada se parecía en lo físico al dictador.
Ocho años
después de aquel estreno de gala en el Cervantes, el 1 de junio de 1950, se
estrenó en el Coliseo Olympia otra película a la que podemos considerar “Raza
2”, anticipándose así el franquismo en décadas a la moda de las secuelas de
películas que han funcionado bien en taquilla. El título con el que se exhibió
en los cines españoles esta segunda entrega fue “El Espíritu de una Raza”. Pero
no hubo en el estreno de esta secuela atasco de camisas azules en la sala en
que se exhibía, como la otra vez, ni los periódicos locales anunciaron con
antelación de semanas el evento. Es más, muy pocos fueron los que se acercaron
al Olympia a verla y por esa razón estuvo en cartelera sólo cinco días. Como
reseña de lo que pocos años atrás se habría anunciado como un gran acontecimiento,
en la prensa de la época sólo encontramos un brevísimo comentario del crítico
de espectáculos del diario Ideal en el que dice que algunos cines granadinos
dan como estreno películas que no lo son, como es el caso de El Espíritu de
una Raza, pues ha podido comprobar que se trata de la misma película que en
1942 se estrenó en el Cervantes con todos los honores patrióticos que merecía y
bajo el simple título de “Raza”.
Lleva razón
el crítico y a la vez no la lleva. Esta segunda película que se estrenó en 1950
con el título de El Espíritu de una Raza es en realidad un remix, es
decir, es la misma película que se rodó en 1941 y se estrenó a principios de
1942 con el título de Raza, a secas, pero en esta segunda versión, doblada
íntegramente de nuevo, se han cambiado o suprimido muchas cosas y se ha
reducido su metraje. En la de 1950 ya no se nombra a Falange ni hay caralsoles
ni arribaespañas, ni se habla de imperio español, no se ven brazos en
alto saludando a la romana cada dos por tres y los yanquis ya no son malos ni
enemigos de España, como tampoco lo son ya la democracia parlamentaria, los
liberales, los masones y demás ralea. Ahora el único enemigo de la patria es el
comunismo internacional.
Queriendo
hacerse perdonar aquellos frenesís fascistas de sus primeros años, el propio
Franco reescribió el guion, o eso dicen, cambió bastantes diálogos y metió la
tijera en no pocos fotogramas, es decir, se autocensuró mutilando la que en su
día fue presentada como la película nacional por excelencia y, no
contento con esto, ordenó retirar y destruir todas las copias de la primera
Raza. En la actualidad existe esa primera versión íntegra, pero es casi una
casualidad que haya llegado a nosotros.
Quizá sea
ésta la más patente muestra del camaleonismo político que caracterizó al
régimen franquista. En 1941, cuando se rodó la primera Raza, los alemanes
arrasaban e iban claramente ganando la guerra, por lo que no había nada que
disimular, al contrario. Pero el final de la II GM trajo un cambio radical y
los últimos años de la década de los cuarenta suponen para el dictador
atravesar sus peores horas, internacionalmente repudiado y aislado y sin tener
claro que las potencias vencedoras fueran a tolerar un régimen fascista en
Europa.
Llegado
1950, el franquismo empieza a ver un rayo de esperanza en forma de separación del
mundo en dos grandes bloques, capitalista y comunista, y el general superlativo
tiene claro que debe hacer méritos para que lo dejen estar y a qué bando debe
apuntarse, por lo que urge desfascistizar su casa, y esto quiere hacerlo
hasta en los más nimios detalles como es una película pretendidamente
autobiográfica y que, desde luego, nunca llenó las salas salvo cuando era
obligatorio verla. Estos son mis ideales, si no le gustan tengo otros,
es una frase atribuida a Groucho Marx que muy bien podría haber hecho suya el
Caudillo por la gracia de Dios. Ya lo vemos, el dictador, con tal de permanecer
en el poder absoluto, era capaz de vender su alma al diablo y desdecirse sin
rubor.
Inauguración de La Magdalena
El lunes 5
de junio de 1950 se inauguró en la calle Mesones, número 68 (hoy 26), un
comercio llamado a convertirse en uno de los más importantes de nuestra ciudad:
Almacenes La Magdalena. La prensa local da la noticia en un suelto de
pago, publicidad costeada por los propietarios, la SA José Pérez de la
Blanca e Hijos, pero nada se dice en dicho comentario acerca de lo que
antes que comercio de tejidos fue aquel local.
Servidor
recuerda de su infancia haber entrado más de una vez en estos fastuosos
almacenes y admirar su amplitud, su redonda y alta cúpula y su cornisa interior
que dejaban bien a las claras que aquello antes que comercio había sido iglesia,
y que por sus muros habían pasado varios siglos. Era una tienda distinta a
todas las demás existentes en Granada. La fachada a Mesones nada de particular
tenía, pero desde la calle Hileras todavía era visible el cimborrio que
coronaba la construcción religiosa, sobresaliendo sobre los tejados
Fue el
primer templo que en nuestra tierra se llamó de la Magdalena, anterior al
actual de la calle Gracia. La Magdalena chica, le llamaba la gente, y fue
construido en el siglo XVI y desamortizado en el XIX, y desde entonces estuvo
en manos privadas y destinado a diversos fines, todos distintos de la función
religiosa con la que nació: almacén de todo tipo de materiales y taller de espartería
muchos años fueron sus principales destinos, y a partir de 1950, comercio de
telas abierto al público.
Al pasar en
el XIX la propiedad a manos particulares, primero perdió la torre de campanas,
que era una condición que debían cumplir los adquirentes de los bienes eclesiásticos
desamortizados para dedicarlos a fines distintos de los religiosos. Después fue
desmontada su fachada principal para darle amplitud a la calle Mesones. De esa
fachada, su portada, donada al Padre Manjón, aún se conserva en la actualidad y
está en la iglesia de las primeras escuelas del Ave María en el Sacromonte,
justo al lado del característico mapa de España en relieve, todo visible desde
el Camino del Monte. Al derruirse la entrada principal de Mesones, el inmueble
quedó por fuera con una fachada reconstruida y similar a las de las casas
vecinas. Otra portada lateral, ésta dando a la calle Arco de las Cucharas,
también fue desmontada y, según la Guía de Gómez Moreno, fue reconstruida en la
iglesia de los Escolapios, en el Paseo de los Basilios. Un último vestigio de
lo que fue templo católico también aún se conserva y puede verse, y es la singular
veleta que coronaba el cimborrio del templo, que está ahora en lo más alto de
la torre del Monasterio de San Jerónimo, reconstruida a mediados de los años
sesenta.
No era un templo
importante sino más bien una pequeña iglesia de tercer orden, construida en
estilo barroco sencillo, pero muy digno de haberse conservado y no pasar a
integrar el muy extenso censo de monumentos desaparecidos en nuestra tierra.
Hasta 1971
funcionó en ese sitio el comercio de tejidos La Magdalena. A finales de ese año
comenzó el derribo de la casa, vendida a la multinacional USA Woolworth, que en
su lugar erigió un horripilante edificio de mazacote, de tres plantas sin una
sola ventana salvo en los bajos, y que nada pegaba en ese sitio, donde funcionó
unos pocos años (1973-1980) el primer gran almacén que hubo en nuestra ciudad.
Allí se podía comprar por el sistema de autoservicio: ropa, regalos, artículos
de ferretería, papelería, libros, discos, y más cosas, aunque para servidor que
todo era de baja calidad y los precios tampoco eran especialmente atrayentes. Quizá
por esa razón nunca el negocio de Woolworth marchó bien en nuestra tierra. Sí
que introdujo alguna cosa que en Granada se veía por primera vez, como su
cafetería de barra baja para comidas rápidas, y sus escaleras mecánicas (muchos
iban a los guolguor, como le decía el personal penibético, sólo para
experimentar qué se siente al subirse en el invento), aunque esto no constituía
del todo una novedad pues antes existió la que tenía Tejidos Vázquez de Plaza
del Lino, la única que había en Granada hasta entonces. En 1980 la
multinacional cerró todas las sucursales que tenía en España, también la de
Granada. Para entonces y desde hacía un lustro ya existía en la Carrera del
Genil Galerías Preciados (hoy El Corte Inglés). Aparte de los treinta o
cuarenta empleados que se fueron al paro, sólo conozco a dos o tres a los que
en Granada les doliera el cierre de estos grandes almacenes: aquellos que
habían conseguido hacerse con una surtida biblioteca o colección de discos por
el método de llevárselos sin pagar.
El inmueble,
completamente remodelado en su interior, pero sin tocar sus horrorosas fachadas
a Mesones y a Arco de las Cucharas, pasó años después a albergar dependencias de
la Diputación Provincial. Cuando ésta se mudó a su nueva sede, el edificio
estuvo cerrado y abandonado varios años hasta que en 2004, previa completa
remodelación interior y exterior, con apertura de ventanas y balcones, se
convirtió en la sede de las oficinas del Catastro en Granada, del Ministerio de
Hacienda.
Por ahí hay
quien dice que entre sus muros sigue a día de hoy, en pena y asustando a los
vivos, el espíritu del padre Benito, que fue párroco de la Magdalena cuando
todavía era lugar de culto. Servidor, que durante más de una década iba a
diario a este edificio, puede asegurar que si el padre Benito seguía por allí,
nunca se manifestó. Aunque puse todo mi interés en ver si los ascensores, las
fotocopiadoras y los ordenadores funcionaban motu proprio (las máquinas de
escribir ya habían quedado todas arrumbadas), o el material de oficina se iba
él solo de romería por las buenas o, de pronto, en una habitación cerrada se
sentía algo así como un hálito helado, nada de eso vieron mis ojos ni sintió mi
cogote. Desde luego, si algún fantasma circulaba por aquellas oficinas
catastrales, no usaba sábana y era de carne y hueso mortal.
Primera piedra del hospital Ruiz de
Alda
También a
primeros de junio de 1950, se procedía a la colocación solemne de la primera
piedra del hospital Ruiz de Alda en La Caleta, aunque ese nombre todavía no se
le había dado y en la noticia se dice que será el nuevo sanatorio del Seguro de
Enfermedad. Tendrá 14 plantas el nuevo edificio y costará 50 millones de
pesetas.
El
gobernador Fernández-Victorio y las demás autoridades locales echaron su
paletada de mezcla y en cofre de plomo se guardaron unos pergaminos artísticos
con la firma de las autoridades, distintas monedas de curso legal y varios
periódicos del día.
Mediado el
siglo XX, una ciudad como Granada, con una población rozando los 175.000
habitantes más otros tantos en los pueblos vegueros cercanos, no tenía más
hospital general de titularidad pública que el ya muy vetusto de San Juan de
Dios y su vecino, de San Rafael, para niños. Aparte, existían otros centros de
salud, como el Hospital Militar, en el Campo del Príncipe, de exclusivo uso por
los integrantes de la milicia y sus familias. También el de San Lázaro, situado
en La Caleta, que nació como lazareto, esto es, para tratar la lepra pero que
iniciándose la década de los 50 acogía fundamentalmente a los enfermos de
tuberculosis. El Hospital Clínico, en construcción desde los años de la
República, seguía por entonces sin estar terminado y, lógicamente, sin entrar
en servicio (tendrán que pasar todavía tres años para que esto ocurra). Lo
mismo sucedía con el que iba a ser manicomio, en lo que entonces se conocía
como Carretera de Pinos-Puente, actual Avenida de Andalucía, en construcción
desde la década de los años veinte; mientras tanto esa función la cumplía el
Hospital Real.
Aparte, también
existían hospitales de titularidad privada, como el de la Salud, situado en un
palacete vecino a las cocheras de los tranvías, en la actual Avenida del Sur,
fundado por los doctores Otero y Escribano. Otro era el de la Purísima
Concepción (donde murió el guardameta húngaro Alberty), con entrada por la
calle Lavadero de las Tablas y ocupando una gran manzana entre las calles Horno
de Haza, Carril del Picón y Montalbán, que fue en su día de propiedad en un
cincuenta por ciento del doctor Fidel Fernández.
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