EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



jueves, 16 de agosto de 2018

DESCENSO



El Granada en una colección de cromos 1944-45

 
Faltó un punto
A falta de jugarse la jornada 26 y última de la liga 44-45, las victorias caseras ante Español y Valencia y el empate en Coruña de las tres jornadas anteriores habían hecho resucitar a un Granada dado por condenado desde un mes antes, cuando faltaban por jugarse cuatro partidos, permitiéndole salvarse matemáticamente del descenso directo aunque no de la promoción por la permanencia. En ese último compromiso liguero un empate hubiera significado la permanencia definitiva sin necesidad de jugárselo a una carta en promoción. Incluso una derrota podía haber valido también para no tener que promocionar, pero para eso tendría que haber ganado el Coruña al Sabadell en Riazor (perdió 1-2) y de esa forma darse un triple empate entre Murcia (perdió en Sarriá), Granada y Coruña que beneficiaba al Granada, porque los criterios para deshacer los empates de más de dos eran distintos por entonces y se atendía preferentemente al menor cociente de goles a favor y en contra, que era favorable a los rojiblancos.
                Lo malo era que ese último partido de la liga del Granada era en San Mamés y aquel gran At. Bilbao destrozó a los rojiblancos por 4-1 con goles de Venancio, Panizo de penalti y dos de Zarra (Nicola hizo el del honor), y de esta forma el Granada, por tener el golaveraje particular perdido con el Murcia, con el que quedó empatado a 19 puntos, acabó la liga en el puesto 12º, el único que este año obligaba a intentar conservar la categoría en promoción, y como dos años antes, ésta se dirimiría a un solo partido en campo neutral. El rival era el Celta, tercer clasificado del único grupo de Segunda División, por detrás de Alcoyano y Hércules, que ascendieron automáticamente como primero y segundo. Es este final de liga otro de esos momentos en que los granadinistas pensaron en duendes y brujas maléficos conchabados en contra del equipo rojiblanco. Para más inri resulta que los dos goles del Sabadell en La Coruña los consiguió en propia puerta el defensa coruñés Bernabé, al que el Granada estuvo a punto de fichar al principio de esta temporada.
                El Celta quería jugar el domingo día 3 de junio en Madrid, dos domingos después del partido en Bilbao, pero el Granada no podía aceptar esa fecha porque todavía tenía que disputar el partido de vuelta de Copa del Generalísimo frente al Castellón, en Los Cármenes el siguiente domingo, 27 de mayo. Por otra parte, como el resultado de la ida había sido de 3-0 a favor de los levantinos, se pensaba que seguramente quedaríamos eliminados, así que la fecha que proponía el Granada era la del domingo 10 de junio, y el escenario, bien Les Corts, como cuando hacía dos años superó al Valladolid y conservó la categoría, o bien el Metropolitano. Todo supeditado a que el Granada fuera eliminado por el Castellón, de lo contrario habría que fijar una nueva fecha.

Nicola, autor del único gol granadinista en San Mamés

El Granada semifinalista de Copa
Entre ese resultado de 3-0 en contra tan difícil de remontar y entre que la afición andaba muy desanimada a pesar de la buena reacción final, muy poco público acudió al partido de vuelta de cuartos en Los Cármenes, como venía siendo la norma toda la segunda vuelta cuya mayor parte transcurrió con el Granada en puesto de descenso. Nadie daba un duro por aquel Granada y su 3-0 en contra que parecía definitivo. Pero contra pronóstico el Granada consiguió empatar la desventaja que traía del Sequiol de aquel partido de ida que parecía ya lejanísimo, jugado casi dos meses antes.
                Desde el relevo en el banquillo, se puede decir que si algo positivo consiguió el nuevo técnico, Emilio Vidal, fue insuflarle al equipo bríos y entusiasmo, que era precisamente de lo que más adolecía cuando Platko ocupaba el banquillo. Aunque su juego nunca fue brillante, con esas armas, ya lo hemos visto, se consiguió eludir un descenso directo que muchos habían dado ya por hecho, y muy poco faltó para eludir también la promoción. Y también con esas nada desdeñables armas futboleras consiguió empatar la eliminatoria derrotando a los castellonenses 4-1, 3-0 al descanso. Un fallo del meta Martí que costó el gol del Castellón obligó a tener que jugar un tercer partido de desempate en campo neutral. Rápidamente se alcanzó acuerdo para que se celebrara el jueves 31 de mayo, día del Corpus Christie y fiesta nacional, en Chamartín.
                En el desempate en Madrid el Granada se impuso 2-1 con arbitraje de Escartín, y consiguió así clasificarse por primera vez en su historia para semifinales de Copa (lo volverá a lograr en 1959, año en que además llegó a la final, y también en 1969). Muy poco público acudió al partido de Chamartín, que tuvo que competir con espectáculos simultáneos como la etapa final de la Vuelta a España y una corrida de toros con cartel de primera. A pesar del corto resultado el Granada fue muy superior, según las crónicas. Y como el siguiente rival era el Valencia y el primer partido había que disputarlo en Mestalla, hacia allí se encaminó desde Madrid la expedición rojiblanca.

 Los cuatro goles al Castellón según Patria
Muy cerca de la final
Cuando muy pocos apostaban por el equipo rojiblanco, ahí lo tenemos, clasificado para semifinales de Copa, lo que equivale a decir que en estos momentos ha alcanzado su mayor logro histórico. El Granada, con apenas catorce años de existencia, aspira incluso al título de campeón del trofeo futbolístico nacional más antiguo de cuantos se disputan en España o a quedar segundo, lo que también sería un gran triunfo. Claro que, con ser esto así, la realidad es que se avecinaba una gran desilusión, que también por cierto iba a ser la primera de su corta vida: un descenso de categoría.
                Pero en esos momentos no se intuía ningún suceso aciago y había vuelto el optimismo, y más después de jugar en Valencia y dar muy buena imagen a pesar de salir derrotados 2-0, resultado del todo injusto según las crónicas. En Valencia el Granada tuvo un comienzo de partido fulgurante en el que dispuso de dos grandes ocasiones de golear pero faltó acierto. El cansancio por el partido entre semana acabó pasando factura, eso y la lesión de Melito, que quedó inutilizado y pasó a ocupar la posición de extremo derecho como figura decorativa, que se decía, teniendo que bajar Acedo a la media.
                Otros años por estas mismas fechas el Granada llevaba dos meses inactivo o a lo más disputando partidos amistosos, como los tradicionales de las fiestas del Corpus, pero esta temporada la liga terminó bastante después de lo habitual por los numerosos parones que se dieron a lo largo del calendario. Eso unido al buen papel copero de los rojiblancos hace que a mediados de junio le queden todavía al Granada al menos dos partido oficiales que disputar. 

Formación del Granada en Les Corts, poco antes de ser derrotados 4-2 en la tercera jornada 44-45. Galvany, Trompi, Melito, Mas, Millán, García y Floro; Acedo, Sosa, González y Sierra


                El primero de ellos era la devolución de visita del Valencia. A petición de los propios futbolistas, que se sentían fuertes y capaces de superar el 2-0 en contra, el equipo quedó recluido dos días antes del partido de vuelta en un chalet de la Alhambra (según Patria) recordando que esta medida había dado buenos resultados cuando en 1941 jugábamos la liguilla de ascenso a Primera. Y de la Alhambra partieron hacia Los Cármenes la tarde del domingo 10 de junio, último día de Corpus, para disputar el partido de vuelta de semifinales de Copa, previsto para las siete de la tarde, a la misma hora que en la plaza de toros Nueva, la de Doctor Olóriz, a muy pocos metros, actuaban los novilleros Álvarez Pelayo, Ricardo Balderas y Niño de la Palma (hijo), lo que restó asistencia a Los Cármenes, que sólo alcanzó una media entrada a pesar de tratarse de una muy importante cita histórica.
                En un nuevo magnífico partido, «el más completo y brillante de su historia», según Saucedo en Patria, el Granada derrotó con un insuficiente 2-1 al gran equipo que era el Valencia. Después de una primera parte muy defensiva de los ches, mediada la segunda el Granada, con buen juego y entusiasmo, consiguió en apenas cinco minutos empatar la eliminatoria con dos golazos de Nicola y Galvany. Después siguieron los ataques rojiblancos en tromba contra la portería de Eizaguirre, pero no hubo suerte, que fue precisamente lo que le sobró a los forasteros, que ya casi se resignaban a un partido de desempate cuando un despeje largo le llegó a Gorostiza, ya muy veterano pero conservando su clase y velocidad, quien, desmarcado, se fue solo y sirvió al goleador Mundo para que éste marcara a placer el gol que les daba el pase a la final cuando apenas quedaban dos minutos por jugarse. Se puede hablar de injusticia en el resultado de esta eliminatoria de semifinales puesto que el Granada, siempre según las crónicas, fue mejor que su oponente tanto en la ida como en la vuelta y sólo le faltó suerte para haberse metido en la final. 

Cuando pintan bastos, Miranda se acuerda del recibimiento cuatro años atrás al equipo que venía de ascender a primera en Castellón    


5     Primer descenso de la historia
A pesar de la eliminación en copa, el momento de forma y de juego de los rojiblancos parece el óptimo para afrontar el último partido de la temporada, el que -no se duda- dará la permanencia en máxima categoría que, una vez eliminado en copa el Granada, se había fijado  para el domingo siguiente, 17 de junio en el Metropolitano madrileño.
                El rival, el Celta, llevaba esperando casi un mes desde que terminó la liga de segunda, en la que quedó tercero por detrás de Alcoyano y Hércules. Conservaba el bloque de su última temporada en Primera División, la 43-44, entre los que sobresalían ilustres veteranos con larga experiencia en máxima categoría: Cons, Yayo, Roig o Venancio, y también un viejo conocido de la afición rojiblanca: Esteban Arrizabalo Echeverría, aquel defensa apodado Deva que en los tiempos de la República formó una pareja terrorífica con Euskalduna (granadinista la temporada anterior) en el Sevilla. Junto a esos veteranos, otros que empezaban, como Aretio, que años después ficharía por el Barcelona, o como Pahíño (granadinista en 1956-57), el de más proyección, un ariete con mucho gol que después militará en el R. Madrid, con el que conseguirá su segundo Pichichi y la internacionalidad absoluta, y será considerado uno de los mejores delanteros centros de toda la historia del fútbol español. El míster de este equipo –curiosamente- era el húngaro Carlos (o Karoly) Platko, hermano del técnico que comenzó la temporada al frente del Granada, Esteban Platko, y también del mítico Franz Platko, portero y entrenador que lo fue del Barcelona. Para más curiosidad, este Platko era el mismo míster que dirigía al rival de la promoción de hacía dos años, el Valladolid, en 1943, cuando el Granada salvó la categoría ganando 2-0 en Les Corts.

Portada de Marca en la previa del Celta-Granada de promoción

Desde una semana antes se concentró el Celta en El Escorial para preparar el importante partido. El Granada sin embargo no estableció medidas especiales para preparar el choque y no fueron concentrados los futbolistas sino que partieron en coche cama para Madrid la noche del viernes anterior.
Toda la prensa nacional daba como favorito al Granada, por su extraordinario final de temporada que le había llevado a eludir el descenso directo y a semifinales de copa, en la que mereció la victoria. Pero la cruda realidad fue que a la hora de la verdad el Celta fue mucho mejor y puso bastante más entusiasmo en la lucha, y con un 4-1 inapelable mandó al Granada a Segunda División. A los poco más de catorce años de existencia del Granada CF y justo cuando acababa de lograr su mayor proeza futbolística hasta ese momento, semifinalista de copa, conocía la afición granadinista el amargo sabor de un descenso, el primero de su historia, porque aunque su vida era corta, hasta el momento todos los cambios de categoría que había experimentado el club lo habían sido en forma de ascenso. El buen papel copero parece que finalmente acabó volviéndose en contra de los rojiblancos y todas las crónicas coinciden en que los granadinistas salieron con aires de superioridad, de tener el partido ganado de antemano, pero se encontraron con un equipo, el Celta, que puso muchas más ganas y concentración en lo que se ventilaba. El Granada jugó pésimamente mal, «sin fútbol, sin ligazón, sin unidad, sin alma, sin codicia, sin velocidad, sin moral», concluye Saucedo en Patria, enviado especial a Madrid, y añade que el ascenso del Celta se produjo con toda justicia.

El primer descenso de la historia rojiblanca contado por Patria

Faltando poco para el descanso se adelantó el Celta con un libre directo lejano que Martí, mal situado, se tragó. El libre directo que señaló el colegiado Plácido González había nacido de un plantillazo de González sobre Pahíño, y cuentan las varias webs que contienen datos biográficos del bravo ariete gallego que fue una entrada alevosa que causó a Pahíño una fractura de peroné que sin embargo no le impidió continuar todo lo que quedaba de partido con un fuerte vendaje y así marcar el tercer tanto gallego. Podía haber cambiado el signo del partido si poco después del primero del Celta el disparo del rojiblanco Sierra en otro golpe franco hubiera entrado en lugar de estrellarse en el larguero a portero batido. Pero nada más empezar la segunda parte consiguieron los gallegos su segundo gol. Desde ese momento el Granada dejó de existir, y el tercero celeste significaba ya la sentencia. En un acceso de rabia acortó distancias Nicola, pero quedaba el cuarto con que sellar la gran superioridad gallega, a poco del final. En los instantes que quedaban se desataron las violencias y Galvany fue expulsado por agredirse con Fuentes.
                El Granada, que debutó en Primera División frente al Celta en una plomiza y ventosa tarde granadina de septiembre de 1941, fue a despedirse de la categoría también frente al Celta y en otra gris aunque calurosa tarde madrileña de junio, cuatro años después. Los últimos momentos del Granada como equipo de máxima categoría transcurrieron bajo un tremendo chaparrón que dejó literalmente helados a los pocos granadinos que viajaron a Madrid, que siempre estuvieron en inferioridad frente a los seguidores celtiñas. En el palco estaban el general Moscardó, delegado nacional de deportes junto al presidente de la Federación, Barroso, y el seleccionador nacional, Jacinto Quincoces. Como representación granadina estuvieron el gobernador civil de la provincia, José María Fontana, y el presidente de la Diputación, Robles Jiménez.

Sierra fue de los pocos que dieron la cara en el Metropolitano

La V Vuelta
La Vuelta Ciclista a España volvió a tener un final de etapa en Granada, donde no llegaba desde sus dos primeras rondas, las que se corrieron en 1935 y 1936. La Guerra Civil había suspendido la celebración de la ronda ciclista española hasta que, una vez terminada la contienda, se disputó en 1941 y 1942 para volver a suspenderse durante dos años y retomarse en este 1945, en el que llegaba a su quinta edición y la patrocinaba Editorial Católica, propietaria entre otros del diario Ideal.
                Igual que en aquellas carreras de los tiempos de la República, un  granadino, Joaquín Bailón, representaba a la excelente cantera ciclista de nuestra tierra, que de siempre ha dado importantes routiers al pelotón nacional e internacional, como el propio Bailón, Guillermo Peregrina “Tolínez”, Antonio Jiménez Quiles, los hermanos Joaquín y Manuel Galera, Antonio Miguel Díaz o Francis Cabello. Según la web 115 años de ciclismo granadino, de Enrique Moleón Espigares, era Bailón un corredor pundonoroso, valiente y leal, duro y sin desmayos.      
                La II Guerra Mundial había acabado sólo unos días antes en Europa, por lo que no se podía contar con los grandes corredores europeos, por eso en esta V Ronda sólo participaban ciclistas españoles y portugueses, y de estos últimos nada más que ocho se inscribieron del total de cincuenta y dos que tomaron la salida en Madrid una semana antes de llegar a Granada, que fue final de la sexta etapa. Además, en el transcurso de esta etapa Sevilla-Granada cuatro lusos se bajaron de la bicicleta y abandonaron, así que fue ésta una carrera eminentemente nacional, lo que no quiere decir que no valiera gran cosa porque en el pelotón figuraban nombres de la importancia del gallego Delio Rodríguez Barros, que dominó la carrera de principio a fin y lució el jersey rojo de líder desde la segunda etapa. También corrían ciclistas destacados como Julián Berrendero, que había ganado las dos últimas ediciones, en 1941 y 1942, y que fue segundo en el podio en Madrid y vencedor de la montaña, a más de media hora del anterior. También estaban otros como Miguel Gual (tercero), Joao Rebelo (portugués, que acabó 6º), Fermín Trueba o Dalmacio Langarica, quien empezaba como profesional y ganaría la Vuelta siguiente, la de 1946.


El ciclista granadino Joaquín Bailón en una imagen de 1935   

                    
               Como en las dos ediciones anteriores con final en Granada, la meta se situó en la que entonces se llamaba avenida de Calvo Sotelo, en la Cruz Blanca, o sea, en el cruce con la avenida de Madrid, donde se congregaron varios miles de espectadores, y a ese emplazamiento llegó sobre las 4,20 de la calurosa tarde del 15 de mayo, en solitario, el veterano corredor sevillano Antonio Montes, después de recorrer los 258 kilómetros desde Sevilla en 8 horas, 50 minutos y 47 segundos. Veintidós minutos después llegó el grueso del pelotón, unos treinta corredores entre los que iba el líder Delio Rodríguez y también el granadino Joaquín Bailón, que fue obsequiado con un trofeo, regalo de la peña Los Monteros. Es curioso ver en las crónicas el contraste entre lo actual y la realidad de aquellos años heroicos del ciclismo; este Montes vencedor en Granada, al ser independiente, es decir, no se encuadraba en ningún equipo y corría por libre, tenía que suministrarse de agua por sí mismo con la que iba encontrando por el camino en fuentes y manantiales o bien pedirla directamente a los paisanos apostados en las orillas para ver el paso de la carrera. Antonio Montes, como ganador de la etapa recibió una copa obsequio del gobernador civil Fontana, más un premio en metálico de 250 ptas. y un frasco de linimento Dauro, ambos regalos de esta firma comercial.
La Sevilla-Granada se había tomado con gran calma por el pelotón puesto que la prueba estaba ya prácticamente sentenciada a favor de Delio Rodríguez, con ventaja en la general sobre el segundo rondando la media hora desde la segunda etapa. Precisamente esa segunda etapa, Salamanca-Cáceres, fue la mejor del granadino Joaquín Bailón (también la mejor de todo su palmarés), del equipo Tubulares Galindo, el mismo del ganador Delio Rodríguez, con quien protagonizó una escapada que culminó entrando en segundo lugar, casi un cuarto de hora después del gallego. Bailón, un modesto en aquel pelotón de profesionales, tenía antes de la Vuelta 1945 como mayor logro en su carrera deportiva haber llegado 6º y 7º en sendas etapas de la 2ª edición, la de 1936. Tras la llegada a Granada quedó sexto en la clasificación Pirelli, por puntos, y 31º en la clasificación general, pero no llegó Bailón a completar la carrera y abandonó por enfermedad cuando iba 29º y último en la general, después de la etapa reina, la 13ª, San Sebastián-Bilbao. Para Bailón fue ésta de 1945 la última vez que disputó una gran ronda ciclista.
                Al día siguiente, a las seis de la madrugada y partiendo del mismo lugar donde se situaba la meta, salió el pelotón camino de Murcia.

Delio Rodríguez, ganador de la V Vuelta a España

Los Quero otra vez
                Los distintos historiadores que han tratado de la cuestión no se ponen de acuerdo sobre la fecha exacta del suceso. Unos dicen que ocurrió el 6 de julio y otros parecen estar más acertados al situar los hechos justo un mes antes, esto es, el miércoles 6 de junio de 1945, tres días después de la derrota del Granada en Mestalla 2-0 en el partido de ida de semifinales de Copa del Generalísimo, mientras la ciudad vivía su octavo día de fiestas del Corpus (que se prolongarían hasta el domingo), que en esa fecha ofrecía en su programa como plato fuerte la actuación en el Palacio de Carlos V de la Orquesta Filarmónica de Madrid en el primero de los dos conciertos que tenía previsto ofrecer, organizados por el Centro Artístico. Ese día los Quero volvieron a llevar a cabo una (dos, en realidad) de sus más sonadas hazañas.
                Seguramente la culpa de que los abundantes historiadores de la cosa guerrillera antifranquista no lleguen a ponerse de acuerdo sobre la fecha obedece al hecho de que las hemerotecas no aclaran nada ya que ni un solo comentario sobre lo acontecido puede extraerse de ellas. Como en otros anteriores golpes de la más famosa partida guerrillera granadina, la prensa del momento guardó absoluto silencio cumpliendo órdenes de la superioridad para evitar dar publicidad a las andanzas (sobre todo cuando éstas acababan bien para sus ejecutores) de quienes desde hacía más de cuatro años venían quitando el sueño a las autoridades franquistas. En tal día la partida de los hermanos Quero, por la mañana, secuestró al banquero Manuel Rodríguez-Acosta, y ese mismo día pero por la tarde llevó a cabo otro secuestro, ahora el del propietario y comerciante Andrés Sánchez Montes.
Una vez más los Quero derrocharon esa audacia que tan populares les había hecho a pesar de que sus golpes no los comentara la prensa (o quizá por esa misma razón) y en una nueva demostración de arrojo, asaltaron el  domicilio en el palacete de Quinta Alegre,  avenida de Cervantes, del banquero Rodríguez-Acosta al cual retuvieron en un secuestro resuelto en cuestión de horas con la entrega a los guerrilleros de 250.000 ptas. Y para seguir engordando su leyenda, esa misma tarde y en plena Gran Vía, ante testigos presenciales, se llevaron al comerciante Sánchez Montes y no lo soltaron hasta hacerse por la noche con un botín de 225.000 ptas. Total, casi medio millón en una sola jornada, una gran fortuna para la época, a las arcas de la banda con la que seguir dando dolores de cabeza a una autoridad que se veía impotente para darles caza a pesar de tener tras sus pasos a todo un ejército armado y a otro no menos numeroso de delatores y confidentes.
De los cuatro hermanos Quero que encabezaron la famosa partida ya sólo quedaban tres. José, el que era considerado cerebro de la banda, había muerto el 2 de noviembre de 1944, abatido por los disparos de una de sus víctimas a la que pretendía atracar en el asalto a un almacén de tejidos de la calle Carril del Picón. Los nombres de los guerrilleros aparecían en los papeles sólo cuando era para dar noticia de algún descalabro sufrido, pero, como se ve, a pesar de la importante pérdida, la banda seguía en plena actividad y así lo estará hasta por lo menos dos años después, y en ese tiempo seguirá aumentando su leyenda y siendo tema de conversación de no pocos corrillos en voz baja de una población que a medias les admira y les teme.

Manuel Rodríguez-Acosta y González de la Cámara, banquero granadino secuestrado por los hermanos Quero
Dimite Pérez de Haro

El descenso a segunda del Granada supuso que, junto con la máxima categoría, los jugadores perdieran las dos mil pesetas por barba de prima que prometió la directiva, más otras quinientas que daba la Compañía de Tranvías Eléctricos de Granada, ofrecidas por su director en los mismos vestuarios del Metropolitano poco antes de dar comienzo el choque, cuando todo era optimismo. Después del partido, con el descenso consumado, en ese vestuario rojiblanco lo que predominaba eran las lágrimas y algún ataque de nervios y, según informa Patria, allí mismo el presidente Juan Diego Pérez de Haro y el secretario general Paco Cristiá presentaron su dimisión al presidente de la Federación Sur, Antonio Calderón, también presente en la caseta granadinista.
No obstante, en Ideal del día siguiente, los propios directivos, recién llegados de Madrid, niegan haber dimitido. De lo que hablan es de una gran desgana de los jugadores rojiblancos, que han disputado un pésimo partido dando muy mala imagen y sin que quepa excusa alguna ni achacar el fracaso a la mala suerte o a un arbitraje adverso, y al mismo tiempo comunican que han impuesto a cada jugador, con la única excepción de Sierra, una multa de quinientas pesetas (al final se quedó en 400) por falta de entusiasmo y rendimiento. Los directivos continuaron en sus puestos, pero lo hicieron de forma provisional, mientras volvía a Granada el gobernador civil, José María Fontana, a quien tenían previsto ponerse a su disposición para que éste mediara en una posible solución y nombrara un nuevo responsable que se hiciera cargo del club. Es en esos momentos cuando salta a la prensa el nombre del que puede ser nuevo presidente del Granada, Manuel Fernández de Prada, marqués de las Torres de Orán. 
Con una situación de gran incertidumbre se cerraba el peor ejercicio del club desde su fundación puesto que por primera vez se conocía el amargor de la pérdida de categoría. Al mismo tiempo, un ciclo granadinista que se había iniciado al terminar la Guerra Civil y que tiene como nota más destacada el ascenso a división de honor y la permanencia cuatro temporadas, se cerraba así y lo hacía casi de la misma manera que se inició, es decir, con un club en bancarrota, sin dirigentes y con un descenso muy notable en el hinchismo, que fue la misma situación en que había quedado el por entonces Recreativo Granada en 1936, pocos días antes de que la locura de la Guerra Civil interrumpiera la normal convivencia en toda España. Lo mismo que en aquel julio de 1936, el futuro más inmediato del Granada CF estaba muy en el aire al llegar el mes de julio de 1945.   



Sosa y Deva en el Metropolitano

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