EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



domingo, 1 de julio de 2018

UN PUNTO EN LA NIEVE

 Martes 16 de enero de 1945, el Granada que sobre la nieve se trajo un punto del Metropolitano. Forman: Sosa, Martí, Millán, Mas, Nicola, Rey, Acedo; con Safont, García, González y Sierra


Millán improvisado entrenador
En temporadas anteriores la competición de Copa del Generalísimo la habían venido jugando los equipos de Primera cuando ya se había disputado todo el calendario de liga, normalmente en el mes de abril, pero esta temporada tuvo nuevo formato y se decidió por las autoridades federativas que entraran en danza los clubes de máxima categoría al terminar la primera vuelta, parando la liga cada domingo que hubiera copa. Así, a fínales de diciembre de 1944 y en la primera eliminatoria para nuestro Granada, XVI de final, tocó medirse al Hércules, en ese momento líder destacado del grupo único de Segunda (ascendió automáticamente al acabar la liga 2º, por detrás del Alcoyano) y la suerte determinó que la ida se disputara en Los Cármenes.
                Tras la marcha de Platko, una semana antes, el nuevo míster ya fichado era Emilio Vidal, quien había llegado a Granada el día anterior al partido y había firmado contrato hasta final de temporada, pero la dirección del encuentro de Copa hay que anotársela por entero a Millán, que había sido nombrado entrenador de forma provisional desde el permiso-dimisión de Platko. Millán se encargó durante la semana de la preparación del equipo y también dispuso el once para enfrentarse al Hércules, dirigiendo al equipo desde el banquillo, sustituido en el terreno de juego por Martín Pica, que debutaba en Los Cármenes.
El 31 de diciembre de 1944, a las 15,45, echó a rodar el balón en este choque copero que terminó con la victoria del Granada 4-2. Partido malísimo al que acudió muy poco público, que además no dejó de chiflar y hacer palmas de tango, según la crónica de la revista Murcia Deportiva. Hay que aclarar que las palmas de tango, en la actualidad olvidadas pero por entonces y hasta muchos años después algo bastante usual en los campos de fútbol, era una forma, no de animar sino de todo lo contrario, de protestar por la pobre exhibición ofrecida desde el terreno de juego por los de calzón corto; consistía en dar palmas acompasadas, como en el tango flamenco, en tandas de cuatro toques (silencio-dos-tres-cuatro es el esquema; en la práctica se queda en tres palmadas). El fútbol en España como espectáculo público, sobre todo el de sus primeras épocas, debe bastantes de sus liturgias y protocolos a otro espectáculo, el de los toros, desde donde se importaron no pocos ritos; las ya desusadas palmas de tango como signo de protesta es uno más de ellos.
 Saucedo en Patria dice que el Granada, lento, lentísimo por culpa de sus medios, jugó con una gran desgana. Sólo salva a González, Nicola y Acedo, y carga las tintas contra el medio centro Melito; «Un Granada sin coraje, sin sangre, sin alma, sin entusiasmo y sin ganas de jugar». Fernández de Burgos en Ideal coincide, y además añade que se ganó sólo por la clase individual de algunos granadinistas, nunca por el juego de equipo.
La anécdota estuvo en que el Hércules vistió las camisetas rojas y pantalones azules de la segunda equipación del Granada, y las botas tuvo que prestárselas el Patria, un club modesto de los varios que por aquellos años existían en Granada, porque llegó con lo puesto ya que su equipaje se había extraviado por un error de facturación.

Sosa, Melito y Sierra, la media del Granada frente al Hércules, aunque la foto pertenece al partido en Los Cármenes frente al At. Aviación

Con Vidal abandonamos el farolillo
Emilio Vidal, que en entrevista para Patria dijo que había encontrado al equipo lento y falto de forma, se hizo cargo de la preparación del equipo al día siguiente de la victoria copera sobre el Hércules, ya metidos en enero de 1945. Su debut fue en el primer partido de la segunda vuelta, en Los Cármenes frente al Sevilla, estreno afortunado porque el Granada venció 3-1, lo que le permitió saltar hasta el 12º, fuera de los puestos de descenso directo. El nuevo técnico dio la titularidad a García en detrimento de Marín y puso en el medio centro a Rey por Melito, y mantuvo en la suplencia a Trompi quien tras una temporada sensacional, la anterior, en ésta bajó bastante su rendimiento y por primera vez desde su llegada a Granada no fue indiscutible. Con esos cambios, que mantendrá durante los siguientes partidos, pareció dar un aire muy distinto a los rojiblancos, a los que ya no se volvió a acusar de falta de coraje y entusiasmo.

Empate sobre la nieve
La madrugada del domingo 14 de enero de 1945 cayó sobre Granada una considerable nevada y volvió la colina de la Alhambra a albergar a numerosos esquiadores. Pero no sólo nevó en Granada, donde ese día no subió el termómetro por encima de dos grados, una ola de frío polar recorría toda España e incomunicaba numerosas poblaciones. El Granada tenía que jugar en Madrid y la expedición rojiblanca encabezada por el presidente Pérez de Haro y el secretario técnico, Paco Cristiá, y acompañada por «el inteligente aficionado y buen directivo Luis Rivas» (dice textualmente la nota de Patria), había viajado con antelación y se encontraba en la capital, donde por la tarde tenía que jugar en el Metropolitano frente al At. Aviación. En Madrid el temporal había dejado una cuarta de nieve sobre el césped del Metropolitano, así que el encuentro quedó suspendido. Lo establecido era que el partido se jugara cuarenta y ocho horas después, pero el martes había vuelto a nevar y seguía el césped del Metropolitano completamente cubierto. Se planteó retrasarlo en otras cuarenta y ocho horas, aunque los anfitriones pretendían su aplazamiento sine die, a la espera de una fecha libre en el calendario.   

Portada de Marca de 15 de enero de 1945

 Pero no hubo más aplazamientos y el martes 16 de enero se disputó este partido ante escaso público -por la temperatura bajo cero reinante (-12 º, se comentó)- y sobre un manto blanco y helado de dos o tres centímetros que hacía difícil mantener la verticalidad y que constantemente frenaba el rodar del balón o convertía en demasiado largos los balones al hueco, ya que no se pudo quitar por completo la nieve, sólo reducir su espesor para que al menos el balón pudiera rodar. Es un hito histórico puesto que ni antes ni después ha jugado el Granada un partido oficial en estas condiciones.
La contienda no fue nada buena para el espectador, pero el Granada, nuevamente derrochando entusiasmo y con algo de suerte y manga ancha arbitral por su excesiva dureza (recalca la prensa madrileña), se trajo un punto de oro con el que no se contaba, al empatar a un gol. Y aún pudo ser el botín de dos puntos ya que los rojiblancos (el Granada) se adelantaron con un gol de Nicola en la primera parte que sólo pudo ser neutralizado en la segunda mitad por un penalti por mano muy discutible que en primera instancia falló el Aviación pero que el árbitro Fombona mandó repetir.

Un lance del partido sobre el Metropolitano helado

Triunfo en copa y fracaso en liga
Desde el hielo de Madrid marchó la expedición granadinista directamente a Alicante, donde brillaba el sol en todo lo alto y hacía buena temperatura, para disputar el partido de vuelta de XVI de Copa en el campo del Hércules. A pesar del gran esfuerzo realizado y de lo peligroso de la superficie sobre la que se jugó en el Metropolitano, no hubo ninguna baja por lesión y, en Bardín, con el mismo once que en Madrid, el Granada no tuvo demasiados problemas para clasificarse para VIII al vencer 0-1 con un gol tempranero de Nicola que convirtió la mayor parte del encuentro en un peloteo insulso (en un término muy de la época) que sólo se animó cuando Escartín señaló un penalti en contra del Granada que los herculanos desperdiciaron.
Van tres partidos desde que se produjo el relevo en el banquillo granadinista, saldados con dos victorias y un empate en campo del At. Aviación, así que vuelve el optimismo  y pueden leerse en la prensa comentarios de elogio hacia la imagen muy mejorada del equipo.
Pero en fútbol -bien claro está- del optimismo a verlo todo negro se tarda muy poco. Normalmente una semana, que es el tiempo que transcurre entre uno y otro partido. Eso mismo fue lo que pasó entre los periodistas y los aficionados granadinistas. Y es que el siguiente rival era el Barcelona, que acabaría ganando la liga aunque en esos momentos marchaba tercero en la clasificación, en estrecha lucha con Madrid y Bilbao, que en Los Cármenes acabó con la buena racha al vencer 1-2 (un gol de César) y mandó nuevamente al Granada a ocupar el farolillo rojo compartido con el Coruña, en la jornada 16 o tercera de la segunda vuelta, a falta de sólo diez partidos para terminar la liga. La derrota ante el Barcelona entra dentro de lo razonable y Vidal asegura a la prensa que el Granada no descenderá e incluso se salvará de tener que disputar la promoción.

Triunfo copero versión Miranda

 
Millán y González suenan como seleccionables
Ahora tocaba viajar a Oviedo, en esta liga muy bien clasificado, el quinto, y como siempre que había que desplazarse al norte el equipo salió de Granada el jueves anterior al partido, única forma de atravesar de una a otra punta la Península en los destartalados y asmáticos trenes de la época y llegar con tiempo para descansar antes de jugar. La gran novedad era la vuelta de Trompi, que sólo había jugado un partido de los últimos siete disputados.
                A pesar de la buena clasificación del Oviedo, el Granada plantó cara en Buenavista y en un buen partido defensivo consiguió empatar a un gol e incluso pudo haberse traído una victoria de no ser por el árbitro Iturralde, contra el que carga con dureza el granadino-asturiano Antonio Crovetto, de La Nueva España para Ideal, del que dice que ignoró un claro penalti por mano en el área local y expulsó a Nicola muy rigurosamente, sólo por protestar (le cayeron dos partidos). Lo malo fue que el punto no sirvió para abandonar la cola de la clasificación. Y lo positivo fue que la pareja Millán-González, que volvió a cuajar una gran actuación, empezó a sonar con fuerza en la prensa de difusión nacional como posibles internacionales de cara al partido amistoso frente a Portugal que se había de celebrar en marzo. Ya el ex seleccionador Eduardo Teus en su crónica del At. Aviación-Granada escribió días antes que, a su juicio, a la pareja defensiva del Granada aún no se le ha hecho justicia convocándolos para jugar con la azul (nada de roja), como venían mereciendo desde tiempo atrás.


 Millán y González seleccionables


Vuelve la copa


A continuación, ya a mediados de febrero, vino un nuevo parón en el campeonato de liga para que se jugara la ida de los octavos de Copa. Al Granada le tocaba recibir a la Real Sociedad, por entonces clasificado el segundo de Segunda División (quedó cuarto y no ascendió). Y si el Granada no tuvo demasiados problemas en su primera ronda copera frente al líder destacado de segunda, el Hércules, tampoco los tuvo frente al vicelíder R. Sociedad, al que derrotó 3-0.
Gran parte de los triunfos de la temporada anterior hay que agradecerlos a la que algún periodista de Pueblo llamó “ala jamón”, es decir, el ala derecha rojiblanca que formaban Marín y Trompi, todo el año en gran forma. Pero esta temporada apenas se les había podido ver jugar juntos en los primeros partidos por culpa de las lesiones pero también porque aquel estado de gracia del año anterior parecía haberles abandonado. Para esta cita copera el solo anuncio de que volvían al once titular después de más de dos meses de ausencia concitó la expectación de la parroquia granadinista, que acudió a Los Cármenes en buen número porque la pareja, después del dúo Millán-González, seguía ocupando un lugar destacado en sus preferencias. Pero, según las crónicas, actuaron en un tono bastante gris y dejaron patente que estaban todavía muy lejos de ser los de la temporada anterior a pesar de que Trompi marcó uno de los tres goles.

El Granada que derrotó 3-0 a la Real Sociedad en Copa: Marín, Acedo, Safont, Mas, Millán, Martí, Rey; Trompi, González, Sosa y Sierra
Cerco a la guerrilla
El día siguiente al que el Granada debía haber jugado en el Metropolitano si no lo hubiera impedido la nieve, es decir, el lunes 15 de enero de 1945, ocurrió en Granada otro de esos sucesos que centran los temas de conversación y hacen pasar a un segundo plano todos los demás, incluido el propio fútbol. En la primera página de Patria en su primera edición del martes 16 de enero de 1945 se publica una foto en la que se ve a varios componentes de la plantilla, bien abrigados todos con gabanes y bufandas, la tarde del domingo que debía haber jugado en el Metropolitano en apretado grupo posando para la cámara animadamente en la madrileña calle de Alcalá, toda cubierta de nieve.            
                Justo al lado de la foto madrileña y en grandes caracteres se lee: «Una banda de forajidos exterminada en lucha contra la fuerza pública». En la casa número 28 de la Cuesta de San Antonio, o Camino Viejo del Fargue, se había refugiado una banda de facinerosos, se puede leer en los diarios, que fueron sitiados por fuerzas de Guardia Civil, Policía y Ejército, con el capitán general de la IX Región Militar y su estado mayor, y el coronel jefe de la fábrica de pólvoras del Fargue al frente del operativo. Al negarse los sitiados a entregarse y contestar con fuego, después de varias horas de tiroteo la fuerza pública decidió volar con dinamita la vivienda tras desalojar todas las colindantes, y de esta forma tan drástica acabó todo.

La foto más conocida de los Quero en la que están tres de ellos: Paco, Pepe y Antonio (falta Pedro) y fingiéndose muerto en el suelo el Matías, hacia 1943
De entre los escombros se extrajeron seis cadáveres, todos de adultos, pero de los seis sólo dos pertenecían a huidos al monte: Antonio Velázquez Murillo (Antonio el de Güéjar) y Baldomero Muñoz (a) “Checa”, se dijo en una primera nota en prensa. Junto a ellos: Leonardo González Fernández, aguador ambulante y dueño de la casa, en la que residía (de quien dice Patria que era sujeto de malos antecedentes y autor de algún delito contra la propiedad); su hijo, Leonardo González Rodríguez (también de pésimos antecedentes, sigue diciendo la nota, y, como su padre, evadido a la zona roja durante la guerra); su hija, Francisca González Rodríguez; y otra mujer cuya filiación se ignoraba. Según la noticia, todos los cadáveres excepto el del dueño de la casa presentaban heridas por arma de fuego en las regiones parietal o frontal, de lo que se deduce que prefirieron el suicidio a entregarse. Al día siguiente la prensa informaba que uno de los fallecidos no era el “Checa” sino otro Baldomero, éste De la Torre Torres de apellidos y “el Mecánico” de alias, y que la mujer no identificada era Francisca López Fernández, que vivía amancebada (dice la nota) con uno de los que en la casa estaban.
                Por una confidencia, la Guardia Civil creía tener cercados a los Quero en persona, desde hacía ya por lo menos cuatro años los enemigos públicos numero uno y un enorme dolor de cabeza para las autoridades. Según las varias obras que sobre los maquis granadinos se han publicado, al parecer, los dueños de la casa eran amigos de los Quero y la hija era amante de uno de ellos, Antonio, de ahí el dispositivo y la brutalidad con la que se resolvió, creyendo acabar con los que quitaban el sueño a los gerifaltes nacionalsindicalistas  granadinos. De los que resultaron muertos, dos, Antonio el de Güéjar (quien, según la noticia de Patria, intervino en la muerte del policía, camarada Julio Romero Funes) y el Mecánico, pertenecían o habían pertenecido a la banda de los Quero, pero los famosos hermanos nunca habían estado en ese lugar. De los cuatro hermanos ya sólo quedaban tres pues apenas un mes antes de este suceso, Pepe Quero, el considerado cerebro de la banda, había muerto en un intento de atraco a un comercio de la calle Carril del Picón, pero la partida de los Quero siguió varios años más suponiendo una seria preocupación para el Régimen. 


                                                    El Chato Borrego de Dólar, otro de la partida de los Quero


Gallego Burín
El intelectual, catedrático e historiador del arte, Antonio Gallego Burín, rinconcillista fundador que lo fue en su juventud junto a los hermanos García Lorca, Manuel Ángeles Ortiz, Constantino Ruiz Carnero, Hermenegildo Lanz, Fernández Montesinos y otros “malditos”, y que tuvo sus escarceos mauristas regeneracionistas para después, de la mano de Cambó, abrazar el regionalismo ya en la madurez (suma de veleidades que casi le cuestan el paredón de Valdés en agosto de 1936; por menos de eso se fusilaba en Granada en aquellos días), fue a encontrar finalmente su ser en el nacionalsindicalismo del partido único, aunque sin abandonar jamás el uso del cuello duro, que a don Antonio el discurso obrerista de la Falange nunca lo convenció por más que, como tantos otros, luciera coyunturalmente camisa azul.
Varios de sus amigos de juventud pagaron con el exilio, la libertad, incluso la vida, sus pecados, pero Gallego, lejos de ser represaliado, entre 1938, en plena guerra, y 1951 fue el eterno alcalde a dedo de la Granada del primer franquismo, pero pocos como él, en dictadura o en democracia, dejaron tan profunda huella de su paso por la plaza del Carmen. El pleno municipal de 30 de enero de 1944 acordó concederle la medalla de oro de la ciudad de Granada. Para Ideal es uno de los Cien Granadinos del siglo XX, concretamente el segundo de la lista, tras Federico García Lorca.

Cuatro fotos que recogen distintos enclaves del desaparecido barrio de La Manigua

Su mandato municipal, que llena todos los cuarenta granadinos, a excepción de un año intermedio en el que se desempeñó -sin vocación- como gobernador civil de la provincia, fue decisivo para la transformación y adecentamiento de la Granada de posguerra. Muy numerosas reformas se deben a su iniciativa y a su sapiencia y buen gusto artístico, unas afortunadas, otras no tanto, unas de algún modo polémicas y otras que contaron con la aprobación general, pero que en cualquier caso le dieron al centro de la ciudad gran parte de su aspecto actual. El propio Gallego Burín definió así su plan de reforma urbana: «Una reforma sin fríos y muertos narcisismos arqueológicos y sin estúpidos esnobismos modernizantes, sino pura y simplemente sabiendo conservar las normas y jugos tradicionales».
Lo que más se recuerda de sus muchas reformas fue la demolición del barrio de la Manigua, que acabó con un intrincado laberinto de callejuelas y placetas que, por las escasas fotos que se conservan y muestran lo que fue, sabemos que si hoy existiera sería una continuación de lo que se puede ver en el contiguo barrio de San Matías pero, a diferencia de éste último, no había en la desaparecida Manigua casas nobles ni dignas de haberse conservado y la mayoría de las construcciones no tenían valor arquitectónico alguno. La guía de Gómez Moreno, editada en 1892, ni siquiera nombra este enclave granadino a pesar de ser tan céntrico.        

Antonio Gallego Burín en una imagen de juventud   
            
Del derribo de la Manigua surgió una calle amplia y moderna aunque algo impersonal como la de Ganivet, que en principio iba a llevar el nombre de su impulsor, el propio Gallego Burín, según acuerdo del pleno edilicio, pero que finalmente (Gallego Burín expresamente quiso que así fuera) fue bautizada con un nombre del todo inapropiado para un nuevo vial de ensanche ya que el mismo Ganivet dejó constancia por escrito de lo poco adecuado que le parecía para el centro de Granada y sus solaneras inmisericordes corregir la tradición secular de calles estrechas y quebradas, más frescas y apropiadas para estos climas. Y no deja de sorprender que alguien tan ganivetiano como Gallego Burín no tuviera en cuenta las disquisiciones del pensador granadino, el cual si levantara la cabeza se volvería a morir del pasmo al ver su nombre en las paredes de una calle como la suya.
Aparte, Gallego Burín también es el responsable del aspecto actual de todo el entorno de la Catedral (plaza de las Pasiegas, plaza de Alonso Cano, calle Oficios, Zacatín) sobre el cual creo que hay acuerdo en alabar el resultado final. Además también se debe a Gallego el aspecto actual de las plazas de Santa Ana, los Tiros o Padre Suárez y Santo Domingo. A esta última trasladó desde la plaza de Bib-Rambla el monumento a Fray Luis De Granada, colocando en su lugar la magnífica fuente de los Gigantones, donde luce más que en su antiguo emplazamiento al final del paseo de la Bomba. También son de su responsabilidad determinados ensanches acometidos en aquellos años, como la apertura de la calle Pagés en el Albaicín, para dar otra salida motorizada al barrio, el ensanche de la calle Fray Luis de Granada que descongestionara el barrio del Realejo, y el ensanche de la calle Reyes Católicos en su confluencia con Puerta Real, a la que también amplió y dejó como ahora la vemos pues antes era mucho más estrecha.
Como remate a tantísimas cosas, consiguió por fin que el agua potable y el alcantarillado llegaran a toda la ciudad. Y por si todo eso pareciera poca cosa, Gallego Burín también acabó –por pueblerinas- con algunas cosas que estaban bien a la vista en el paisaje urbano y que decían muy poco en favor de esa tópica presunción “quieroynopuedística”, tan granadina, de aparentar fineza y cosmopolitismo de gran ciudad, como la falta de pavimento en muchas calles céntricas: Alhóndiga, Salamanca, Milagro, Montereros, Hileras y otras, recién adoquinadas por entonces, mediados de los años cuarenta.
Varias de esas reformas estaban ya proyectadas desde los años de la República e incluso desde antes, pero fue bajo el mandato de Gallego Burín cuando pudieron por fin llevarse a cabo. Por todo esto, es opinión de muchos granadinos que fue el mejor alcalde de Granada de todo el siglo XX.

Francisco García Lorca y Antonio Gallego Burín lustrándose el calzado en la plaza del Campillo


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