Trescientas cincuenta mil pesetas de 1968 pagó Candi por él al Huesca. Los 34 goles conseguidos en el grupo aragonés de Tercera parecían justificar el gasto. Cuatro años después su cotización se había multiplicado por 57. En 1972, el que quisiera quitárselo al Granada estaría obligado a desembolsar 20 millones, es decir, a millón el gol, pues esa fue la cantidad de veces que Enrique Porta Guíu (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1944) perforó en la liga 1971-72 las metas contrarias. Y eso que la tasación de Candi no tuvo en cuenta los cinco que consiguió en Copa ni los siete que obtuvo en la liga andaluza de reservas esa misma temporada.
Veinte kilos de verdes billetes de mil era un dineral para la época y nadie estuvo dispuesto a desembolsarlos por un jugador ya en los veintiocho o a punto de cumplirlos. Pero lo más gracioso es que sólo un año antes al Jerez le pareció demasiado pagar por él algo menos de medio millón. Y es que a pesar de -con goles- haberse convertido en el jugador más cotizado de la historia del Granada, llegar a serlo no le resultó nada fácil. Marcel Domingo rara vez contó con él y llegó a probarlo en labores de contención, Pipo Rossi lo descartó, y Joseíto tuvo que convencerse a regañadientes de que era un jugador válido después de que desde las gradas se pidiera insistentemente su alineación.
En palabras del propio Porta, no iba bien por alto, no tenía un potente chut, la izquierda le servía solamente para no ser cojo, y sus condiciones físicas eran muy limitadas. Sin embargo al mañico le hemos visto hacer goles rojiblancos a porrillo y para todos los gustos, incluido el más espectacular que yo he visto nunca, de chilena, sobre el saque con la mano del portero contrario, que fue injustamente anulado por un árbitro de mal recuerdo. Porta era un futbolista de escasas carnes y de altura mediana, por lo que no podía ser el típico ariete que se pelea con las defensas contrarias. Pero a cambio era escurridizo y listo como nadie para colocarse y aprovechar la menor oportunidad que se le presentara. En su mejor temporada, la 71-72, con Vicente sirviendo balones de oro y con Barrios a su lado abriendo defensas, supo explotar sus cualidades y conseguir el único Pichichi de la historia granadinista.
¡Poooortaaaaa! ¡Pooooortaaaaa! cantaba a coro Los Cármenes cada vez que este fino aragonés conseguía alguno de sus goles.
Finalmente fue a dejar el Granada en 1975 con la carta de libertad en el bolsillo. Aquellos veinte millones de tres años atrás quedaron en cero. Porta tenía entonces treinta y un años y a Miguel Muñoz le parecían demasiados. A su tierra se fue y en el Zaragoza siguió marcando goles todavía dos temporadas más mientras que los aires europeos que parecían soplar por estas tierras lo que trajeron fue la Segunda división.
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