De las diecisiete veces que el todopoderoso Barça visitó Granada para disputar un partido de liga, en cuatro se fue de vacío. Su primera visita a Los Cármenes fue una de ellas. Ocurrió el 15 de febrero de 1942, fecha que debe figurar con muy negros caracteres en la historia blaugrana porque Alberty; Millán, Alejandro; Sosa, Bonet, Sierra; Marín, César, Conde, Bachiller y Liz, endosaron seis goles en las redes barcelonistas y le infligieron la más amplia derrota que encajó el Barcelona en todo el calendario de la temporada 41-42.
El 6-0 que se llevaron los azulgranas de Granada los colocaba en el puesto 13 de la clasificación, vicecolistas y en puesto de descenso directo faltando sólo seis jornadas para el final, a tres puntos de la promoción que jugaban tercero y cuarto por abajo. Es esta 41-42 una de las peores temporadas de la historia barcelonista si atendemos exclusivamente al torneo de la regularidad. En ella alcanzó la clasificación más baja de las 77 ligas que se llevan disputadas y no pudo pasar del puesto doce o tercero por la cola, teniendo que salvar la categoría en partido de promoción. Excepto la 33-34, en que quedó penúltimo (de diez), pero no había descensos por ampliación de la primera categoría, y la 39-40, en que quedó noveno (de doce), pero sin tener que promocionar, en las restantes 74 ligas nunca bajó del sexto puesto final.
Es el Barcelona de la posguerra, que hasta ese momento sólo ha ganado una liga, la primera, la de 1929, aunque cuenta con ocho Copas de España. Pero precisamente desde ese ya lejano 1929 no ha vuelto a ganar liga ni copa. Es un Barça en situación de “vigilancia” estrecha por las autoridades del nuevo régimen político, que designan a dedo a la persona que ocupa su presidencia, que le han obligado a cambiar sus siglas (FC por CF) y que le han suprimido de su heráldica el cuartel cuatribarrado, sustituido por la bandera nacional.
En esta luminosa tarde de mediados de febrero jugaron en Los Cármenes: Miró; Anguera, Benito; Franco, Rosalench, Llácer; Valle, Gracia, Martín, Balmanya y Bravo. De ellos ninguno ha alcanzado la internacionalidad aunque hay dos, los delanteros Bravo y Mariano Martín, que sólo dos meses después van a debutar con la roja. Aparte contaba en su plantilla el Barcelona desde antes de la guerra con otros jugadores que ya habían sido internacionales, pero que esta temporada apenas van a jugar por ser ya muy veteranos, como Raich, Escolá y Nogués.
Aunque desde luego no estemos ante el mejor Barcelona de su historia tampoco debemos quitar méritos a la gran victoria rojiblanca. La liga culé fue muy mala, pero este mismo equipo volvió a dar un título al barcelonismo esta misma temporada rompiendo así una sequía de doce años. Sólo cuatro meses después de salir goleado de Los Cármenes va a ganar su novena Copa, 4-3 al Bilbao. Con el título copero en el bolsillo todavía tuvo que cumplir el trámite de la promoción (como el Granada del 59) ante el Murcia, que llevaba esperando dos meses, al que vapuleó 5-1 y de esa forma pudo salvar la máxima categoría.
La crónica del 6-0, extraída de la magnífica hemeroteca del diario barcelonés Mundo Deportivo, firmada por su director J.L. Lasplazas, dice de Alberty que fue seguro y en ocasiones «afiligranado», aunque no tuvo mucho trabajo. La defensa del Granada aquella tarde la formaban Millán y Alejandro, porque esta temporada es la única de las 13 granadinistas de González en la que no fue siempre titular; el gran Paco Bru prefirió para la segunda vuelta a Alejandro, muy veterano lateral a la antigua del At. Madrid de la República, que jugaba con boinilla. De la pareja dice la misma crónica: «En la defensa dos backs de recia entrada, corte seguro y largo despeje. Desde luego, ninguno de los dos es precisamente hombre de juego afiligranado, ni aun de juego científico; pero son dos muchachos que ponen respeto a la delantera».
La buena y extensa crónica destaca más que ningún otro rojiblanco a Bonet, en su puesto de medio centro, y a Marín, autor de dos goles. También merecen mención Sosa, que anuló al peligroso Bravo, más César, rematador nato aunque en esta ocasión no marcó. Conde, otro destacado, que en el Granada jugó en casi todas las posiciones, actuó aquella tarde como falso ariete. El valenciano Conde, recién perdonado de su pasado “rojo” fue preferido por Bru para sustituir al sensacional Trompi, lesionado, en detrimento de Cholín, que en el anterior partido, en Bilbao, actuó por última vez de rojiblanco.
Bachiller de cabeza abrió el marcador a los dos minutos de juego, y a los veinticinco Bonet de gran cañonazo lejano hacía el segundo. Al poco de comenzar la segunda parte Alejandro de golpe franco hacía el tercero. Sólo diez minutos después Marín marcaba el 4-0 en jugada individual. Y el mismo Marín conseguía al poco el quinto en jugada similar a la anterior. En las gradas la parroquia se lo pasa como pocas veces, y en este punto se queja el cronista de la falta de cortesía del público, que grita a los azulgranas cosas como «¡A la cola! ¡A la cola!». Pero falta el último y el delirio cuando a poco del final Liz de volea hace un golazo con el que los granadinistas pueden irse a sus casas con sonrisa de oreja a oreja.
Con los dos puntos ganaba el Granada un puesto en la clasificación, superando al Hércules (que entonces se llamaba Alicante), pero todavía no conseguía salir de los puestos de promoción. A la jornada siguiente conseguirá su primera victoria a domicilio en Primera, 1-4 en La Coruña, seguida de otro gran partido con victoria (3-2) sobre el Sevilla con los que subir hasta la décima plaza que ocupará al final, a salvo de todo. Es el Granada más goleador de su historia, y todavía ofrecerá a sus ya numerosos hinchas un 7-3 al Castellón (seis de César) y un 4-0 al Español.
jueves, 28 de mayo de 2009
SEIS AL BARÇA
martes, 26 de mayo de 2009
AMIGO FANTASMA
La temporada 73-74 del Granada, tan digna de recordar por lo bien que acabó, también dejó para el recuerdo alguna anécdota no demasiado conocida. Como la que ocurrió en la jornada trece, 9 de diciembre de 1973, en que nos visitaba el Las Palmas, equipo puntero por entonces y que contaba en sus filas con algunos internacionales como Tonono, Martín Marrero, Germán o Castellano. Además su portero era el titular de la selección argentina, el gran Daniel Alberto Carnevalli, recién incorporado al levantarse esta temporada la prohibición de fichar jugadores extranjeros.
Apenas se llevaban jugados cinco minutos de partido, cero a cero en el marcador, cuando Germán Dévora, uno de los mejores delanteros canarios de todas las épocas, desde la frontal del área de la portería del marcador enganchó un gran remate seco que se coló en la portería de Izcoa por toda la escuadra. Un golazo de los de sombrero. El árbitro, Balsa Ron, inmediatamente señaló el centro del campo. Pero, y aquí está lo anecdótico, segundos después se volvió atrás e indicó saque de puerta.
Lo que ocurrió es que el fabuloso disparo de Germán, para nuestra suerte, atravesó la red por un roto (o la rompió) y el balón acabó en la grada. Fue tal la limpieza con la que el balón pasó por las mallas que éstas apenas se movieron, resultando que más de la mitad de los presentes no advirtieron que el tirazo del canario había sido gol. El árbitro sí que lo vio, pero seguramente confundido por su asistente, que no corrió hacia la línea divisoria, se volvió atrás de su primera decisión. El caso es que prácticamente ningún canario, a excepción del autor, protestó la decisión arbitral, y sus protestas fueron también bastante tímidas.
Hubo suertecilla rojiblanca aquella tarde, porque antes del descanso conseguía el Granada el primer gol gracias al “dontancredismo” del gran Carnevalli (aquella tarde menos grande) ante un centro a saque de falta casi desde la misma línea de la banda de General de Jaén, que acabó en la red sin que nadie lo tocara y tras dar en el poste. Y nada más empezar la segunda parte volvió el guardameta argentino a fallar al no retener un disparo de Chirri y dejar muerto el balón para que el debutante Lorenzo rematara desde cerca el 2-0. Faltando poco para el final consiguió el Las Palmas el definitivo 2-1 de penalti transformado por el propio Germán.
En la Preferencia del marcador del viejo Los Cármenes el sitio para cada trasero entre raya y raya era bastante estrecho y muchas veces nos acomodábamos los socios literalmente a presión, de modo que era frecuente que cuando rondaba el balón cerca de la portería y entre histéricos chillidos femeninos de canguelo empezaban los más nerviosos de delante a ponerse en pie, a uno no le daba tiempo a incorporarse porque primero había que zafarse del aprisionamiento; el resultado era que bastantes veces una barrera humana impedía ver la jugada e incluso el mismo gol. No fue el caso en esta ocasión y yo, desde mi localidad número 126, fila 15, vi perfectamente el golazo de Germán. Pero fui de los pocos.
Se puede comprobar acudiendo a las hemerotecas. En las crónicas de Hoja del Lunes y de Ideal y Patria transforman el gol fantasma de Germán en un tiro que dio en la red, pero por fuera. Igual ocurre en la excelente hemeroteca de Internet de Mundo Deportivo. Incluso no faltan las críticas al colegiado Balsa Ron por su “equivocada” primera decisión de conceder gol. Lo más gracioso fue que en el programa Estudio Estadio, que entonces se emitía los lunes, pudimos ver, en blanco y negro, por supuesto, el gol que no fue y escuchar los comentarios de que ése era el gol válido que consiguieron los canarios.
Como buen forofo, uno ha recurrido en numerosas ocasiones a justificar los fracasos de sus colores en la intervención maligna de duendes y brujas. En esta ocasión quienes debieron pensar en esos entes de razón debieron ser los forasteros.
La imagen que resume lo que pasó aquella tarde y que uno tiene indeleble en su memoria es la de Manolo Ibáñez, hombre para todo del club, reparando el roto de la red chapucera y casi clandestinamente en el descanso, a base de anudar una cuerda de las de persiana cuyo color verde destacaba sobre el blanco de las mallas.
jueves, 21 de mayo de 2009
GOMELES Y GAZULES, ZEGRÍES Y ABENCERRAJES... Y TROMPETILLAS
A cuando los moros no, pero sí hasta un tiempo lo suficientemente remoto como es el que se puede considerar prehistoria del fútbol granadino habría que remontarse para vivir algo parecido a lo que se dio cada temporada de las cuatro que permaneció nuestro Granada en el negrísimo pozo de la cuarta categoría del fútbol.
Distintos equipos animaban el incipiente deporte local allá por los principios del siglo XX, pero quienes llegaron a contar con más aficionados y concitar más expectación fueron, ya en los años veinte, el España y el Español, que representarían respectivamente a las clases pudientes y a las que lo eran menos. Ambos clubes disponían de terreno de juego propio y vallado; el del España estaba en la zona que al principio de la avenida de Cervantes hoy ocupa una colonia de hotelitos, mientras que el Español tenía sus instalaciones en lo que en la actualidad es la avenida del Sur. En sus enfrentamientos, siempre partidos no oficiales o en disputa de trofeos menores, solía haber más que palabras. Desaparecidos ambos a mediados de la década de los veinte, su lugar vino a ocuparlo el Granada (con el nombre de Recreativo), nacido a principios de los treinta. Lo bien que le fue desde el primer momento y su imparable ascensión en sus comienzos, que pronto lo iban a llevar a la élite, lo convirtieron en el equipo representativo de Granada, sin que ningún otro club local o provincial pudiera discutirle tal condición. El rival por excelencia desde esos primeros momentos y por muchos años estaba fuera de las fronteras provinciales, era el Málaga.
Pero la caída a los infiernos, el descenso rojiblanco a la cuarta, trajo algo parecido a lo que debieron ser aquellos duelos de rivalidad extrema de los años veinte entre España y Español. La gran pena es que lo que lo propiciara fuera precisamente ese tocar fondo del histórico, y no el ascenso de otros equipos granadinos.
Ochenta años de no vivir algo parecido y los consiguientes cambios sociales borraron cualquier atisbo de tradición en cuestiones de rivalidad futbolera granadina, así que a falta de solera autóctona se recurrió a copiar del rico folklore de otros pagos más o menos vecinos (que por otra parte se suele imitar sin pudor por estos lares). Todo un acontecimiento, tal como sucede en tierras de “María Santísima”, vinieron a ser los distintos derbis fratricidas que se vivieron en los cuatro años, pero, claro, en versión penibética, en escala mini y con el viso casposo de las imitaciones. Algo bueno tenían al menos este tipo de partidos de rivalidad local, en los que el campo volvía a registrar buenas entradas y había colorido y cierta emoción. De alguna manera suponían algo mejor que llevarse a una andorga balompédica estragada por aquellos tristes calendarios, demasiado poblados de bastos, rusadires, manchasreales, alhaurinos, comarcaeníjares y otras desconsoladoras hierbas.
El partido de Los Cármenes, jornada 24 de la 2005-06, entre el Granada Atlético (el local) y el Granada CF, ambos luchando por los puestos altos de la clasificación, podría ser un buen ejemplo. Se puede considerar este partido como todo un monumento a esa cosa tan granadina cuyo kilómetro cero -Ladrón de Guevara dixit- está en Puerta Real. Con aficiones separadas para evitar los incidentes de la ida, fue todo un recital de salidas de pata de banco del paisanaje, rojiverde o rojiblanco, en un clima previo bastante caliente y en el que no faltó la denuncia por parte del presidente atlético de amenazas anónimas hacia su persona. Acabó en empate a uno después de que Gustavo en tiempo de descuento picase en la provocación de Pedro Curtido, delantero atlético sobre el cual descargó un manotazo que costó al equipo un penalti en contra que supuso el gol del empate local, además de la expulsión y sanción del guardameta. Seguramente a Gustavo le pasó como a más uno y de dos, que los varios cientos de trompetillas sonando desacompasada y ensordecedoramente durante más de dos horas ininterrumpidas llegó a enervarle de de tal manera que perdió los papeles.
Aquella tarde, sangre que llegara al río no hubo, la verdad. Sí que hubo, en cantidades industriales, todo un derroche de feísmo cainita y cazurro. Pero lo peor fue la idea de repartir a los seguidores atléticos bocinas publicitarias de plástico que acallaran los gritos anti Arrabal de los ultras rojiblancos. Resultó una insufrible tortura de la que, cuando me acuerdo, me vuelve el dolor de cabeza.
viernes, 15 de mayo de 2009
SIETE PULMONES RIUS
A Granada llegó en el verano de 1953 y desde el primer momento se metió a la afición en el bolsillo pues era de esos futbolistas que lo dan todo sobre el terreno de juego, incansable interior izquierdo (10) a la antigua «de los que recorren el campo de un área a otra» (Ramón Ramos, Devocionario Rojiblanco) o extremo zurdo rapidísimo y con gran regate y capacidad de desborde. Era además un pelotero de gran técnica que asistía (como se dice ahora) muchos balones de gol. Y por si fuera poco también se le daba bien golear. En su primera temporada de rojiblanco consiguió veintiún goles.
De esa primera temporada es memorable el gol que consiguió a poco del final en La Rosaleda, el 4 de abril de 1954, que suponía la victoria (1-2) y quedar, faltando por disputarse sólo tres jornadas, a dos puntos del líder, Las Palmas (que ascendía a primera de forma directa), y a uno de segundo y tercero (Hércules y Málaga), que disputaban liguilla de ascenso. También es digno de recordar este partido porque González aguantó casi los noventa minutos con un dedo del pie fracturado. Tras la victoria de Málaga muy bien se ponían las cosas para el Granada, pero en la última jornada, en Badajoz, la derrota (4-1) en un pésimo encuentro, nos dejó en la cuarta posición del grupo Sur de Segunda, sin derecho a nada, en una de las varias veces en que nuestro equipo nos ha tenido hasta el final con el corazón encogido para no obtener premio alguno.
Pero para gol memorable con la firma Rius tenemos el que consiguió en la portería del Valencia, en Los Cármenes, en la jornada veintinueve y penúltima de la 57-58, el 27 de abril de 1958, cuando en el minuto 87 aprovechó un rechace al borde del área tras gran jugada del chileno Ramírez y de magnífico cañonazo consiguió el solitario gol que suponía la victoria y que el Granada quedara a salvo de cualquier contingencia y permaneciera otra temporada más entre los grandes. Aquel golazo fue celebrado en las abarrotadas gradas del campo de la carretera de Jaén con un auténtico estallido de alegría, con esa alegría extra de los goles postreros que además dan la victoria y la tranquilidad, pues el empate hubiera obligado a jugárselo todo en la última jornada en el campo del Barcelona. Cuenta Entrala que tras el partido, directiva, plantilla y afición se fueron todos a dar gracias a la Divina Pastora en la cercana iglesia de los padres Capuchinos.
Siete temporadas permaneció Rius de rojiblanco, siendo pieza clave en la buena campaña 54-55 (en la que el Granada jugó sin resultado liguilla a primera), así como en el ascenso conseguido en la 56-57. Siempre fue indiscutible mientras lo respetaron las lesiones, hasta disputar un total de 125 partidos como granadinista y conseguir 42 goles. En marzo de 1960 obtuvo la baja como rojiblanco para fichar por el Málaga. Una última temporada en el Levante le llevó a colgar las botas a punto de cumplir los treinta y dos. Tras su retirada se vino a vivir a la vera de la Alhambra, donde siempre fue muy querido y donde abrió negocio y se dedicó a entrenar a los chavales que empezaban. Y si como futbolista fue de los buenos, como técnico hay que destacar que de su mano dieron el salto al primer equipo rojiblanco nada más y nada menos que jugadores como González (hijo), Rafa Almagro y Eloy Matute, los tres básicos en nuevos ascensos a primera y finalmente traspasados a otros equipos por jugosas cifras.
Para José Luis Entrala (amigo personal suyo), en su magnífico coleccionable de 1986, Rius es el cuarto clasificado entre los jugadores que él mismo califica como que «dejaron huella», tras Porta, Vicente González y Trompi. Según el mismo autor, quizás sea la única vez en la historia rojiblanca en que los socios felicitaran a la directiva por el gran acierto en el fichaje de un futbolista, y esto ocurrió con Rius en la asamblea de 15 de junio de 1954.
Casi por casualidad acaba uno de enterarse de que Antonio Rius, que en su día fue aclamado por el granadinismo, falleció hace casi un año, junio de 2008, en su tierra. Su fallecimiento pasó desapercibido (como ya ocurriera en 2005 con Benavídez) y, que uno sepa, no mereció en esos momentos siquiera unas palabras de la directiva ni una línea de condolencia en los medios granadinos. Me ha parecido que era de justicia que este gran granadinista y mejor persona según los que le conocieron, tuviera este modesto homenaje.
miércoles, 6 de mayo de 2009
1999 REVOLUCIÓN SEVILLANA. CUARTA LIGUILLA. MURCIANAZO AL COSTILLAR
En la temporada 98-99 una vez más pasó el granadinismo por momentos de ilusión por un ascenso y una vez más se quedó sin premio. Pero todo sigue y ya se inicia la siguiente. Y ese inicio lo primero que trae es grandes dudas respecto al futuro inmediato del club, porque corriendo el mes de julio de 1999 la prensa no para de asustarnos con las noticias de que la directiva de Jimena no puede liquidar a los jugadores (casi todos) que han denunciado ante la AFE. Finalmente y muy a última hora el Ayuntamiento que presidía Moratalla avaló al club y éste consiguió un crédito de La General por 55 millones con que escapar de la amenaza del descenso por impago.
Los apuros económicos del Granada no constituyen demasiada novedad. Sí hay grandes novedades en la parte deportiva. Para la 99-00 no siguen jugadores muy importantes como Aguilar, Edu García, Quique Beltrán y el trío de canteranos formado por Javi García, Jesús Sierra y Sergio Cruz. Tampoco continúan en la dirección técnica Gerardo Castillo y Urbano Ortega. A cambio, la confección de la nueva plantilla se ha dejado en manos de Chaparro, el cual se trae a un puñado de jugadores, la mayoría muy jóvenes, que conoce bien por ser paisanos suyos. Se puede hablar de revolución sevillana en la plantilla. Vienen este año Cervián, Nandi, Garrido, Cantos, Manolo, Pedro Curtido y, sobre todo, Capi. Estos tres últimos cedidos del Betis. También fichan otros sevillanos como Arturo, Navarro, Méndez y Santaella. Además vuelve Torres tras probar dos temporadas en el filial del Zaragoza y se incorpora cedido del Alavés Ismael. Otro fichaje es el del delantero Jose García. De la temporada pasada sólo continúan Notario, Pindado, Santi, Pascual, José Raúl y Manolo Herrero. A mediados de agosto y con aires de “fichaje bomba” llega Prince Amoako, delantero internacional ghanés con pasaporte comunitario que viene del fútbol peruano. Sólo falta fichar un defensa para cerrar la plantilla.
El 16 de agosto de 1999, como prólogo a la disputa del trofeo se presenta en Los Cármenes la nueva plantilla. Este año se ha optado por un acto más sencillo, sin la luminotecnia del año anterior. Pero no faltan los discursos. Santi, como capitán, Chaparro, como entrenador, y Jimena, como presidente, se dirigen a los escasos aficionados presentes y los tres coinciden en que el objetivo para la temporada a punto de arrancar no es otro que el ascenso.
Y a continuación, pero ya con bastante más público, unos cuatro mil, empieza una nueva edición del Trofeo Granada, la XXVII. El Granada y el Rayo Vallecano son los rivales. Por el Granada jugaron: Notario, Garrido, Cervián, Nandi, Arturo, Cantos, Santaella, Capi, Pedro, Ismael y Méndez. También jugaron a lo largo del encuentro: Pascual, Santi, Torres, Amoako, Manolo Herrero, Navarro y Quevedo; este último era un defensa a prueba que no convenció y no llegó a fichar. El Rayo alineó a: Keller, Cota, Llorens, Hernández, Gilmar, Pablo Sanz, Ferrón, Míchel I, Iván Rosado, Míchel II y Poschner. Y después salieron otros como Lopetegui, Amaya, Luis Cembranos, Estíbariz, Dani Bouzas, Clotet y Quinzinho.
Es un Rayo Vallecano que estrena primera división, categoría a la que acababa de dar el salto de la mano de Juande Ramos después de quedar quinto en Segunda. En la 98-99 el segundo clasificado, el At. Madrid B, no podía ascender, por lo que la todavía vigente promoción alcanzó al cuarto, el Sevilla, y al quinto, el Rayo. Los dos ascendieron, acompañando al Málaga y al Numancia, en el caso de los madrileños tras vencer en los dos partidos al Extremadura. Era la tercera vez que el Rayo disputaba nuestro trofeo ya que también participó en 1988 y en 1994 (edición que ganó); en las dos ocasiones precedentes vino como equipo de Segunda, consiguiendo el ascenso esa misma temporada. Sus refuerzos más importantes eran el guardameta internacional estadounidense Kasey Keller, el centrocampista alemán Gerhard Poschner y otro centrocampista, portugués, Helder, aunque éste no vino a Granada. Desde luego al Rayo Vallecano nunca le afectó la pretendida leyenda negra del Trofeo Granada pues en la liga que estaba para empezar realizó una de sus más brillantes campañas en primera y consiguió un magnífico noveno puesto final.
El Trofeo Granada de 1999, el XXVII, se fue a Madrid y se unió al que desde 1994 ya tenía el Rayo Vallecano en sus vitrinas después de que al término de los noventa minutos el marcador arrojara un 0-0 -que no hizo justicia a lo visto- y después de que el Rayo tuviera más puntería a la hora de lanzar los correspondientes penaltis. El Granada confeccionado por Chaparro causó muy buena impresión o, como titula Manuel Pedreira en su crónica para Ideal: «El nuevo Granada suscita esperanzas». Los rojiblancos fueron bastante mejores que el primerdivisionista Rayo, que tampoco se empleó en exceso. Lo mejor fue la línea de centro del campo, con un hombre brillando especialmente sobre todos: Capi, que se reveló como el magnífico pelotero que siempre ha sido y desde este mismo momento se metió al granadinismo en el bolsillo y adquirió la condición de ídolo de la hinchada. Lo más flojo, siempre según la crónica de Ideal, la delantera, sin descartar la conveniencia de incorporar un defensa de garantías. También destaca la crónica el debut de Amoako, del que dice que se mostró habilidoso y que gozó de la mejor ocasión para golear pero su disparo se fue al poste.
Poco antes de empezar la 99-00 ficha el defensa que quería Chaparro: Carlos Daniel Moya. Tiene ya treinta pero su currículo dice que jugó nada menos que en el Boca Juniors. A los viejos nos recuerda, por su planta y sus rasgos faciales y también –salvando grandes distancias-, por su juego, al cacique Aguirre Suárez del mejor Granada.
La buena imagen del nuevo Granada en el reciente trofeo Granada se ve empañada sólo unos días después en Guadix, en la disputa del tercer Trofeo Diputación, consistente este año en un tres en uno entre los anfitriones, que acaban de reconquistar brillantemente la 2ª B, el Motril y el Granada. El Guadix de Parejo fue muy superior a sus rivales y se anotó la tercera edición venciendo a los rojiblancos 3-0 y empatando sin goles con el Motril de Corchado. Los accitanos (Vicente Moreno, Godino, Hermosín, Andrés Ramos, Juanma Pérez, Rafita, Thierry y otros) completaron la mejor liga de su historia y gran parte del campeonato tuvieron a tiro entrar entre los cuatro primeros. El Motril estuvo toda la temporada en la zona media y conservó la categoría sin apuros.
Pero Chaparro insiste en que hace falta reforzar la defensa y vienen dos nuevos fichajes. Tabuenka y Jubera, titulares todo el año en Compostela y Logroñés respectivamente, ambos de Segunda A. Importantísimos jugadores que van a dar un excelente rendimiento en la temporada a punto de empezar.
Un despiste administrativo del club rojiblanco propicie que sólo unos días antes de empezar la liga resulte que de los seis sub 23 con que se contaba sólo pueden actuar como tales dos (Cantos y Jose García). Los cuatro cedidos (Capi, Ismael, Manolo y Pedro Curtido) tienen ficha profesional y sus clubes de origen no quieren que esto se toque para no perder derechos sobre ellos. La solución es ocupar las cuatro vacantes con jugadores del filial que no van a ser utilizados ni un minuto a lo largo del campeonato. Pero ahora hay más fichas de las veintidós máximas permitidas, hay que dar bajas. De esta forma deja de ser jugador rojiblanco, después de seis temporadas de alto nivel de buen fútbol, regularidad y entrega, un buen jugador de equipo, Santiago Martínez Ramos, Santi, que se retira del fútbol pero se queda a vivir a la vera del Veleta.
Y siguen sobrando fichas. De entrada Moya y Amoako no han podido todavía legalizar su situación, cosa que conseguirán cuando ya se lleven disputadas cinco jornadas. Cuando ya puedan ser alineados se cambiarán sus fichas por las de Cervián y Manolo Herrero, que, como Santi, se quedarán cobrando pero sin jugar hasta que Herrero se marche al Tarragona en diciembre y Cervián sea recuperado en la segunda vuelta.
Ya con la liga comenzada ficha Ramón Tejada. Viene a ocupar el cargo de gerente, labor que ha desempeñado con éxito en clubes como Huelva, Betis y Cádiz. Se trata de un ex granadinista que cuando estaba en activo jugó en el Córdoba, el equipo de su tierra, desde donde dio el salto al R. Madrid para más tarde jugar en el Granada en la temporada 70-71.
Y ya metidos en plena campaña, los comienzos no son buenos. El primer triunfo se hace esperar hasta la jornada cuatro, en Los Cármenes ante el Motril, dando inicio a una buena racha de siete sin perder que colocan al Granada cuarto clasificado. Viene después una serie de resultados malos y el equipo queda algo alejado de los cuatro primeros. Hasta que en la jornada 16 el Dos Hermanas de Lucas Alcaraz se lleva los tres puntos de Los Cármenes y queda la cabeza de Chaparro pendiente de un hilo. Hilo que se rompe definitivamente cuando dos domingos después salen los rojiblancos derrotados (2-0) de Guadix. Chaparro tenía una cláusula en su contrato por la cual, en caso de destitución, podría seguir como secretario técnico, pero tal posibilidad la rechaza el propio Chaparro, terminando así su aventura granadina.
El parón navideño de la 99-00 supone la destitución de Chaparro. Su sustituto es un viejo conocido del granadinismo, Felipe Mesones, que se hace cargo del equipo a partir de la jornada diecinueve y con él se trae a Aitor Huegún y Paco García. Además fichan también dos sub-23, Nacho Azcona y De María. A cambio reciben la baja Amoako y Santaella, y se recupera la ficha de Cervián. Arturo y Nandi se quedan pero con ficha suspendida.
Mesones introduce algunas variaciones en el once titular con respecto al que venía siendo alineado por Chaparro. La principal es la de pasar a Jubera del centro de la defensa a la zona ancha para formar con Pascual una magnífica pareja de pivotes y al mismo tiempo liberar al gran Capi de tareas de contención, situándolo más cerca de las porterías contrarias. Con los retoques de Mesones el Granada tiene un aire completamente distinto y mejora muchísimo pues las veinte jornadas que quedan hasta final de liga se van a saldar con catorce victorias, cinco empates y sólo una derrota, en el campo del Polideportivo Almería. Cuando llegó Mesones, jornada dieciocho, andaban los rojiblancos en el octavo puesto y a siete puntos del cuarto, el Dos Hermanas de Lucas Alcaraz. Pero la liga finaliza en la jornada treinta y ocho con el Granada de campeón del grupo IV de 2ª B y clasificado para liguilla de ascenso varias jornadas antes. Ha sido una segunda vuelta sensacional y esta vez se intuye que este gran Granada, el mejor de todos cuantos hemos podido ver mientras su categoría ha sido la 2ª B, va a realizar un gran papel en la liguilla que empieza el domingo siguiente. La mano de Mesones se notó mucho en el equipo y éste, con su espectacular remontada, volvió a llenar las gradas de Los Cármenes.
Una nueva liguilla para intentar decir adiós de una santa vez al tercer escalón del fútbol. Los rivales son Burgos, Mensajero y Murcia. El primer partido es a domicilio, con visita al Burgos de los Dani Pendín y Peragón. El 21 de mayo de 2000, en la capital burgalesa el Granada realizó un serio partido en el que se adelantó a poco de comenzar con gol de Ismael. Pero en la segunda parte los castellanos consiguieron el definitivo empate a uno por medio de Peragón. En la segunda jornada se vence (2-0) con autoridad al Mensajero (que venía con Oti y Nando) en Granada, con dos goles de Jubera. La vuelta en la isla de
De canarias nos traemos un punto para seguir con opciones, pero a la vez sufrimos la baja por sanción para los tres partidos que faltan del argentino Moya, expulsado por dar un codazo a un contrario. Su baja en el centro de la defensa será bien cubierta por el refuerzo de invierno Paco García. Mientras tanto un Murcia de influencias federativas, que acababa de reforzarse con los fichajes de Viña y Loreto, vencía al Burgos y se distanciaba algo en la cabeza.
La cuarta jornada depara la visita del Burgos. La afición, volcada con el equipo, abarrota las gradas del nuevo Los Cármenes, donde no cabe un alfiler, y disfruta de un nuevo triunfo granadinista. A poco de iniciarse el partido se adelantaba el Granada al aprovechar Ismael un saque de esquina que peinó Huegún en el primer palo. Con mucho sufrimiento se pudieron aguantar los embates castellanos hasta el descanso. Pero en la segunda parte consiguió el Burgos el empate de penalti por medio de César Esteban. Menos mal que al poco aquel gran futbolista que era Jubera volvió a poner por delante a los rojiblancos. De nuevo gran sufrimiento y nervios a flor de piel, en el terreno y también en las gradas, con numerosas interrupciones y pérdidas de tiempo. Pero se pudo aguantar el resultado y sumar una nueva victoria con la que comparecer con muchas posibilidades de ascenso en los dos últimos enfrentamientos, ambos ante el Murcia. Este partido, cardiaco como él solo, se caracterizó por las numerosas interrupciones y las mil y una brusquedades y acciones antideportivas de unos y otros, de jugadores y también de público, con continuos lanzamientos de balones desde las gradas al terreno, e incluso con una agresión de un aficionado que vistiendo una camiseta rojiblanca surgió del fondo del marcador y atravesando todo el terreno dio un empujón al jugador burgalés Idiákez, que exageró la nota y se dejó caer. La victoria fue importantísima, pero la acción de ese energúmeno pudo muy bien perjudicar al Granada y privarlo de usar su terreno y con eso de la consiguiente recaudación en el partido que todavía quedaba.
A mediados de junio de 2000 sólo le falta al Granada superar a su último rival para ascender a Segunda. Es el Murcia, que ha ganado tres de sus cuatro partidos y ha empatado el restante, por lo que aventaja al Granada en dos puntos y le basta con ganar alguno de los dos enfrentamientos que contra los nuestros le quedan.
El sábado 17 de junio de 2000, en La Condomina, abarrotada, el Murcia (Viña, Vaqueriza, Matito, Algar, Carrero, Aguilar, Velasco, Luis Martínez, Luis Gil (Cuxart 78’), Nacho Zaragoza (Besora 71’) y Loreto) y el Granada (Notario, Torres, Méndez, Paco García, Tabuenka, Jubera, Capi (Manolo 66’), Pascual, Navarro, Ismael y Huegún (Garrido 91’)) ofrecieron un partido lleno de tensión en el que el Granada supo jugar y aguantar la presión para traerse los tres puntos gracias a los goles de Huegún en el primer tiempo y de Ismael de penalti que deshizo el empate conseguido por Loreto. Por cierto, la jugada del penalti, cometido sobre el propio Ismael, pudimos ver por TV que ocurrió fuera del área pimentonera.
Ahora ya sí que más que acariciarse el soñado ascenso, éste se paladeaba. Bastaba un punto en el sexto y definitivo encuentro, en la devolución de visita del Murcia. Hasta sólo tres días antes no se pudo confirmar el escenario del choque, porque Los Cármenes estaba clausurado por la agresión a un jugador burgalés del anterior partido, pero la Federación perdonó al Granada y de esa forma no perdió el club la gran recaudación que produjo la venta de la totalidad del aforo del estadio. Por otra parte se intentó el adelanto a la tarde del sábado, pero el Murcia no dio el visto bueno porque esa tarde no podría contar con Pepe Aguilar, que se casaba en su tierra, Santander. Así que, en el nuevo Los Cármenes, a las siete de la tarde y ante las cámaras de Canal Sur, el 25 de junio de 2000 quedó fijado como fecha a tener ya para siempre en cuenta en la historia rojiblanca.
Este domingo de Corpus amaneció con malos presagios. Fue uno de esos días insufribles y típicos de principios del verano granadino, con un cielo brumoso y plomizo que amenaza un agua que no llega a caer mientras que sube de la tierra un bochorno sahariano de fogón que derrite ideas y voluntades. En consonancia con la decoración el Granada, nervioso, falto de forma, desafinado, ofreció a su parroquia un desastroso partido en el que no dio una a derechas. Gris era la tarde y gris fue el espectáculo. Y negro, muy negro el resultado de 0-1 con el que acabó, porque los rojiblancos no fueron capaces de hacer el gol que hubiera dejado en anécdota el conseguido por el número 6 de los murcianos, Pepe Aguilar, que viajó esa misma mañana desde Santander a Granada en vez de preferir disfrutar de su luna de miel en Sebastopol -o en las Chimbambas-.
El tiro de Jubera al larguero, a poco de empezar la segunda parte, un servidor lo considera un icono, causa y origen de lo que vino poco después y de la situación actual del fútbol granadino.
Mucho se ha escrito y hablado sobre lo ocurrido aquel veinticincojota de infausto recuerdo, sin que falten dudas acerca de la limpieza deportiva del resultado. Que si les habían echado algo en el café; que si no pudo haber “café” del de Mesones porque sabían de sus “cosillas” y los iban a pillar; que si éste o aquél se vendieron; que el que se vendió fue Mesones… Hay que pensar en brujas para explicar la gran frustración que supuso no lograr aquel ascenso. Y es que es por lo menos injusto que encima de lo mala que es la categoría del tercer nivel sea tan difícil abandonarla (hacia arriba, claro) y por sólo una mala tarde no sirvan de nada varios meses de buen trabajo.
Una vez más nuestro Granada de nuestras cuitas nos dejaba con la miel en los labios después de tenernos hasta el último segundo con el corazón en un puño. Todo estaba preparado para la fiesta del ascenso, incluida la decoración rojiblanca del restaurante Chikito de Oruezábal, incluido el acondicionamiento de la fuente del paseo del Salón donde se iba a remojar, incluido el castillo de fuegos artificiales en el Violón que no llegó a quemarse. Y todo hubo que desmontarlo como si fuera una película de Berlanga, sólo que sin lluvia que aliviara el gran bochorno. A las nueve de la tarde-noche seguía lloviendo fuego del firmamento granadino. Así ardieron no pocos fervores rojiblancos de aficionados a los que había costado mucho recuperar y que desde ese mal día no han vuelto a poner un pie en el estadio.
lunes, 4 de mayo de 2009
BIROLÍN
minúsculo, muy pequeño.
Sus piernas, de puro cortas,
apenas rozan el suelo.
Cuando agita sus bracillos
maldiciendo a los de negro
un guacharrillo parece,
desnidado y chaparriento
Todo es mini en Birolito,
todo menos su sombrero,
hecho de veinte cosechas
con sus siegas y barbechos.
Lleva el menda en la cabeza
un prontuario de improperios
de doce tomos, forrados
en fina piel de becerro.
Son enanas sus ideas,
pigmeo su entendimiento,
enorme su cabezón
y muy corto su pescuezo.
Por su boquita despacha
lagartijos y culebros,
gusarapos y batracios
para la nena y el neno.
Y por la noche rellena,
inspirado ante el espejo,
folios y folios de injurias,
con avinagrado ceño;
jeremíacos renglones
de pullas y de denuestos,.
y los manda a los diarios
por docenas y por cientos:
-El presidente que había,
el mejor en mucho tiempo
el más guapo y saleroso
y el de más grande talento
en vil campaña la prensa,
con un descaro tremendo,
no han parado hasta aburrirlo
y a los madriles se ha vuelto.
Se han vendido al enemigo
plumillas y alcachoferos.
¡Qué vergüenza, qué vergüenza!
ya no queda ni uno honesto.
El arcarde prometía
subvencionados dineros.
Ni una gorda nos ha dado.
Sus promesas le recuerdo.
Y los que tanto decían:
«con el equipo al infierno»,
ya no pisan el estadio
porque no llega el ascenso.
Todos le han vuelto la espalda
al equipo de mi abuelo.
Sólo yo y mis cinco primos
somos leales a un credo,
entre tantos desertores
que engatusan los engendros.
¡Que no venga nadie más,
mejor estamos con menos!
Y así se pasa las horas,
dale, dale, que te pego,
tecleando y tecleando
con amargor sempiterno
jaculatorias y penas,
maldiciones y reniegos
-de santa furia encendido,
pequeñito, choligrueso-,
rezumando malauva,
andanadas y venenos,
dicterios y picardías,
por los poros de su cuerpo,
rellenando con insultos
de papeles varios cerros.
En el buzón los coloca
con dirección a los medios.
Ya los manda, manda, manda…
Ya los manda. ¡Manda huevos!
sábado, 2 de mayo de 2009
¿ÚLIMO ACTO?
01/05/09
Cuando en la pretemporada 2007-08 el alcalde de esta ínclita ciudad, por pescar cuatro o cinco votos, negó a Marsá (¿también lo habría negado de ser “otro” el que hubiera hecho la compra y mudanza?) el uso del estadio de titularidad pública, cometió una alcaldada, que según el DRAE es una acción imprudente o inconsiderada que ejecuta un alcalde abusando de la autoridad que ejerce. Inconsideración y abuso de poder se llama defraudar las expectativas de bastantes (muchos más de los pocos votos que pudo rentar la operación) contribuyentes futboleros granadinos deseosos de ver fútbol de más nivel, pero que no entienden de amores furibundos a unos colores ni quieren saber nada de guerras entre granadinos de distintas facciones. Fue una arbitrariedad en toda regla puesto que nunca ha sido lo suficientemente explicada y mucho nos tememos que para siempre quedarán incógnitos sus auténticos motivos.
El segundo batacazo de Marsá está a punto de consumarse a no ser que un milagro lo evite. Y, evidentemente, este segundo golpe trae su origen en el primero. Marsá desde luego, con sus salidas de pata de banco, con sus boutades, en definitiva, con su gran ego, no ha ayudado nada, ni en su momento ni antes ni después, para ganarse simpatías hacia su causa. No obstante creo yo que no merecía dos jarmazos seguidos. Porque Marsá será lo que sea y se habrá enriquecido con el fútbol, pero que yo sepa es el único que ese beneficio obtenido lo ha reinvertido en deporte. Otros en su momento aportaron cantidades de su bolsillo al fútbol de Granada, pero esa aportación fue siempre a título de préstamo pues recuperaron su inversión (algunos con intereses) o esperan recuperarla.
Algunos dicen que ése sería su merecido fin por haber prostituido un deporte limpio como es el balompié, en el que los ascensos deben ganarse en el terreno de juego y no en los despachos y donde mandan los sentimientos y no debe mandar el parné… y no sé qué más patatines y patatanes. Y lo dicen después de que estemos hartos de ver cómo los equipos que no pagan descienden. Y lo dicen después de que sea usual que por mudarse de lugar de residencia un solo jugador se pague diez veces más de lo que costó la plantilla entera del difunto Ciudad de Murcia. Cosas y colores más propios de una idílica utopía, de un delirio poético completamente alejado de lo que es el fútbol desde que apasiona a las masas.
El domingo volveremos a vivir en Los Cármenes una casposa reedición de derbi penibético en el que algunos exhibirán orondos su copiado repertorio folklórico de desplantes cainitas entre zegríes y abencerrajes. No quiere uno creer que a la vez asistamos al último acto de un Marsá futbolero.