EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



martes, 26 de mayo de 2009

AMIGO FANTASMA



La temporada 73-74 del Granada, tan digna de recordar por lo bien que acabó, también dejó para el recuerdo alguna anécdota no demasiado conocida. Como la que ocurrió en la jornada trece, 9 de diciembre de 1973, en que nos visitaba el Las Palmas, equipo puntero por entonces y que contaba en sus filas con algunos internacionales como Tonono, Martín Marrero, Germán o Castellano. Además su portero era el titular de la selección argentina, el gran Daniel Alberto Carnevalli, recién incorporado al levantarse esta temporada la prohibición de fichar jugadores extranjeros.


Apenas se llevaban jugados cinco minutos de partido, cero a cero en el marcador, cuando Germán Dévora, uno de los mejores delanteros canarios de todas las épocas, desde la frontal del área de la portería del marcador enganchó un gran remate seco que se coló en la portería de Izcoa por toda la escuadra. Un golazo de los de sombrero. El árbitro, Balsa Ron, inmediatamente señaló el centro del campo. Pero, y aquí está lo anecdótico, segundos después se volvió atrás e indicó saque de puerta.


Lo que ocurrió es que el fabuloso disparo de Germán, para nuestra suerte, atravesó la red por un roto (o la rompió) y el balón acabó en la grada. Fue tal la limpieza con la que el balón pasó por las mallas que éstas apenas se movieron, resultando que más de la mitad de los presentes no advirtieron que el tirazo del canario había sido gol. El árbitro sí que lo vio, pero seguramente confundido por su asistente, que no corrió hacia la línea divisoria, se volvió atrás de su primera decisión. El caso es que prácticamente ningún canario, a excepción del autor, protestó la decisión arbitral, y sus protestas fueron también bastante tímidas.


Hubo suertecilla rojiblanca aquella tarde, porque antes del descanso conseguía el Granada el primer gol gracias al “dontancredismo” del gran Carnevalli (aquella tarde menos grande) ante un centro a saque de falta casi desde la misma línea de la banda de General de Jaén, que acabó en la red sin que nadie lo tocara y tras dar en el poste. Y nada más empezar la segunda parte volvió el guardameta argentino a fallar al no retener un disparo de Chirri y dejar muerto el balón para que el debutante Lorenzo rematara desde cerca el 2-0. Faltando poco para el final consiguió el Las Palmas el definitivo 2-1 de penalti transformado por el propio Germán.


En la Preferencia del marcador del viejo Los Cármenes el sitio para cada trasero entre raya y raya era bastante estrecho y muchas veces nos acomodábamos los socios literalmente a presión, de modo que era frecuente que cuando rondaba el balón cerca de la portería y entre histéricos chillidos femeninos de canguelo empezaban los más nerviosos de delante a ponerse en pie, a uno no le daba tiempo a incorporarse porque primero había que zafarse del aprisionamiento; el resultado era que bastantes veces una barrera humana impedía ver la jugada e incluso el mismo gol. No fue el caso en esta ocasión y yo, desde mi localidad número 126, fila 15, vi perfectamente el golazo de Germán. Pero fui de los pocos.


Se puede comprobar acudiendo a las hemerotecas. En las crónicas de Hoja del Lunes y de Ideal y Patria transforman el gol fantasma de Germán en un tiro que dio en la red, pero por fuera. Igual ocurre en la excelente hemeroteca de Internet de Mundo Deportivo. Incluso no faltan las críticas al colegiado Balsa Ron por su “equivocada” primera decisión de conceder gol. Lo más gracioso fue que en el programa Estudio Estadio, que entonces se emitía los lunes, pudimos ver, en blanco y negro, por supuesto, el gol que no fue y escuchar los comentarios de que ése era el gol válido que consiguieron los canarios.


Como buen forofo, uno ha recurrido en numerosas ocasiones a justificar los fracasos de sus colores en la intervención maligna de duendes y brujas. En esta ocasión quienes debieron pensar en esos entes de razón debieron ser los forasteros.


La imagen que resume lo que pasó aquella tarde y que uno tiene indeleble en su memoria es la de Manolo Ibáñez, hombre para todo del club, reparando el roto de la red chapucera y casi clandestinamente en el descanso, a base de anudar una cuerda de las de persiana cuyo color verde destacaba sobre el blanco de las mallas.

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