La temporada 88-89 durante mucho tiempo fue considerada la peor de la historia del Granada C.F. y, en cierto sentido aún puede seguir siéndolo pues aunque, como sabemos, en dicha temporada la categoría del club era la de Segunda B mientras que la categoría actual es la de Tercera División, siempre hay que tener presente que el descenso del Granada a esta categoría fue por deudas, no por deméritos deportivos, mientras que en la 88-89 el descenso a la cuarta división del fútbol español fue durante muchas jornadas algo que se pensaba irremediable y en ella nuestro equipo ofreció las más pobres tardes de fútbol que se recuerdan por estos pagos. Al final, muy al final, se pudo salvar la categoría por los pelos y con muchísimo sufrimiento y quizás “algo más”.
En la temporada 1988-1989 el club estaba recién descendido de Segunda A después de un cúmulo de despropósitos en forma de fichajes desacertados que encarecieron excesivamente el presupuesto sin solucionar nada y agravado con la insensatez de no tener la suficiente paciencia con uno de los mejores entrenadores que ha tenido el Granada, Joaquín Peiró, dándosele la baja a mediados de la temporada por culpa de una mala racha de resultados. La marcha del buen técnico no hizo sino empeorar la situación y acabar, como se ha dicho, en descenso a Segunda B.
En el equipo quedaban todavía de la anterior temporada en Segunda hombres como Choya, Toni, Ignacio (traspasado al Málaga de primera a mediados de esta temporada) y los argentinos Escudero y Lalo Maradona, más los canteranos Víctor De la Osa, Peso, Lina, Gilberto y Castillo. Son fichajes de este año Andrés Lucero, Vicky, Kike Peláez, Julio y Martín Criado, más los granadinos Estrelli, Acosta, Padial, Campera, Chori (o Molina) y Leo. Además hubo caso Merayo. Este jugador, que tenía fama de poco disciplinado, había sido apartado del equipo pese a tener contrato en vigor; su caso se vio en Magistratura del Trabajo siendo el club obligado a readmitirlo, cosa que al final no lamentaría. La presidencia la ocupaba Alfonso Suárez y el banquillo Lalo: «el Granada será campeón y en el 92 estará en Primera», declaraba a la prensa un excesivamente optimista Lalo todavía en septiembre de 1988.
Muy lejos de cumplirse las optimistas previsiones de Eduardo Gómez, en octubre, sexta jornada, el Granada C.F. era colista y el equipo evidenciaba una bajísima forma física que propiciaba bastantes domingos que partidos que parecían encarrilados en el marcador al final acabaran en derrota o empate. Así que, después de dicha jornada, tras empatar en casa con el Algeciras, Lalo es cesado. El técnico que se hace cargo del equipo es Pachín, que aterriza pidiendo refuerzos antes que nada. Y los tendrá, con la reincorporación de Merayo y el fichaje de Manolo Agujetas. Con Pachín parece el equipo reaccionar pero enseguida se vuelve a las andadas y la primera vuelta finaliza con el Granada segundo por la cola, con sólo cuatro triunfos por diez derrotas y cinco empates.
Y en estas llega Murado, a la sazón presidente del club de baloncesto Puleva, de la máxima categoría de este deporte. El 30 de enero de 1989 asume la vicepresidencia ya que para ser presidente es necesario un proceso electoral que no se ha hecho, pero está claro que el que manda en el club no es el presidente Suárez sino el vicepresidente el cual recibe plenos poderes de los socios en asamblea extraordinaria de 17 de febrero de 1989. Entre sus primeras medidas está la de pedir la devolución de los carnés de los socios de veinte años (que no consigue) y la de negociar la salida del club de los argentinos Lalo Maradona y Escudero (que sí conseguirá), ambos con contratos astronómicos en lo económico y con rendimiento «subterráneo» en lo deportivo.
Pero el equipo va de mal en peor. En la jornada 24, después de empatar en Los Cármenes con el Nules y seguir ocupando puestos de descenso, es cesado Pachín. Le sustituye Crispi, pero como éste ha dirigido al Pontevedra esta misma temporada dice que, por motivos éticos, no viene de entrenador sino de «asesor de la presidencia». La única diferencia apreciable es que en lugar de sentarse en el banquillo se situaba detrás del mismo en una silla baja, ocupando el banco José Luis Garre. Crispi sólo permaneció en Granada cinco jornadas que se saldaron con dos raquíticos puntos de sendos empates
Vuelve Lalo para la recta final de la competición haciéndose cargo nuevamente del equipo en la jornada treinta, a ocho para el final. Ahora sí parecen reaccionar los rojiblancos, pero la pésima campaña anterior hace que el equipo sólo consiga abandonar los puestos de descenso automático situándose quinto por la cola, posición que no garantiza la permanencia porque de los cuatro grupos desciende el peor decimosexto clasificado. La diferencia con lo que sucede ahora es que entonces no existía la oportunidad de salvación de la repesca en la que juegan entre sí los cuatro quintos por la cola; entonces descendía el que de los cuatro tuviera menos puntos y, en caso de empate, peor coeficiente de goles a favor y en contra.
En la jornada 37 gana el Granada en Los Cármenes al Cartagena. Con este resultado ya sólo falta ganar en la última jornada, en el campo del Marbella, para asegurarse el puesto decimosexto. Como anécdota o escena surrealista de este partido y para reflejar los métodos dictatoriales de que hizo gala el “cuasipresidente” Murado allá va algo que pudimos contemplar con nuestros propios ojos: desde el palco presidencial se dio la orden de que vigilantes jurados retiraran la trompeta a un seguidor del Granada que por aquellos años se situaba en la esquina de la tribuna con la preferencia del marcador del viejo Los Cármenes con el peregrino intento de justificación de que los destemplados trompetazos eran gafe y por su culpa el equipo no ganaba; sólo la rechifla general y la reacción contraria de los espectadores situados en las cercanías en forma de abucheos evitó la confiscación del instrumento. «Sí hombre, la culpa de que bajemos a tercera la tiene el tío de la trompeta»; con estas palabras se defendía el interfecto ante la insistencia de los enviados presidenciales.
Y así llegamos a la jornada 38, última del calendario, con visita a Marbella. El At. Marbella había realizado una muy buena campaña, rondando siempre los primeros puestos de la tabla. Pero en esta temporada no se había implantado todavía el sistema de liguilla a disputar por los cuatro primeros de cada grupo y sólo ascendía automáticamente el primero de cada uno, así que el Marbella en esta jornada no se jugaba nada porque ya no podía alcanzar la primera plaza, que fue para el Levante. El Granada además de necesitar la victoria precisaba que ésta fuera amplia y aún así tampoco podría respirar tranquilo hasta no conocer los resultados de los decimosextos de otros grupos. El resultado final fue de 2-5 para el Granada, con él se pudo esquivar un descenso cantado. En lugar del Granada descendió el San Sebastián de los Reyes, por peor coeficiente. La salvación se celebró en el vestuario casi como un ascenso, no sin incertidumbre pues en medio de la emoción y los nervios no se sabían muy bien los resultados de otros campos ni los números de los demás equipos.
En este partido hubo algo, cuando menos, raro. Ya en la semana precedente, en Marbella, se hablaba de arreglo. Al descanso perdía el Granada 1-0 y en esos momentos estaba descendido. Pero las crónicas hablan de un Granada desmelenado en la segunda parte en la que tres de sus goles llegaron de penalti (tres penaltis a favor de los rojiblancos en un partido supone un récord histórico), muy claros eso sí, hasta poner el marcador en 1-5 a falta de diez minutos. Marcaron Kike dos (ambos de penal), Merayo dos (uno de penal) y Víctor
Pedro Peso, en la actualidad entrenador y hombre fuerte del equipo de su pueblo, Huétor-Tájar, de la Preferente granadina, fue doblemente protagonista de aquel duelo. A Peso le hicieron dos de los tres penaltis que sirvieron para llevar el marcador de 1-0 a 1-5, y él sostiene que los dos fueron muy claros: en uno de ellos el defensa contrario cortó con la mano una penetración suya; en el otro fue claramente trabado por detrás al pisar área.
Otro canterano protagonista de aquel encuentro, Lina, que con casi cuatrocientos partidos de rojiblanco ostenta el récord de encuentros disputados por un jugador del Granada C.F, coincide con Peso en que, si hubo algo que se salga de la estricta deportividad que debe imperar en un choque futbolístico, los jugadores que lo disputaron no sabían nada ni nadie les dijo nada; ellos hicieron su trabajo y fueron los primeros sorprendidos por lo bien que salió todo.
La duda sobre la legalidad de aquella victoria salvadora siempre quedará flotando sobre la conciencia de los granadinistas que, por otro lado, de esa forma pudimos por fin sonreír después de una temporada para olvidar. Cualquiera que haya jugado al fútbol, aunque sea en la placeta de su barrio, sabe que cuando viene un delantero con el balón controlado siempre es más fácil frenarlo dándole a la pierna que al balón, pero precisamente por eso se inventó el penalti, como medio de impartir justicia y compensar al habilidoso frente al tuercebotas; con esto lo que quiero decir es que los penaltis de este encuentro pudieron ser muy claros, pero eso no despeja dudas sobre si hubo o no hubo algo «bajo cuerda». ¿Fueron los millones de Murado los que evitaron la debacle? Es ocioso hoy planteárselo. En cualquier caso, al final lo que importa es que gracias a esta victoria se salvó satisfactoriamente la peor temporada de la historia del Granada.