La política excesivamente personalista y de continuos bandazos de la etapa de Alfonso Suárez al frente del Granada CF, y su demostrado desconocimiento del mundo del fútbol profesional, traducido en errores de muchísimo bulto (el fichaje por un dineral de un jugador que no lo valía, guiándose sólo por su apellido, más el cese del gran técnico que fue Peiró, el único que podía haber salvado al equipo), sólo podía acabar como acabó, con la pérdida de la categoría.
Después de la tragedia del descenso a 2ª B la temporada recién terminada, en el verano de 1988 era el club rojiblanco una entidad desmantelada de la que habían huido todos aquellos que pudieron. Así, cuando un año más se presenta el Trofeo en el palacio de Bibataubín, la plantilla casi se puede decir que se ha confeccionado a base de recortes, con futbolistas desconocidos y que no propician precisamente la animación entre la hinchada. Por eso no es de extrañar que a estas alturas, agosto del 88, apenas cuente el club con mil quinientos socios de los que más de la mitad lo son por veinte años, o sea, no pagan. Ha habido desbandada general y los fichajes son: Colás, del Almería; Julio, del Barcelona At.; Kike Peláez, del Albacete; Vicky, del Badajoz; y Andrés Lucero, del Almería. Y no se ha encontrado equipo alguno al que poder endosarle las dos grandes rémoras que suponen (por su alto contrato y su bajo rendimiento) los argentinos Lalo Maradona y Escudero. Para completar una plantilla que nada dice se cuenta con los canteranos muy jóvenes Padial, Chori (que más tarde cambiará su nombre deportivo por el de Molina), Acosta, Estrelli y Campera. Para dirigir el equipo el elegido es Lalo, en su segunda etapa al frente de los rojiblancos. El que en principio iba a ocupar el banquillo era Aguirre Suárez, pero como éste no pudo acreditar su titulación para poder entrenar en España, finalmente se recurrió a Lalo, que en principio era el secretario técnico.
Alfonso Suárez un año antes había manifestado a la prensa que el próximo trofeo veraniego, el XVI, lo disputarían el R. Madrid y el Nápoles, claro que cuando decía esto lo hacía afectado de “maradonitis”. Vueltos a la realidad más pedestre, tendremos que conformarnos con el Rayo Vallecano y con el club Académica de Coimbra.
En el primer partido de la edición de 1988 el Granada venció por 1-0 al Rayo Vallecano con la alineación: Ignacio; Julio, Castillo, Campera, Kike; Vicky (Peso 78’), Choya, Chori, Andrés; Gilberto (Soto 81’) y Estrelli (Lalo Maradona 90’). El equipo madrileño formó con: Férez; Cota (Rodri 46’), Hontecillas, Glaría, Zapatera, Capón, Jesús, Mendiondo, Hugo Maradona, Sánchez Candil (Cid 74’) y Botella. El único gol del partido llegó a la media hora, obra de Gilberto, de cabezazo a centro de Chori. Apenas seis mil aficionados se dieron cita en Los Cármenes. No obstante, el partido fue bueno en líneas generales y pudimos ver a un Granada muy luchador, que presionaba las salidas contrarias y peleaba todos los balones, y al que lo único que le faltó fue materializar alguna más de las varias ocasiones de gol de que dispuso. Lo mejor del cuadro rojiblanco fue el trabajo de sus dos laterales, Julio y Kike, convertidos todo el partido en dos atacantes más. Los aficionados salieron bastante contentos de lo visto y esperanzados ante aquel nuevo Granada. Como se aprecia, en esta noche agosteña granadina volvimos a vivir una mini edición de un partido con los Maradona sobre el terreno de juego, sólo que en esta ocasión faltó el mayor y estrella de la saga, y los hermanísimos vistieron diferentes colores, y, por supuesto, la expectación concitada no se pareció ni de lejos a la que pudimos vivir unos meses antes.
El Rayo Vallecano se presentaba como club de segunda división, pero en la temporada recién terminada se había quedado a un paso de recuperar la máxima categoría después de acabar quinto clasificado y acceder a la promoción porque el tercero (el Castilla) no podía disputarla. En la promoción no pudo superar al Murcia. Con el objetivo del ascenso se acababa de reforzar con un auténtico fichaje bomba, el del inglés Laurie Cunningham, tras su paso por el R. Madrid y el Wimbledon. Otro fichaje estrella es el de el menor de la saga Maradona, “el turco” Hugo Hernán, al que ya tuvimos ocasión de ver en el famoso partido de los tres hermanos contra el Malmoe, en noviembre pasado, que había recalado en el club madrileño cedido por el Nápoles. Aparte, contaba con algunos jugadores cuyo nombre puede sonar a los aficionados, como el guardameta Férez, el centrocampista Capón o el delantero goleador Botella. De la mano del míster Felines, en la liga que está por comenzar conseguirá un magnífico segundo puesto y con él el ascenso a la que será su cuarta temporada entre los grandes. Por cuarto año consecutivo, como vemos, no hay maldición descensora en el trofeo Granada.
En el segundo partido del trofeo de 1988 Rayo Vallecano (Villalvilla; Mendiondo, Madueño (Jesús 69’), Villa, Zapatera, Capón, Cid, Rodri (Cunningham 69’), Hugo Maradona, Sánchez Candil y Botella) y Académica de Coimbra (Valente; Mota, Jorge Costa (Eldon 17’), Joao Mendes, Marcelino, Mito, Barry (Rocha 59’), Rolao, Reinaldo (Marcelo 69’), Tomás (Coelho 77’) y Damas), ante apenas dos mil espectadores, empataron a uno. Antes de echar a rodar el balón se guardó un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas del descomunal incendio ocurrido el día anterior en el castizo barrio lisboeta de Chiado. Después de fallar un penalti los madrileños, se adelantaron los lusos a los treinta y cuatro minutos con un magnífico gol obra de Eldon en jugada individual. En la segunda parte, faltando un cuarto de hora para el final, Cunningham centra al área y el defensa Mito hace gol en propia puerta. El partido fue bastante aburrido, como casi siempre ha sido norma en el encuentro intermedio sin presencia local, jugado a medio gas por ambos contendientes y sin apenas ocasiones de gol. Lo mejor fue poder ver al que pareció un magnífico futbolista, el brasileño Eldon, que había vuelto a la Briosa después de militar en el Sportig de Lisboa y otros clubes portugueses. La decepción fue un Rayo que vino exclusivamente a cubrir el expediente y no puso ni un poco de interés en agradar.
El club portugués, cuyo nombre completo es Associação Académica de Coimbra-Organismo Autónomo de Futebol -“a Briosa” para sus fieles- es un histórico club luso, fundado por estudiantes de la prestigiosa universidad de esa ciudad portuguesa, que cuando comparece en el XVI Trofeo Granada acaba de cumplir cien años de existencia. Siempre fue y es un club segundón cuyo más importante logro es un campeonato de la Taça de Portugal y un segundo puesto en división de honor. Pero tanto una como la otra gesta ocurrieron hace ya muchos años (la copa en 1939 y el subcampeonato liguero en la 1966-67). Los sesenta fueron su mejor época y en esa década consiguieron también dos subcampeonatos de copa y hasta tres participaciones en Europa. Pero en agosto de 1988 acaba de perder la máxima categoría y se ha iniciado la que quizás sea la peor época de los de negro (que esos son sus colores), que los va a mantener en segunda durante toda una década. El descenso a segunda ha hecho que ya no estén los únicos jugadores de proyección con que contaba: Pedro Xavier, Cadorin y Germano, y la totalidad del plantel de los lusos nada dice a la prensa y a los aficionados. Era el cuarto equipo del país vecino que disputaba una edición del trofeo veraniego granadino (junto a Os Belenenses, en 1974, Boavista de Oporto, que ganó la edición de 1975 y Salgueiros, en 1984). No era la primera vez que “a Briosa” pisaba el verde de Los Cármenes. En septiembre de 1959 había sido sparring del club rojiblanco en el partido de presentación ante su hinchada que tradicionalmente patrocinaba la Asociación de la Prensa. En aquella ya lejana visita el Granada de Kalmar y de Carranza, Benavídez, Piris, Arsenio..., reciente subcampeón de Espsña, se impuso 3-1 a los de negro. Entrala destaca que los lusos causaron sensación cuando comparecieron en el terreno de juego luciendo unas negras y tupidas capas -en el caluroso verano granadino- de colegiales sobre su equipación deportiva.
Y el festival futbolero se completó con el choque entre Granada y Académica de Coimbra. La alineación granadinista fue: Toni; Julio, Castillo Campera, Leo (Kike 46’); Peso (Chori 46’), Choya, Vicky, Lalo Maradona (Andrés 46’); Martín Criado (Gilberto 33’) y Estrelli. Destacaba la presencia del delantero Martín Criado, recién llegado a Granada cedido del Castilla, al que muy poco se le vio y fue sustituido al lesionarse. Por los portugueses formaron: Valente; Mota, Joao Mendes, Ze Paulo, Marcelino, Mito, Barry (Eldon 28’), Rolao (Marcelo 46’ y éste por Rocha 66’), Reinaldo, Tomás y Dimas. A los veintidós minutos de juego se adelantó el Granada por mediación de Estrelli a pase de Choya. El míster luso Oliveira en este partido como en el anterior dio la nota de originalidad con su “arma secreta” que no era otra que el cambio antes de la media hora de juego del mejor hombre de que disponía, el brasileño Eldon. Y, lo mismo que en el partido contra el Rayo, le salió bien pues el recién ingresado en su primera acción consiguió el empate. Pero antes del descanso volvieron los nuestros a adelantarse en el marcador con un gran remate de cabeza de Gilberto a centro de Estrelli. Los cambios introducidos por Lalo tras el descanso propiciaron que el control del partido por parte del Granada fuera más acusado y nacieran varias oportunidades de golear. Sin embargo fueron los de negro los que consiguieron empatar a cinco minutos del final por medio de Rolao en una sensacional jugada individual.
El empate final a dos determinó que una vez más (la de nueve) los rojiblancos se hicieran con el trofeo, ya que dos día antes derrotaron al Rayo Vallecano. El partido fue bueno y entretenido. Asistieron al mismo unos nueve mil aficionados que se divirtieron y salieron esperanzados ante el juego desplegado por este nuevo Granada de Lalo, el cual a los pocos días declaraba a la prensa que «el Granada será campeón y en 1992 estará en primera».
Lalo no acertó en el verano de 1988 con aquello de que el equipo en el 92 jugaría en primera. Justamente desde ese año el techo rojiblanco no ha pasado de la maldita 2ª B. Pero con no cumplirse ninguna de las optimistas previsiones de Lalo, lo peor es que la temporada que estaba a punto de empezar es, sin lugar a dudas la más infame de la historia del Granada. En 2002 tuvimos que vivir un descenso pero éste no llegó por deméritos deportivos sino por impago de deudas, mientras que en esta 88-89 se vivieron los perores y más angustiosos momentos que uno recuerda en su ya dilatada vida de hincha rojiblanco, y el descenso a Tercera fue algo más que una posibilidad que felizmente se pudo eludir gracias a que en la recta final sí dio el equipo la talla, y también (ustedes disimulen) gracias a alguna cosilla muradiana.
Lalo desde luego no acertó, del mismo modo que no pudo sacar partido de aquella plantilla de dolientes: en la jornada sexta el Granada era colista del grupo IV de segunda B y esto le costaba el cargo. En su lugar Suárez se trae a Pachín y a petición del nuevo técnico refuerza el equipo con el fichaje de un centrocampista que dio buen resultado, Manolo Agujetas. También se puede considerar refuerzo la reincorporación de Merayo, que a pesar de tener contrato en vigor había sido despedido por bajo rendimiento; el leonés litigó en la jurisdicción laboral y hubo de ser readmitido. Pero no lo íbamos a lamentar ya que este delantero es de las poquitas cosas medio salvables de aquel horrible Granada. Por otra parte el buen guardameta Ignacio pasó a mediados de temporada traspasado al Málaga, de primera división.
Mientras Pachín se incorpora o no, el Granada consigue una victoria importante ante el Lorca por 4-0, la primera de los rojiblancos, que se hace esperar hasta la jornada ocho. Lalo Maradona, que no jugaba ni por casualidad con su asturiano tocayo, es utilizado por José Luis Garre y en su primer partido como titular le hace dos goles al Lorca y completa una buena actuación; es esta la única oportunidad (aparte de aquel ya lejano 5-0 al Coruña) que tenemos los granadinistas de pensar que el “hermanísimo” es en realidad futbolista. Pero la victoria ante los murcianos ha sido un espejismo porque el equipo vuelve otra vez a perder hasta a los chinos y a hundirse, y el mediano de los Maradona vuelve también a calentar banquillo.
Como el poeta podría uno decir: «vengo con tres heridas». Así es, tres grandes heridas (son muchas más en realidad) tiene el hincha irredento que uno es grabadas a fuego en su alma de forofo rojiblanco: la primera, el veinticincojota; la segunda el 0-5 ante el Realejos; la tercera es de esta temporada, jornada quince, cuando después de irnos al descanso ganándole 3-1 al Olímpico de Játiva vimos los escasos dos mil que quedábamos cómo en la segunda parte un equipo de zombis vestidos de rojiblanco hacía el más espantoso y descomunal ridículo y perdía 3-5.
Al llegar a la mitad del campeonato el Granada ocupa la penúltima plaza y carga con -7. Es en ese momento cuando empieza a circular con insistencia un nombre en el que los atribulados hinchas rojiblancos atisbamos un rayo de esperanza en medio del gran sufrimiento: Murado, el a la sazón presidente y propietario y “rey Midas” del club Puleva de baloncesto de División de Honor (ignoro si ya se llamaba ACB) ex Oximesa. Su desembarco en Recogidas 35 se produce a partir de la asamblea extraordinaria de 30 de enero de 1989, en la que se le proclama vicepresidente ya que primer mandatario no puede serlo porque para eso es necesario el reglamentario proceso electoral que no se ha llevado a cabo, pero está muy claro que quien a partir de ese momento manda en el club es el empresario del oxígeno. Dos semanas después una nueva asamblea conferirá a Murado plenos poderes para hacer y deshacer, y sucesivas asambleas ratificarán esos plenos poderes. Y una de sus primeras decisiones es deshacerse de los dos futbolistas de la plantilla que más cobran pero que nada aportan, los dos argentinos Lalo Maradona y Escudero, cosa que conseguirá ya en abril. Lo que no consigue es su propósito de que los socios de veinte años renuncien a tal condición a cambio de una insignia de oro del club.
Pero en lo deportivo las cosas siguen de mal en peor. En la jornada 24 cae Pachín y le sustituye Crispi a título de asesor a la presidencia porque como esta misma temporada ha entrenado a otro equipo no puede ser el míster oficial, cargo que ocupará José Luis Garre. Si con Pachín el equipo no carburaba, con Crispi la cosa se pone todavía peor. Sólo cinco jornadas permanece el cordobés al frente del equipo, saldadas con dos empates y tres derrotas. El fantasma de la caída a la cuarta división es ya, tras jugarse la jornada veintinueve (de 38), con el equipo segundo por la cola y con -10, algo que hasta los más optimistas ven que no se va a poder evitar.
Al irse Crispi vuelve al banquillo el técnico que comenzó la temporada, Lalo. Con Eduardo Gómez sí reacciona el equipo y empieza a sumar puntos, pero apenas queda ya margen para enderezar el rumbo. En la penúltima jornada y tras vencer al Cartagena (2-0) en Los Cármenes consigue el equipo abandonar los puestos de descenso directo y acceder al decimosexto. Pero todavía no están los rojiblancos salvados porque el peor 16 de los cuatro grupos de 2ª B desciende también (la diferencia con lo que ocurre ahora es que entonces descendía sin más, sin posibilidad de salvarse en repesca). Sólo queda jugársela a vida o muerte en la última jornada en Marbella, donde una derrota puede volver a meter al equipo en los puestos de descenso e incluso una victoria corta puede no valer, todo dependerá de los otros quintos por la cola. Por eso es necesario ganar y que la victoria sea lo suficientemente amplia, buscando un mejor coeficiente de goles en contra y a favor.
En la “feria del penalti” de Marbella (cuatro se señalaron, de los que tres lanzó y transformó nuestro equipo, récord rojiblanco vigente de penaltis a favor en un partido) el 2-5 final consiguió que se superara el coeficiente del San Sebastián de los Reyes del grupo I y con ello el milagro de la salvación, y por primera vez en aquella horrible temporada tuvimos los granadinistas motivos para sonreír. El Marbella nada se jugaba porque aunque estuvo toda la liga en los primeros puestos ya no podía alcanzar al Levante, que fue el campeón y ascendió pues por entonces no se había instaurado todavía la liguilla de ascenso. Uno es granadinista para bien y para mal, y esto hace que prefiera mirar hacia otro lado cuando de hablar de esta temporada y de este partido se trata. El resultado final estará ya para siempre bajo sospecha y de nada sirve remover lo que pasó o dejó de pasar en la Costa del Sol. Sólo añadir algo que es de dominio público pues se trata de unas manifestaciones del propio Murado realizadas dos años después, en 1991, cuando dijo que en Marbella «hubo que hacer alguna cosita».
La inmensa angustia vivida llegó incluso hasta después de terminada la liga. En los mismos vestuarios de Marbella, una vez finalizado el partido, se vivieron momentos de confusión y ansiedad hasta que estalló la alegría y la celebración, ducha de todos incluida, cuando por fin se pudo confirmar el milagro. La zozobra extrema es lo que más caracteriza esta insufrible temporada, que es para un servidor la peor de la historia del Granada CF.