Mucho se ha hablado (y se hablará) sobre si la actual almoneda de clubes de fútbol que hace posible su traslado a geografías distintas de las que les vieron nacer es legal o no, sobre si es ético o no. Sobre la segunda de las consideraciones sí puede decir uno que a estas alturas y viendo en lo que se ha convertido el balompié y los enormes capitales que se necesitan para hacerlo posible, y teniendo en cuenta que la falta de monetario lleva a la pérdida de categorías conquistadas en el terreno de juego, a nadie debería extrañarle que se le pueda dar la vuelta a la ecuación. Para servidor esto no supone la prostitución de un ilusorio incontaminado mundo como el del fútbol, sino que a lo más sería una consecuencia lógica de una larga cadena de fornicios iniciados casi a la vez que el mismo fútbol, cuando alguien exigió dinero por patear una pelota y encontró quien estuviera dispuesto a dárselo; tampoco por entonces –como ahora- faltaron quienes pusieran el grito en el cielo y afirmaran que se habían cargado el fútbol.
Lamentablemente descartada la deseable unión de las dispersas fuerzas futboleras locales (que debería haber sido lo primero a tener en cuenta), servidor prefiere centrarse en el hecho consumado de que los granadinos vamos a poder ver en nuestra tierra un fútbol de una categoría superior a la que venimos siendo condenados hace ya más tiempo del saludable. Bueno, lo de vamos a poder ver, por el momento es un decir. A ello se opone un papel escrito y firmado por el alcalde que dice ser de todos los granadinos. El señor Torres, cuando era un aspirante a renovar su mandato y pensando sólo en el puñado de votos que le podría reportar, tomó una decisión poco madurada y sobre cuya legalidad creo yo que se podría debatir largo y tendido, puesto que habría que ver hasta qué punto tiene autoridad un representante de la ciudadanía para negar el uso de un patrimonio que no es suyo sino de todos. Evidentemente el señor Torres no pensó en los varios miles de paisanos aficionados al fútbol y a cualquier espectáculo más o menos colorista pero que ni leen prensa ni escuchan radio ni mucho menos navegan por
La cabeza visible municipal ha cedido algo y ya no se habla de un no rotundo respecto del uso del campo por el club mudado de Murcia, sino que ahora parece dejarse la decisión última a un posible acuerdo entre los tres clubes de la capital. Cautivo y desarmado -por su mala estrella- el rojiverde, su máximo responsable hasta hace poco ya dijo en su día que ellos no se opondrían, en una decisión que les honra. Sólo quedaría que el rojiblanco diera también su visto bueno. Pero aquí es donde se tropieza con el obstáculo mayor y sus dirigentes, respaldados por el voto casi unánime de los socios constituidos en asamblea, dicen que no hay tutía. Se dice que compartir el estadio perjudicaría al club rojiblanco, no lo pongo en duda, pero, ese perjuicio ¿no sería el mismo de las últimas cinco temporadas? ¿Qué ocurre?, ¿que el Granada CF tiene que estar por encima de todo, por encima del bien y del mal, por encima de las expectativas de no pocos miles de paisanos? ¿No quedamos en que el club rojiblanco es el que toda Granada quiere y en que nadie puede hacerle sombra, entonces a qué se tiene miedo? Un servidor, derrochando candidez (sí, ya sé que el club no es una ONG) y sin ánimo de ofender, apelaría, una vez descartadas otras consideraciones, a algo que parece trasnochado en los últimos tiempos: la caballerosidad. Recapaciten y a la alcaldada del señor Torres no sumen la del señor Sanz encastillándose en una postura que puede volverse contra el propio club o, más exactamente, contra sus mandatarios. Sigan trabajando bien como hasta el momento, luchando honradamente por el ascenso en los terrenos de juego y no queden como los responsables últimos de una decisión más impopular de lo que parece a simple vista, quemándose con la patata caliente que les arrojan los munícipes. Tengan en cuenta que dentro de los ocho mil socios del club hay también una mayoría silenciosa que tampoco navega por
Lo que va por delante ¿lo puede suscribir alguien que se confiesa granadinista? Naturalmente. Pierden el tiempo quienes quieran despojarme de tal condición, porque granadinista es el que quiere serlo, no quien decida un sanedrín a quien nadie autorizó para la expedición de pedigrís rojiblancos, personas -como todos- de paso por este valle de lágrimas mientras que la institución a la que dicen defender durará más si es que a base del exacerbado sectarismo que manejan -fomentado y alimentado por quienes deberían dar el ejemplo contrario- no logran lo que a punto de conseguir estuvieron sucesivas nefastas gestiones. Me estoy refiriendo a los que podríamos denominar “muysulmanes” (siguiendo una línea iniciada por otros en la que andan por medio las doctrinas islámicas) frente a los que nos situaríamos los “mahomenos”, los que somos de creencias rojiblancas bastante más relajadas. Ruego una vez más no se me enfade nadie, simplemente me ha parecido que una nota de humor podría refrescar algo el excesivamente crispado ambiente futbolero local y para ello he tomado prestados ambos términos de los geniales Les Luthiers.
No soy periodista, luego no siento cosquilleos carbónicos en salva sea la parte pensando en mejorar profesionalmente. Granadinista soy desde que me mantengo sobre dos piernas y lo seré hasta que me mude allá por las alturas de
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