El campo al que viaja el Granada esta semana es uno de los más visitados históricamente por los nuestros. Treinta y dos son los partidos jugados por Tenerife y Granada a lo largo de sus respectivas historias y dieciséis son las veces que el Granada actuó como visitante en Tenerife, con la particularidad de que todas menos dos fueron para disputar un partido de Segunda división; de las otras dos ocasiones, una fue militando ambos en Segunda B y la otra en una eliminatoria de Copa. Que no pese la historia deseamos, porque resulta que el del próximo domingo es un escenario muy poco propicio para los nuestros ya que de sus dieciséis visitas a la isla chicharrera en doce se vino de vacío, arrancando sólo tres empates y una única victoria.
La única victoria en Tenerife fue no obstante importantísima en la historia del Granada CF. Data de la temporada 1956-57. Nuestro equipo inició la liga en el grupo Sur de Segunda de manera arrolladora y se colocó desde el primer momento en la primera plaza, disfrutando de cómodas ventajas sobre sus perseguidores. La segunda vuelta del campeonato se inició con un bajón de juego y resultados que le costó el puesto al míster Álvaro Pérez, dimitido después de seis jornadas consecutivas sin ganar que trajeron la pérdida del liderato a manos del Murcia y del Hércules. Pasarín fue el relevo pero el equipo no mejoró demasiado aunque al menos se consiguió sacar adelante los partidos de casa. Nunca se perdieron las opciones de ascenso en una temporada sin promoción en la que sólo el campeón ascendía, pero lejos de Granada seguía el equipo sin carburar.
Así llegamos a la jornada 34 (de 38), con el Granada ocupando la tercera posición, empatado con el Murcia y a dos puntos del líder Hércules. Tras derrotar en Los Cármenes al Cádiz tocaba visitar Tenerife, equipo de la zona baja y amenazado de descenso. El partido se puso muy mal para el Granada que a los diez minutos perdía 1-0. Pero a base de buen juego y entrega consiguió darle la vuelta al tanteador con dos goles de Rius, que no era delantero sino más bien centrocampista pero con una sensacional llegada, y que en sus años granadinistas se especializó en goles decisivos para nuestros colores. Con la importante victoria y la derrota del Murcia en Elda y del Hércules en Badajoz lograba el Granada dar alcance a los alicantinos, a los que superaba en el golaveraje, por lo que volvíamos a ser líderes del grupo II y la cosa se ponía francamente bien cuando sólo quedaban por disputarse cuatro jornadas.
La importante victoria rojiblanca en Tenerife ocurría el 19 de mayo de 1957. Ese día por la mañana, en Granada, el mismísimo Franco (y esposa), en persona y Rolls Royce y entre una plaga de miles de millones de mosquitos que ejercieron de aguafiestas, había presidido el acto de clausura del IV Congreso Eucarístico Nacional, celebrado, como la mayoría de los fastos del certamen, en la explanada que quedó después de la demolición de la plaza de toros vieja y donde después se construyeron los jardines del Triunfo. Del 14 al 19 de mayo Granada había vivido unas intensas jornadas en las que la ciudad fue literalmente ocupada por muchos miles de forasteros (entre trescientos y quinientos mil, según las fuentes) que dieron a la ciudad gran animación y se dejaron sus buenos dineros. Fue aquel congreso un gran acontecimiento local todavía hoy muy recordado y celebrado.
El siguiente partido del Granada también era fuera, aunque no demasiado lejos, en Puente-Genil, cuyo equipo clasificado penúltimo en su única aparición por el llamado fútbol profesional, luchaba por huir del descenso, cosa que no consiguió. En el minúsculo campo sin una brizna de hierba de un instituto local y con un público muy hostil pudo el Granada mantener el liderato al vencer 1-3 (Igoa y Navarro, dos). Sobre lo que ocurrió o dejó de ocurrir en el “off match” de este partido no vamos a entrar, pero una cosa es totalmente cierta, que la victoria granadinista fue perfectamente legal y merecida, y más de la forma que se consiguió, en un partido plagado de acciones violentas. Una semana después, la victoria en Los Cármenes ante el Ceuta dejó prácticamente sentenciado el segundo ascenso granadinista a Primera, también ayudado por los malos resultados de los competidores directos. El ascenso matemático llegaría no obstante a la jornada siguiente, en Almendralejo, a pesar de cosechar una derrota ante el Extremadura.
La última vez que el Granada pisó el Heliodoro Rodríguez fue en la 87-88, en duelo de recién ascendidos a Segunda. El 18 de octubre de 1987, jornada séptima, el Granada de Peiró sólo había sido derrotado en una ocasión, en Huelva, y marchaba muy bien clasificado tras arrancar un empate en el campo del Hércules, el domingo anterior. En este partido de Tenerife llegó a ir perdiendo 2-0, pero supo sobreponerse y acabó arrancando un empate a tres merced a los goles de Ramón, de penalti, y dos del gran Manolo; el del empate definitivo, que llegaba casi con el tiempo cumplido, fue de golpe franco, especialidad y marca de la casa. Dos jornadas más tarde, después de debutar Lalo Maradona y después de vapulear al Coruña y ganar en Vallecas, era el Granada segundo en la clasificación y ya soñábamos con la Primera mientras esperábamos impacientes la gran locura que fue el partido de los Maradonas. Sin embargo, lo que en noviembre pintaba hacia una ilusionante temporada para la historia acabó en mayo, sí, haciendo historia, pero en el sentido totalmente contrario al deseado, redondeando la segunda peor temporada histórica (sólo empeorada por la 60-61) y la peor de las treinta de Segunda.