9 de marzo de 1941
Estadio Los Cármenes, lleno, quince mil espectadores en tarde nublada. Terreno con algunos charcos por la lluvia caída. Partido correspondiente a la primera jornada de liguilla de ascenso a Primera 1940-41. Los capitanes de ambos equipos, González y Bienzobas, intercambiaron ramos de flores en los prolegómenos
Granada CF: Floro; Millán, González; Maside, Bonet, Mesa; Guijarro, Trompi, Cholín, Bachiller y Liz
R Sociedad de San Sebastián: Sebitas; Querejeta, Izaga; Fernando, Patri, Simón; Bienzobas, Bidegain, Chipia, Azpiazu y Pedrín
Goles: 1-0, min. 4, Cholín; 2-0, min. 39, Trompi; 2-1, min. 71, Bidegain
Árbitro: Melcón, Colegio Centro. Impecable. Fue despedido con aplausos al finalizar el choque
Fue un partido casi completo el que el Granada ofreció a sus seguidores. El único pero estuvo en lo ajustado del marcador final, que debió ser mucho más amplio a favor de los rojiblancos. El Granada superó a su rival en todos los terrenos y en todas las facetas, especialmente en su primera mitad. José Zubeldia para Patria escribe entusiasmado: «Ni la pluma ni el pincel podrían recoger los rasgos y el nervio del juego. Acaso la cámara cinematográfica sería la única que pudiera perpetuar con la precisión de un archivo, toda la gama de combinaciones y genialidades que nuestros jugadores crearon con su inspiración magnífica, y así quedaría retratado para siempre un curso completo de fútbol. No faltó ni los goles de bandera, de los cuales, el primero, se ve tan de tarde en tarde, que hay que hacer esfuerzos de memoria…». Zubeldia destaca especialmente la magnífica labor del trío Floro, Millán, González, así como la gran calidad de Maside, Cholín y Trompi, y el juego “científico” de Bachiller.
El mismo cronista se lamenta de que en la segunda parte se malograran muchas ocasiones de gol porque -y esto es un problema que se viene arrastrando toda la temporada a pesar de la magnífica clasificación- sólo hay «a lo sumo dos delanteros que saben tirar». No obstante, la solución al problema la teníamos ya en casa y se llamaba César. Concretamente llegó de madrugada dos días antes y en el mismo tren que en “solo” treinta y tantas horas condujo a nuestra tierra a la expedición donostiarra en su primera visita histórica a este rincón peninsular:
El gran César Rodríguez era un futbolista leonés de sólo veinte años, pero ya cotizado, que venía cedido del Barcelona y que no jugó esta tarde precisamente por lo precipitado que esto hubiera parecido. Tampoco lo haría al domingo siguiente, con la visita del Castellón. Su debut se producirá ya en la tercera jornada, en el Riazor coruñés, y aunque sólo anotará un gol en toda la liguilla, será ese único gol el que suponga la victoria y quedar campeón de campeones, y el primer ascenso a máxima categoría, en el Sequiol castellonense, una jornada antes de concluir la competición.