En la temporada 98-99 una vez más pasó el granadinismo por momentos de ilusión por un ascenso y una vez más se quedó sin premio. Pero todo sigue y ya se inicia la siguiente. Y ese inicio lo primero que trae es grandes dudas respecto al futuro inmediato del club, porque corriendo el mes de julio de 1999 la prensa no para de asustarnos con las noticias de que la directiva de Jimena no puede liquidar a los jugadores (casi todos) que han denunciado ante la AFE. Finalmente y muy a última hora el Ayuntamiento que presidía Moratalla avaló al club y éste consiguió un crédito de La General por 55 millones con que escapar de la amenaza del descenso por impago.
Los apuros económicos del Granada no constituyen demasiada novedad. Sí hay grandes novedades en la parte deportiva. Para la 99-00 no siguen jugadores muy importantes como Aguilar, Edu García, Quique Beltrán y el trío de canteranos formado por Javi García, Jesús Sierra y Sergio Cruz. Tampoco continúan en la dirección técnica Gerardo Castillo y Urbano Ortega. A cambio, la confección de la nueva plantilla se ha dejado en manos de Chaparro, el cual se trae a un puñado de jugadores, la mayoría muy jóvenes, que conoce bien por ser paisanos suyos. Se puede hablar de revolución sevillana en la plantilla. Vienen este año Cervián, Nandi, Garrido, Cantos, Manolo, Pedro Curtido y, sobre todo, Capi. Estos tres últimos cedidos del Betis. También fichan otros sevillanos como Arturo, Navarro, Méndez y Santaella. Además vuelve Torres tras probar dos temporadas en el filial del Zaragoza y se incorpora cedido del Alavés Ismael. Otro fichaje es el del delantero Jose García. De la temporada pasada sólo continúan Notario, Pindado, Santi, Pascual, José Raúl y Manolo Herrero. A mediados de agosto y con aires de “fichaje bomba” llega Prince Amoako, delantero internacional ghanés con pasaporte comunitario que viene del fútbol peruano. Sólo falta fichar un defensa para cerrar la plantilla.
El 16 de agosto de 1999, como prólogo a la disputa del trofeo se presenta en Los Cármenes la nueva plantilla. Este año se ha optado por un acto más sencillo, sin la luminotecnia del año anterior. Pero no faltan los discursos. Santi, como capitán, Chaparro, como entrenador, y Jimena, como presidente, se dirigen a los escasos aficionados presentes y los tres coinciden en que el objetivo para la temporada a punto de arrancar no es otro que el ascenso.
Y a continuación, pero ya con bastante más público, unos cuatro mil, empieza una nueva edición del Trofeo Granada, la XXVII. El Granada y el Rayo Vallecano son los rivales. Por el Granada jugaron: Notario, Garrido, Cervián, Nandi, Arturo, Cantos, Santaella, Capi, Pedro, Ismael y Méndez. También jugaron a lo largo del encuentro: Pascual, Santi, Torres, Amoako, Manolo Herrero, Navarro y Quevedo; este último era un defensa a prueba que no convenció y no llegó a fichar. El Rayo alineó a: Keller, Cota, Llorens, Hernández, Gilmar, Pablo Sanz, Ferrón, Míchel I, Iván Rosado, Míchel II y Poschner. Y después salieron otros como Lopetegui, Amaya, Luis Cembranos, Estíbariz, Dani Bouzas, Clotet y Quinzinho.
Es un Rayo Vallecano que estrena primera división, categoría a la que acababa de dar el salto de la mano de Juande Ramos después de quedar quinto en Segunda. En la 98-99 el segundo clasificado, el At. Madrid B, no podía ascender, por lo que la todavía vigente promoción alcanzó al cuarto, el Sevilla, y al quinto, el Rayo. Los dos ascendieron, acompañando al Málaga y al Numancia, en el caso de los madrileños tras vencer en los dos partidos al Extremadura. Era la tercera vez que el Rayo disputaba nuestro trofeo ya que también participó en 1988 y en 1994 (edición que ganó); en las dos ocasiones precedentes vino como equipo de Segunda, consiguiendo el ascenso esa misma temporada. Sus refuerzos más importantes eran el guardameta internacional estadounidense Kasey Keller, el centrocampista alemán Gerhard Poschner y otro centrocampista, portugués, Helder, aunque éste no vino a Granada. Desde luego al Rayo Vallecano nunca le afectó la pretendida leyenda negra del Trofeo Granada pues en la liga que estaba para empezar realizó una de sus más brillantes campañas en primera y consiguió un magnífico noveno puesto final.
El Trofeo Granada de 1999, el XXVII, se fue a Madrid y se unió al que desde 1994 ya tenía el Rayo Vallecano en sus vitrinas después de que al término de los noventa minutos el marcador arrojara un 0-0 -que no hizo justicia a lo visto- y después de que el Rayo tuviera más puntería a la hora de lanzar los correspondientes penaltis. El Granada confeccionado por Chaparro causó muy buena impresión o, como titula Manuel Pedreira en su crónica para Ideal: «El nuevo Granada suscita esperanzas». Los rojiblancos fueron bastante mejores que el primerdivisionista Rayo, que tampoco se empleó en exceso. Lo mejor fue la línea de centro del campo, con un hombre brillando especialmente sobre todos: Capi, que se reveló como el magnífico pelotero que siempre ha sido y desde este mismo momento se metió al granadinismo en el bolsillo y adquirió la condición de ídolo de la hinchada. Lo más flojo, siempre según la crónica de Ideal, la delantera, sin descartar la conveniencia de incorporar un defensa de garantías. También destaca la crónica el debut de Amoako, del que dice que se mostró habilidoso y que gozó de la mejor ocasión para golear pero su disparo se fue al poste.
Poco antes de empezar la 99-00 ficha el defensa que quería Chaparro: Carlos Daniel Moya. Tiene ya treinta pero su currículo dice que jugó nada menos que en el Boca Juniors. A los viejos nos recuerda, por su planta y sus rasgos faciales y también –salvando grandes distancias-, por su juego, al cacique Aguirre Suárez del mejor Granada.
La buena imagen del nuevo Granada en el reciente trofeo Granada se ve empañada sólo unos días después en Guadix, en la disputa del tercer Trofeo Diputación, consistente este año en un tres en uno entre los anfitriones, que acaban de reconquistar brillantemente la 2ª B, el Motril y el Granada. El Guadix de Parejo fue muy superior a sus rivales y se anotó la tercera edición venciendo a los rojiblancos 3-0 y empatando sin goles con el Motril de Corchado. Los accitanos (Vicente Moreno, Godino, Hermosín, Andrés Ramos, Juanma Pérez, Rafita, Thierry y otros) completaron la mejor liga de su historia y gran parte del campeonato tuvieron a tiro entrar entre los cuatro primeros. El Motril estuvo toda la temporada en la zona media y conservó la categoría sin apuros.
Pero Chaparro insiste en que hace falta reforzar la defensa y vienen dos nuevos fichajes. Tabuenka y Jubera, titulares todo el año en Compostela y Logroñés respectivamente, ambos de Segunda A. Importantísimos jugadores que van a dar un excelente rendimiento en la temporada a punto de empezar.
Un despiste administrativo del club rojiblanco propicie que sólo unos días antes de empezar la liga resulte que de los seis sub 23 con que se contaba sólo pueden actuar como tales dos (Cantos y Jose García). Los cuatro cedidos (Capi, Ismael, Manolo y Pedro Curtido) tienen ficha profesional y sus clubes de origen no quieren que esto se toque para no perder derechos sobre ellos. La solución es ocupar las cuatro vacantes con jugadores del filial que no van a ser utilizados ni un minuto a lo largo del campeonato. Pero ahora hay más fichas de las veintidós máximas permitidas, hay que dar bajas. De esta forma deja de ser jugador rojiblanco, después de seis temporadas de alto nivel de buen fútbol, regularidad y entrega, un buen jugador de equipo, Santiago Martínez Ramos, Santi, que se retira del fútbol pero se queda a vivir a la vera del Veleta.
Y siguen sobrando fichas. De entrada Moya y Amoako no han podido todavía legalizar su situación, cosa que conseguirán cuando ya se lleven disputadas cinco jornadas. Cuando ya puedan ser alineados se cambiarán sus fichas por las de Cervián y Manolo Herrero, que, como Santi, se quedarán cobrando pero sin jugar hasta que Herrero se marche al Tarragona en diciembre y Cervián sea recuperado en la segunda vuelta.
Ya con la liga comenzada ficha Ramón Tejada. Viene a ocupar el cargo de gerente, labor que ha desempeñado con éxito en clubes como Huelva, Betis y Cádiz. Se trata de un ex granadinista que cuando estaba en activo jugó en el Córdoba, el equipo de su tierra, desde donde dio el salto al R. Madrid para más tarde jugar en el Granada en la temporada 70-71.
Y ya metidos en plena campaña, los comienzos no son buenos. El primer triunfo se hace esperar hasta la jornada cuatro, en Los Cármenes ante el Motril, dando inicio a una buena racha de siete sin perder que colocan al Granada cuarto clasificado. Viene después una serie de resultados malos y el equipo queda algo alejado de los cuatro primeros. Hasta que en la jornada 16 el Dos Hermanas de Lucas Alcaraz se lleva los tres puntos de Los Cármenes y queda la cabeza de Chaparro pendiente de un hilo. Hilo que se rompe definitivamente cuando dos domingos después salen los rojiblancos derrotados (2-0) de Guadix. Chaparro tenía una cláusula en su contrato por la cual, en caso de destitución, podría seguir como secretario técnico, pero tal posibilidad la rechaza el propio Chaparro, terminando así su aventura granadina.
El parón navideño de la 99-00 supone la destitución de Chaparro. Su sustituto es un viejo conocido del granadinismo, Felipe Mesones, que se hace cargo del equipo a partir de la jornada diecinueve y con él se trae a Aitor Huegún y Paco García. Además fichan también dos sub-23, Nacho Azcona y De María. A cambio reciben la baja Amoako y Santaella, y se recupera la ficha de Cervián. Arturo y Nandi se quedan pero con ficha suspendida.
Mesones introduce algunas variaciones en el once titular con respecto al que venía siendo alineado por Chaparro. La principal es la de pasar a Jubera del centro de la defensa a la zona ancha para formar con Pascual una magnífica pareja de pivotes y al mismo tiempo liberar al gran Capi de tareas de contención, situándolo más cerca de las porterías contrarias. Con los retoques de Mesones el Granada tiene un aire completamente distinto y mejora muchísimo pues las veinte jornadas que quedan hasta final de liga se van a saldar con catorce victorias, cinco empates y sólo una derrota, en el campo del Polideportivo Almería. Cuando llegó Mesones, jornada dieciocho, andaban los rojiblancos en el octavo puesto y a siete puntos del cuarto, el Dos Hermanas de Lucas Alcaraz. Pero la liga finaliza en la jornada treinta y ocho con el Granada de campeón del grupo IV de 2ª B y clasificado para liguilla de ascenso varias jornadas antes. Ha sido una segunda vuelta sensacional y esta vez se intuye que este gran Granada, el mejor de todos cuantos hemos podido ver mientras su categoría ha sido la 2ª B, va a realizar un gran papel en la liguilla que empieza el domingo siguiente. La mano de Mesones se notó mucho en el equipo y éste, con su espectacular remontada, volvió a llenar las gradas de Los Cármenes.
Una nueva liguilla para intentar decir adiós de una santa vez al tercer escalón del fútbol. Los rivales son Burgos, Mensajero y Murcia. El primer partido es a domicilio, con visita al Burgos de los Dani Pendín y Peragón. El 21 de mayo de 2000, en la capital burgalesa el Granada realizó un serio partido en el que se adelantó a poco de comenzar con gol de Ismael. Pero en la segunda parte los castellanos consiguieron el definitivo empate a uno por medio de Peragón. En la segunda jornada se vence (2-0) con autoridad al Mensajero (que venía con Oti y Nando) en Granada, con dos goles de Jubera. La vuelta en la isla de
De canarias nos traemos un punto para seguir con opciones, pero a la vez sufrimos la baja por sanción para los tres partidos que faltan del argentino Moya, expulsado por dar un codazo a un contrario. Su baja en el centro de la defensa será bien cubierta por el refuerzo de invierno Paco García. Mientras tanto un Murcia de influencias federativas, que acababa de reforzarse con los fichajes de Viña y Loreto, vencía al Burgos y se distanciaba algo en la cabeza.
La cuarta jornada depara la visita del Burgos. La afición, volcada con el equipo, abarrota las gradas del nuevo Los Cármenes, donde no cabe un alfiler, y disfruta de un nuevo triunfo granadinista. A poco de iniciarse el partido se adelantaba el Granada al aprovechar Ismael un saque de esquina que peinó Huegún en el primer palo. Con mucho sufrimiento se pudieron aguantar los embates castellanos hasta el descanso. Pero en la segunda parte consiguió el Burgos el empate de penalti por medio de César Esteban. Menos mal que al poco aquel gran futbolista que era Jubera volvió a poner por delante a los rojiblancos. De nuevo gran sufrimiento y nervios a flor de piel, en el terreno y también en las gradas, con numerosas interrupciones y pérdidas de tiempo. Pero se pudo aguantar el resultado y sumar una nueva victoria con la que comparecer con muchas posibilidades de ascenso en los dos últimos enfrentamientos, ambos ante el Murcia. Este partido, cardiaco como él solo, se caracterizó por las numerosas interrupciones y las mil y una brusquedades y acciones antideportivas de unos y otros, de jugadores y también de público, con continuos lanzamientos de balones desde las gradas al terreno, e incluso con una agresión de un aficionado que vistiendo una camiseta rojiblanca surgió del fondo del marcador y atravesando todo el terreno dio un empujón al jugador burgalés Idiákez, que exageró la nota y se dejó caer. La victoria fue importantísima, pero la acción de ese energúmeno pudo muy bien perjudicar al Granada y privarlo de usar su terreno y con eso de la consiguiente recaudación en el partido que todavía quedaba.
A mediados de junio de 2000 sólo le falta al Granada superar a su último rival para ascender a Segunda. Es el Murcia, que ha ganado tres de sus cuatro partidos y ha empatado el restante, por lo que aventaja al Granada en dos puntos y le basta con ganar alguno de los dos enfrentamientos que contra los nuestros le quedan.
El sábado 17 de junio de 2000, en La Condomina, abarrotada, el Murcia (Viña, Vaqueriza, Matito, Algar, Carrero, Aguilar, Velasco, Luis Martínez, Luis Gil (Cuxart 78’), Nacho Zaragoza (Besora 71’) y Loreto) y el Granada (Notario, Torres, Méndez, Paco García, Tabuenka, Jubera, Capi (Manolo 66’), Pascual, Navarro, Ismael y Huegún (Garrido 91’)) ofrecieron un partido lleno de tensión en el que el Granada supo jugar y aguantar la presión para traerse los tres puntos gracias a los goles de Huegún en el primer tiempo y de Ismael de penalti que deshizo el empate conseguido por Loreto. Por cierto, la jugada del penalti, cometido sobre el propio Ismael, pudimos ver por TV que ocurrió fuera del área pimentonera.
Ahora ya sí que más que acariciarse el soñado ascenso, éste se paladeaba. Bastaba un punto en el sexto y definitivo encuentro, en la devolución de visita del Murcia. Hasta sólo tres días antes no se pudo confirmar el escenario del choque, porque Los Cármenes estaba clausurado por la agresión a un jugador burgalés del anterior partido, pero la Federación perdonó al Granada y de esa forma no perdió el club la gran recaudación que produjo la venta de la totalidad del aforo del estadio. Por otra parte se intentó el adelanto a la tarde del sábado, pero el Murcia no dio el visto bueno porque esa tarde no podría contar con Pepe Aguilar, que se casaba en su tierra, Santander. Así que, en el nuevo Los Cármenes, a las siete de la tarde y ante las cámaras de Canal Sur, el 25 de junio de 2000 quedó fijado como fecha a tener ya para siempre en cuenta en la historia rojiblanca.
Este domingo de Corpus amaneció con malos presagios. Fue uno de esos días insufribles y típicos de principios del verano granadino, con un cielo brumoso y plomizo que amenaza un agua que no llega a caer mientras que sube de la tierra un bochorno sahariano de fogón que derrite ideas y voluntades. En consonancia con la decoración el Granada, nervioso, falto de forma, desafinado, ofreció a su parroquia un desastroso partido en el que no dio una a derechas. Gris era la tarde y gris fue el espectáculo. Y negro, muy negro el resultado de 0-1 con el que acabó, porque los rojiblancos no fueron capaces de hacer el gol que hubiera dejado en anécdota el conseguido por el número 6 de los murcianos, Pepe Aguilar, que viajó esa misma mañana desde Santander a Granada en vez de preferir disfrutar de su luna de miel en Sebastopol -o en las Chimbambas-.
El tiro de Jubera al larguero, a poco de empezar la segunda parte, un servidor lo considera un icono, causa y origen de lo que vino poco después y de la situación actual del fútbol granadino.
Mucho se ha escrito y hablado sobre lo ocurrido aquel veinticincojota de infausto recuerdo, sin que falten dudas acerca de la limpieza deportiva del resultado. Que si les habían echado algo en el café; que si no pudo haber “café” del de Mesones porque sabían de sus “cosillas” y los iban a pillar; que si éste o aquél se vendieron; que el que se vendió fue Mesones… Hay que pensar en brujas para explicar la gran frustración que supuso no lograr aquel ascenso. Y es que es por lo menos injusto que encima de lo mala que es la categoría del tercer nivel sea tan difícil abandonarla (hacia arriba, claro) y por sólo una mala tarde no sirvan de nada varios meses de buen trabajo.
Una vez más nuestro Granada de nuestras cuitas nos dejaba con la miel en los labios después de tenernos hasta el último segundo con el corazón en un puño. Todo estaba preparado para la fiesta del ascenso, incluida la decoración rojiblanca del restaurante Chikito de Oruezábal, incluido el acondicionamiento de la fuente del paseo del Salón donde se iba a remojar, incluido el castillo de fuegos artificiales en el Violón que no llegó a quemarse. Y todo hubo que desmontarlo como si fuera una película de Berlanga, sólo que sin lluvia que aliviara el gran bochorno. A las nueve de la tarde-noche seguía lloviendo fuego del firmamento granadino. Así ardieron no pocos fervores rojiblancos de aficionados a los que había costado mucho recuperar y que desde ese mal día no han vuelto a poner un pie en el estadio.
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