Viendo la raquítica e impersonal copa que recientemente conquistó el Granada tras derrotar 1-0 al Málaga y a la que se dio en llamar ¿XXXIV? Trofeo Los Cármenes, no puede uno por menos que rememorar el esplendoroso (en todos los sentidos) festival futbolero agosteño que nació acaba de hacer treinta y siete años con el nombre de I Trofeo Granada.
Ahí lo tenemos luciendo orondo sus 1,20 de altura por 1,12 de ancho y 70 kilos de peso, salido del taller madrileño del afamado orfebre Luis Alegre, confeccionado en maderas nobles, plata y oro, y valorado en medio millón de rubias y añoradas pesetas, un capital allá por 1973. Una joya talla XXL, sin duda el trofeo veraniego más gordo de cuantos se hayan disputado en las Españas.
Candi estaba empeñado en que en Granada viéramos fútbol internacional, y como un año atrás faltó sólo un pelín para que esto ocurriera de forma oficial y además eran tiempos en que no había capital o pueblo que no contara con su propio trofeo de verano, decidió que la ocasión era propicia y confeccionó un cartel de auténtico lujo, a base de nada más y nada menos que el Peñarol (aunque en primera instancia se anunció al Millonarios) y el OFK de Belgrado como foráneos, y del CD Málaga y –por supuesto- el Granada, dos equipos en lo mejor de su historia. Un cuadrangular en toda la regla, que por entonces no se concebía otra fórmula para un trofeo que se preciara.
Así la tarde-noche del 22 de agosto de 1973 echó a andar la primera edición de un trofeo llamado a hacerse un hueco entre los clásicos y de solera de cada verano. En la antología de grandes partidos en el viejo Los Cármenes siempre merecerá un lugar de honor el que supuso el estreno del certamen. El Granada fue derrotado 3-2 por el OFK, pero el espectáculo futbolero y la imagen de los rojiblancos, por primera vez vistiendo rayas horizontales, fue sobresaliente desde cualquier punto de vista y los más de veinte mil aficionados que llenaban el recinto salieron bien contentos a pesar de la derrota.
La final de aquella primera edición la jugaron los dos equipos extranjeros y fue otra sesión inolvidable en la que los –por entonces- yugoslavos apalizaron a todo un Peñarol 4-0 y se llevaron con todo merecimiento a Belgrado esta exuberancia trofeística. Para ello tuvieron que proceder previamente a su desmontaje porque de una pieza no cabía por ninguna de las puertas de su autobús.
Todo un éxito económico y deportivo constituyó aquella primera entrega del Trofeo Granada, continuado al año siguiente con la segunda edición que ganó nuestro equipo por primera vez, aunque ya la copa no volvió a ser aquella especie de catafalco apto para mesa camilla, sino que se sustituyó por una moruna columna nazarí coronada por la fuente de los Leones, salida de los talleres de los granadinos hermanos Moreno, modelo también de notables proporciones y que pasó a constituirse en el trofeo per se de las sucesivas ediciones.
La tercera edición resultó un chasco y fue a arrojar déficit. Esto unido a los tiempos de vacas flacas que trajo el descenso de categoría determinaron que a partir de 1976 se adoptara la fórmula del triangular, cosa que duró hasta 1992 (con la excepción de 1990 y 1991), año desde el cual el trofeo ya siempre se ha dirimido a un único partido, salvo en algunos años intermedios en que no se celebró trofeo alguno.
Uno reconoce que organizar un trofeo de categoría vale una pasta y no siempre está garantizado que se vaya a recuperar lo invertido, y más en Granada y en agosto, por eso mismo no se atrevería a reivindicar que el Trofeo Granada (que ése fue el nombre con el que nació y el que más veces se ha utilizado) vuelva a los esplendores de sus primeras ediciones. Pero lo que sí que creo que es manifiestamente mejorable es por lo menos volver a dotarlo de algún signo que lo identifique con nuestra tierra, o sea, volver a la copa coronada por la más universal de las fuentes españolas, la de los Leones, ya que no se ha tenido pudor en conservar el ordinal que nos dice que acaba de celebrarse la 34 edición. Ya que se supone que estamos ante el mismo trofeo que instituyera D. Cándido Gómez en 1973, lo menos que se podría hacer es entregar una copa con símbolos granadinos, y no esa copilla de todo a cien, igualita a la que seguramente entregarán en las ferias patronales de cualquier aldea.
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