La magnífica hemeroteca del diario Patria nos permite rememorar algo que no es muy conocido del granadinismo, y es que el gran Campanal I, Guillermo Campanal, jugó y goleó en el Granada. Ahí lo tenemos en la añeja foto en la que forman, de izquierda a derecha, de pie: Marín, Segura, Leal, Millán, Campanal, Mas y Ramos; con Safont, Floro, Gonzaléz y Sierra, agachados.
Era Campanal prototipo de delantero centro tipo tanque, fornido y aguerrido y no exento de dureza, pero sobre todo era un gran ariete que marcaba goles, no ya a pares, sino que son numerosas las ocasiones en las que en un mismo partido marcó cuatro o cinco goles en aquel sensacional Sevilla de ante y posguerra, el de la delantera de los stukas (López, Pepillo, Campanal, Raimundo y Berrocal), que le habían valido para alcanzar la internacionalidad y disputar el primero (y hasta ese momento único) de los Mundiales en que participó España, el de Italia 1934. Campanal sigue siendo en la actualidad el máximo goleador de toda la historia del ya centenario Sevilla FC.
Como decimos, este magnífico delantero fue granadinista, aunque sólo por una tarde, la del miércoles 19 de abril de 1944. Ese día en Los Cármenes, casi lleno, recibía un merecido homenaje de la afición una pareja que entonces estaba en lo mejor de su carrera, Millán y González, la defensa del Granada de primera de los años cuarenta, que acababan de finalizar una temporada insuperable en la que con Platko en el banquillo alcanzó el Granada la que fue su mejor clasificación histórica hasta que veintiocho años después la superara el gran Granada de Joseíto. En esos momentos era nuestra pareja considerada una de las mejores de España y sonaban como refuerzo para equipos punteros.
Para la ocasión se enfrentaron esa tarde abrileña el Granada, reforzado con Campanal y con el medio centro Segura, vieja gloria ya retirado, y una selección de jugadores de equipos andaluces formada con futbolistas del Sevilla, del Betis y del Málaga, entre los que destacaban los sevillistas internacionales Alconero, Mateo y Arza, más el excelente portero que fue Busto, y también los ex granadinistas Benítez y Mesa. Se impuso el Granada 3-2 con goles de Leal (2) y Campanal, mientras que los del combinado andaluz los consiguieron Mateo, de penalti y Arza. A destacar el tercer tanto rojiblanco, el de la victoria, que consiguió Campanal con un soberbio cañonazo, marca de la caza, que casi rompe la red. El partido, según la crónica de Saucedo en Patria, fue bastante bueno pese a tratarse de un amistoso y a su terminación Guillermo Campanal recibió una copa como el mejor de los veintidós.
Tiene Campanal otra vinculación con el Granada, pero en este caso nada halagüeña sino todo lo contrario, porque entre las abundantes leyendas -urbanas y campestres- que se forjaron en torno a Alberty y su llorada muerte, ocurrida en pleno auge de popularidad, hay una en la que aparece el ariete sevillista encarnando el rol de villano. Según la leyenda popular, la causa verdadera de la muerte del húngaro no habría sido el tabardillo o piojo verde, sino que lo que lo llevó a la tumba fueron las heridas internas que le produjo aquella mala bestia que era Guillermo González Del Río, conocido para el fútbol con el sobrenombre de Campanal, con sus terroríficas entradas a por todo, que habrían dejado malparado a Alberty. Una variación de la misma fábula dice que lo que causó esas heridas internas fue uno de aquellos zambombazos que prodigaba el stuka y que Alberty detuvo con el cuerpo.
Acudiendo a la hemeroteca de Patria, en la crónica que firma Cirre de aquel partido Granada 3 Sevilla 2. de 1 de marzo de 1942, último que Alberty jugó en Granada, podemos leer que el portero húngaro sufrió varias y durísimas entradas a cargo de Campanal y su compañero Salustiano hasta acabar el partido cojo del todo y no poder hacer nada para detener el disparo que desde el punto de penalti supuso el segundo sevillista, que llegaba ya en el descuento. Siempre según dicha crónica, el partido fue de los de saltar chispas por la cantidad de palos que se dieron unos y otros ante la complacencia del trencilla Ocaña (que había sido futbolista del Sevilla) al cual acusa de permitir que los sevillistas convirtieran el terreno de Los Cármenes en campo de Agramante.
Con todo, no es cierto que la dureza de Campanal provocara la muerte del gran Alberty, que al domingo siguiente jugó en Oviedo el que sería el último partido de su vida y un mes después fallecía en el hospital de la Inmaculada, que por entonces estaba situado en la calle Lavadero de las Tablas. La causa fue una infección provocada por comer marisco en mal estado en una época en la que los antibióticos eran algo así como un lujo asiático y sólo se podían adquirir de estraperlo.
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