Es una constante en la historia granadinista el olvido, rayano en la ingratitud, de personas que actuaron en su día en beneficio del club.
Nunca, en sus sesenta y un años de existencia como campo de fútbol del viejo Los Cármenes, ni siquiera una modesta placa de cerámica nos recordó a los hinchas rojiblancos que aquel espacio deportivo debíamos agradecérselo en gran parte a una persona, Matías Fernández-Fígares y Méndez (Granada 1893-1936).
La dimisión de la presidencia del Recreativo Granada del ilustre pintor Gabriel Morcillo, en marzo de 1934, dejó el club en manos de este arquitecto que en seguida retomó el gran proyecto de un club que a pesar de tener sólo tres años de existencia ya estaba a las puertas del segundo nivel del fútbol español y por eso necesitaba un recinto más acorde con su categoría.
Otra constante en la historia granadinista es la gran exigencia de la afición a la hora de pedir fichajes y buenos resultados y la poca respuesta a campañas en las que se le pide su aportación monetaria. El caso de la construcción de Los Cármenes no fue una excepción, de modo que lo que en principio iba a ser una obra cuya duración se preveía que en dos meses estaría finalizada no acababa de rematarse porque el dinero necesario (unas 100.000 pesetas), que debían aportar los aficionados por suscripción popular, apenas llegaba a la mitad.
La solución fue que D. Matías, que ya había aportado gratuitamente el proyecto de la obra nueva y dirigido los trabajos, adelantó de su bolsillo lo que faltaba, una cantidad muy considerable para la época, cantidad que se le reintegró nunca, mal y tarde.
Así, en diciembre de 1934 pudo el Recreativo estrenar, casi simultáneamente a la Segunda división, el que por entonces fue saludado por la prensa como uno de los mejores “stadium” de Andalucía. Desde esa fecha hasta mayo de 1995 fue Los Cármenes el escenario de las glorias rojiblancas. Pero fue algo más, fue el auténtico bote salvavidas de una entidad en permanente situación de precariedad económica, y en ese sentido sus servicios al club duran hasta más de diez años después de dejar de ser un campo de fútbol.
El 20 de mayo de 1936 dimitió como presidente del Recreativo. El país estaba a punto de entrar en su periodo histórico más negro de todo el siglo XX y el club quedaba en una situación de bancarrota que hacía temer por su continuidad. En esa fecha ya padecía los síntomas de la enfermedad que acabaría con su vida seis meses después a los 43 años de edad.
Aunque de alguna forma se palió la sinrazón del olvido para con este prócer, bautizando con su nombre un foro dedicado a la organización de actos sociales y culturales hace unos pocos años, nos parece poco homenaje a quien fue un hombre providencial para el granadinismo.
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