Dimite Joaquín Serrano
La temporada futbolera
51-52 se inicia con la entrevista al presidente Joaquín Serrano que publica
Ideal el 11 de julio. En ella Serrano dice que el club se halla en una
situación crítica en la parte económica y que lo que se recauda de los
aficionados es notoriamente inferior a sus aspiraciones deportivas y a la
categoría de Granada como ciudad, «no se
puede tener un equipo de primera con ingresos de tercera». Se necesitan
urgentemente –continúa Serrano- las aportaciones de al menos 1.500 socios para
poder cerrar los fichajes que se tienen en cartera, imprescindibles para
afrontar una temporada que se presenta especialmente difícil ya que la mitad de
los equipos bajarán de categoría al estar prevista la reducción de la segunda a
un solo grupo. También dice que todo lo que hace es por amor al Granada, y que
le da lo mismo ser presidente que conserje en el club, estando dispuesto a
ceder su cargo a quien venga con soluciones.
Cuando Ideal publica esa
entrevista a Serrano, está muy viva en el otro periódico de la capital, Patria,
una larga controversia en la que aficionados de todo tipo se pronuncian a
diario acerca de la conveniencia o no de que la actual directiva dimita y deje
paso libre a otros. En ese contexto, a mediados de julio el presidente Serrano
convocó a los antiguos presidentes y aficionados notables a una reunión en la
sede del club, de la que debían salir soluciones, en especial, la de disponer
pronto de una cantidad cercana a las 400.000 pesetas que se estimaban
necesarias para liquidar a jugadores y técnicos de la temporada anterior y a la
vez poder fichar jugadores para la que acababa de empezar.
A esa reunión acudieron Martín
Campos, Becerra Entrambasguas, López de Haro, López Font y José Carmona, éste como
delegado de la Federación Andaluza, a los que expuso Serrano que la temporada
recién terminada había arrojado un déficit cercano a las 300.000 pesetas, y que
la deuda global del club ronda ya el millón, a pesar de que en la entrevista a
que nos referimos más arriba había declarado que la deuda del club había
disminuido gracias a sus gestiones. Los reunidos decidieron conceder al
presidente Serrano González un plazo de tres días, como éste solicitó, para
ultimar las gestiones que ya venía realizando de cara a la resolución
definitiva de los problemas económicos y deportivos y para la confección de una
nueva junta directiva, puesto que en esos momentos habían dimitido todos los
que la componían. Pasado ese plazo volverían a reunirse.
Transcurrido el plazo de
tres días, el 19 de julio de 1951, volvieron a reunirse los ex presidentes con
el actual, pero de esta nueva reunión lo único que salió fue la dimisión de
Joaquín Serrano González, quedando por tanto el club regido por la junta de ex
presidentes, también llamada junta consultiva.
A los pocos días la
prensa local recogía unas nuevas declaraciones del dimitido presidente en las
que decía que la mejor solución a la necesidad inmediata de monetario sería que
cada ex presidente adelantara 50.000 o 60.000 pesetas, porque el inicio de la
parte deportiva de la nueva temporada se echa encima y no se cuenta con
jugadores ni entrenador, y esperar a la constitución de una nueva directiva y
que ésta después reúna el dinero necesario y haga los fichajes retrasaría más
aún la cosa. Lo aportado por cada cual sería devuelto con los primeros ingresos
que se recaudaran. No pareció calar en los demás componentes de la junta
consultiva la propuesta del dimitido presidente y no se volvió a hablar de la
cuestión.
Manuel López Font presidente fugaz
Lo que sí que hicieron
los ex presidentes fue dirigirse en demanda de ayuda al gobernador civil, Servando
Fernández-Victorio. Sin duda los componentes de la junta se acordaron de que ya
en 1945 otro gobernador civil, Fontana, el antecesor del actual, solucionó con
su mediación otro vacío de poder que en aquellas fechas y con el equipo recién
descendido se produjo. A la reunión en el Gobierno Civil con Fernández-Victorio
acudieron los ex presidentes y también algunos notables del granadinismo, y en
ese acto quedó designado el nuevo presidente del Granada, Manuel López Font,
quien ya lo fuera de 1945 a 1947. En el texto de la noticia que da Ideal se lee
que a López Font lo eligieron los presentes, pero más parece que fue una
propuesta del gobernador a la que los demás se adhirieron. Precisamente la
misma persona que designó en 1945 el ex gobernador Fontana.
En primera instancia el nuevo
presidente trató de declinar el nombramiento, pero acabó aceptando e
inmediatamente nombró a sus vicepresidentes: Luis Gómez López, Ángel Caballer
Rodríguez y Juan Alonso Roda, así como la figura del secretario, cargo que
recayó en la persona del eterno Paco Cristiá. Acto seguido, el delegado de la
Federación, José Carmona Ros, comunicó a Sevilla el nombramiento. En el mismo
acto se nombró presidente del Recreativo: Luis Moreno Molina.
Lo primero que hizo el
nuevo presidente fue, en unión de su secretario, revisar los contratos de los
componentes de la plantilla, sacando la conclusión de que se necesitaban en
esos precisos momentos 400.000 pesetas para renovar esos contratos, una
cantidad que no englobaba lo necesario para nuevos fichajes. Reunidos
nuevamente los designados, manifestaron a la prensa que si en 48 horas no se
lograba reunir esa cantidad, pondrían sus cargos a disposición de la
Federación. Efectivamente, dos días después, a últimos de julio, seguía sin
solucionarse nada, así que presentaban su dimisión todos los recién nombrados,
quedando nuevamente sin gobierno el Granada.
Desde la fundación del
club, prácticamente no hubo ejercicio en que la mala situación económica no
lastrara su marcha. La más grave crisis hasta el momento se había producido en
1936, pocos días antes del comienzo de la Guerra Civil, pero esa crítica
situación fue salvada precisamente por el estallido de la contienda y los
consiguientes tres años de inactividad, que ayudaron a que la situación fuera
muy distinta cuando en 1939 el club volvió a la competición. Pero esta crisis
del verano de 1951 acababa de desatarse en toda su crudeza y amenazaba de forma
directa la propia subsistencia a corto plazo del GCF ya que la Federación,
además de la drástica reducción de equipos en categoría nacional, había dictado
recientemente una norma según la cual los clubes que a 12 de agosto no hubieran
satisfecho lo debido a sus jugadores y a la Federación, serían excluidos sin
más. Para más inri, estaba a punto de quedarse el club sin su local de oficinas
ya que el presidente Serrano antes de dimitir había suscrito un acuerdo para
trasladar la sede del club a un piso en Acera del Darro, teniendo previsto
abandonar su sede de Recogidas 6 el último día de julio, pero como finalmente
no se hizo el traslado, el propietario de la sede antigua exigía el
cumplimiento de lo acordado por escrito, esto es, que el Granada dejara libre
el local de Recogidas. Las partes consiguieron ponerse de acuerdo y el Granada
siguió teniendo como sede social el mismo local en bajo de la calle Recogidas.
Vuelve Serrano
La situación de
desgobierno quedó pronto resuelta tras la renuncia de López Font, ya que a los
pocos días Joaquín Serrano volvió a ocupar la presidencia y enseguida designó a
sus colaboradores más directos: Ángel Caballer Rodríguez, Pedro Graciani Brazal
y José Bailón Verdejo, vicepresidentes; tesorero, Fernando Bex Cascales;
secretario, José Quesada Pomares. Destaca la presencia en la directiva por
primera vez de José Bailón, futuro presidente y hombre muy importante en la
historia del club. También es de destacar el nombramiento como vocal del ex del
Once Fantasma Miguel Herranz, que
ocupará el cargo de delegado de campo. Como presidente del Recreativo fue
nombrado otro antiguo directivo, Francisco Jiménez Callejas. También es de
destacar la presencia como tesorero del eterno socio número uno y fundador del
club: José Amigo Vico. La nueva directiva se puso manos a la obra de inmediato
y consiguió liquidar las deudas con los futbolistas de la anterior plantilla,
con lo que todo (al menos lo más urgente) pareció quedar resuelto.
En entrevista para Ideal
el flamante presidente del Recreativo, Francisco Jiménez Callejas, declaró que
los objetivos del filial eran, en primer lugar, liberar el campo de Los
Cármenes (recordemos que cuando se compraron los terrenos éstos se escrituraron
a nombre del Recreativo Granada, denominación por entonces del Granada CF) para
ofrecerlo al Granada libre de cargas y completamente a su disposición;
mantenerse en tercera; y no renunciar a jugar liguilla de ascenso. Al filial le
ocurría lo mismo que al primer equipo ya que la reestructuración de la segunda
y la tercera perseguía reducir el número de clubes de esas categorías a la
mitad, así que mantenerse en la categoría era aún más difícil que para el
primer equipo porque aun realizando una buena campaña deportiva, podía verse
arrastrado al descenso si el Granada descendía.
Cholín será el entrenador 51-52
Consecuencia inmediata
de esta situación de impasse fue que el entrenador que había quedado contratado
antes de terminar la anterior temporada, Emilio Vidal, quedó por completo
desligado del Granada al no habérsele satisfecho las cantidades que en su
momento se acordaron. El técnico se encontraba en Sabadell desde mayo y gracias
a sus gestiones se habían cerrado ya dos fichajes: Álvarez y Santi (ambos
acabarán jugando en el Recreativo y no llegarán a debutar de rojiblanco en
partido oficial), y también había dispuesto antes de marcharse que determinados
futbolistas del filial pasaran a figurar como profesionales de la primera
plantilla.
La fecha que en
principio estaba prevista para el inicio de los entrenamientos era el 10 de
agosto, pero ese día se acercaba y el Granada seguía sin entrenador. En la
prensa se barajaron los nombres de José Espada, que acababa de quedar libre en
el Alcoyano, al que no había podido salvar del descenso a segunda, y también
volvió a sonar el nombre de Emilio Vidal, que habría vuelto a comunicarse con
el club y demandar la firma de un nuevo contrato, pero sus exigencias
económicas fueron demasiado elevadas. Finalmente, la recién instaurada
directiva se decidió por Cholín, libre después de su aventura al frente del
Jaén, quien se ofreció desinteresadamente, siendo aceptado su ofrecimiento y
prometiéndole una compensación monetaria al terminar la temporada.
Espantá de Toto y Ríos
Mientras el primer
equipo se hallaba sumido en una profunda crisis institucional y económica que
ponía dudas acerca de su continuidad, el filial, el Recreativo, comenzó a
primeros de agosto su preparación de cara a la inminente temporada, con su
entrenador, Manolo Ibáñez, a la cabeza. La “bomba” estalló cuando los
recreativistas Toto y Ríos, recientemente enrolados como profesionales en la
primera plantilla y firmes promesas locales, se marcharon para probar en la
Orensana, de segunda grupo norte, que –se dijo- les ofrecía 100.000 pesetas por
dos temporadas. Resulta que ambos habían suscrito un contrato con el Granada, pero
sin estar todavía diligenciadas las fichas, circunstancia que aprovecharon para
este segundo fichaje, mucho más sustancioso que el que el Granada les ofrecía.
La directiva al día siguiente insertó en los periódicos locales una nota en la
que decía que se había enterado de la marcha de los dos jugadores por la prensa
puesto que éstos habían llevado en secreto toda su negociación, y terminaba su
comunicado oficial diciendo que no se sentían responsables de la falta de
cariño de los dos canteranos por el club que los hizo jugadores ni de su falta
de seriedad, y que su concurso habría sido muy estimable, pero no
imprescindible.
Toto, a los pocos días de su marcha
volvió todo compungido al no superar la prueba a que fue sometido en Orense. En
ese momento dijo que se marchaba al Murcia para jugar en su filial, el
Imperial, y días después que ficharía por el Almería, de tercera, rival del
Recreativo, pero lo cierto fue que a mediados de septiembre estaba en Granada y
cuando ya había alcanzado acuerdo para enrolarse de nuevo en el filial, volvió
a arrepentirse y a dejar plantada a la directiva ahora para fichar por el
Hércules, rival del Granada en el grupo sur de segunda, con quien dijo que
debutaría el siguiente domingo. Pero, claro está, todo eran fantasías del
carácter díscolo de este jugador y antes del fin de esa semana ya estaba de
nuevo de vuelta, pero ahora con la actitud enemiga de las directivas del
Granada y del Recreativo, que pronto manifestaron que ya no cabían más
negociaciones con este jugador. No obstante, al poco tiempo y en vista de que
filial era farolillo rojo tras jugarse la tercera jornada, la directiva se
volvió atrás y fue reincorporado Toto al Recreativo, ahora con ficha nuevamente
amateur, debutando como ariete en el partido de la cuarta jornada, jugado en
Tánger contra el Maghreb.
En cuanto al otro huido, Ríos, éste
sí convenció en su prueba en Orense y allí quedó fichado por tres temporadas a
razón de 125.000 pesetas, perdiéndose así uno de los canteranos que mayores
esperanzas levantaba. Pero tampoco se puede decir que le fuera de perlas en
tierras gallegas porque al finalizar esta temporada se publicará en prensa que
de lo prometido nada, y que el jugador andaba en pleitos para intentar cobrar
lo mucho que le debía la Orensana, equipo que acabó tercero por la cola y
descendido a tercera. Al menos su aventura gallega le sirvió para darse a
conocer y así en la temporada 52-53 fichará por el Coruña, de primera, donde
militará dos años. Tiempo después, en la 55-56 volverá por fin a su tierra y
jugará de rojiblanco.
Fichan Bosque, Pérez y Felipe Martín
La crisis vivida en el
club en el verano de 1951 hizo que bien avanzado el mes de agosto aún no
hubieran comenzado los entrenamientos de la primera plantilla y sólo se habían
realizado dos fichajes, Álvarez y Santi (que sólo jugarán en el Recreativo y el
primero no llegará a terminar la temporada siendo dado de baja en febrero),
ambos recomendados por el que iba a ser entrenador, Emilio Vidal. Los primeros
fichajes de la nueva directiva llegaron el 16 de agosto, el mismo día en que se
realizó la primera sesión de entreno a la que apenas se presentaron ocho
futbolistas: recomendado por Paco Mas, Bosque, un extremo catalán ya bastante
veterano procedente del Igualada y que sólo jugará unos pocos partidos en el
Recreativo y no llegará a completar la temporada al rescindir contrato a
finales de enero. Este Bosque a medias con su compañero Álvarez abrieron un bar
en nuestra ciudad, donde se encontraban de maravilla, según propias
manifestaciones, a pesar de no jugar ni por casualidad.
Otra incorporación fue la de Pérez,
medio procedente del San Andrés, también catalán, que sí será titular en la
temporada a punto de arrancar, fichado por un año. Al día siguiente se presentó
a prueba Felipe Martín, del Huelva y antes del Ferrol y del Gerona, otro medio (éste
recomendado por Trompi), sevillano de nacimiento, que fichó por dos temporadas.
Renueva Mas y se van Sosa y Méndez
Por otra parte, Mas, ya
regresado de sus vacaciones catalanas, que había quedado en libertad al
terminar su contrato, renovó por el Granada en blanco por un año. Mas fue esta
temporada el único de la plantilla rojiblanca que todavía quedaba de primera ya
que Sosa al terminar su compromiso recibió la carta de libertad y se fue -muy a
su pesar puesto que se había ofrecido para ser incluido en el Recreativo- a
Cartagena, donde fichó.
Otra muy sensible baja fue la de
Méndez, quien seguía con ficha de amateur, condición que le dejaba plena
libertad para gestionar su futuro, por lo que ante una muy sustanciosa oferta
del Málaga, recién descendido de primera, no se lo pensó demasiado y a La
Rosaleda se marchó. Gran torpeza la de la directiva fue dejarlo marchar puesto
que, siendo una de las piezas más codiciadas de la plantilla rojiblanca por el
que se podía haber obtenido un buen traspaso, lo dejaron ir sin nada a cambio;
muy a última hora se le había ofrecido un buen contrato, pero por una sola
temporada y sin ser calificado como profesional, de manera que el buen defensa
se hartó de las largas de la directiva y de la promesa incumplida del regalo de
una moto y suscribió contrato como profesional por tres temporadas por el
Málaga, que hacía tiempo que lo pretendía.
Muchos a prueba
Un sinfín de futbolistas vinieron a
prueba en la pretemporada sin llegar a fichar. Otro futbolista catalán, Bosch,
medio del Mataró, viajó hasta Granada, pero se marchó por donde había venido
por no querer ser sometido a prueba; este Bosch será finalmente jugador
rojiblanco, pero dos temporadas después, en la 53-54.
Con varios de los que habían venido a
probar jugó el Granada su primer partido de pretemporada, en La Victoria de
Jaén, de donde salió derrotado 5-4. A su término el míster Cholín fue muy crítico
con los que componían el equipo y no tuvo pelos en la lengua para manifestar
ante la directiva que el equipo necesitaba urgentemente un defensa central
(acababa de marcharse Méndez al Málaga) y otro izquierdo, y además toda el ala
derecha completa si se quiere hacer en la liga un mediano papel, lo contrario
es tener engañada a la afición, y que con este equipo hay que descartar por
completo alcanzar los puestos de liguilla de ascenso, todo lo contrario: no hay
garantía alguna de poder conservar la categoría ante la drástica reducción
prevista. Y esto lo decía el míster cuando apenas faltaban diez días para el
comienzo de la liga. Lamentablemente llevaba toda la razón en sus
apreciaciones.
Oyendo las peticiones de Cholín, a
los pocos días fichó Ortega, extremo derecho que procedía del Cieza y que en
sus primeros entrenamientos causó una muy positiva impresión pero que apenas
jugará ocho partidos por una grave lesión en la tercera jornada y pese a haber
firmado por dos temporadas sólo estará la presente.
Antes de terminar la semana vinieron
tres más a prueba, los tres muy jóvenes y sevillanos: Miro (Casimiro Sánchez,
aunque la prensa granadina lo llama Miró), un interior fichado del Coria y
cedido por el Sevilla que se quedará y jugará poco de rojiblanco; Japón II, un
lateral izquierdo que también fichará pero sólo jugará en el Recreativo; y
Leoncito, interior izquierdo también cedido por el Sevilla, que no alcanzó
acuerdo económico y al día siguiente por donde vino se marchó para no volver
sin haber siquiera vestido de corto rojiblanco.
Otto, ese dolor
En la plantilla del Granada 51-52
figuraba el húngaro Otto quien, como sabemos, fichó la temporada anterior por
ésa y la siguiente. Fiel a su pobrísima trayectoria como rojiblanco, antes de
que empezara a rodar en serio el balón volvió a lesionarse (o eso decía él) en
el segundo o tercer entrenamiento del verano y ya no hizo más pretemporada. La
directiva, enfadada porque el jugador eludía someterse a algún tipo de prueba
médica que confirmara su baja, barajó en primera instancia poner en
conocimiento de la Federación la irregular situación del húngaro después de
hablar directamente con el interesado. Éste expuso a la directiva que era su
intención marchar a Barcelona para ser operado de su menisco izquierdo por el
doctor Cabot, a lo que el club contestó que ya había sido reconocido por un
médico local que dijo que no tenía tal lesión, y que tendría que someterse a un
nuevo reconocimiento y en caso contrario se adoptarían medidas. Ese nuevo
reconocimiento lo llevó a cabo otra vez el médico de la mutualidad, quien
volvió a decir que Otto no padecía la lesión que pretextaba, con lo que se
acordó someterlo a otro reconocimiento, ya definitivo, que nuevamente volvió a
arrojar resultados negativos, así que el club por mediación de Cholín pidió a
Otto que solicitara la carta de libertad, pero el magiar contestó que él quería
cumplir su contrato con el Granada, y a los pocos días volvió a los
entrenamientos, aunque en principio sin tocar balón.
Pero para cuando el húngaro se
decidió a tratar de recuperar la forma física ya el Granada había puesto el
caso en conocimiento de la Federación, subrayando su escasísimo rendimiento
desde su llegada y la vida licenciosa y desordenada que el húngaro llevaba, así
como los mil pretextos inventados para no entrenar, pidiendo la anulación del
contrato. Otto por su parte, finalizando septiembre, también se dirigió a la
Federación reclamando la prima de fichaje de la presente temporada (35.000 pesetas)
más los sueldos de los dos últimos meses. El Granada CF hizo saber al delantero
que no recibiría ni un céntimo del club hasta que la Federación no emitiera un
dictamen.
Por fin, jugadas las tres primeras
jornadas, se anunció que el míster Cholín volvía a contar con el húngaro y que
éste jugaría en el siguiente partido después de haber perdido ¡doce kilos! La
prensa local hizo un llamamiento a la afición para que ésta no se cebara con el
delantero y que no lo desanimara con burlas y chanzas. Pero el voto de
confianza solicitado por la prensa pronto, muy pronto, quedó en nada. En el
primer minuto del partido de la cuarta jornada en el que el Granada ganó por la
mínima al Salamanca, el húngaro, sin que nadie lo tocara, empezó a dar
cojetadas para retirarse inmediatamente del terreno y dejar al equipo en
inferioridad. En la segunda parte reapareció, pero apenas tocó el balón cuatro
o cinco veces. Y ahí se acabó definitivamente Otto. Ya nunca más volvió a ser
alineado de rojiblanco, ni siquiera en un amistoso. Pero no se marchó, nada de
eso, por lo visto aquí se encontraba muy bien y se quedó hasta finalizar su
contrato y no perdonó ni una gorda.
Durante la temporada volverá de vez
en cuando a aparecer en los medios su nombre, pero nunca en una alineación
rojiblanca sino para dar cuenta de sus cuitas. Así, finalizando el mes de
octubre, los periódicos locales informan que Otto ha viajado a Sevilla para ser
operado por el doctor Leal, médico de la Mutualidad de futbolistas, pero casi
dos meses después, ya bien metidos en diciembre, aún no se había marchado.
Finalmente fue operado en Navidad y a primeros de enero, ya en 1952, volvió a
Granada para restablecerse. Incorporado a los entrenamientos, llegó a barajarse
su posible alineación en el partido del Granada en Córdoba, a mediados de
febrero, pero no estaba todavía en condiciones de reaparecer. Después se habló
de su posible inclusión en el once que se había de enfrentar al Mallorca, pero
nada. Y ya a mediados de marzo, cuando faltaban por disputarse sólo cuatro
jornadas, hubo de viajar nuevamente a Sevilla para ser de nuevo visto por el
médico de la Mutualidad al habérsele producido un derrame en la rodilla
operada. Terminada la temporada y con ella su contrato, fuese por donde había
venido y así acabó la tormentosa relación de este húngaro que no dejó
precisamente un buen recuerdo en nuestra tierra.
Morales árbitro de segunda. Presentación de las dos plantillas
El ex del Recreativo de los años
treinta, el Once Fantasma, Morales, convertido desde 1941 en el
colegiado Antonio Rodríguez Morales, consiguió en esta temporada ascender a
segunda división. La directiva del Recreativo acordó premiarlo con una medalla
de oro de la Virgen de las Angustias, que le fue impuesta antes de comenzar el
partido de presentación de las dos plantillas ante la afición, a comienzos de
septiembre, que el propio Morales arbitró.
Igual que la temporada anterior, una
semana antes de echar a andar la liga Granada y Recreativo se presentaron ante
la afición mediante un amistoso entre ambos equipos en el que todos los
asistentes debían pasar por taquilla. Ganaron los de rojiblanco 4-0, pero tanto
en el primer equipo como en el Recreativo actuaron mezclados los componentes de
una y otra plantilla. En la primera mitad jugó de rojiblanco a prueba Japón I,
hermano del lateral izquierdo que también actuó a prueba (Japón II), veterano
defensa central de 34 años que después de pertenecer a un sinfín de equipos
quedó fichado. Lo mejor fue ver la completa recuperación del delantero Chaves,
el mejor atacante de que disponíamos, lesionado de larga duración la temporada
anterior. Por su parte, el Recreativo se presentó como un cuadro casi
totalmente renovado y en el que faltaban elementos importantes en su alineación
en temporadas anteriores, como el medio defensivo Montilla y el extremo Ros
(ambos ya habían debutado en el primer equipo), que se
habían marchado al Cuenca, de tercera, bajo las órdenes del míster Floro.
Sobre el nuevo Granada coinciden las
crónicas en que lo mejor del equipo parece ser la media y que se cuenta con un
conjunto discreto y sin grandes ambiciones pero que puede dar juego a lo largo
del campeonato cuando todos se acoplen y el míster dé con los hombres idóneos.
Como consecuencia de este partido y por indicación del míster Cholín, los
jugadores de la primera plantilla Requena, Santi, Japón II, Bosque, Botella y
Álvarez, pasaron a reforzar la plantilla del Recreativo en calidad de cedidos.
Candi quiere volver
El portero Candi, marchado al
Zaragoza al finalizar la temporada 49-50, quería volver a nuestra tierra y en
su nombre estuvo negociando con el Granada su hermano. La prensa llegó a
publicar que existía acuerdo con la directiva y que seguramente ficharía. No
obstante, a los pocos días quedaron rotas las negociaciones y Candi no fichó
porque –se dijo- le parecieron poca cosa las 60.000 de ficha que el club le
ofreció frente a las 100.000 que pedía. Pero dos semanas después volvieron a
restablecerse las negociaciones e incluso Candi participó en varias sesiones de
entrenamiento del Granada. Al final no se reincorporó, pero no pasará mucho
tiempo para volver a verlo en Los Cármenes.
CALLEJEANDO
Ya no vale la caraba
A mediados de agosto de 1951 fueron retiradas de la circulación las
populares monedas de 25 céntimos (un real), hechas de níquel y con un agujero
en medio que sirvió para que algunos diseñadores domésticos las aprovecharan
engarzándolas como adorno kitsch en cinturones y todo tipo de
complementos. Las más antiguas databan de mediados de la década de los veinte y
fueron puestas en circulación por la dictadura de Primo de Rivera. Recibían el
nombre popular de “caraba” porque en una de sus caras aparecía una carabela.
Según se dice, al principio no tenían su característico agujero central, pero
hubo que añadírselo porque se confundían con facilidad con otras de distinto
valor. El alto precio que había alcanzado el níquel a principios de los
cincuenta fue la causa de su retirada de la circulación ya que su valor
intrínseco había superado al nominal.
Buscando tesoros
Actividad penibética por
excelencia, más de tiempos pasados que de ahora, ha sido desde antiguo la
búsqueda de tesoros ocultos. Hasta hace relativamente poco se podía ver a
gentes apostadas en las riberas del Darro entregadas a la tarea de cribar las
arenas tratando de encontrar un oro que tacañamente ofrecía el caudal, pero
consta que la del escudriñe del Dauro persiguiendo riquezas es una industria
milenaria. Era una labor de hormiga que requería muchas horas y que rara vez
sacaba de la miseria a los pacientes esforzados del amocafre y el cedazo.
Otro tipo de buscadores de oro de no
tanta constancia como los anteriores y que iban más bien a la caza del rápido
enriquecimiento, también abundaron en este solar penibético; armados de pico y
pala eran capaces en poco tiempo de dejar como campo de minas un monte o una huerta
al aparecer en las inmediaciones, casualmente o de propósito, un puñado de
monedas o joyas escondidas por nuestros antepasados. Y es que, en nuestra
tierra, en siglos pasados, musulmanes y judíos fueron víctimas de pogromos y
expulsiones en más de una ocasión, y se vieron obligados a huir a toda prisa
sin poder llevar consigo los objetos de valor que poseían. De esta manera numerosas
fortunas quedaron enterradas o emparedadas por sus dueños con la esperanza de
en el futuro poder recuperarlas.
Sin ir más lejos, en las
obras de apertura de la Gran Vía a principios de siglo, aparecieron en
distintos puntos varios pucheros llenos de monedas y joyas del tiempo de los
moros. Pero para tesoro de valor incalculable el que se encontraron los
albañiles que procedían a abrir las zanjas para los cimientos de una casa
lindera al ábside de la Catedral en 1904, según refiere Gabriel Pozo Felguera
en un artículo aparecido en El Independiente de Granada. El propietario
de la casa que se construía era Nicolás García Ruiz, quien tiene una
vinculación importante con la historia del Granada CF puesto que fue el
vendedor de las dos hectáreas de olivar en la Casería de Muriel donde después
se levantó el campo de Los Cármenes, aunque en esa venta actuó como apoderado
de su esposa, Angustias Alva Romero, que era la propietaria de la finca. Según
cuenta Pozo, en las excavaciones se toparon con una olla de barro vidriado en
la que había unas 600 monedas de Al Andalus, pero como estaban cubiertas de
polvo y tenían adherido un barrillo parecían no tener gran valor, así que en un
primer momento se vendieron una a una a los que por allí pasaban por el precio
de un real (25 céntimos de peseta). Cuando quisieron acordar, al descubrir que
se trataba de monedas de oro, sólo se pudo recuperar una tercera parte del
tesoro.
La búsqueda de otro tesoro mucho más modesto fue noticia en plena
canícula, julio de 1951. En la breve sección de curiosidades que se titulaba
“Casos y cosas” y aparecía en la última página del diario Ideal se había publicado
la siguiente nota: «Un matrimonio extranjero disputaba agriamente en el Embovedado, frente al
hotel Victoria. De pronto, la señora se quitó una sortija de la mano y la
entregó al caballero. El caballero, con gesto despectivo, tomó el anillo y lo
tiró por uno de los respiraderos del Darro situados junto a la parada del
tranvía en ese punto del Embovedado». Ese comentario de Ideal dio pie a
la organización de varias expediciones a la búsqueda del presunto tesoro bajo
la bóveda del Darro. Presunto, porque en realidad la noticia no decía que la
sortija fuera de oro o tuviera gran valor.
El mismo diario un mes después (en
verano normalmente no hay muchas noticias que comunicar) entrevistaba a los
componentes de una de esas expediciones, formada por cinco animosos muchachotes
de la Plaza de la Trinidad que respondían a los alias de el Malamaera, el
Carpantas, el de Liria, el Gorila y el Cojo, todos
rondando los veinte años de edad y de profesión mozos de cuerda o betuneros.
Los expedicionarios
contaron que habían entrado por el puente del Genil, o sea por la desembocadura
del Darro, llevando una linterna y un aro de goma; con la goma, a la que pegaron
fuego, alumbraban el camino, y con la linterna buscaban el anillo. Decidieron
organizar la expedición al enterarse por las noticias del Ideal, que el Cojo
compra todos los días para que sus clientes se entretengan mientras él lustra
los zapatos.
Previa suelta de un
papel por el mismo sitio donde había desaparecido la sortija, para orientarse,
entraron a las seis y media de la tarde y salieron pasadas las nueve de la
noche en la más completa oscuridad al haberse agotado las pilas de la linterna
y consumido por completo el invento de la goma. Recorrieron todo el cauce
cubierto dos veces. Dicen que se despistaron y salieron por Santa Ana, pero
volvieron a su labor rastreadora y acabaron su periplo por donde lo habían
empezado. ¿Y qué encontraron? Pues ¡naaaa….!,
dicen todos a coro, sólo unas cuantas ranas y varios gatos muertos.
En este punto del relato
se desata la sospecha porque -dicen los entrevistados-, el Cojo, que no
los acompaña en su visita a la redacción de Ideal, el día de la andanza
darrianesca no tenía ni una gorda y pidió prestado un duro para poder llevarle
a su mujer una media nocturna (que explican que consiste en media hogaza
de racionamiento), y desde hace dos días no se le ve el pelo por la Plaza de la
Trinidad, de lo que deducen que a lo mejor él se encontró la sortija y se la
guardó sin dar participación a sus conmilitones.
Para terminar, afirman
que no sintieron miedo en ningún momento, y que al que responde al alias de “el
Gorila” se le perdieron las alpargatas y tuvo que completar la jornada calzando
unos zapatos viejos de mujer que encontraron, unos zapatos de tacón que ha
tenido puestos varios días hasta cambiarlos por unas alpargatillas. Toda una
aventura la de estos jóvenes a la busca de un tesoro menor que seguro que no
los habría quitado de trabajar, pero sí que hubiera aliviado sus hambres.
Gallego Burín Director General de Bellas Artes
La noticia de más calado que produce el verano de 1951 es el nombramiento
de Antonio Gallego Burín como nuevo director general de Bellas Artes, y esto
sucedía el mismo día en que Manuel López Font accedía por segunda vez a la
presidencia del Granada CF, el 27 de julio de 1951. El Consejo de Ministros de
esa fecha decretó el nombramiento de diversas personalidades del Régimen como
altos cargos ministeriales, entre ellos el que atañe al alcalde de Granada
desde 1938, desde los tiempos de la Guerra Civil, con el paréntesis de un año (entre
octubre de 1940 y noviembre de 1941), en que desempeñó las funciones de
gobernador civil de la provincia (contra su voluntad, según manifestación del
propio Gallego Burín), volviendo a la alcaldía de la capital al ser relevado de
su cargo provincial. No obstante, su cese al frente de los destinos municipales
no será instantáneo y seguirá ocupando el sillón de la Plaza del Carmen en
funciones algo más de un mes.
El último día de agosto,
en pleno extraordinario en la casa consistorial presidido por el gobernador
Fernández-Victorio, cesaba oficialmente Gallego Burín como alcalde. En el mismo
acto le fue impuesta la medalla de oro de la ciudad a Manuel Gómez Moreno, el académico
granadino que ya ocupó la dirección general de Bellas Artes (entre 1930 y
1931), de 81 años de edad. Un almuerzo de homenaje en el Parador de San
Francisco le ofrecieron sus compañeros de corporación, seguido de visita a la
Virgen de las Angustias para depositar a sus pies su bastón de mando como
despedida. Al día siguiente partió para los madriles.
El día anterior había sido agasajado
por las primeras autoridades provinciales, también en el parador de la
Alhambra, donde concedió una entrevista para Ideal en la que manifestaba que en
el día de su partida «tengo una murria que no veo», y que se sentía como la planta que se arranca de raíz de su tierra, porque si
Granada es difícil olvidarla cuando se ha visto una vez, cuando se ha vivido
siempre en ella lo difícil se hace imposible. El paisaje, la luz y el sonido de
Granada son un veneno que, se vaya donde se vaya, siempre quedará en nuestra
alma. Porque Granada es única en el mundo, y conviene que los granadinos en su
abulia nunca lo olviden y siempre sea así, añade el alcalde saliente. Sobre los
granadinos dice Gallego que somos el espíritu de la contradicción, siendo
nuestra mejor virtud un sentido de trascendencia en todas las cosas, y la
cualidad más acusada es la inteligencia clara, aguda, abierta a todo lo que
tiene sentido universal; claro que esa misma cualidad, según Gallego Burín,
lleva al peor defecto de los granadinos: creerse estar siempre de vuelta de
todas las cosas.
Como lo más importante
de lo hecho en su mandato señala Gallego que ha sido devolverle a Granada el
rango y el tono que le corresponde, así como el importantísimo logro que significa
que por fin se haya resuelto el problema de las aguas potables y del
alcantarillado.
En la entrevista manifiesta también
Gallego Burín un dato poco conocido: dos antepasados suyos por vía materna ya
fueron alcaldes de Granada. El primero fue Francisco Sánchez Gadeo, su tatarabuelo,
corregidor en tiempos de Fernando VII (entre 1814 y 1815). El segundo, su
bisabuelo, Manuel Sánchez-Gadeo y Subiza, hijo del anterior y alcalde entre
1846 y 1847, que fue el que mandó hacer los ya desaparecidos jardinillos del
Triunfo. Seguramente (esto no lo dice en su entrevista), uno de los dos es el
que da nombre a la callejuela del bajo Albaicín, afluente de la calle Elvira,
denominada Cobertizo de Gadeo.
Algunos días después el pleno
municipal, presidido por el alcalde accidental Santiago González Sola, a
propuesta del concejal Morales Souvirón y por unanimidad, decidía nombrar a
Antonio Gallego Burín Hijo Predilecto y Preclaro de Granada. Por cierto,
en la misma sesión quedó sin someterse a votación por falta de quorum, una
propuesta presentada por el Granada CF en demanda de una subvención.
Aparte de su notabilísima faceta como
historiador del arte y como autor de numerosas obras en ese terreno, y de su
trayectoria como catedrático en nuestra Universidad e intelectual fundador
junto con otros de la famosísima tertulia del Rinconcillo en el café Alameda, en
la política se inició Gallego Burín en las filas del maurismo, escisión del
partido conservador y al que se puede calificar como derecha radical, para
evolucionar posteriormente hacia el regionalismo de Cambó, de signo conservador
y corriente contraria al nacionalismo federalista que propugnaba para Andalucía
Blas Infante. Durante la dictadura de Primo de Rivera militó en Unión
Patriótica, el partido fundado por el dictador, para pasar también por el
Partido Centrista. Y de ahí a Falange Española Tradicionalista y de las JONS, ya
en plena Guerra Civil, lo que facilitó su acceso en 1938 a la alcaldía de la
capital.
Por designación a dedo accedió
Gallego Burín a la política municipal, cosa que había intentado sin éxito en la
década de los veinte por la vía de las urnas. El vestir la camisa azul le
allanó el camino, pero consta que ni esa prenda ni la ideología que
representaba fueron nunca de su agrado, y que la vestía obligado por las
circunstancias (como decenas de miles de españoles en aquellos años), porque,
de no ser por esa razón, puede que su pasado de militancias políticas “nonc
santas” (para los vencedores de la Guerra Civil) le hubieran costado muy caras,
como acabó ocurriéndole a muchos españoles cuyo único delito fue el haber
participado en política cuando esa actividad no estaba proscrita.
Según distintos autores que sobre la
cuestión han escrito, la hostilidad e incluso la persecución de Gallego Burín
por los falangistas pata negra locales existió casi desde el mismo
momento en que ingresó en el partido único, y se acrecentaron después de que el
alcalde pusiera su firma al pie del famoso manifiesto monárquico de 1943 por el
que numerosos próceres del franquismo pedían al general la pronta restauración
de la monarquía en España. Hostilidades que alcanzaron su cénit con el
desembarco en 1944 del camisa vieja y jonsista hasta la médula que fue aquel
gobernador civil que se llamaba José María Fontana Tarrats, llegando al terreno
de lo personal. Gallego Burín, cabeza visible en nuestra tierra de los
defensores de la España nacionalcatólica y tradicional, recriminaba a Fontana
sus políticas revolucionarias dentro de la ortodoxia falangista, lindera con el
marxismo, y el abandono del orden público mientras por los montes y la ciudad
campaban a sus anchas los maquis. Y el gobernador acusaba al alcalde de haber
conseguido su buena reputación a base de sobornos a unos cuantos propagandistas
y de regir la ciudad como un cacicato personal y, lo que es peor, de
desafección a Falange y al Caudillo. Fue una guerra larvada alcalde-gobernador
en la que acabó triunfando el primero porque, conforme el Eje iba de varapalo
en varapalo en la II GM, el Régimen vio conveniente desfascistizar todos los
aparatos del Estado y apartar a los que habían sido sus más fervientes
servidores por lo que pudiera venir.
Así terminaba el mandato al frente de
los destinos municipales de Granada del que sin duda es el alcalde que más
huella dejó de su paso por la Plaza del Carmen. Él mismo señaló en la
entrevista citada lo más importante de su gestión y de la que más se
enorgullecía: promover importantes obras públicas de embellecimiento de la
ciudad, a la que imprimió su sello personal y que resultaron en general un
completo acierto; y, sobre todo, solucionar el antiquísimo problema de las
aguas potables y el alcantarillado de Granada.
El teleférico fantasma
En agosto se han terminado las obras de prolongación del Tranvía de la
Sierra desde el Maitena hasta el Barranco de San Juan, que fueron promovidas y
comenzadas bajo el mandato del entonces gobernador civil, Fontana, en 1947. No
se ha inaugurado oficialmente pero ya pueden entrar en servicio los algo más de
tres kilómetros de nuevo trazado. Al mismo tiempo pasa a las Cortes para su
debate y aprobación el funicular que desde el fin de trayecto de las nuevas
vías ascenderá hasta los albergues de la Hoya de la Mora y los Peñones de San
Francisco.
La prensa local publica
que el Consejo de Ministros ha pasado a Las Cortes el proyecto de ley, aprobado
por el Ministerio de Obras Públicas, para la construcción del teleférico. Es el
último trámite para habilitar el crédito de 17 millones en que se tasan tanto
las obras como las instalaciones necesarias para que el ferrocarril aéreo sea
una realidad.
De la cota 1.170 en el inicio del
trayecto, ascenderá a la de 2.500, con una distancia horizontal de 4.412 metros
y con una estación intermedia en los Campos de Otero, donde se sitúa el
albergue de la Sociedad Sierra Nevada o de San Francisco. Los coches de
viajeros tendrán capacidad para 35 personas, calculándose que darán servicio a
210 personas a la hora en un sentido o en el otro. En 30 meses ya estará
funcionando, dice Ideal con optimismo, y así, en menos de hora y media se podrá
ir desde Puerta Real hasta la nieve, lo que sin duda supondrá añadir a los muchos
encantos de nuestra tierra otro más, éste de primer orden y que rivalizará con
la mismísima Alhambra.
El proyecto de
teleférico pasó a Las Cortes, como queda dicho, y obtuvo todas las bendiciones,
y ya en diciembre de 1951 apareció aprobado el proyecto de ley en el boletín
del cuasi parlamento franquista, publicándose poco después en el BOE. Los
optimismos, desde luego, estaban más que justificados, pero, ya lo sabemos, ni
siquiera llegaron a iniciarse las obras. Es éste quizás el más claro ejemplo de
que lo que sucede en nuestra Granada con las obras públicas de infraestructura
dudamos mucho que ocurra en otras tierras. A ver cómo se explica que contando
con todas las bendiciones legales y estando aprobado incluso el desembolso de
dineros públicos y publicado en el BOE, finalmente se quedara en el limbo este
funicular fantasma que de existir en la actualidad (junto con el desaparecido
tranvía serrano, del que iba a ser complemento), efectivamente, como decía
Ideal, podría rivalizar con la Alhambra en atractivo turístico.
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