Bajas y fichajes 49-50
Terminada de manera
frustrante la temporada 48-49, en la que se escapó por los pelos un ascenso a
primera, la primera noticia futbolera de la 49-50 es la baja de los
futbolistas: Valero, Díaz, Arencibia y Laureano Martín, aparte de la de Lesmes,
que ya se había hecho efectiva antes de terminar el mes de junio, todos con la
carta de libertad al terminar su contrato. En su lugar el primer fichaje fue el
de Barnet, veterano defensa catalán que procedía del Sevilla y antes del Jerez,
Levante y Español, que pertenecerá al Granada ésta y la siguiente temporada y
jugará más bien poco. También se incorporó el joven Ibáñez, otro defensa, cuyo
destino será el filial, el Granada B, procedente del Electrodo madrileño,
equipo que disputó la temporada anterior la eliminatoria de octavos de final de
la Copa de España de Aficionados precisamente con el filial; sólo llegará a
alinearse en amistosos de pretemporada. No eran propiamente fichajes pero
pasaron al primer equipo, con ficha profesional, los jugadores del equipo B
Sueza, Díaz Cara, Ros y Montilla. Ya entrado el mes de agosto fichó por cuatro
temporadas (de las que sólo cumplió dos) el portero Carbelo, procedente del
Málaga, equipo en el que jugó la temporada anterior cedido del At. Madrid.
Otra noticia de enjundia
es que el club ha conseguido rebajar su déficit, estimado en unas 800.000
pesetas, hasta dejarlo en 600.000. Las taquillas a lo largo de la 48-49 no
fueron demasiado sustanciosas a pesar de que el ascenso se escapó sólo por el
golaveraje, pero sí que fueron bastante más abultadas que las de la anterior
temporada.
Joaquín Serrano nuevo presidente
La siguiente noticia
importante fue la asamblea general de socios, convocada para el 22 de julio de
1949 en los salones de la Agrupación Álvarez Quintero, calle de la Colcha 15.
Martín Campos había dimitido al terminar la temporada anterior, aunque en su
momento nada comunicó la prensa, así que el punto principal del orden del día
era la designación de nuevo presidente del Granada CF. Sólo un candidato
existía, el que había sido hasta ese momento tesorero, Joaquín Serrano
González. Más de trescientos socios acudieron a la cita y decidieron dar un
voto de confianza al único dispuesto a ocupar el sillón, Joaquín Serrano, quien
a partir de ese momento se convirtió en el nuevo presidente de la entidad.
Aparte de la elección de
nuevo presidente, que más que elección fue traspaso de poderes, el punto más
sustancioso de la asamblea lo constituyó el proyecto, esbozado por el nuevo
dirigente, de emitir obligaciones amortizables en un plazo no inferior a
treinta años sobre el campo de Los Cármenes, con pago de los correspondientes
intereses, para lo que antes que nada había que liquidar por completo la deuda
que todavía andaba cercana a las 100.000 pesetas con los vendedores de los
terrenos. La propuesta, equivalente a hipotecar el patrimonio del club, fue
objeto de amplio debate, pero triunfó (y así salió de las votaciones de los
presentes) la medida de rechazarla para de esa manera evitar el endeudamiento
sobre el terreno de juego de Los Cármenes, único patrimonio del club.
Previamente el
presidente saliente, Ricardo Martín Campos, hizo una exposición de la temporada
anterior y salió al paso de un infundio –dijo- que había circulado por la
ciudad en el sentido de que a su directiva no le interesaba ascender, y de ahí
el mal resultado final. Martín Campos desmintió radicalmente tal rumor y
aseguró que desde el momento en que se vieron las posibilidades de ascenso la
directiva se volcó aumentando las primas, no reparando en gastos estableciendo
gratificaciones e incluso recluyendo a los futbolistas en las previas de los
partidos. También habló sobre la reivindicación del club para que la primera
categoría fuera ampliada a dieciséis equipos y así poder el Granada dar el
salto, pero tal propuesta sólo encontró apoyo en Armando Muñoz Calero, el
presidente de la Federación, y nada se obtuvo. Sobre este punto hay que
insistir en la mala suerte del equipo rojiblanco, que mereció de largo un
ascenso que hubiera conseguido de haberse aprobado la ampliación de la máxima
categoría, cosa que se sabía era inminente y que finalmente fue acordada por el
pleno federativo ¡en octubre de 1949 y para la temporada siguiente!
Se despidió Martín Campos expresando
su deseo de a partir de ese momento ser un aficionado más, alejado de toda
actividad directiva, pero ofreciendo al club su colaboración siempre que ésta
fuera requerida. Así terminó la amplia relación con nuestro club de este
industrial del espectáculo, presidente honorario, una relación que empezó 17
años atrás, en 1932, cuando el Granada, por entonces Recreativo, apenas tenía
un año de vida, con el paréntesis de cuatro años (entre 1943 y 1947).
Empiezan los entrenamientos
A mediados de agosto
comenzaron los entrenamientos de la primera plantilla, más de una semana
después de que empezaran las sesiones de preparación de los dos filiales, porque
esta temporada contó con dos canteras. El primer filial, el Granada B, jugará
en Preferente. El segundo, Granada C, lo hará en segunda regional, y no es otro
que el equipo que en la temporada anterior fundaron algunos ex granadinistas
con el nombre de Recreativo, el tercero de la historia (el cuarto en realidad,
si contamos también al Recreativo Español de los primos Amigo); la directiva
decidió que camiseta verde y pantalón blanco serían sus colores, una equipación
que ningún otro equipo granadino tenía como propia.
Dirigió las sesiones Cholín, una
temporada más responsable de la preparación física y técnica ante el buen
rendimiento sacado a la plantilla en la temporada anterior, ahora con su
flamante título de entrenador bajo el brazo después de haber estado dos semanas
en Burgos en el primer cursillo que en España se organizó para regular de alguna
manera la profesión, ya que hasta ese momento cualquier persona, casi siempre
ex jugadores al retirarse, podía ocupar un banquillo. Al mismo cursillo había
acudido también Manolo Ibáñez, pero se volvió antes de tiempo al poder asistir
sólo en calidad de libre oyente.
Varios jugadores de
categorías inferiores estuvieron a prueba sin que ninguno llegara a fichar.
Cercano ya el comienzo de la liga, se hicieron gestiones en Madrid para obtener
del Atlético la cesión de alguno de sus integrantes, pero sólo el medio
argentino Candía se puso a tiro sin que llegara a firmar porque pidió una
cantidad prohibitiva para el Granada.
Estreno en El Arcángel con derrota
Con tan escasos fichajes
y sin más preparación de pretemporada que un amistoso en Peligros frente al
Vandalia y otro en La Victoria frente al Jaén, de tercera, en el primer domingo
de septiembre empezó la liga del grupo sur de segunda para el Granada. Dado que
el número de equipos participantes en la categoría había aumentado (dos grupos,
norte y sur, con dieciséis clubes cada uno), frente a lo que venía siendo
habitual, en lugar de empezar la liga en sus dos primeras categorías (la
primera seguía estando integrada por sólo catorce equipos) el último domingo de
septiembre, esta vez fue el primer domingo.
Al Granada le
correspondió estrenarse en el Arcángel cordobés, de donde se trajo una derrota
por 2-1. En esta primera alineación rojiblanca (Candi; Toñín, Millán, Rey;
Almagro, Sosa; Ros, Fraga, Morales, Luiqui y Megino) no figuró ninguno de los
escasos fichajes para la 49-50 y la única novedad fue la inclusión del
canterano Ros en el extremo derecho, pero no pudieron los nuestros
contrarrestar los dos goles del recién ascendido Córdoba, obtenidos en los
primeros diez minutos de juego, y a pesar de que, según las crónicas, el
Granada fue mejor que el conjunto local, no pudo obtener botín alguno.
Paliza al Castellón
En lo que parecía ya una
tradición por aquellos años, la temporada se inauguró en Los Cármenes contra el
Castellón, el mismo rival de las dos últimas ligas en el primer partido casero,
sólo que en las dos anteriores era la primera jornada y en ésta era ya la
segunda. Los levantinos llegaron la víspera, sábado 10 de septiembre de 1949,
después de que su autobús se viera obligado a dar un gran rodeo y tomar la
carretera de Alcalá la Real al estar cortada la Bailén-Motril a la altura de
Jaén capital debido a las grandes tormentas propias de la época del año, que
habían inundado esa carretera principal. Ese mismo domingo Granada recibía la
visita del rey de Jordania Abdullah, de visita oficial a España.
Dos temporadas atrás en
este mismo escenario y con los mismos contendientes el partido acabó en empate
a dos tantos y en medio de un gran escándalo debido a la pésima actuación del
siempre polémico árbitro Gojenuri. A la siguiente, la última, sólo pudo
doblegar el Granada a los de La Plana con muchísimo trabajo y por un solitario
gol de Morales porque el portero castellonense Guillermo lo paró todo. Sin
embargo en la ocasión presente los rojiblancos no tuvieron rival en los
blanquinegros (acabarían la liga como colistas y descendidos varias jornadas
antes del final), de los que se deshicieron con el muy contundente tanteo de
6-0. Fue la primera de las muy amplias goleadas que en esta 49-50 consiguió
nuestro equipo en Los Cármenes; hasta en cinco ocasiones a lo largo del calendario
los rojiblancos conseguirán seis o más goles jugando de locales.
Los de Castellón habían renovado casi
por completo su equipo de las últimas campañas y habían dado entrada a jóvenes
sin experiencia y el invento se les dio francamente mal. Uno de esos jóvenes
noveles era Antonio Rius, uno de los pocos que en las crónicas merecen un
comentario favorable, quien tres años después se convertirá en granadinista y
en nuestro equipo militará muchas temporadas dejando una huella imborrable de
gran jugador y mejor persona.
Con suma facilidad los nuestros
golearon e incluso pudo ser mayor el tanteo en la meta castellonense. Las crónicas
destacan por encima de todos al granadino Manolo Almagro, convertido en el
motor del equipo. Con la victoria saltó el Granada al cuarto puesto.
Sufrida victoria ante el Murcia
La siguiente jornada, ya
la tres, fue nuevamente casera. Nos visitaba el Murcia, uno de los gallitos que
al terminar esta liga ascenderá a primera como segundo clasificado. El campo
casi se llenó y entre el público hubo una numerosa representación de hinchas
murcianos. Dos futuros granadinistas, Becerril y Morera, jugaron de rojo, y un
ex, Sierra, no viajó por lesión. El portero pimentonero fue Martí, otro ex
granadinista, repuesto por completo del grave percance que sufrió la temporada
anterior y que a punto estuvo de incapacitarlo para el balompié. En las
crónicas del partido lo acusan de fallar en el único gol del partido, aunque
también destacan que después salvó varias situaciones comprometidas en su
marco. Respecto de Becerril, que será rojiblanco casi diez años después y está
en la foto de la final de Copa 1959, para algunos medios el mejor de los
visitantes, se le señala como contundente leñero y causante de que en la
segunda parte hubiera excesivos roces entre unos y otros.
Ganó el Granada con un solitario gol
de Trompi, pero esa victoria costó un trabajo ímprobo y en ningún momento
estuvo clara porque los forasteros se mostraron como un conjunto muy bien
ensamblado y de juego ágil. Según la prensa murciana, el árbitro pasó por alto
un claro penalti de Millán al delantero Alcázar por agarrón. Otra vez Almagro,
ya convertido en plena realidad, fue el mejor de todos. La victoria aupó al
Granada al segundo puesto de la clasificación.
Para Fernández de Burgos
en Ideal, el Murcia fue bastante mejor que los rojiblancos y sólo falló en el
remate, y los aficionados que una semana antes salían de Los Cármenes
satisfechos por la goleada ante el Castellón, en esta ocasión renegaban de sus
jugadores y manifestaban a gritos que no hay equipo. El periodista de Ideal da
la razón a los periodistas murcianos y reconoce que Millán hizo penalti, pero
también señala que en el área murciana hubo otro tan claro como aquél que el
colegiado Sáiz tampoco vio.
Dos positivos en Bardín y liderato
En vísperas de la cuarta
jornada, que llevaba al Granada al Bardín del Hércules, un comentario del
crítico de fútbol del diario Pueblo, José María Úbeda, llena de orgullo a la
hinchada rojiblanca. Según el citado periodista, el Trompi de sus buenos
tiempos era más completo, puesto que tenía más profundidad, que Carlsson,
interior sueco ya veterano que era toda una novedad en el At. Madrid, que, por
recomendación de su nuevo entrenador, Helenio Herrera, acababa de ficharlo e
incorporarlo y donde hasta ese momento sólo había disputado dos encuentros. El
nórdico, considerado uno de los mejores futbolistas suecos de su historia, se
convertirá poco tiempo después en toda una leyenda del club colchonero, donde
es muy recordado por haber permanecido cuatro temporadas y formar parte de la
que se llamó “delantera de cristal” (porque se solían lesionar con asiduidad),
la que formaban Juncosa, Ben Barek, Pérez Payá, Carlsson y Escudero, con la que
el club madrileño ganó dos ligas consecutivas, 49-50 y 50-51, y una Copa Duarte
en 1952 (precedente de la actual Supercopa entre los campeones de liga y copa).
Sin duda al crítico madrileño el sueco le recordaba al gran Trompi, también un
interior de los de entonces, pequeño de estatura y (en sus buenos tiempos,
claro) rápido, técnico y habilidoso.
En el Bardín de Alicante
y ante el Hércules, dirigido por Gaspar Rubio y uno de los favoritos al ascenso
que, como el Granada, en la temporada anterior perdió en los últimos partidos,
el Granada consiguió una sensacional victoria 1-3 con la que estrenar su cuenta
de positivos y que además le sirvió para encaramarse al liderato del grupo sur
de segunda. Fue un buen partido muy bien planteado por Cholín y en el que
destacaron las actuaciones de Candi y de Luiqui, autor éste de dos goles.
Debutó Barnet en la media y estuvo a buen nivel.
Como anécdota hay que
reseñar que el árbitro del partido, Antonio Boronat, debutante en la categoría,
sorprendió tanto a los espectadores como a los jugadores señalando hasta cuatro
libres indirectos dentro del área por motivos tales como una obstrucción o una
pérdida de tiempo en el saque del portero, una sanción de la que se puede decir
que resultaba exótica puesto que a pesar de estar claramente especificada en el
reglamento era muy raro que se señalara. El único gol de los locales nació de
un libre indirecto en el área rojiblanca. Por el contrario, el Granada en la
ocasión similar que tuvo disparó por medio de Luiqui directamente a portería
entrando a la red el balón, pero el tanto quedó anulado, y es que los propios
protagonistas no estaban acostumbrados a este tipo de faltas y por lo visto
también desconocían que el brazo en alto del juez significa lanzamiento
indirecto. El joven colegiado no obstante es destacado por todas las crónicas
por su excelente labor en la dirección del choque. Este Boronat hay que
encuadrarlo dentro de la nueva hornada de trencillas este año incorporados como
resultado del curso impartido por la Federación en pretemporada en sustitución
de viejos referís como Escartín, Melcón o el terrible Gojenuri, recientemente
retirados tras más de veinte años en el arbitraje.
Otra paliza, ahora al Salamanca
La jornada cinco, en el
primer domingo de octubre, tocó defender el liderato del grupo recibiendo en
Los Cármenes al Salamanca, ausente de estas tierras desde que perdió la
categoría cuatro temporadas atrás. A pesar de ser un recién ascendido dio mucho
juego en segunda y acabó la liga clasificado en cuarto lugar. A la hora de
confeccionar los dos grupos de segunda, cosa que era una novedad esta
temporada, y a pesar de su situación geográfica se le había incluido junto a
los equipos meridionales para poder cuadrar ambos grupos y evitar que quedaran
cojos. Como portero suplente traía a una leyenda granadinista, Floro, quien en
la previa fue entrevistado por la prensa local y tuvo palabras de cariño hacia
Granada y los granadinos, y dijo emocionado que nunca podría olvidar los ocho
años pasados a la vera de la Alhambra y que conforme se iba acercando a nuestra
tierra había sentido algo interior que no podía definir y que quizá le
impidiera jugar.
Una nueva goleada fue el
resultado, 7-2, con el que el Granada se reafirmó en la primera plaza, ahora ya
en solitario, distanciando al segundo, el Murcia, en un punto. El Salamanca ya
antes de este encuentro era el equipo más goleado del grupo, y así cuentan las
crónicas que su defensa fue en extremo débil y el Granada, como sucediera
frente al Castellón, no tuvo rival y pudo ganar incluso por más goles. No
obstante, al descanso las cosas no estaban nada claras para los nuestros y el
resultado que reflejaba el marcador era de empate a dos tantos, pero en la
segunda parte el Granada, jugando en superioridad por expulsión del mejor
hombre salmantino, el ex bilbainista Albizúa, consiguió cuatro goles en menos
de diez minutos que dejaron a los forasteros sin reacción. En esa segunda parte
Millán salió de inicio como delantero centro ante la ausencia del goleador
Morales, pasando Almagro, otra vez el mejor rojiblanco, a la cobertura, pero el
ex internacional duró en ese puesto los escasos cinco minutos que tardó el
Granada en deshacer el empate.
En los últimos cinco minutos de partido
el granadinismo tuvo ocasión de ver de cerca y aplaudir con ganas a Floro, la
única vez que en toda su carrera se enfrentó al equipo rojiblanco, quien por
lesión sustituyó al titular Larrarte cuando ya el marcador reflejaba el 7-2
final, luego, ningún gol encajó Florito en su vuelta a Granada. Dos ex
granadinistas más militaban en la plantilla salmantina, Acedo y Torquemada,
pero no viajaron.
Frenazo en Mallorca
Continuó la competición para nuestro
equipo con una nueva salida, ahora a Mallorca, otro recién ascendido. Esta
temporada y debido a la división en dos grupos de la categoría por proximidad
geográfica que acortaba los desplazamientos, se había dispuesto a principios de
temporada que se realizarían todos en autobús. Para éste a Baleares, uno de los
más largos, los rojiblancos salieron para Murcia el jueves anterior al partido
para pernoctar en dicha ciudad y al día siguiente continuar a Valencia donde
por la noche embarcó la expedición para llegar el sábado por la mañana a su
destino.
En Mallorca no se pudo continuar la
racha de cuatro victorias consecutivas y fue el Granada derrotado por 3-1, pero
no perdió el liderato aunque ahora pasó éste a ser compartido con el Tetuán.
Las crónicas, todas de periodistas no granadinos, dicen que el Granada acreditó
su condición de líder, pero que su total falta de acierto en el remate fue
determinante. A destacar el gran partido de Candi y de los canteranos Montilla,
Ros y Almagro.
El Granada B campeón provincial aficionado
Cuando ya se llevaban disputadas seis
jornadas de segunda, a mediados de octubre, tocó entrar en danza al filial, que
todavía continuaba llamándose Granada B. Su primer partido oficial no fue de
liga sino de Copa Aficionados y consistió en la disputa de la final provincial.
El Granada B estaba exento de las rondas previas como campeón que lo fue de la
provincia la temporada anterior, pero su oponente, el Vandalia de Peligros,
tuvo que eliminar sucesivamente a varios rivales provinciales, el último de
ellos el Imperio de Albolote.
El Granada B consiguió revalidar su
título de campeón provincial venciendo 2-0 al equipo de Peligros con goles de
Requena y Paquito en partido jugado en Los Cármenes la tarde el 12 de octubre,
fiesta de la Raza, con arbitraje del ex del Once
Fantasma Eloy. El Vandalia resultó un dignísimo rival y puso las cosas
difíciles al filial, donde destacó una vez más Méndez. La siguiente
eliminatoria de la Copa Aficionados, ya en fase regional se disputaría en el
mes de enero de 1950.
CALLEJEANDO
La farola de Puerta Real
En el centro de Puerta
Real existió durante algunos años una fea farola que alcanzaba unos diez metros
de altura, con cuatro brazos y otro central, cada uno rematado con su
correspondiente farol. En su corta vida no se puede decir que tuviera un
existir pacífico ya que en una ocasión ardió por un cortocircuito y más de una
vez acabó por los suelos al recibir el impacto de algún vehículo cuyo
despistado conductor literalmente se la tragaba a pesar de su considerable
tamaño. Por no hablar de que frecuentemente lucía grandes desconchones en el
yeso de su cuerpo. Un buen día y sin que se supiera la causa, uno de sus brazos
se cayó de pronto y no alcanzó a nadie de milagro, y otro día un enorme
enjambre de abejas hizo nido en su remate, convocando a una multitud de
curiosos que colapsaron la circulación.
La farola, decididamente gafe, fea y
cateta, no gustaba mucho a los granadinos. Era de verdad un chafarrinón en la
trayectoria de Gallego Burín en lo que se refiere a embellecimiento de Granada.
Su tronco de escayola imitando hierro le confería un carácter quieroynopuedístico
que le hacía centro de las críticas. Había sido instalada de manera
provisional, se dijo, cuando esta plaza, la más céntrica de la ciudad, fue
remodelada y ampliada al ser demolida la Manigua, hacia 1942, pero a los pocos
años era más estorbo que otra cosa ante el aumento del tráfico, por lo que en
estos días del calurosísimo verano de 1949 fue desmontada en espera de ser sustituida
por otro elemento urbano menos impactante estética y circulatoriamente
hablando.
En la prensa granadina se especuló
con que en el sitio dejado vacante se iba a instalar alguna de las fuentes o
estatuas viajeras que tanto han proliferado en nuestra tierra, aunque desde el
primer momento el Ayuntamiento dejó claro que ese lugar lo iba a ocupar un
castillete con señales luminosas. ¿Qué cosa será el tal castillete?, se
preguntaba el personal, hasta que ya en marzo de 1950 ¡eureka! fue despejada la
incógnita y el castillete de marras, rodeado por una mini rotonda, quedó a la
vista del paisanaje. Algunos no ocultaron su decepción al ver semejante
alfeñique ocupando el kilómetro cero del penibetismo, con su apenas un metro de
altura y unas lucecicas, eso sí, muy moernas, y es que se habían
imaginado algo grandioso y de una elevación semejante a la fenecida farola,
algo que deslumbrara a los forasteros por ocupar el sitio que ocupaba y no ese
minipirulí indigno de ser mostrado a los de fuera con orgullo.
Refrescarse en Granada en el largo y cálido verano de 1949
Desde tiempos
inmemoriales, de cuando los moros por lo menos, existía ya en Granada el oficio
de nevero, una ocupación que consistía en traer a la ciudad la nieve desde
Sierra Nevada, necesaria para la repostería heladera o para refrescarse con los
granizados de harina de cebada o de avellanas a los que tan aficionados eran
nuestros bisabuelos, aunque también se le daba a la nieve serrana aplicaciones
de tipo terapéutico. Numerosos volúmenes del costumbrismo granadino nos
describen cómo, desde que llegaba la primavera, cada tarde era posible ver las
reatas de diez o doce mulos que enfilaban el que sigue siendo el camino más
corto para subir a la sierra y el único existente hasta la construcción de la
carretera, bien entrado el siglo XX, una senda serrana que partía de la actual
avenida de Cervantes y que recibió el nombre de Camino de los Neveros porque
por ella subían y bajaban los encargados de abastecer de nieve a Granada
cargándola de los ventisqueros, donde nunca falta sea cual sea la época del
año. Con las primeras claras del día entraban de vuelta en la ciudad los
neveros trayendo la nieve, bien prensada y apelmazada, en los serones de pleita
de sus caballerías a razón de unas cien arrobas los días entre semana, carga
que se duplicaba las vísperas de festivo y podía cuadruplicarse para las fiestas
señaladas de cada verano, como la Virgen del Carmen, Santiago o la Asunción. Lo
transportado era conducido hasta la llamada “Casa de la Nieve”, un depósito o
estanco situado en la calle Varela, donde se vendía a razón de seis reales
(1,50 pesetas) la arroba. Parte del cargamento helado salía para otras ciudades
que no disponían de tanta facilidad para abastecerse de esta mercancía.
La nieve de Sierra Nevada, contra lo
que pudiera pensarse, no era gratis, tenía su dueño. Primero lo fue el Estado y
el municipio de Granada, como parte de sus bienes patrimoniales o de propios,
cuyo aprovechamiento era objeto de subasta cada año lo mismo que los pastos o
las leñas de sus montes. Pero desde 1872, con las leyes desamortizadoras,
también por subasta pasó a manos particulares. Su nuevo propietario -la ley le
asistía- prohibió que nadie la cargara sin su permiso y que fuera pisada ni
siquiera por los ganados. La nieve de la sierra fue un negocio productivo hasta
la primera década del siglo XX, pero el progreso acabó con las ganancias y en
1923 se calcula que fue la última vez que se transportó nieve en pollinos a
Granada, porque ya existían ingenios que fabricaban hielo de forma artificial
con maquinaria movida por electricidad, que resultaba mucho más barato que el
acarreado desde las montañas.
El año 1949 fue especialmente seco y
eso trajo como consecuencia las consabidas restricciones de fluido eléctrico.
Desde primeros de julio la compañía Mengemor (acróstico de Mendoza,
González-Echarte y Moreno, los tres ingenieros que fundaron esta sociedad,
suministradora de electricidad a la ciudad de Granada por entonces, hasta que
pocos años después fue absorbida por Sevillana de Electricidad) anunció en la
prensa que sólo habría suministro en la capital para fuerza motriz y alumbrado
no doméstico seis horas en días alternos, y similares cortes y días en cada
hogar penibético. Las restricciones en el suministro eléctrico venían siendo
una pesadilla para la población desde hacía ya más de diez años, en plena
Guerra Civil, pero éstas a las que nos referimos fueron otra vuelta de tuerca y
redujeron al mínimo la energía disponible, viéndose el personal obligado a
sacar del fondo de los trasteros los viejos quinqués mientras la ciudad quedaba
cada noche en completa oscuridad.
Los cortes de luz tenían sus horas
fijadas de antemano, pero además eran innumerables los apagones por sorpresa y
cuando menos se esperaba, de manera que, rayando lo esperpéntico, una estampa
característica de este tórrido verano del 49 fue la de los tranvías detenidos
en mitad de su recorrido por falta de fluido y los tranviarios sentados en los
topes echando un cigarro y esperando la vuelta de la corriente, creándose así
una grave situación en la que la compañía Tranvías Eléctricos de Granada se vio
obligada a retirar de la circulación hasta once de sus coches urbanos e
interurbanos, y llegó a plantear la supresión total del servicio, solicitando
al Ayuntamiento que éste elevara al ministerio de Obras Públicas y a la
dirección general de Industria un escrito pidiendo la mejora del suministro
eléctrico a la ciudad de Granada, así como que las restricciones fueran
suavizadas como ocurría en otras ciudades andaluzas. Varios meses después, ya
en pleno invierno y en vista de que el suministro eléctrico seguía siendo muy
deficiente, el Ayuntamiento convocó a asamblea a las fuerzas vivas de la
industria y el comercio local para que aportaran posibles soluciones al gran
problema y al mismo tiempo solicitó del ministerio de Industria que se
impusieran controles sobre el suministro a Granada de la compañía Mengemor,
planteando incluso la posible municipalización del servicio de alumbrado
público. Pero lo cierto fue que Granada siguió sin luz o con muy poca varios
meses más.
A las restricciones eléctricas se
sumaron las del agua corriente, y los grifos sólo funcionaron desde el amanecer
hasta el mediodía, con lo que a las industrias, como las fábricas de hielo,
muchas veces ocurría que cuando tenían corriente no disponían de agua, y
viceversa. En esta situación transcurrió casi todo el verano de 1949. Sólo las
tormentas de principios del otoño mejoraron la situación y suavizaron algo la
falta de fluido eléctrico.
En julio de 1949 un reportaje de
Ideal expone que el hielo se está convirtiendo en artículo de lujo ya que, como
no se puede fabricar en nuestra ciudad, es necesario traerlo de fuera, de Loja
o de Málaga, con lo que se ha triplicado su precio: 15 pesetas la barra. Cada
día entran en camiones unos 14.000 kilos, pero no son suficientes para atender
las peticiones de la industria y de los sofocados granadinos, dice el
reportaje, ya que se necesitaría al menos el cuádruple de esa cantidad, que es
la normal producción local de las seis industrias granadinas que lo fabrican.
En 1949 ya existían los frigoríficos
eléctricos, pero a España todavía no habían llegado. Lo que sí había en muchas
casas era una nevera, una especie de armario de madera forrado en su interior
en corcho u otros materiales aislantes con un depósito en el que había que
introducir el hielo en bloques, y con otro departamento vecino para guardar lo
que se quería conservar fresco; algunos modelos contaban también con un
serpentín para enfriar el agua que podía extraerse mediante un grifo; pero sólo
los pudientes podían permitirse una nevera de aquellas. El pueblo llano no
disponía para enfriar los alimentos o para refrescarse de otro medio que
apañarse en los santos y fechas señaladas llegándose a la fábrica más cercana y
comprando media barra de hielo para echarla a la orza de la sangría o al
barreño donde se amontonaban las gaseosas y los botellines de cerveza. La
cerveza, por cierto, acababa de ser liberada de precio, o sea, que ya no se
consideraba un producto racionado, y como consecuencia su precio se había disparado.
Los asfixiados granadinos de
alpargata tampoco lo tenían fácil para refrescarse tomando un baño. Que sepamos,
en Granada sólo existen en 1949 dos piscinas: una es la del Estadio de la
Juventud, con horarios muy restringidos y alternos para varones y hembras, y no
demasiado al alcance de las economías más modestas; y la otra la de Don Simeón,
situada entre la plaza del Lavadero y el Paseo del Salón, que se alimenta con
el agua de la Acequia Gorda tal como ésta llega, sin tratamiento de ningún
tipo, que es más alberca que piscina y carece de cualquier tipo de medidas
higiénicas. Como alternativa están los ríos, pero el fuerte estiaje los ha
reducido a la mínima expresión. Poder bajar a la playa sólo está al alcance de
unos pocos privilegiados.
La escasez de líquido elemento
solidificado industrial con que refrescar la canícula obligó a agudizar el
ingenio y buscar un sustitutivo, cosa que en Granada teníamos más fácil que en
otras latitudes. Como queda dicho, hacia 1923 desaparecieron los neveros, pero
en el verano de 1949 volvió una nueva versión de ese secular oficio, ahora
bastante desprovisto del casticismo de antaño porque en lugar de acarrearla en
borricos echando toda una jornada nocturna, la nieve de Sierra Nevada fue
bajada en camiones y los serones de esparto fueron sustituidos por cajones de madera.
La electricidad en su día acabó con la profesión y la falta de electricidad
revivió en cierto modo aquella estampa tradicional.
Duro golpe al Sacromonte
El mes de agosto del
tórrido verano de 1949 se despidió con una gota fría (aunque todavía no se
llamaba así a este tipo de fenómenos meteorológicos) en toda regla que descargó
en pocas horas más de 33 litros por metro cuadrado y que tuvo el efecto
beneficioso de rebajar considerablemente las temperaturas asfixiantes y de que
al menos por un día el Genil bajara ocupando todo su cauce y no hubiera
restricciones eléctricas.
Pero una segunda
tormenta, una semana más tarde, 7 de septiembre, resultó del todo catastrófica
y hasta causó víctimas mortales: tres mujeres, una en el Sacromonte, atrapada
por una riada que anegó por completo la cueva del Barranco de los Naranjos en
donde habitaba con su marido y sus cuatro hijos, y las otras dos arrastradas
por un descomunal torrente de agua y piedras a la puerta de su vivienda,
también una cueva, pero en un barranco de El Fargue. Cayeron más de sesenta
litros por metro cuadrado en apenas una hora, con especial virulencia por la
zona de los montes de la carretera de Murcia, haciendo bajar el Darro con
peligro de desborde por la Carrera. Un anticipo de lo que ocurrirá dos años
justos después.
En el Triunfo una gran balsa de agua
cenagosa impedía a los tranvías de los pueblos dar la vuelta para enfilar el
camino de regreso e interrumpía el tráfico normal de vehículos. En otras zonas,
como el Humilladero, se formaron lagos navegables. La anécdota surgió en la
calle Reyes, que vio convertida su calzada en un río de aguas rojizas que
bajaban desde la colina alhambreña, situación que aprovecharon algunos
avispados para establecer un servicio de traslado de acera a acera a cuestas;
llegaron a cobrar un duro por el trasbordo, pero a medida que el caudal iba
bajando también lo hacía el precio del flete, informa Ideal. Igualmente, en los
pueblos de Santa Fe y Chauchina se sufrió una inundación al desbordarse el
Genil y la mayoría de las cosechas quedaron arrasadas. Hasta tres días de
trabajo incesante de bomberos y fuerzas del Ejército se necesitaron para el
desescombro de las zonas más afectadas.
Donde más estragos causó la tormenta fue
en el Sacromonte. Más de setenta cuevas quedaron por completo inhabitables,
anegadas y muchas de ellas completamente cegadas, enterradas bajo toneladas de
barro y piedras, sepultando también los pobres y escasos enseres de sus
moradores, otras tantas familias que quedaron en la calle y con lo puesto. Por
los barrancos sacromontanos de los Naranjos y de los Negros bajó tal torrente incontrolado
que de un camión mediano que transitaba por el Camino del Monte, justo en el
lugar en que ambos conos confluyen, sólo quedó al descubierto la parte superior
de la cabina del conductor, enterrada toda la carga bajo una montaña de escombros,
y el turbión dañó asimismo una parte importante de las instalaciones de las
escuelas del Ave María, cuya iglesia quedó inundada; dentro de la desgracia
todavía hubo que agradecer que ese camión en ese preciso lugar sirviera de
algún modo de dique de contención reteniendo gran cantidad de piedras y cascajo
que de no ser por el vehículo habrían acabado en las escuelas del Ave María y
quien sabe si podrían haber ocasionado alguna desgracia personal puesto que
había numerosos niños en sus clases.
El alcalde Gallego Burín acompañado
del teniente de alcalde Ossorio Morales, futuro alcalde y futuro presidente del
GCF, estuvieron visitando la zona y el primero de ellos manifestó a la prensa
que el Sacromonte corría riesgo de desaparecer por completo; habían quedado
totalmente destrozadas las canalizaciones de alcantarillado y agua
recientemente construidas así como el pavimento, de menos de un año, del Camino
del Monte, y que para prevenir futuros desastres similares se hacía necesario
expropiar los terrenos necesarios para inutilizar las cuevas inhabitables. De
modo urgente se procedió a la reforestación de todo el cerro de San Miguel sobre
el que se asienta el barrio con la plantación de un millón de pinos. Por otra
parte, el gobernador civil, Fernández Victorio, encabezó con 50.000 pesetas una
suscripción pro damnificados que fue secundada por el Ayuntamiento con 100.000.
Continuaron las tormentas durante
todo el mes de septiembre, a destacar la que el día 23 cayó sobre La Zubia, que
inundó parte del pueblo y destruyó muchos marjales de cultivo, y que dejó a
Cájar a oscuras y sin agua. A finales de este fatídico mes, cuando todavía no
se había terminado de desescombrar por completo, un nuevo tormentazo volvió a
anegar cuevas del Socromonte y del Barranco de la Zorra (zona de Las Conejeras
y de Bola de Oro), volviendo a dejar a varias familias con lo puesto y en la
calle.
Pese a todos los trabajos y
prevenciones de las autoridades, dos años casi justos después, septiembre de
1951, otra gota fría, ésta aún más bestial, provocará el boquete de Puerta Real
causado por el Darro e inundaciones por toda la ciudad y pueblos cercanos, y a
mediados de los años sesenta otra tormenta provocará que el Sacromonte quede
deshabitado casi por completo.
Una miss y un príncipe
A finales de agosto recibía Granada la visita de la reina de la belleza
americana del año anterior, Bebe Shopp era su nombre artístico, miss USA 1948,
de 18 añitos. Su viaje a nuestra ciudad (en el expreso de Madrid, que llegó con
nada más que media hora de retraso; hubo suerte en esta ocasión) era organizado
por la Dirección General de Turismo, buscando la promoción de la provincia, por
lo que fue recibida con ramos de flores en la Estación de Andaluces por una
comisión de dicho organismo y acompañada hasta su alojamiento en el Parador de
San Francisco. Su presencia en la Alhambra y el Generalife despertó gran revuelo
y, según refiere La Prensa, fue piropeada y aplaudida por los numerosos
curiosos que se arremolinaban a su paso, y firmó una buena cantidad de
autógrafos.
Por la tarde estuvo en
la Casa de los Tiros y en la Capilla Real, dándose después un pequeño paseo por
las inmediaciones, seguida por legiones de admiradores. De ahí se marchó a los
toros y en la plaza se repitieron los piropos y los aplausos. El novillero
Fandila sufrió un aparatoso percance al ser cogido, aunque sin importancia,
pero el revolcón provocó en la miss un grito de angustia, se lee en la crónica
de La Prensa. La rubia Bebe, de 1,80 de estatura, es una criatura
deliciosa y extremadamente ingenua -destaca La Prensa-; no fuma ni
prueba las bebidas alcohólicas y ni siquiera se pinta las uñas, su único afeite
es un leve toque de carmín en sus labios. Su vestido de plexiglás
(nombre genérico en aquellos años y en la prensa española, usado para designar
todo lo que estuviera confeccionado en plástico o en fibras sintéticas) rameado
con fondo verde y beig de falda muy larga, con el que estaba elegantísima, fue
la sensación del público femenino.
De los toros la llevaron al
Sacromonte, a la cueva de Manolo Amaya, donde asistió a una zambra gitana en su
honor y presenció la actuación de Mariano Morcillo y sus muñequitos bailarines.
Y ya de madrugada se retiró a sus aposentos, saliendo al día siguiente muy
temprano en automóvil camino de Sevilla.
Mariano Morcillo, ya casi octogenario,
era un personaje muy popular en aquellos años en nuestra tierra, y era sobre
todo un gran artista cuya trayectoria es poco conocida. Su profesión era la de
funcionario de Hacienda por el día y la de flamenco en el Sacromonte por la
noche para quien la guitarra, el cante y el baile no tenían secretos, y además
sobresalía como titiritero, divirtiendo a públicos de todas las edades con sus
muñecos gitanos manejados por hilos: “La Ceana” y “El Talones”. Cuando la
visita a Granada de Eva Duarte de Perón, también actuó ante la “egregia dama”
con gran satisfacción de la concurrencia, y antes había hecho lo propio ante el
rey Gustavo de Suecia, el Maharajá de Kapurthala y Alfonso XIII, entre otros
jefes de estado de visita en Granada. En la Red se puede seguir su pista, y así
nos enteramos de que con la zambra de los Amaya, estuvo en la Exposición Universal
de París de 1900 y también de que fue jurado del mítico Concurso de Cante Jondo
de la Plaza de los Aljibes en 1922.
Pocos días después, Granada recibía
la visita, cultural en su caso, del príncipe de Marruecos, Muley Hassan, el futuro
rey Hassan II. En la prensa se comenta que viajaba de incógnito, pero lo cierto
es que llegó acompañado de un séquito de diez personas, compuesto por
profesores marroquíes, además de un secretario y tres oficiales del Ejército
español. Fue cumplimentado en el hotel Alhambra Palace por el gobernador civil
accidental, Vicente Hita Rabadán, y por el alcalde, Gallego Burín, quienes
almorzaron en la intimidad con el príncipe. El programa de su vista a nuestra
tierra casi fue calcado al de la miss americana: visita a Alhambra y
Generalife, visita a la Capilla Real y paseo por las cercanías, y por la noche
zambra en la cueva de los Amaya. Al día siguiente se marchó con destino a
Córdoba y Jerez.
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