El Granada B campeón andaluz de la Copa de Afcionados
Mientras el Granada
era goleado en San Sebastián, el Granada B conseguía proclamarse campeón de
Andalucía de la Copa de Aficionados al derrotar en la final andaluza al
Peñarroya en Los Cármenes por 4-0. El rival resultó bastante más flojo que el
Dos Hermanas de la anterior ronda, y apenas opuso resistencia. Los cordobeses
sufrieron un accidente en la Cuesta de las Cabezas (a la altura del pantano de
Cubillas) y tuvieron que llegar a Granada en taxis y con bastante retraso,
aunque no hubo necesidad de atrasar la hora de comienzo. Por otra parte y según
confesión propia, era la primera vez que jugaban en césped. De esta forma el
Granada B quedó clasificado para disputar la fase nacional de esta copa de
aficionados.
El filial alineó a
su once de gala, base de la exitosa temporada: Julio; Atanasio, Méndez, Jaime;
Montilla, Tobalina; Ros, Cea, Requena, Sueza y Díaz Cara. Es un once que sabría
declamar cualquier aficionado de la época y casi se puede decir que es el mejor
de toda su historia; de los once, ocho jugaron en el primer equipo, y de esos
ocho cuatro fueron titulares varias temporadas.
Eliminación del Hércules en Copa del Generalísimo
Tras jugarse la
jornada 23 quedó la liga paralizada por espacio de casi un mes, hasta primeros
de abril, para que se atendieran algunos compromisos internacionales con
Portugal e Italia y para que en ese periodo se disputaran las primeras
eliminatorias de Copa del Generalísimo, ya con la intervención de los equipos
de primera.
El segundo compromiso
de Copa del Generalísimo para el Granada, después de eliminar al Tomelloso
hacía más de un mes, llegó el domingo 13 de marzo de 1949, ya XVI de final. La
suerte emparejó al Granada con el Hércules, rival que hacía un mes justo (13 de
febrero) nos había visitado en liga y se llevó el único punto cedido por el
Granada en su terreno en todo el campeonato. Los blanquiazules en esos momentos
también luchaban por dar el salto a primera, bien clasificados. Por sorteo el
partido único en que consistía la eliminatoria correspondió jugarse en Los
Cármenes, con recaudación al 50% para cada equipo.
En Los Cármenes, con
una buena entrada el Granada se clasificó para VIII derrotando al equipo de
Gaspar Rubio por 2-1 aunque, según la prensa local, fue un mal partido del
Granada en el que logró la victoria a poco del final, confirmando su crisis de
juego de los últimos choques, dice Seudónimo en La Prensa.
Parón liguero
En las tres semanas
siguientes los diarios granadinos apenas dedicaron unas líneas a hablar del
Granada CF. Los entrenamientos siguieron a su ritmo habitual y como toda
actividad al margen se organizó un amistoso en Los Cármenes frente al Iliturgi
de Andújar, equipo de la tercera división andaluza que contaba en sus filas,
cedido por el Sevilla, con el ariete vasco muy goleador Arregui, que en años
futuros será figura del Jaén. También venía con el equipo de Andújar el ex
granadinista Martín, granadino de nacimiento y que perteneció al equipo
rojiblanco en su segunda temporada en primera, la 42 43, aunque sólo se alineó
en algún amistoso; este Martín dos años después será una de las víctimas del
accidente que en Loja acabó con la vida de tres personas al chocar contra un
camión el autobús del Melilla, equipo en el que militaba.
El amistoso acabó
en empate a un gol. El Granada alineó un equipo mixto entre la primera plantilla
y el filial, produciéndose el debut del recién fichado Vicente Díaz, que
militaba en el tercer Recreativo, el equipo fundado esta temporada y de vida
efímera. El partido se había organizado en atención a los socios del club, para
que éstos no estuvieran más de un mes sin poder ver un partido, así que los
abonados no pagaban, pero a pesar de todo acudió poco público.
Triple empate en cabeza tras la victoria sobre el Badalona
Casi un mes justo
después de jugar el Granada en San Sebastián volvió la liga de segunda el
domingo 3 de abril de 1949. Tocaba jugar la jornada 24 de un total de 26 y para
el Granada significaba la visita del Badalona, equipo que acabó descendiendo a
tercera como vicecolista. Una nueva victoria 4-2 fue el resultado en un partido
malo, según La Prensa, para la que nuestro equipo sigue en un bache de juego a
pesar del resultado, una crisis que afecta de manera especial a la media y a la
delantera, con la excepción de Trompi, en gran estado de forma toda la
temporada, siempre según el semanario, lo cual no supone novedad alguna pues es
un comentario común a todos los partidos caseros con pocas excepciones.
Los resultados de los
demás rivales directos propiciaron un triple empate en cabeza entre R.
Sociedad, Málaga y Granada, quedando con un punto menos el Hércules, que perdió
en casa su partido ante el desahuciado Ferrol. El Granada tenía el golaveraje
perdido con los dos equipos con los que empataba, así que su posición en la
tabla era la de tercero.
El Granada B sale de Andalucía
Por su parte el
filial comenzó la fase nacional de la Copa Aficionados, que le enfrentó al
Electrodo, equipo de Madrid que había quedado campeón de Castilla. En tierras madrileñas,
en el campo federativo del Cerro del Pimiento, sin rastro de hierba, cosechó
una derrota mínima por 2-1, remontable en cualquier caso a la vuelta, una
semana después en Los Cármenes. Las crónicas señalan que al Granada B le fue
anulado injustamente un gol que hubiera supuesto el empate. Es un partido
histórico ya que significa que por primera vez el equipo filial, con tan sólo
dos años de existencia, traspasaba las fronteras regionales y salía fuera de
Andalucía para disputar un partido oficial.
En avión a Valencia con victoria
Para la siguiente
jornada, ya la 25 y penúltima, tocaba viajar a Valencia, al campo del Levante,
equipo de la zona media y con todo ya resuelto. El desplazamiento del Granada a
tierras valencianas fue algo histórico porque, que sepamos, era la primera vez
que nuestro equipo utilizaba el avión como medio de transporte. En efecto, del
aeródromo de Armilla partió la expedición rojiblanca, acompañada por una decena
de aficionados, la misma mañana del partido, 10 de abril, Domingo de Ramos,
para estar a mediodía a la vera del Turia. Y es que a partir de 1948 empezaron
a fletarse desde Granada vuelos bisemanales de pasajeros y carga con Sevilla,
Madrid y Barcelona, además del de Valencia. La ida fue en avión, pero la vuelta
se hizo por ferrocarril.
La experiencia no dio
mal resultado y un Granada muy superior y que no puso en juego su táctica
ultradefensiva, se apuntó una victoria, 2-3, en el campo de Vallejo, repleto de
público en día del club. Según las crónicas de periodistas valencianos, el
Granada es el equipo más completo, mejor conjuntado y con mejor fútbol de la
categoría; dicen los plumillas ches que el Granada practica un fútbol moderno,
la WM, mientras que el Levante está anclado en el pasado. En un diario
valenciano se comentaba que con un trío defensivo como el que forman Millán,
Lesmes y Rey, puede Valero (sustituto en este partido de Candi) sacar
tranquilamente una silla para tomar el sol. Lo malo fue que tanto el Málaga
(que venció al Hércules) como la Real ganaron sus respectivos partidos, de
manera que el triple empate no se deshizo.
Mientras el Granada
se traía los dos puntos del campo de Vallejo, el Granada B conseguía
clasificarse para la siguiente ronda, ya cuartos de final, de la Copa de
Aficionados al derrotar en Los Cármenes al Electrodo madrileño por 5-2 en una
sensacional segunda parte. Esa misma tarde se conoció que el siguiente rival
sería el Utiel, equipo valenciano.
Triunfo ante el Gerona y muerte en la orilla
Así llegamos a la 26
y última jornada 48-49 con todas las posibilidades de ascenso intactas para el
Granada. Independientemente del resultado de su último partido de la liga, en
casa frente al Gerona, el tercer puesto al menos estaba garantizado ya que el
Hércules, el cuarto clasificado, había quedado distanciado a tres puntos, pero
lamentablemente esta temporada no había promoción para el tercero y solamente
ascendían los dos primeros, dándose la circunstancia de que nuestro equipo no
dependía de sí mismo, es decir, para alcanzar una de las dos plazas de ascenso
era necesario que R. Sociedad o Málaga, primero y segundo, con los mismo puntos
que los rojiblancos, no ganaran su partido. Desde el jueves previo se marcharon
los futbolistas concentrados a Lanjarón, desde donde se dirigirían a Los
Cármenes el mismo domingo.
El domingo 17 de
abril de 1949 quedó definitivamente resuelta la incógnita. El Granada no tuvo
excesivos problemas para doblegar (3-0) al Gerona que entrenaba Carlos Platko,
hermano del ex granadinista Esteban Platko, pero la Real ganó en Valencia al
Mestalla y el Málaga hizo lo propio en el campo del descendido Ferrol, así que
el Granada acabó tercero, empatado a 35 puntos con los dos que ascendieron y
que tenían ganado el golaveraje particular a los rojiblancos. Los tres equipos
habían ganado sus compromisos ligueros en casa frente a los otros dos y perdido
a domicilio, así que había completa igualdad en los puntos obtenidos por unos y
otros en sus enfrentamientos, pero la gran diferencia se daba en el número de
goles marcados y encajados, y el peor de los tres era el Granada. Finalmente el
único punto cedido en Los Cármenes en toda la liga y la exagerada e injusta
goleada encajada en San Sebastián costaron un ascenso. También es mala suerte.
Lo más destacable
es que esta plantilla había sido confeccionada con el fin exclusivo de
mantenerse en la categoría ya que la economía manda y no había dinero para más,
pero poco a poco y de la mano sabia de Cholín fue el equipo remontando puestos
en la clasificación y el resultado ya se ve. Sólo la mala suerte apartó al
Granada de dar el salto a la máxima categoría.
El partido frente al
Gerona, que venía fuertemente primado por terceros, no tuvo más historia que la
del enorme esfuerzo que derrocharon los catalanes, que nada se jugaban, y lo
difícil que lo pusieron en los primeros cuarenta y cinco minutos. En la segunda
parte el Gerona se quedó en inferioridad por lesión de uno de sus futbolistas y
ya fue otra cosa para los nuestros, que no tuvieron problema alguno e incluso
pudieron haber marcado más goles.
Por su parte, el
filial Granada B en el pueblo valenciano de Utiel, resultó derrotado por la
mínima, 4-3, un resultado superable para la vuelta. Encajaron los nuestros dos
goles tempraneros, pero antes del descanso le habían dado la vuelta y mandaban
en el marcador 2-3; en la segunda parte se desfondaron y los locales
consiguieron dos goles más. Las crónicas alaban el juego desplegado por los
jóvenes del filial rojiblanco.
Pataleo ante la Federación que de nada sirve
A los pocos días de
terminar la liga, la directiva del Granada elevó respetuosa protesta a la Federación y a la Delegación Nacional de
Deportes ante las anormales circunstancias registradas en los encuentros de
Ferrol (Málaga) y Mestalla (R. Sociedad). Martín Campos comunicó a la prensa
que el Granada basaba su protesta en las noticias llegadas de Ferrol y de
Valencia.
En tierras
gallegas, con el equipo colista desde hacía varias jornadas, el Málaga se
impuso 1-5 (0-5 al descanso), pero hubo grandes protestas de la hinchada local
ante la pasividad de los jugadores ferrolanos, los cuales, según Hoja del Lunes
de La Coruña, no querían sufrir lesiones dado que cifraban sus esperanzas de
salvación en una liguilla que estaba previsto se jugara frente a los mejores
clasificados de tercera.
Y en Valencia ganó
la Real Sociedad 1-3 en un partido que se jugó en el campo de Vallejo,
propiedad del Levante, porque el primer equipo valenciano jugaba esa misma
tarde su último partido de liga en su terreno de Mestalla. Las crónicas hablan
de actitud pasiva y bochornosa de los locales, y dicen que los tres goles
donostiarras fueron irregulares. Hubo incidentes de público en protesta al
finalizar los noventa minutos que obligaron a la intervención de la fuerza
pública.
Alternativamente el
Granada proponía a la Federación que, dado que para la siguiente temporada
estaba aprobada la ampliación de la segunda a dos grupos, se ampliara también
la primera (cosa de la que se venía hablando desde hacía ya algunos años), de
manera que ésta estuviera compuesta por dieciséis equipos, ascendiendo también
el Granada al haber obtenido los mismos puntos que Málaga y R. Sociedad, y
dando la oportunidad a Alcoyano y Sabadell (los dos colistas de primera,
descendidos) de jugarse la otra plaza a un partido en campo neutral. Con esta
ampliación se conseguiría que de los dos grupos de segunda subiera el campeón
de cada uno, promocionando los segundos clasificados. Pero nada obtuvo el
Granada con sus protestas y en segunda tuvo que quedarse, y la cosa tiene sus
bemoles porque la ampliación de primera a dieciséis equipos que pretendía el
Granada para la siguiente temporada se hizo por fin… pero fue para la 50-51.
Más de un mes
después, ya a principios de junio, la Federación en su pleno desestimó
oficialmente la propuesta del Granada de ampliación de Primera División,
defendida por Muñoz Calero, quien a pesar de ser en esos momentos presidente
del mismo organismo, nada consiguió. El mismo pleno acordó la concesión de la
medalla de bronce al Mérito Deportivo a Pepe Millán por su actuación en Lisboa
en su única presencia internacional, 1945, cuando a pesar de sufrir una lesión
importante aguantó todo el partido y fue uno de los destacados.
El Granada B semifinalista de Copa Aficionados
Tras la liga vino la
copa, en la que el Granada quedó emparejado con el Valladolid para disputar los
VIII de final, que seguía siendo a partido único, y la suerte deparó que ese
único partido fuera en Los Cármenes. Como había coincidencia de fechas con el
filial, en cuartos de final de Copa de Aficionados, se solicitó y se obtuvo la
venia para que su partido se adelantara a la víspera, sábado 23 de abril de
1949.
Ese día el Granada
B derrotó al Utiel, de Valencia, 6-3 (4-3 de la ida) y se clasificó para
semifinales. Fue un partido épico en el que los blanquiazules, muy mermados por
enfermedad de algunos de sus componentes, necesitaron de una prórroga para
superar a su oponente. Al final de los 90 minutos se llegó con el resultado de
3-2 a favor de los locales. La nota negativa estuvo en las gradas donde, a
pesar de la importancia del partido y de los excelentes ratos de fútbol que
venía ofreciendo el filial en todos sus compromisos, fue muy escaso el número
de espectadores.
CALLEJEANDO
El fumeque de posguerra
El tabaco fue también
un bien muy escaso en la posguerra y, por tanto, estuvo sometido a tasa, o sea,
racionado, igual que otros muchos productos. Los fumadores, si querían seguir
echando humo por sus fauces, tenían obligatoriamente que disponer de la que se
llamó tarjeta de fumador, que al igual que las cartillas para la alimentación,
venían también dotadas de cupones recortables, y esto daba derecho a comprar
cada diez o quince días una cantidad exigua de lo que poco a poco iba
proporcionando la Comisaría de Abastecimientos.
Las cartillas de
racionamiento eran al principio familiares, una para cada familia.
Posteriormente, en 1943, pasaron a ser individuales y eso supuso que en la
práctica, además de dar derecho a determinadas cantidades del escaso condumio
que distribuía Abastos, se convirtieron también las cartillas en una cédula
personal. Al DNI obligatorio le faltaban todavía algunos años para que se
implantara en toda España. Por el sólo hecho de existir se tenía derecho a la
cartilla de racionamiento.
Otra cosa era la tarjeta
de fumador. Con la tarjeta se podía comprar una picadura infame, infumable, que
era lo único que había, pero para hacerse con ella había que presentar una pila
(literal) de papeles, entre ellos, certificado de buena conducta y una
declaración jurada de ser fumador, y pólizas y timbres móviles mil. Pero a
pesar de todas las trabas burocráticas, o más bien por eso mismo, en España
fumaban también los muertos, cuyas cartillas de racionamiento y fumador eran
parte de la herencia que recibían los deudos. Todo el mundo tenía cartilla de
racionamiento y tarjeta de fumador, le gustara o no la nicotina, usada ésta también
comúnmente como moneda de pago. Bueno, todo el mundo no, porque las mujeres
quedaban excluidas ya que, para la moral puritana de la época, el fumar no era
propio de las decentes y sólo las descarriadas le daban al fumeque.
Los muy viciosos del humo apenas
tenían para un rato con lo que se podía comprar de racionamiento. Si eran
personas de posibles, lo mismo que la carne, el pan blanco, los huevos y la
leche, también podían comprar a los estraperlistas una pastilla
(picadura) de tabaco rubio americano o inglés de Gibraltar. Pero sólo los señoricos
podían permitirse mandar un propio a la plaza de Mariana Pineda a comprar a los
muchos (que todo el mundo conocía, también la autoridad) que vendían de
extranjis la mercancía; frecuentes eran las broncas, por cuestiones de
competencia, entre los varios contrabandistas que pululaban por la Mariana,
según puede leerse en los sucesos de los diarios.
Por otra parte, en noviembre de 1950
la policía desmanteló una fábrica clandestina de tabaco instalada en el número
uno triplicado de la calle Lavadero de las Tablas, que falsificaba hasta los
precintos y abastecía, eso dice la noticia, a los estraperlistas locales de
tabaco de marcas extranjeras. Todo el material y maquinaria fue embargado y su
responsable, que poseía hasta veinte tarjetas de fumador, enchironado.
El personal de alpargata, la inmensa
mayoría, si le podía el vicio, recurría a los sucedáneos y era capaz de fumarse
hasta los jaramagos de su tejado después de haber hecho lo propio con las
mondaduras de patatas y otras muchas y variadas porquerías. Si era más moderado
en su tabaquismo tenía que apañarse con lo que le daban. Por su parte, los no
fumadores a menudo comerciaban con las labores de Tabacalera que les
correspondían por cupo, o con la misma tarjeta.
Por todo eso fue una
noticia de sensación el anuncio a mediados de 1949 de que pronto volvería a los
estancos el Ideales al Cuadrado, conocido popularmente como caldo de gallina.
Finalizando la década de los cuarenta
el racionamiento venía siendo cada vez menos estricto. Algunos productos que
habían estado racionados ya eran de venta libre. El tabaco empezaba a serlo de
forma tímida y así Tabacalera volvió a producir el popularísimo ya en tiempos
de la República caldo de gallina. El mismo diseño que tuvo antes de la guerra el
Ideales se mantuvo: un envoltorio de papel en azul y negro por mitades. Dentro,
18 cilindros en papel amarillento (de ahí le viene el nombre popular de caldo
de gallina, dicen algunos) que había primero que desliar para con el mismo
papel que traía volver a liarlo más apretado o menos. Se decía que era de
excelente calidad, elaborado en su mayor parte con tabaco de Vueltabajo, pero para
los gustos actuales, un caldo de gallina sería algo demasiado agreste, un
mataquintos con un humazo que raspa. Cuando por fin pudo ser comprado
libremente en los estancos, cosa que en Granada ocurrió ya bien entrado 1950,
el caldo de gallina le supo a gloria al personal en comparación con lo que
había antes de su irrupción, y volvió a venderse como rosquillas. Sin recurrir
al estraperlo, hasta ese momento los empedernidos sólo habían podido consumir
una cosa negra y recia que era más chasca que picadura y que difícilmente ardía
de la cantidad de palitroques que entraban en el cuarterón.
El caldo de gallina se vendía a duro
el paquete de 18, precio nada barato en comparación con las otras muchas
labores nacionales, sin ir más lejos el otro Ideales, el de hebra y paquete
blanco, valía 2,10.
La estrella en los estancos fue un
tiempo el Bubi, la primera marca de tabaco rubio español que hubo en el
mercado, que valía la exagerada cantidad de 7,75 pesetas la cajetilla. Los
americanos (Winston, Marlboro y demás) sólo podían adquirirse de estraperlo ya
que a España no llegaban de otro modo. Aunque pronto lo harán, cuando se acabe
el bloqueo internacional al régimen franquista. Quizá porque el Bubi no se
vendía demasiado, poco tiempo después Tabacalera sacó otra marca de rubio, Tritón,
se llamaba, pero pronto cambió su denominación (no el dibujo de su envoltorio)
por la marca Timonel, que se fabricaba, o eso dice la prensa de la
época, con tabaco veguero granadino de Valderrubio.
Otra marca de cigarrillos en directa
relación con el tabaco granadino será lanzada al mercado pocos años después,
casi simultáneamente al Celtas. Es el Peninsulares, que empezó a
comercializarse luciendo un dibujo de la Alhambra en su envoltorio y tiempo después
fue sustituido este diseño por una franja roja en diagonal sobre fondo blanco y
en su ángulo superior izquierdo aparecía el escudo de la ciudad de Granada. Era
éste un tabaco negro negrísimo y de escasa calidad, pero muy asequible por su bajo
precio.
En Valderrubio, pionero en esta
cuestión, se cultivaba en estos años el llamado tabaco amarillo o virginia,
o sea, el rubio, curado con aire caliente en secaderos con “estufas”, pero la
variedad más abundante en nuestra vega era el tabaco negro curado al aire
natural, o burley.
De tierras granadinas sale en estos
años hasta el 60 % de la producción tabaquera nacional, con 3.200 hectáreas (o
60.000 marjales) sembradas y 4.600 cultivadores. Es un cultivo bastante
rentable ya que está asegurada la venta del total de lo producido al Estado,
que en régimen de monopolio es el único que comercializa el producto, y además
es una planta que sólo ocupa de media unos 110 días la tierra, pudiendo el
resto del año dedicarla a otras cosechas. En la Vega granadina cada vez hay más
secaderos de obra y más hectáreas sembradas de tabaco, lo que va en detrimento
de la remolacha, que hasta hace nada lo dominaba todo, pero a diferencia de la
planta azucarera, no hay factorías transformadoras a pie de plantación y éstas
se han instalado en otras provincias (Málaga) que no son productoras de tabaco.
Se encuentra a medio construir el centro de fermentación de tabacos Virgen de
las Angustias (lo que después será Cetarsa), en la carretera de Pinos-Puente,
donde van a parar la totalidad de las cosechas tabaqueras granadinas. Pero las
fábricas de tabaco, las que elaboran el producto para el consumo y dan trabajo
a cientos, ésas no están en nuestra provincia. Cosas de la economía penibética.
Bib-Rambla
En 1940 existió un
proyecto municipal de actuación sobre las fachadas de la plaza Bib-Rambla, promovido,
como tantísimas otras reformas urbanas de por entonces, por Gallego Burín. No
pasó de proyecto en este caso, pero de haberse llevado a cabo habría modificado
bastante el aspecto de la plaza más granadina, la que sin duda es la plaza
mayor de nuestra ciudad, aunque no se escriba con mayúscula. Consistía la
reforma en ceder a los propietarios de las casas de dicha plaza dos metros de
terreno público para que las fachadas avanzaran y de esa manera convertir la
plaza en porticada, excepto la parte del Palacio Arzobispal. En siglos pasados
ya tuvo soportales la plaza, así la describe Henríquez de Jorquera, aunque sólo
en su lateral norte. Los diarios granadinos dieron la noticia y llegó a
publicarse un dibujo con el aspecto que adquiriría la plaza, y esto coincidió
con el traslado y colocación en el centro de Bib-Rambla de la magnífica fuente de
los Gigantones, coronada por un Neptuno ya por entonces tan manco como ahora
mismo, que desalojó del emplazamiento en que llevaba treinta años a la estatua
de Pablo Loyzaga con la efigie de Fray Luis de Granada, que se mudó a su vez al
atrio y plaza de la iglesia de Santo Domingo. Como queda dicho, lo de los
soportales, que habrían acabado de darle un aspecto de plaza mayor castellana, no
pasó de proyecto, seguramente porque exigía elevados costes.
A finales de los
cuarenta, todavía bajo el mandato de Gallego Burín, lo que sí que se acometió en
la plaza Bib-Rambla fue una reforma menor pero que también contribuyó a dar
encanto a este espacio urbano: la instalación de puestos para la venta de
flores, trasladándose a este emplazamiento los que ya se dedicaban al comercio
floral en la vecina Plaza de las Pasiegas, que por eso mismo también fue
conocida antaño como Plaza de las Flores. Se levantaron nueve quioscos, se
puede leer en Ideal, aunque en realidad no eran espacios cerrados, no eran
quioscos propiamente dichos, sino que más bien hay que hablar de puestos, mesas
de obra con una toldilla, de algo más de un metro de altura por dos de largo,
de hormigón revestido de mármol y rematado en su parte superior con un pequeño
armazón de hierro. Se instalaron en el lateral oriental de la plaza, el de la
desembocadura de Zacatín, Alcaicería y Libreros, y allí estuvieron hasta la
última gran reforma de la plaza, en 1977, cuando se suprimió la circulación
rodada y se construyeron, ahora sí, diez quioscos de los que apenas quedan hoy
cuatro, ninguno ya dedicado a la floristería.
Servidor nació muy cerca de esa
maravillosa plaza granadina que conocemos como Bib-Rambla (o Bibarrambla). Por
ahí ha leído uno que la verdadera, la única patria de cada cual, es la infancia,
y eso mismo es para mí esta granadinísima plaza. Bib-Rambla es mi naturaleza,
es mi niñez, es una pelota perseguida por una patulea de chaveas en las horas
vespertinas, siempre mirando de reojo para dar el queo (queos, decíamos
nosotros) si venían los guris y salir pitando, de lo contrario la cosa podía
terminar con la requisa del esférico o, peor aún, que te llevaran preso al
cuartelillo de donde sólo te sacaba el pago de la correspondiente multa; los
niños de hoy día pueden jugar al fútbol incluso en la misma puerta del
Ayuntamiento sin ser molestados, pero en aquellos autoritarios años eso de
patear una pelota en espacios públicos estaba muy perseguido.
Uno vino al mundo bastantes años
después de la época que se refleja en estos escritos, pero por artículos de
prensa costumbristas publicados a finales de los años cuarenta del siglo
anterior donde se recoge el día a día en la plaza Bib-Rambla, puedo dar fe de
que cuando servidor apenas levantaba dos palmos del suelo, casi veinte años
después, poco habían cambiado las cosas en este espacio público. Así, la Bib-Rambla
que uno conoció seguía albergando una estrafalaria almoneda diaria de baratillo,
tan estrafalaria como quienes ofertaban: un solo zapato sin su par, pero con
bastante uso, una rueda de bicicleta sin todos sus radios, un gramófono mudo de
Maricastaña, una chistera polvorienta del año del catapún, una pierna
ortopédica usada, piedras de mechero y cordones de yesca y muchas otras cosas
por el estilo. También estaban los vendedores de jilgueros y colorines, con su
montaña de jaulas, que los despachaban en un cartucho de papel con agujeros. A
menudo se veían corros de paisanos rodeando a un charlatán encaramado en un
banco pregonando las maravillas del Diamante Omega, que abre botellas,
afila cuchillos y corta el vidrio como el papel, o el de las hojas de afeitar Palmera,
que por cada paquetillo vendido regalaba un peine y una lendrera. Y también
formaba parte del paisaje Manolico el de los cartones, con su perpetua
jumera, retrepado más que sentado en alguno de los cuatro bancos-farolas y
canturreando flamenco entre dientes.
En Navidad la plaza era invadida por
barracas de quita y pon para la venta de figurillas de barro y zambombas,
formando un dédalo de callejones y recovecos ideal para que los zangolotinos de
entonces jugáramos a policías y ladrones. Pero la mejor versión de la plaza era
cada Corpus: Chacolines todos los días, todo bajo la fragancia de los tilos en
flor y de los puestos ambulantes para la venta de tejeringos, con ese museo
humorístico que siempre fueron las carocas.
No me atrevería a afirmar que aquella
plaza que conocí en mi infancia y juventud sea mejor que la actual, de lo que
sí que estoy seguro es de que era bastante más castiza. Tendría, desde luego,
un aspecto más provinciano, pero sin duda también tenía mucho más encanto. Dos
o tres jugueterías y una tienda de artículos de broma, una papelería e
imprenta, dos ferreterías, varias zapaterías y tiendas de tejidos y dos
cafeterías (Bib-Rambla y Flor), tenían establecimiento permanente
en una plaza que estaba viva y era de todos los granadinos. Todos esos
comercios desaparecieron a excepción de la cafetería del mismo nombre de la
plaza. A cambio nos han dejado un espacio impersonal en cuanto a los negocios
que la pueblan, especializados únicamente en la hostelería y al servicio del
forastero. Y encima apenas dejan espacio para embocar cualquiera de las varias
calles que desembocan en la plaza.
Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
El 3 de mayo de 1949, mientras en nuestras calles se celebraba el
Día de la Cruz, sin mucho lucimiento puesto que no paró de llover, el todo
Granada se encontraba en Madrid para recibir la Medalla de Honor de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, otorgada a nuestro Ayuntamiento un
año antes. Además de las primeras autoridades: capitán general, arzobispo,
gobernador civil, presidente de la Diputación y alcalde con todos sus
concejales, también viajaron a los madriles los maceros, reyes de armas, pajes
y demás personal que forma la Pública ataviado a la federica, portando el
escudo oficial de la ciudad (la Tarasca, los cabezudos y los gigantes no
viajaron, claro).
Al acto, en realidad un
reconocimiento a la labor desarrollada por Gallego Burín desde que se
convirtiera en alcalde en 1938, acudieron varios ministros y primeras figuras
de las artes y de las letras. Abrió el turno de discursos el Conde de
Romanones, Álvaro de Figueroa y Torres, director de la Real Academia de Bellas
Artes, quien entre otras cosas dijo: «Si preguntáis cuál es la ciudad
española que acusa mayor grado de belleza y una sensibilidad artística más
perfilada, os contestarán sin vacilar: Granada. La fisonomía de Granada, su
exquisita personalidad, tiene desde su nacimiento un tono y un estilo
inconfundible, sin semejanza y sin posible rivalidad con ninguna otra ciudad
española». A
continuación le fue entregada al alcalde la medalla que allí los había reunido,
y éste repitió una frase que ya le habíamos oído en anteriores intervenciones
públicas: «Granada no tiende a ser una gran ciudad más de España, porque eso
significaría abdicar del puesto que le corresponde: una gran ciudad del
Universo». También dijo que sus esfuerzos al frente de la alcaldía se
habían centrado en conservar la ciudad antigua, así como a darle el tono y el
estilo espiritual debido al alma universal de Granada, huyendo de encerrarla en
el aldeano concepto de ciudad pintoresca, falsa y teatral; Granada tiene que
ser una ciudad para el espíritu, para el arte y para el pensamiento.
En los mismos locales de la Real Academia,
en la calle Alcalá, se expuso, con bocetos, fotos y planos, todo lo actuado por
la corporación de Gallego Burín, así como el recientemente aprobado plan de
urbanismo de la ciudad.
Al día siguiente, 4 de mayo por la
mañana, en el Palacio del Pardo era recibido Gallego Burín por el mismísimo
Franco en audiencia especial, a quien hizo entrega de la medalla de oro de la
ciudad de Granada, acordada su concesión al Jefe del Estado por el pleno
municipal años atrás, la primera de esta naturaleza que otorgaba la corporación.
Por la tarde, en el Teatro Español, el Ayuntamiento granadino ofreció un
concierto y recital literario a cargo de la orquesta de Radio Nacional, con un
programa todo de piezas evocadoras de nuestra tierra a base de Falla, Albéniz,
Turina, Bretón y Debussy, y con la intervención del poeta Gerardo Diego.
También actuó el paisano Ángel Barrios. Además, se organizó en el Círculo de
Bellas Artes una exposición de pintura granadina contemporánea, con cuadros de
López Mezquita, Rodríguez Acosta, Morcillo, Gómez Mir, Soria Aedo, los hermanos
Carazo, Bertuchi y otros muchos artistas de menos nombradía. Como fin de
fiestas, Gallego Burín fue homenajeado con un banquete de postín en el hotel
Astoria al que asistieron ilustres personalidades y una amplia representación
de los granadinos residentes en la capital.
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