EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



lunes, 21 de febrero de 2022

MORIR EN LA ORILLA

Ros, Cea, Requena, Sueza y Díaz Cara, una de las mejores delanteras que ha tenido el filial

              

El Granada B campeón andaluz de la Copa de Afcionados

            Mientras el Granada era goleado en San Sebastián, el Granada B conseguía proclamarse campeón de Andalucía de la Copa de Aficionados al derrotar en la final andaluza al Peñarroya en Los Cármenes por 4-0. El rival resultó bastante más flojo que el Dos Hermanas de la anterior ronda, y apenas opuso resistencia. Los cordobeses sufrieron un accidente en la Cuesta de las Cabezas (a la altura del pantano de Cubillas) y tuvieron que llegar a Granada en taxis y con bastante retraso, aunque no hubo necesidad de atrasar la hora de comienzo. Por otra parte y según confesión propia, era la primera vez que jugaban en césped. De esta forma el Granada B quedó clasificado para disputar la fase nacional de esta copa de aficionados.

El filial alineó a su once de gala, base de la exitosa temporada: Julio; Atanasio, Méndez, Jaime; Montilla, Tobalina; Ros, Cea, Requena, Sueza y Díaz Cara. Es un once que sabría declamar cualquier aficionado de la época y casi se puede decir que es el mejor de toda su historia; de los once, ocho jugaron en el primer equipo, y de esos ocho cuatro fueron titulares varias temporadas.

 

Eliminación del Hércules en Copa del Generalísimo

Tras jugarse la jornada 23 quedó la liga paralizada por espacio de casi un mes, hasta primeros de abril, para que se atendieran algunos compromisos internacionales con Portugal e Italia y para que en ese periodo se disputaran las primeras eliminatorias de Copa del Generalísimo, ya con la intervención de los equipos de primera.

            El segundo compromiso de Copa del Generalísimo para el Granada, después de eliminar al Tomelloso hacía más de un mes, llegó el domingo 13 de marzo de 1949, ya XVI de final. La suerte emparejó al Granada con el Hércules, rival que hacía un mes justo (13 de febrero) nos había visitado en liga y se llevó el único punto cedido por el Granada en su terreno en todo el campeonato. Los blanquiazules en esos momentos también luchaban por dar el salto a primera, bien clasificados. Por sorteo el partido único en que consistía la eliminatoria correspondió jugarse en Los Cármenes, con recaudación al 50% para cada equipo.

            En Los Cármenes, con una buena entrada el Granada se clasificó para VIII derrotando al equipo de Gaspar Rubio por 2-1 aunque, según la prensa local, fue un mal partido del Granada en el que logró la victoria a poco del final, confirmando su crisis de juego de los últimos choques, dice Seudónimo en La Prensa.


Recorte de Ideal con el partido Granada-Hércules de Copa del Generalísimo

Parón liguero

            En las tres semanas siguientes los diarios granadinos apenas dedicaron unas líneas a hablar del Granada CF. Los entrenamientos siguieron a su ritmo habitual y como toda actividad al margen se organizó un amistoso en Los Cármenes frente al Iliturgi de Andújar, equipo de la tercera división andaluza que contaba en sus filas, cedido por el Sevilla, con el ariete vasco muy goleador Arregui, que en años futuros será figura del Jaén. También venía con el equipo de Andújar el ex granadinista Martín, granadino de nacimiento y que perteneció al equipo rojiblanco en su segunda temporada en primera, la 42 43, aunque sólo se alineó en algún amistoso; este Martín dos años después será una de las víctimas del accidente que en Loja acabó con la vida de tres personas al chocar contra un camión el autobús del Melilla, equipo en el que militaba.

El amistoso acabó en empate a un gol. El Granada alineó un equipo mixto entre la primera plantilla y el filial, produciéndose el debut del recién fichado Vicente Díaz, que militaba en el tercer Recreativo, el equipo fundado esta temporada y de vida efímera. El partido se había organizado en atención a los socios del club, para que éstos no estuvieran más de un mes sin poder ver un partido, así que los abonados no pagaban, pero a pesar de todo acudió poco público.

 

Triple empate en cabeza tras la victoria sobre el Badalona

            Casi un mes justo después de jugar el Granada en San Sebastián volvió la liga de segunda el domingo 3 de abril de 1949. Tocaba jugar la jornada 24 de un total de 26 y para el Granada significaba la visita del Badalona, equipo que acabó descendiendo a tercera como vicecolista. Una nueva victoria 4-2 fue el resultado en un partido malo, según La Prensa, para la que nuestro equipo sigue en un bache de juego a pesar del resultado, una crisis que afecta de manera especial a la media y a la delantera, con la excepción de Trompi, en gran estado de forma toda la temporada, siempre según el semanario, lo cual no supone novedad alguna pues es un comentario común a todos los partidos caseros con pocas excepciones.

            Los resultados de los demás rivales directos propiciaron un triple empate en cabeza entre R. Sociedad, Málaga y Granada, quedando con un punto menos el Hércules, que perdió en casa su partido ante el desahuciado Ferrol. El Granada tenía el golaveraje perdido con los dos equipos con los que empataba, así que su posición en la tabla era la de tercero.


No le fue difícil al Granada derrotar al Badalona, como se lee en el recorte de Ideal

El Granada B sale de Andalucía

            Por su parte el filial comenzó la fase nacional de la Copa Aficionados, que le enfrentó al Electrodo, equipo de Madrid que había quedado campeón de Castilla. En tierras madrileñas, en el campo federativo del Cerro del Pimiento, sin rastro de hierba, cosechó una derrota mínima por 2-1, remontable en cualquier caso a la vuelta, una semana después en Los Cármenes. Las crónicas señalan que al Granada B le fue anulado injustamente un gol que hubiera supuesto el empate. Es un partido histórico ya que significa que por primera vez el equipo filial, con tan sólo dos años de existencia, traspasaba las fronteras regionales y salía fuera de Andalucía para disputar un partido oficial.

 

En avión a Valencia con victoria

            Para la siguiente jornada, ya la 25 y penúltima, tocaba viajar a Valencia, al campo del Levante, equipo de la zona media y con todo ya resuelto. El desplazamiento del Granada a tierras valencianas fue algo histórico porque, que sepamos, era la primera vez que nuestro equipo utilizaba el avión como medio de transporte. En efecto, del aeródromo de Armilla partió la expedición rojiblanca, acompañada por una decena de aficionados, la misma mañana del partido, 10 de abril, Domingo de Ramos, para estar a mediodía a la vera del Turia. Y es que a partir de 1948 empezaron a fletarse desde Granada vuelos bisemanales de pasajeros y carga con Sevilla, Madrid y Barcelona, además del de Valencia. La ida fue en avión, pero la vuelta se hizo por ferrocarril.

            La experiencia no dio mal resultado y un Granada muy superior y que no puso en juego su táctica ultradefensiva, se apuntó una victoria, 2-3, en el campo de Vallejo, repleto de público en día del club. Según las crónicas de periodistas valencianos, el Granada es el equipo más completo, mejor conjuntado y con mejor fútbol de la categoría; dicen los plumillas ches que el Granada practica un fútbol moderno, la WM, mientras que el Levante está anclado en el pasado. En un diario valenciano se comentaba que con un trío defensivo como el que forman Millán, Lesmes y Rey, puede Valero (sustituto en este partido de Candi) sacar tranquilamente una silla para tomar el sol. Lo malo fue que tanto el Málaga (que venció al Hércules) como la Real ganaron sus respectivos partidos, de manera que el triple empate no se deshizo.

            Mientras el Granada se traía los dos puntos del campo de Vallejo, el Granada B conseguía clasificarse para la siguiente ronda, ya cuartos de final, de la Copa de Aficionados al derrotar en Los Cármenes al Electrodo madrileño por 5-2 en una sensacional segunda parte. Esa misma tarde se conoció que el siguiente rival sería el Utiel, equipo valenciano.


Otro recorte de Ideal con las alineaciones del Granada B y del Electrodo de Madrid

Triunfo ante el Gerona y muerte en la orilla

            Así llegamos a la 26 y última jornada 48-49 con todas las posibilidades de ascenso intactas para el Granada. Independientemente del resultado de su último partido de la liga, en casa frente al Gerona, el tercer puesto al menos estaba garantizado ya que el Hércules, el cuarto clasificado, había quedado distanciado a tres puntos, pero lamentablemente esta temporada no había promoción para el tercero y solamente ascendían los dos primeros, dándose la circunstancia de que nuestro equipo no dependía de sí mismo, es decir, para alcanzar una de las dos plazas de ascenso era necesario que R. Sociedad o Málaga, primero y segundo, con los mismo puntos que los rojiblancos, no ganaran su partido. Desde el jueves previo se marcharon los futbolistas concentrados a Lanjarón, desde donde se dirigirían a Los Cármenes el mismo domingo.

            El domingo 17 de abril de 1949 quedó definitivamente resuelta la incógnita. El Granada no tuvo excesivos problemas para doblegar (3-0) al Gerona que entrenaba Carlos Platko, hermano del ex granadinista Esteban Platko, pero la Real ganó en Valencia al Mestalla y el Málaga hizo lo propio en el campo del descendido Ferrol, así que el Granada acabó tercero, empatado a 35 puntos con los dos que ascendieron y que tenían ganado el golaveraje particular a los rojiblancos. Los tres equipos habían ganado sus compromisos ligueros en casa frente a los otros dos y perdido a domicilio, así que había completa igualdad en los puntos obtenidos por unos y otros en sus enfrentamientos, pero la gran diferencia se daba en el número de goles marcados y encajados, y el peor de los tres era el Granada. Finalmente el único punto cedido en Los Cármenes en toda la liga y la exagerada e injusta goleada encajada en San Sebastián costaron un ascenso. También es mala suerte.

Lo más destacable es que esta plantilla había sido confeccionada con el fin exclusivo de mantenerse en la categoría ya que la economía manda y no había dinero para más, pero poco a poco y de la mano sabia de Cholín fue el equipo remontando puestos en la clasificación y el resultado ya se ve. Sólo la mala suerte apartó al Granada de dar el salto a la máxima categoría.

            El partido frente al Gerona, que venía fuertemente primado por terceros, no tuvo más historia que la del enorme esfuerzo que derrocharon los catalanes, que nada se jugaban, y lo difícil que lo pusieron en los primeros cuarenta y cinco minutos. En la segunda parte el Gerona se quedó en inferioridad por lesión de uno de sus futbolistas y ya fue otra cosa para los nuestros, que no tuvieron problema alguno e incluso pudieron haber marcado más goles.

            Por su parte, el filial Granada B en el pueblo valenciano de Utiel, resultó derrotado por la mínima, 4-3, un resultado superable para la vuelta. Encajaron los nuestros dos goles tempraneros, pero antes del descanso le habían dado la vuelta y mandaban en el marcador 2-3; en la segunda parte se desfondaron y los locales consiguieron dos goles más. Las crónicas alaban el juego desplegado por los jóvenes del filial rojiblanco.


 
Distintas escenas del último partido de la liga 48-49 con la inútil victoria sobre el Gerona

Pataleo ante la Federación que de nada sirve

            A los pocos días de terminar la liga, la directiva del Granada elevó respetuosa protesta a la Federación y a la Delegación Nacional de Deportes ante las anormales circunstancias registradas en los encuentros de Ferrol (Málaga) y Mestalla (R. Sociedad). Martín Campos comunicó a la prensa que el Granada basaba su protesta en las noticias llegadas de Ferrol y de Valencia.

En tierras gallegas, con el equipo colista desde hacía varias jornadas, el Málaga se impuso 1-5 (0-5 al descanso), pero hubo grandes protestas de la hinchada local ante la pasividad de los jugadores ferrolanos, los cuales, según Hoja del Lunes de La Coruña, no querían sufrir lesiones dado que cifraban sus esperanzas de salvación en una liguilla que estaba previsto se jugara frente a los mejores clasificados de tercera.

Y en Valencia ganó la Real Sociedad 1-3 en un partido que se jugó en el campo de Vallejo, propiedad del Levante, porque el primer equipo valenciano jugaba esa misma tarde su último partido de liga en su terreno de Mestalla. Las crónicas hablan de actitud pasiva y bochornosa de los locales, y dicen que los tres goles donostiarras fueron irregulares. Hubo incidentes de público en protesta al finalizar los noventa minutos que obligaron a la intervención de la fuerza pública.

            Alternativamente el Granada proponía a la Federación que, dado que para la siguiente temporada estaba aprobada la ampliación de la segunda a dos grupos, se ampliara también la primera (cosa de la que se venía hablando desde hacía ya algunos años), de manera que ésta estuviera compuesta por dieciséis equipos, ascendiendo también el Granada al haber obtenido los mismos puntos que Málaga y R. Sociedad, y dando la oportunidad a Alcoyano y Sabadell (los dos colistas de primera, descendidos) de jugarse la otra plaza a un partido en campo neutral. Con esta ampliación se conseguiría que de los dos grupos de segunda subiera el campeón de cada uno, promocionando los segundos clasificados. Pero nada obtuvo el Granada con sus protestas y en segunda tuvo que quedarse, y la cosa tiene sus bemoles porque la ampliación de primera a dieciséis equipos que pretendía el Granada para la siguiente temporada se hizo por fin… pero fue para la 50-51.

Más de un mes después, ya a principios de junio, la Federación en su pleno desestimó oficialmente la propuesta del Granada de ampliación de Primera División, defendida por Muñoz Calero, quien a pesar de ser en esos momentos presidente del mismo organismo, nada consiguió. El mismo pleno acordó la concesión de la medalla de bronce al Mérito Deportivo a Pepe Millán por su actuación en Lisboa en su única presencia internacional, 1945, cuando a pesar de sufrir una lesión importante aguantó todo el partido y fue uno de los destacados.


Miranda vio así la victoria sobre el Gerona

El Granada B semifinalista de Copa Aficionados

            Tras la liga vino la copa, en la que el Granada quedó emparejado con el Valladolid para disputar los VIII de final, que seguía siendo a partido único, y la suerte deparó que ese único partido fuera en Los Cármenes. Como había coincidencia de fechas con el filial, en cuartos de final de Copa de Aficionados, se solicitó y se obtuvo la venia para que su partido se adelantara a la víspera, sábado 23 de abril de 1949.

Ese día el Granada B derrotó al Utiel, de Valencia, 6-3 (4-3 de la ida) y se clasificó para semifinales. Fue un partido épico en el que los blanquiazules, muy mermados por enfermedad de algunos de sus componentes, necesitaron de una prórroga para superar a su oponente. Al final de los 90 minutos se llegó con el resultado de 3-2 a favor de los locales. La nota negativa estuvo en las gradas donde, a pesar de la importancia del partido y de los excelentes ratos de fútbol que venía ofreciendo el filial en todos sus compromisos, fue muy escaso el número de espectadores.

 

CALLEJEANDO

 

El fumeque de posguerra

            El tabaco fue también un bien muy escaso en la posguerra y, por tanto, estuvo sometido a tasa, o sea, racionado, igual que otros muchos productos. Los fumadores, si querían seguir echando humo por sus fauces, tenían obligatoriamente que disponer de la que se llamó tarjeta de fumador, que al igual que las cartillas para la alimentación, venían también dotadas de cupones recortables, y esto daba derecho a comprar cada diez o quince días una cantidad exigua de lo que poco a poco iba proporcionando la Comisaría de Abastecimientos.

            Las cartillas de racionamiento eran al principio familiares, una para cada familia. Posteriormente, en 1943, pasaron a ser individuales y eso supuso que en la práctica, además de dar derecho a determinadas cantidades del escaso condumio que distribuía Abastos, se convirtieron también las cartillas en una cédula personal. Al DNI obligatorio le faltaban todavía algunos años para que se implantara en toda España. Por el sólo hecho de existir se tenía derecho a la cartilla de racionamiento.

Otra cosa era la tarjeta de fumador. Con la tarjeta se podía comprar una picadura infame, infumable, que era lo único que había, pero para hacerse con ella había que presentar una pila (literal) de papeles, entre ellos, certificado de buena conducta y una declaración jurada de ser fumador, y pólizas y timbres móviles mil. Pero a pesar de todas las trabas burocráticas, o más bien por eso mismo, en España fumaban también los muertos, cuyas cartillas de racionamiento y fumador eran parte de la herencia que recibían los deudos. Todo el mundo tenía cartilla de racionamiento y tarjeta de fumador, le gustara o no la nicotina, usada ésta también comúnmente como moneda de pago. Bueno, todo el mundo no, porque las mujeres quedaban excluidas ya que, para la moral puritana de la época, el fumar no era propio de las decentes y sólo las descarriadas le daban al fumeque.

             Los muy viciosos del humo apenas tenían para un rato con lo que se podía comprar de racionamiento. Si eran personas de posibles, lo mismo que la carne, el pan blanco, los huevos y la leche, también podían comprar a los estraperlistas una pastilla (picadura) de tabaco rubio americano o inglés de Gibraltar. Pero sólo los señoricos podían permitirse mandar un propio a la plaza de Mariana Pineda a comprar a los muchos (que todo el mundo conocía, también la autoridad) que vendían de extranjis la mercancía; frecuentes eran las broncas, por cuestiones de competencia, entre los varios contrabandistas que pululaban por la Mariana, según puede leerse en los sucesos de los diarios.

Por otra parte, en noviembre de 1950 la policía desmanteló una fábrica clandestina de tabaco instalada en el número uno triplicado de la calle Lavadero de las Tablas, que falsificaba hasta los precintos y abastecía, eso dice la noticia, a los estraperlistas locales de tabaco de marcas extranjeras. Todo el material y maquinaria fue embargado y su responsable, que poseía hasta veinte tarjetas de fumador, enchironado.


El popularísimo Caldo de Gallina

El personal de alpargata, la inmensa mayoría, si le podía el vicio, recurría a los sucedáneos y era capaz de fumarse hasta los jaramagos de su tejado después de haber hecho lo propio con las mondaduras de patatas y otras muchas y variadas porquerías. Si era más moderado en su tabaquismo tenía que apañarse con lo que le daban. Por su parte, los no fumadores a menudo comerciaban con las labores de Tabacalera que les correspondían por cupo, o con la misma tarjeta.

            Por todo eso fue una noticia de sensación el anuncio a mediados de 1949 de que pronto volvería a los estancos el Ideales al Cuadrado, conocido popularmente como caldo de gallina.

Finalizando la década de los cuarenta el racionamiento venía siendo cada vez menos estricto. Algunos productos que habían estado racionados ya eran de venta libre. El tabaco empezaba a serlo de forma tímida y así Tabacalera volvió a producir el popularísimo ya en tiempos de la República caldo de gallina. El mismo diseño que tuvo antes de la guerra el Ideales se mantuvo: un envoltorio de papel en azul y negro por mitades. Dentro, 18 cilindros en papel amarillento (de ahí le viene el nombre popular de caldo de gallina, dicen algunos) que había primero que desliar para con el mismo papel que traía volver a liarlo más apretado o menos. Se decía que era de excelente calidad, elaborado en su mayor parte con tabaco de Vueltabajo, pero para los gustos actuales, un caldo de gallina sería algo demasiado agreste, un mataquintos con un humazo que raspa. Cuando por fin pudo ser comprado libremente en los estancos, cosa que en Granada ocurrió ya bien entrado 1950, el caldo de gallina le supo a gloria al personal en comparación con lo que había antes de su irrupción, y volvió a venderse como rosquillas. Sin recurrir al estraperlo, hasta ese momento los empedernidos sólo habían podido consumir una cosa negra y recia que era más chasca que picadura y que difícilmente ardía de la cantidad de palitroques que entraban en el cuarterón.

El caldo de gallina se vendía a duro el paquete de 18, precio nada barato en comparación con las otras muchas labores nacionales, sin ir más lejos el otro Ideales, el de hebra y paquete blanco, valía 2,10.

La estrella en los estancos fue un tiempo el Bubi, la primera marca de tabaco rubio español que hubo en el mercado, que valía la exagerada cantidad de 7,75 pesetas la cajetilla. Los americanos (Winston, Marlboro y demás) sólo podían adquirirse de estraperlo ya que a España no llegaban de otro modo. Aunque pronto lo harán, cuando se acabe el bloqueo internacional al régimen franquista. Quizá porque el Bubi no se vendía demasiado, poco tiempo después Tabacalera sacó otra marca de rubio, Tritón, se llamaba, pero pronto cambió su denominación (no el dibujo de su envoltorio) por la marca Timonel, que se fabricaba, o eso dice la prensa de la época, con tabaco veguero granadino de Valderrubio.

Otra marca de cigarrillos en directa relación con el tabaco granadino será lanzada al mercado pocos años después, casi simultáneamente al Celtas. Es el Peninsulares, que empezó a comercializarse luciendo un dibujo de la Alhambra en su envoltorio y tiempo después fue sustituido este diseño por una franja roja en diagonal sobre fondo blanco y en su ángulo superior izquierdo aparecía el escudo de la ciudad de Granada. Era éste un tabaco negro negrísimo y de escasa calidad, pero muy asequible por su bajo precio.

En Valderrubio, pionero en esta cuestión, se cultivaba en estos años el llamado tabaco amarillo o virginia, o sea, el rubio, curado con aire caliente en secaderos con “estufas”, pero la variedad más abundante en nuestra vega era el tabaco negro curado al aire natural, o burley.

De tierras granadinas sale en estos años hasta el 60 % de la producción tabaquera nacional, con 3.200 hectáreas (o 60.000 marjales) sembradas y 4.600 cultivadores. Es un cultivo bastante rentable ya que está asegurada la venta del total de lo producido al Estado, que en régimen de monopolio es el único que comercializa el producto, y además es una planta que sólo ocupa de media unos 110 días la tierra, pudiendo el resto del año dedicarla a otras cosechas. En la Vega granadina cada vez hay más secaderos de obra y más hectáreas sembradas de tabaco, lo que va en detrimento de la remolacha, que hasta hace nada lo dominaba todo, pero a diferencia de la planta azucarera, no hay factorías transformadoras a pie de plantación y éstas se han instalado en otras provincias (Málaga) que no son productoras de tabaco. Se encuentra a medio construir el centro de fermentación de tabacos Virgen de las Angustias (lo que después será Cetarsa), en la carretera de Pinos-Puente, donde van a parar la totalidad de las cosechas tabaqueras granadinas. Pero las fábricas de tabaco, las que elaboran el producto para el consumo y dan trabajo a cientos, ésas no están en nuestra provincia. Cosas de la economía penibética.

 La Plaza Bib-Rambla hacia finales del siglo XIX

Bib-Rambla

            En 1940 existió un proyecto municipal de actuación sobre las fachadas de la plaza Bib-Rambla, promovido, como tantísimas otras reformas urbanas de por entonces, por Gallego Burín. No pasó de proyecto en este caso, pero de haberse llevado a cabo habría modificado bastante el aspecto de la plaza más granadina, la que sin duda es la plaza mayor de nuestra ciudad, aunque no se escriba con mayúscula. Consistía la reforma en ceder a los propietarios de las casas de dicha plaza dos metros de terreno público para que las fachadas avanzaran y de esa manera convertir la plaza en porticada, excepto la parte del Palacio Arzobispal. En siglos pasados ya tuvo soportales la plaza, así la describe Henríquez de Jorquera, aunque sólo en su lateral norte. Los diarios granadinos dieron la noticia y llegó a publicarse un dibujo con el aspecto que adquiriría la plaza, y esto coincidió con el traslado y colocación en el centro de Bib-Rambla de la magnífica fuente de los Gigantones, coronada por un Neptuno ya por entonces tan manco como ahora mismo, que desalojó del emplazamiento en que llevaba treinta años a la estatua de Pablo Loyzaga con la efigie de Fray Luis de Granada, que se mudó a su vez al atrio y plaza de la iglesia de Santo Domingo. Como queda dicho, lo de los soportales, que habrían acabado de darle un aspecto de plaza mayor castellana, no pasó de proyecto, seguramente porque exigía elevados costes.

            A finales de los cuarenta, todavía bajo el mandato de Gallego Burín, lo que sí que se acometió en la plaza Bib-Rambla fue una reforma menor pero que también contribuyó a dar encanto a este espacio urbano: la instalación de puestos para la venta de flores, trasladándose a este emplazamiento los que ya se dedicaban al comercio floral en la vecina Plaza de las Pasiegas, que por eso mismo también fue conocida antaño como Plaza de las Flores. Se levantaron nueve quioscos, se puede leer en Ideal, aunque en realidad no eran espacios cerrados, no eran quioscos propiamente dichos, sino que más bien hay que hablar de puestos, mesas de obra con una toldilla, de algo más de un metro de altura por dos de largo, de hormigón revestido de mármol y rematado en su parte superior con un pequeño armazón de hierro. Se instalaron en el lateral oriental de la plaza, el de la desembocadura de Zacatín, Alcaicería y Libreros, y allí estuvieron hasta la última gran reforma de la plaza, en 1977, cuando se suprimió la circulación rodada y se construyeron, ahora sí, diez quioscos de los que apenas quedan hoy cuatro, ninguno ya dedicado a la floristería.

Servidor nació muy cerca de esa maravillosa plaza granadina que conocemos como Bib-Rambla (o Bibarrambla). Por ahí ha leído uno que la verdadera, la única patria de cada cual, es la infancia, y eso mismo es para mí esta granadinísima plaza. Bib-Rambla es mi naturaleza, es mi niñez, es una pelota perseguida por una patulea de chaveas en las horas vespertinas, siempre mirando de reojo para dar el queo (queos, decíamos nosotros) si venían los guris y salir pitando, de lo contrario la cosa podía terminar con la requisa del esférico o, peor aún, que te llevaran preso al cuartelillo de donde sólo te sacaba el pago de la correspondiente multa; los niños de hoy día pueden jugar al fútbol incluso en la misma puerta del Ayuntamiento sin ser molestados, pero en aquellos autoritarios años eso de patear una pelota en espacios públicos estaba muy perseguido.

Uno vino al mundo bastantes años después de la época que se refleja en estos escritos, pero por artículos de prensa costumbristas publicados a finales de los años cuarenta del siglo anterior donde se recoge el día a día en la plaza Bib-Rambla, puedo dar fe de que cuando servidor apenas levantaba dos palmos del suelo, casi veinte años después, poco habían cambiado las cosas en este espacio público. Así, la Bib-Rambla que uno conoció seguía albergando una estrafalaria almoneda diaria de baratillo, tan estrafalaria como quienes ofertaban: un solo zapato sin su par, pero con bastante uso, una rueda de bicicleta sin todos sus radios, un gramófono mudo de Maricastaña, una chistera polvorienta del año del catapún, una pierna ortopédica usada, piedras de mechero y cordones de yesca y muchas otras cosas por el estilo. También estaban los vendedores de jilgueros y colorines, con su montaña de jaulas, que los despachaban en un cartucho de papel con agujeros. A menudo se veían corros de paisanos rodeando a un charlatán encaramado en un banco pregonando las maravillas del Diamante Omega, que abre botellas, afila cuchillos y corta el vidrio como el papel, o el de las hojas de afeitar Palmera, que por cada paquetillo vendido regalaba un peine y una lendrera. Y también formaba parte del paisaje Manolico el de los cartones, con su perpetua jumera, retrepado más que sentado en alguno de los cuatro bancos-farolas y canturreando flamenco entre dientes.

En Navidad la plaza era invadida por barracas de quita y pon para la venta de figurillas de barro y zambombas, formando un dédalo de callejones y recovecos ideal para que los zangolotinos de entonces jugáramos a policías y ladrones. Pero la mejor versión de la plaza era cada Corpus: Chacolines todos los días, todo bajo la fragancia de los tilos en flor y de los puestos ambulantes para la venta de tejeringos, con ese museo humorístico que siempre fueron las carocas.

No me atrevería a afirmar que aquella plaza que conocí en mi infancia y juventud sea mejor que la actual, de lo que sí que estoy seguro es de que era bastante más castiza. Tendría, desde luego, un aspecto más provinciano, pero sin duda también tenía mucho más encanto. Dos o tres jugueterías y una tienda de artículos de broma, una papelería e imprenta, dos ferreterías, varias zapaterías y tiendas de tejidos y dos cafeterías (Bib-Rambla y Flor), tenían establecimiento permanente en una plaza que estaba viva y era de todos los granadinos. Todos esos comercios desaparecieron a excepción de la cafetería del mismo nombre de la plaza. A cambio nos han dejado un espacio impersonal en cuanto a los negocios que la pueblan, especializados únicamente en la hostelería y al servicio del forastero. Y encima apenas dejan espacio para embocar cualquiera de las varias calles que desembocan en la plaza.


El Ayuntamiento de Granada de Gallego Burín fue distinguido con la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

            El 3 de mayo de 1949, mientras en nuestras calles se celebraba el Día de la Cruz, sin mucho lucimiento puesto que no paró de llover, el todo Granada se encontraba en Madrid para recibir la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, otorgada a nuestro Ayuntamiento un año antes. Además de las primeras autoridades: capitán general, arzobispo, gobernador civil, presidente de la Diputación y alcalde con todos sus concejales, también viajaron a los madriles los maceros, reyes de armas, pajes y demás personal que forma la Pública ataviado a la federica, portando el escudo oficial de la ciudad (la Tarasca, los cabezudos y los gigantes no viajaron, claro).

            Al acto, en realidad un reconocimiento a la labor desarrollada por Gallego Burín desde que se convirtiera en alcalde en 1938, acudieron varios ministros y primeras figuras de las artes y de las letras. Abrió el turno de discursos el Conde de Romanones, Álvaro de Figueroa y Torres, director de la Real Academia de Bellas Artes, quien entre otras cosas dijo: «Si preguntáis cuál es la ciudad española que acusa mayor grado de belleza y una sensibilidad artística más perfilada, os contestarán sin vacilar: Granada. La fisonomía de Granada, su exquisita personalidad, tiene desde su nacimiento un tono y un estilo inconfundible, sin semejanza y sin posible rivalidad con ninguna otra ciudad española». A continuación le fue entregada al alcalde la medalla que allí los había reunido, y éste repitió una frase que ya le habíamos oído en anteriores intervenciones públicas: «Granada no tiende a ser una gran ciudad más de España, porque eso significaría abdicar del puesto que le corresponde: una gran ciudad del Universo». También dijo que sus esfuerzos al frente de la alcaldía se habían centrado en conservar la ciudad antigua, así como a darle el tono y el estilo espiritual debido al alma universal de Granada, huyendo de encerrarla en el aldeano concepto de ciudad pintoresca, falsa y teatral; Granada tiene que ser una ciudad para el espíritu, para el arte y para el pensamiento.

En los mismos locales de la Real Academia, en la calle Alcalá, se expuso, con bocetos, fotos y planos, todo lo actuado por la corporación de Gallego Burín, así como el recientemente aprobado plan de urbanismo de la ciudad.

Al día siguiente, 4 de mayo por la mañana, en el Palacio del Pardo era recibido Gallego Burín por el mismísimo Franco en audiencia especial, a quien hizo entrega de la medalla de oro de la ciudad de Granada, acordada su concesión al Jefe del Estado por el pleno municipal años atrás, la primera de esta naturaleza que otorgaba la corporación. Por la tarde, en el Teatro Español, el Ayuntamiento granadino ofreció un concierto y recital literario a cargo de la orquesta de Radio Nacional, con un programa todo de piezas evocadoras de nuestra tierra a base de Falla, Albéniz, Turina, Bretón y Debussy, y con la intervención del poeta Gerardo Diego. También actuó el paisano Ángel Barrios. Además, se organizó en el Círculo de Bellas Artes una exposición de pintura granadina contemporánea, con cuadros de López Mezquita, Rodríguez Acosta, Morcillo, Gómez Mir, Soria Aedo, los hermanos Carazo, Bertuchi y otros muchos artistas de menos nombradía. Como fin de fiestas, Gallego Burín fue homenajeado con un banquete de postín en el hotel Astoria al que asistieron ilustres personalidades y una amplia representación de los granadinos residentes en la capital.

 

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