Victoria ante el Santander con el primer cambio en partido oficial
La corta plantilla
y la falta de suplentes de garantía que denunciaba Fernández de Burgos desde
las páginas de Ideal, se puso de manifiesto en la previa de la cuarta jornada,
al lesionarse dos titulares, Lesmes y Luiqui (éste enfermo). Nos visitaba el
Santander (nada de Racing en aquellos años), un recién ascendido que traía como
entrenador al mítico míster irlandés Patrick O’Connell, quien dio al Betis su
único título de liga en 1935 y que fue varias temporadas entrenador del
Barcelona y del Sevilla.
Lesmes se recuperó
a tiempo y pudo actuar en el eje de la defensa, y la otra baja fue cubierta con
la alineación de Almagro, todo un redescubrimiento pues, olvidado desde su
debut con el primer equipo la temporada anterior, se convirtió sin embargo en
titular a partir de este partido y hasta el final de la liga. Por otro lado, la
vuelta de Mas relegó de nuevo a la suplencia al canterano Díaz Cara y a
Laureano Martín.
En Los Cármenes el
Granada fue muy superior al Santander, al que derrotó 3-0 en una muy buena
segunda parte. Ambos equipos posicionaron a sus efectivos con el sistema ya
generalizado en el fútbol español de la WM. El triunfador una vez más fue el
delantero centro Morales, autor de los tres goles con los que se ponía al
frente de la clasificación de anotadores. Los seis goles que por el momento
llevaba el Granada en la jornada cuatro los había marcado el delantero
murciano. La presente era ya su tercera temporada como rojiblanco, pero hasta
esta 48-49 siempre tropezó este buen ariete con las críticas negativas de la
prensa local y con la incomprensión de la grada, que muchas veces lo abucheó, e
incluso en su primera temporada fue relegado a la más absoluta suplencia
mientras que en el puesto de ariete se hacían mil y una probaturas; ahora
sucedía todo lo contrario y no le faltaban los comentarios elogiosos de los
plumillas ni los aplausos del respetable. La victoria aupó al Granada hasta el
tercer puesto de la clasificación, con un positivo.
La anécdota la
protagonizaron los dos porteros rojiblancos: Valero, que salió como titular, y el
suplente Candi. Resulta que en la segunda parte se lesionó levemente Valero en
un choque con un contrario, por lo que fue sustituido por Candi. Recordemos que
a partir de esta temporada estaba permitido sustituir a un portero lesionado,
único cambio autorizado en un partido de fútbol hasta más de veinte años
después. Lo curioso del caso fue que a los pocos minutos y una vez repuesto
Valero ya que su incidente no tenía apenas importancia, volvió a éste al campo
retirándose Candi. Es la primera sustitución de un jugador por otro realizada
por el Granada en toda su historia en un partido oficial, y se ve que la norma
no era muy conocida, pero no sólo por el técnico rojiblanco, tampoco por el
árbitro del partido, La Riva, quien permitió este segundo cambio. Por lo visto,
lo mismo pasó en otros campos por toda España, así que la Federación días
después publicó una nota aclaratoria estableciendo que sólo está permitida una
única sustitución, por lo que una vez cambiado un portero no puede éste volver
a salir en el mismo partido ni aunque también se lesione el sustituto, quien
sólo podrá actuar como guardameta y nunca en otra posición, y además esa única
sustitución sólo se admite en caso de lesión o indisposición del titular.
No se pudo obtener nada en El Molinón
Otro nuevo
desplazamiento, esta vez a Gijón, traía la quinta jornada. Trompi se quedó en
tierra por estar lesionado, circunstancia que sirvió para dar entrada en la
expedición al jugador del filial Cea, que debutó en El Molinón en la posición
de interior derecho en su única aparición en una formación del primer equipo
esta temporada. Una nueva derrota 2-0, la segunda en las cinco jornadas
disputadas, fue el resultado en un partido en el que según las crónicas el
Granada jugó bien, pero careció por completo de remate.
En la crónica para
Ideal volvemos a encontrarnos con el periodista granadino afincado en Asturias
Antonio Crovetto, que dice que el Granada tiene una magnífica defensa, pero una
delantera nula. Según el redactor de La Nueva España, el portero Valero
estuvo sensacional y fue ovacionado por el público gijonés. La crónica del
diario asturiano Voluntad coincide en presentar al Granada como un
equipo que juega muy bien.
Hacía dos
temporadas que se había modificado el criterio imperante desde hacía muchos
años según el cual ante la coincidencia de colores de los contendientes eran
los locales quienes cambiaban su atuendo habitual, por lo que el Granada jugó
en Gijón luciendo las camisetas blanquiazules del filial. Con la derrota el
Granada bajó al quinto puesto de la clasificación.
Victoria ante el Mestalla
Al domingo siguiente,
en la sexta jornada, se recuperó la cuarta plaza al vencer en Los Cármenes al
filial del Valencia, el Mestalla, 4-2. El resultado podría indicar que fue un
partido dominado por los rojiblancos y ganado con facilidad, pero nada de eso. Faltando
un cuarto de hora para el final perdía el Granada 1-2, y fue en esos quince
minutos donde a base de coraje pudo nuestro equipo dar la vuelta al resultado.
El partido fue bonito en general y muy bien jugado por los jóvenes canteranos
ches, que impusieron su ritmo y cerraron muy bien su puerta, ante lo que el
Granada se vio impotente. La clave de la victoria estuvo en el cambio ordenado
por Cholín, quien mediada la segunda parte y ante el resultado adverso mandó a
Millán a la delantera, retrasando a la defensa a Arencibia y al argentino
Laureano Martín a la media (fue su segundo y último partido de rojiblanco en
liga; sólo jugó un tercer partido, pero ya de copa). Con el bravo defensa
arriba derrochando pundonor, empezaron a abrirse huecos en la defensa
mestallista y el propio Millán acertó a conseguir el empate a la media hora del
segundo tiempo. Dos goles más de Morales (que también había hecho el primero)
sirvieron para que los dos puntos se quedaran en casa.
El mismo día en que
el Granada derrotaba al Mestalla, a muchos kilómetros de aquí un ex
granadinista, el portero Martí, que se había marchado de nuestro equipo hacía
dos temporadas para enrolarse en el Español y pasar esta temporada al Murcia,
en la jornada sexta, en Gerona, sufrió un choque con un contrario que le causó
aplastamiento de un riñón con una fuerte hemorragia interna que hizo temer por
su vida. Afortunadamente no pasó de ahí pero el que fuera portero del Granada
tuvo que quedarse ingresado en un hospital gerundense más de una semana y ya no
volvió a jugar en toda la temporada,
barajándose la posibilidad de que tuviera que abandonar el fútbol.
Positivo en Bardín
La siguiente
jornada, ya la siete, llevaba al Granada a Alicante para enfrentarse al
Hércules. El equipo partió con tiempo el sábado 23 de octubre, pero el día
anterior una gota fría había inundado gran parte de la provincia de Murcia y el
campo de Orihuela, así que al llegar el autobús granadinista a Puerto-Lumbreras
se encontró la carretera cortada, lo que obligó a la expedición rojiblanca a
dar un enorme rodeo por vías secundarias para llegar muy de noche a Murcia,
donde decidieron quedarse a pernoctar. Al día siguiente emprendieron viaje
hasta Alicante llegando con tiempo suficiente para jugar el partido.
El Hércules
marchaba segundo en la clasificación y era claro aspirante al ascenso, pero el
Granada jugó un gran partido y fue mejor, dicen las crónicas, y poco le faltó
para traerse los dos puntos. El resultado final fue de empate a tres goles,
pero nuestro equipo fue por dos veces por delante en el marcador hasta que los
locales le dieron la vuelta, consiguiendo a poco del final Morales el
definitivo empate. Presentó el Granada una alineación formada con hasta tres
canteranos (aparte de Millán): Rivera, que debutaba esta temporada y consiguió
el primer gol rojiblanco, Almagro, ya definitivamente convertido en titular,
que fue el mejor de los veintidós y consiguió el segundo tanto, y Díaz Cara,
que volvió al equipo en sustitución de Mas, jugador que se quedó en Granada y
reforzó al filial en su primer encuentro de esta temporada.
Las crónicas de
este partido, todas de periodistas alicantinos puesto que ningún plumilla
granadino solía acompañar al equipo en sus desplazamientos en aquellos años,
alaban el ordenado sistema del Granada (la WM) e incluso hablan de injusticia
en el resultado porque el primero de los goles herculanos fue en clarísimo
fuera de juego que el árbitro Vilalta no quiso ver. En el estadio de Bardín,
cuando los locales lograron ponerse por delante en el marcador Cholín reaccionó
como en el anterior envite en Los Cármenes, mandando a la delantera a Millán y
retrasando a Arencibia, y con esa variación pudo conseguirse un nuevo positivo
(ya dos en la cuenta). El empate conquistado hizo al Granada reafirmarse en la
cuarta posición de la tabla, sólo un punto por debajo del segundo clasificado,
el Hércules, o sea, de los puestos de ascenso directo.
El Granada B se estrena con una paliza al Recreativo
El filial Granada B
comenzó su liga en la categoría de Primera Regional a finales de octubre
después de llevar más de dos meses de entrenamientos y haber disputado varios
partidos amistosos. En principio su grupo iba a estar formado por veinte
equipos de toda la región andaluza, pero gran parte de los inscritos
renunciaron porque a partir de esta temporada se estableció como obligatorio el
pago de cantidades a la mutualidad de futbolistas y esto suponía un gran
esfuerzo económico para clubes de pequeños pueblos. Así, finalmente fueron sólo
seis los equipos que quedaron encuadrados en el grupo del filial granadinista,
cuatro de Jaén, uno de Córdoba y el Granada B. Muy a última hora renunció uno
de los jienenses, el Linares, y ante esta contingencia y para evitar que el
grupo quedara cojo fue invitado (y aceptó) el Recreativo de Granada, o sea, el
club recién fundado por antiguos granadinistas y que en principio iba a jugar
en la categoría inmediatamente inferior, 2ª Regional, que era entonces el nivel
más bajo del fútbol español.
El domingo 24 de
octubre de 1948, mientras el Granada jugaba en el Bardín alicantino, echó a
andar la competición de Primera Regional y en el primer partido el Granada B
destrozó en Los Cármenes al recién creado Recreativo de Granada, que en su
estreno se llevó un 8-1 que dejó bien a las claras las diferencias entre los
dos conjuntos. No fue rival el nuevo Recreativo para los pupilos de Manolo
Ibáñez, que pudieron incluso hacer más sangre en un cuadro que dejó al aire
todas sus muchas carencias. Formaban en este tercer Recreativo, equipo bastante
veterano, algunos jugadores con pasado rojiblanco como Antonio Carmona o
Cepillo, y otros que habían militado la temporada anterior en el filial. Por su
parte el Granada B jugó reforzado con los profesionales Mas, Díaz y Laureano
Martín, que fue el mejor y marcó cuatro de los goles, y además también jugó
Cea, quien ya había intervenido esta misma temporada en un partido del primer
equipo.
La Virgen de las Angustias y el derbi granadino-malagueño
El domingo 31 de octubre
estaba prevista la visita a Los Cármenes del Málaga para disputar el partido de
la jornada 8. Pero ese mismo día se había programado, desde al menos un mes
antes, una salida extraordinaria de la Virgen de las Angustias en procesión
desde la Catedral hasta su basílica con motivo de su proclamación por el
Vaticano y el Papa Pío XII como patrona de la archidiócesis de Granada. La
Virgen de las Angustias ya era patrona de Granada desde que en 1887 así lo
proclamara el Papa León XIII, pero en estas fechas se hizo extensivo el
patronazgo a toda la archidiócesis, es decir, las provincias de Granada,
Málaga, Jaén, Almería y también Guadix-Baza, Melilla y Cartagena. Se quería
desde el Arzobispado que esta celebración revistiera caracteres de grandísima
fiesta mayor por lo que durante todo el mes de octubre hubo cultos
extraordinarios, besamanos y rosarios de la aurora cada día excepto festivos,
con peregrinaciones desde todos los pueblos de la provincia y de la
archidiócesis hasta la basílica de la Carrera del Genil. El 27 de octubre fue
trasladada la imagen de la patrona en un rosario de la aurora que salió a las
siete de la mañana de su templo y acabó en la Catedral. Asimismo, los días
previos se celebró un solemne triduo en el que participaron los obispos de la
archidiócesis, con la intervención destacada de quien en su día fundara la
Editorial Católica y el diario Ideal, Ángel Herrera Oria, a la sazón obispo de
Málaga. El día señalado, domingo 31 de octubre por la tarde, salió con toda
solemnidad la procesión, en la que participaron más personas que las de
costumbre, de modo que cuando la imagen de la Virgen salía de la Catedral ya
iba la cabeza por la esquina de Reyes Católicos y Gran Vía, teniendo en cuenta
que la comitiva partió hacia San Juan de Dios por la calle Duquesa. Todo
resultó con la grandeza que se perseguía.
Previamente y ante la importancia que iba tomando la
manifestación religiosa, la directiva del Granada a mediados de octubre se
había dirigido a la del Málaga pidiendo el aplazamiento del partido hasta el
día siguiente, lunes 1 de noviembre, fiesta en todo el territorio nacional.
También fueron cursadas peticiones en el mismo sentido a las federaciones
nacional y sur. Pero la directiva del equipo boquerón contestó negándose al
aplazamiento y admitiendo como mucho un adelanto de la hora de comienzo o que
se jugara por la mañana, pero siempre dentro del mismo día 31 de octubre. La
razón que aducían era que ya había contratados por el mismo CD Málaga decenas
de autobuses con entrada para el partido el 31, incluso un tren botijo, y se
calculaba que más de cinco mil malagueños se desplazarían.
Ante la negativa se
buscó la mediación de las autoridades. El gobernador civil, el alcalde y el
arzobispo se dirigieron a sus homónimos de la Costa del Sol para que trataran
de convencer a la directiva del club vecino y se aplazara un día el choque,
pero los blanquiazules seguían sin admitir la propuesta granadina. Por fin el
26 de octubre accedieron los malagueños a que el partido se celebrara el lunes
1 de noviembre a las cuatro de la tarde.
Victoria ante el eterno rival y puesto de ascenso
Todo quedó
preparado para vivir un Granada-Málaga en la línea de la mejor tradición de la
rivalidad entre ambos clubes, es decir, por todo lo alto, con lleno hasta la
bandera asegurado en día del club. El Málaga del míster Urquiri era líder
destacado y de los siete partidos ya disputados había ganado seis y empatado
uno, de manera que el ambiente futbolero en la Costa del Sol era inmejorable y
se esperaban varios miles de hinchas malagueños a pesar de la variación de la
fecha del partido. El Málaga solicitó jueces de línea neutrales. Por su parte,
los jugadores del Granada fueron recluidos desde el viernes anterior en el
hotel Alhambra Palace hasta la hora del partido. Como medida excepcional y en
vista de que muchos se quedarían sin poder entrar al campo por agotarse el
papel, la directiva del Granada aprobó la retransmisión por radio a Málaga y a
Granada y, para evitar incidentes, se suprimió el alquiler de almohadillas.
A la hora señalada
del día primero de noviembre, con Los Cármenes más lleno que nunca, echó a
rodar el balón en uno de los derbis Granada-Málaga que mejor recuerdo dejaron
en la larga historia de estos enfrentamientos entre eternos rivales. Con un
gran arbitraje de Tamarit, que tuvo el único lunar de no sancionar (no vio la
acción) una alevosa agresión por la espalda del malaguista Bazán a Rey, se vio
un choque en el que predominó la gran pasión y el nerviosismo sobre el buen
juego entre dos equipos muy igualados en cuanto a fuerzas y recursos técnicos,
y la victoria fue para el Granada merced a un solitario gol de Morales (ya el
décimo) a poco del comienzo de la segunda parte, una victoria justa, así
reconocida incluso por la prensa malagueña. Para Fernández de Burgos en Ideal,
corta, porque el Granada dispuso de más ocasiones para golear y se empleó con
mayor entusiasmo que los de la Costa del Sol. No hubo ni un solo incidente
entre las dos aficiones pese a que existía cierto ambiente de revancha por las
agresiones hacia la afición y el equipo rojiblanco en el campo malagueño de la
temporada anterior.
El ex granadinista
González, que por primera vez jugaba en este escenario vistiendo otros colores,
no dio que hablar y fue aplaudido por sus antiguos hinchas a pesar de que en
los días previos se había recordado que no era González precisamente un
angelito del cielo cuando se empleaba, como bien sabíamos todos.
Con esta victoria
el Granada subió hasta la segunda plaza de la clasificación, puesto de ascenso
directo, tres puntos por debajo de su rival de aquella tarde, el Málaga, que a
pesar de perder su primer partido esta liga, al finalizar este campeonato
subirá a máxima categoría por primera vez en su historia.
El filial Granada B
jugó el domingo 31 de octubre el segundo partido de su corta liga en Baeza,
donde no pudo puntuar y perdió 3-2, una derrota que le apeó del primer puesto
de la clasificación.
Derrota en La Condomina
La jornada nueve
llevó al Granada hasta Murcia con la importante baja del guardameta Valero,
lesionado en una mano en un entrenamiento entre semana. Candi volvió así a la
titularidad y como segundo portero viajó Espinosa, el titular del filial. Con
el cambio en la portería y la entrada en las bandas de los canteranos Rivera y
Díaz Cara en sustitución de Mas y Trompi, el Granada que había vencido al hasta
entonces invicto líder Málaga no pudo sin embargo traerse nada de la casa de
uno de los equipos de la zona baja como era el Murcia, que derrotó a los
rojiblancos 2-1 en un partido decidido a poco del final. Como en salidas
anteriores, las crónicas dicen que el Granada es un gran equipo y que no mereció
la derrota, pero una vez más estuvo falto de recursos atacantes. También como
en anteriores choques, Millán en la segunda parte y con 1-0 en el marcador fue
situado por Cholín en vanguardia y gracias a su trabajo sin desmayo pudo el
Granada empatar por mediación de -cómo no- Morales. Tras el empate volvió
Millán a su posición natural para aguantar el resultado, pero ésta precisamente
fue la equivocación del Granada, que de haber seguido atacando, según las
crónicas de Hoja del Lunes de Murcia y del diario murciano Línea,
seguramente se habría llevado los dos puntos al tener a los locales contra las
cuerdas.
Una vez más Candi
recibió malas críticas ya que, según cuentan los periodistas murcianos, un
débil rechace suyo propició el gol de la victoria murciana a poco del final, no
obstante, esas mismas crónicas dicen que ése fue su único fallo y que en
general estuvo muy bien.
Los dos positivos
seguían figurando en la cuenta del Granada, pero la derrota hizo bajar al
equipo hasta la cuarta posición, aunque a sólo un punto de la segunda plaza.
Por su parte el
Granada B derrotó amplísimamente, 6-0, en Los Cármenes al débil Español de
Córdoba, equipo que había sido filial del R. Córdoba, por entonces en tercera,
del que se había desligado antes de empezar el campeonato. En las filas del
filial se alinearon otra vez algunos profesionales como Mas y el fichado esta
temporada Luiqui, ausente por enfermedad desde la primera jornada, y ambos
anotaron un gol. Volvía así el Granada B al liderato de su grupo de Primera
Regional. La nota desgraciada fue la lesión del portero del filial Cervilla,
que debutaba y sufrió un golpe similar al del ex granadinista Martí, gran
contusión renal con hemorragia interna en un choque con dos contrarios, aunque
a pesar de lo grave de su lesión aguantó los noventa minutos sobre el terreno
de juego.
En puesto de ascenso
La siguiente
jornada liguera, ya la 10, traía a Granada a la Real Sociedad, equipo puntero
de la categoría que acabaría ascendiendo a primera como campeón. A su frente
venía su eterno míster, Benito Díaz,
quien pasa por ser el introductor la temporada anterior de la WM en España,
sistema que a partir de ésta adoptaron la casi totalidad de los equipos de
primera y segunda. Efectivamente, en todos los tratados de historia del fútbol
en España Benito Díaz figura como el primer técnico español que utilizó la WM,
pero para los granadinistas esta afirmación merece matizarse porque mucho
antes, en 1943, ya vimos cómo el técnico de nuestro equipo por entonces, el
húngaro Esteban Platko, impuso ese posicionamiento al equipo rojiblanco; lo que
ocurre es que -resultados mandan- como el experimento no funcionó, se vio
obligado a abandonar aquel innovador método y volver a lo tradicional.
En Los Cármenes el
10 de noviembre de 1948 el Granada derrotó al equipo donostiarra 3-0 y volvió a
colocarse segundo en la tabla, empatado a puntos con el tercero, el Hércules, y
tres puntos por debajo del Málaga, que en esta misma jornada sufrió su segunda
derrota. Por el resultado parecería que el Granada no tuvo excesivos problemas
para imponerse, pero en las reseñas se lee que el juego de ambos equipos, más
preocupados de defender que de atacar, dejó mucho que desear y abundaron los
patadones a la bola sin ton ni son, y que el partido estuvo muy igualado hasta
la consecución de los goles rojiblancos. Fraga, Morales (con 13, al frente de
la clasificación de goleadores empatado con el malaguista Bazán) y Trompi,
dieron la victoria a los rojiblancos.
Para el cronista de
El Diario Vasco, José María Easo, habría sido más justo un empate porque ambos
conjuntos jugaron mal y también porque –dice- los liniers barrieron para casa y
equivocaron intencionadamente en repetidas ocasiones al árbitro La Riva.
Recordemos que por entonces los jueces de línea no eran neutrales y solían ser
árbitros de la localidad donde se jugaba el partido.
Simultáneamente a
este partido, el Granada B en Bailén consiguió un empate a cuatro tantos ante
precisamente el rival que le seguía más estrechamente, y con ese punto se
reafirmó en la cabeza de la tabla. Debutó en el filial el portero Julio,
fichado en la semana previa del Íllora ante la grave lesión de Cervilla en el
partido anterior y dado que el guardameta de la primera plantilla, Valero,
seguía de baja y esto obligaba al titular del filial, Espinosa, a entrar en
todas las convocatorias del Granada. Actuaron también en el filial Toñín,
inédito hasta ese partido esta temporada, y Díaz, más los regresados Rivera y
Díaz Cara, que jugaron de rojiblanco la anterior jornada en La Condomina.
CALLEJEANDO
Curandero réprobo
En el verano de 1948 el “santo” de Fuente-Vaqueros, de nombre Antonio
Delgado López, de 28 años, mereció del Tribunal Metropolitano del Arzobispado
granadino una sentencia condenatoria y la prohibición de desplegar sus artes
sanatorias, fundada en motivos de superstición latente.
El susodicho
Delgado recibía a sus clientes en su casa del pueblo veguero: paralíticos, tullidos,
baldados y demás dolientes, y después de preguntarles si creían en Dios (si la
respuesta era negativa, el interfecto era despedido en el acto), les recetaba remedios
ineptos, dice la nota episcopal que publica la prensa. La misma nota
comenta que la autoridad eclesiástica deja en manos de la autoridad civil el
juicio sobre el peligro social y daño que semejantes prácticas de vana
observancia puedan ocasionar a los crédulos e ignorantes, y ordena a
Antonio Delgado López y a su familia que se abstengan en lo sucesivo de recibir
visitas de enfermos, con la advertencia de que, en el caso de reincidir, le
serán aplicadas las penas previstas en el canon 2.325 (del código anterior a la
reforma de 1983) de Derecho Canónico, que es el que en el cuerpo jurídico
eclesiástico penaliza todo lo relativo a conductas sacrílegas y en uno de sus
apartados dice: «Qui superstitionem exercuerit... ,
pro gravitate culpae ab ordinario puniatur, salvis poenis iure statutis contra
aliquos actus superstitiosos.», o sea, más o menos y según los distintos traductores disponibles en la
Red: quienes ejerzan la superstición, serán sancionados según la gravedad de la
falta, sin perjuicio de las penas que establezca la ley no eclesiástica. Lo que
ignoramos es si el tal Delgado dejó efectivamente de practicar la curandería o
siguió contumaz en el ejercicio de su ministerio y por tal motivo fue excomulgado
o condenado a abjuración.
El paisano de García Lorca, uno más
de la legión de curanderos, saludadores, hechiceros, ensalmadores y demás videntes
que pululaban (y siguen pululando) por toda la Piel de Toro, utilizaba el
método de hacer ingerir a sus pacientes papelillos de fumar y vasos de agua, y
con eso y una oración mascullada entre dientes, lo mismo “curaba” un cáncer que
una verruga rebelde. Otros “santos”, como el famoso Custodio de Noalejo, usaban
también de “prácticas ineptas y de vana observancia” (como se lee en la condena
del Arzobispado granadino) y tenían como método la insalivación (salivica
santa) además de la imposición de manos (mano de santo, oiga), y sabemos de
otros que despachaban a sus dolientes soplándoles do más pecado había o
con una galleta maría y un tiento a un pipo. Famoso como pocos fue en su vida
terrenal y lo sigue siendo en la celestial el Santo Manuel de la Venta
del Molinillo, a cuya tumba acuden en peregrinación gentes de todas partes. Y
en Baza hay montada ahora mismo toda una religión del Arco Iris cuyo
patriarca, el Santón Esteban, apacienta a sus ovejas montándoles
espectáculos sobrenaturales en los que hace bailar al sol y sólo los faltos de
fe acaban con la retina achicharrada.
Todos los sanadores que conocemos
tienen en común que no piden nada por sus prodigios, sólo aceptan lo que
buenamente les ofrezcan los favorecidos con su “gracia”, dinero o regalos, pero
en el desempeño de su oficio algunos han amasado verdaderas fortunas.
Parecería que todo lo que va por
delante corresponde a una España rural y del pasado, tiempo ha periclitada, poco
que ver con la del siglo XXI, pero nada de eso. El fenómeno del curanderismo
sigue a día de hoy pujante y rampante, y no hay más que darse una vuelta por la
web Milanuncios y constatar que en ella aparecen no menos de sesenta
páginas, a razón de unos diez anuncios en cada una de ellas, en las que se
ofrecen los servicios de curanderos para todos los males que el ser humano
pueda padecer, físicos o síquicos, chamanes que afirman que con sus conjuros lo
curan todo y que pueden acabar con los hechizos y el mal de ojo, o conseguirte
la novia que más te guste y también la viceversa, o sea, finiquitar un mal amor.
Y los hay por toda España, tanto en pueblos perdidos como en grandes ciudades.
No
negaré el poder sanatorio de todos estos taumaturgos. Tratados hay a porrillo
donde se explica que el efecto placebo de sus métodos y su aura de personas que
se salen de la norma, realmente cura o de alguna manera mitiga ciertas
dolencias, sobre todo las del espíritu (Tu fe te ha salvado, vete en paz;
Lucas 7,36-50) y hay muchas personas sencillas que encuentran consuelo
acudiendo a ellos.
En
siglos pasados, una conducta como la del nigromante fuenterino habría acabado
en la hoguera o con el “santo” azotado públicamente, encarcelado, paseado con
sambenito y expuesto a la vergüenza pública o, en el mejor de los casos,
desterrado, pero a mediados del siglo XX ya no se llevaban esas cosas. En 1948, pese a que, como decía la nota eclesiástica citada más arriba,
el proceder de Delgado es intolerable y
gravemente nocivo para la Religión de Cristo, no llegaba a tanto el poder de
las sotanas, aun estando en pleno nacionalcatolicismo. El celo de la Santa Madre Iglesia por suprimir toda competencia y buscar
el escarmiento ante posibles imitadores, no dio mucho resultado. A la vista
está.
Derribo de la plaza de toros del Triunfo
A
mediados del mes de julio de 1948, Manuel Fernández Jiménez, como representante
de la sociedad propietaria, y Antonio Gallego Burín, como alcalde de Granada,
firmaron ante el notario Antonio García Trevijano la escritura de demolición de
la vieja plaza de toros del Triunfo, estableciendo que las obras de derribo
deberían iniciarse en el plazo de un mes. Estaba previsto en el plan de
ordenación que en el solar resultante se construyeran cuatro grandes bloques de
viviendas y se abrieran dos calles perpendiculares, dejando en el centro un
espacio circular que sería una plaza pública toda rodeada de soportales, donde
se instalaría el monumento a la Inmaculada, trasladándolo desde su cercana
ubicación, delante del ex convento de la Merced, por entonces una alameda. Este
fue otro de los proyectos de reforma de la ciudad de Gallego Burín que no pasó
de los planos a la realidad. Afortunadamente, hay que decir. La plaza de toros
era propiedad de una sociedad privada, pero se levantaba sobre terrenos
públicos por lo que gracias a un antiguo pleito no resuelto entre el municipio
y los propietarios no se pudo iniciar en estas fechas el proyecto de
construcción de viviendas y al cabo de los años, en 1960, se lo pensaron mejor
y el resultado fue el que ahora mismo ofrecen los jardines del Triunfo, que es
una de las panorámicas más señeras de Granada, con el monumento a la Inmaculada
y la fuente de colorines, con el Hospital Real y la ladera del Tambor y la “casa
del miedo” de fondo.
La
plaza de toros del Triunfo se construyó por encargo del empresario Pedro
Álvarez Moya, de ahí que también se la conociera como plaza de Álvarez, y esto
ocurrió en 1879, cuando vino a sustituir a otra más antigua que estaba a apenas
cien metros de distancia, en lo que hoy es avenida de la Constitución, la plaza
de la Real Maestranza de Caballería de Granada, construida en 1768 y destruida
por completo por un incendio algo más de un siglo después, en 1876.
La
plaza del Triunfo se inauguró los días 3 y 4 de abril de 1880 con sendas
corridas en las que repitieron los diestros Lagartijo, Frascuelo y Cara-Ancha
(o Carancha, el del poema machadiano), un cartel de lujo donde los haya,
formado por tres diestros de los que hacen época y merecen muchísimos renglones
del Cossío, en especial los dos primeros. Las crónicas de la inauguración nos
retratan una plaza engalanada con banderas y arcos de flores y abarrotada en
sus 14.000 localidades, ocupadas por granadinos, pero también por un gran
número de personas de otras provincias, llegadas expresamente para la ocasión a
pesar de que las entradas de sol costaban cinco duros, una exageración para la
época. Según esas mismas crónicas, el triunfador de las dos tardes fue el
paisano de Churriana Frascuelo, el único torero de leyenda nacido en Granada,
de quien dice la revista “El Tío Jindama” que le llovieron desde las gradas
aplausos, dulces, sombreros, chaquetas, camisas y «todos los estancos de Granada», de manera que no tendrá que gastar
nada en fumar por lo menos en una semana. Ninguno de los tres diestros cortó
oreja alguna, pero esto obedece al simple hecho de que por entonces no era
costumbre, siendo ésta, la del corte de apéndices, una usanza más propia del
siglo XX.
El primer día los toros eran de Miura y
dieron buen juego, matando dieciocho caballos. En la corrida del día 4, que en
nada desmereció a la del día anterior, los toros, que eran de Laffite, se
superaron y el número de caballos muertos ascendió a veinte, de los que ocho
los liquidó él solito el cuarto de la tarde, Corcito de nombre.
La revista
semanal El Toreo le dedicó a la
inauguración un número extraordinario de cuatro páginas, disponible en Internet.
Empieza diciendo el gacetillero enviado especial de la revista madrileña que en
Granada hay algunas calles buenas, entre ellas una gran esplanada muy parecida o casi exacta al Coso de Zaragoza, y se
llama Puerta Real, y «por debajo de este
paseo pasa completamente cubierto el río Jenil» [sic]. De allí parten
veloces los ómnibus para la plaza de toros, que está muy lejos, a la entrada de
la población. Y continúa diciendo que hay en Granada más animación que en
Madrid a la ida y a la vuelta de los toros: «Todos los balcones y ventanas se
encuentran llenos de preciosas mujeres, adornadas de las más hermosas flores, á
pesar de que para ser bonitas
no necesitan adornarse. Los coches van por las calles de la carrera entre
multitud de publico, que se encuentra apiñado como si pasara una procesión». Como no se había abierto todavía la Gran
Vía suponemos que esa carrera sería por Mesones, Duquesa y San Juan de Dios. En
la pequeña Granada de 1880 las tardes de toros, tres o cuatro veces por año, no
más, había por las calles de la ciudad tanta gente como en el Corpus o Semana
Santa, para ver el desfile de las carrozas de los pudientes en dirección al
Triunfo y también al regreso.
Del nuevo coso dice El Toreo que su aspecto es bello, aunque
está sin terminar, faltándole todas las cubiertas, destacando su estilo muy
parecido al mudéjar de la plaza de Madrid (la de la Fuente del Berro o de la
calle Goya, también de reciente construcción; era en esos momentos la única de
la capital) y añade que parece que la hubieran copiado.
El primer brindis de la nueva plaza
correspondió a Lagartijo, de grana y oro, y lo hizo por Boabdil y por los
últimos moros que pisaron la Vega. Tanto Lagartijo como
Frascuelo se embolsaron 3.500 pesetas por barba y el tercero en discordia tuvo
que conformarse con bastante menos porque los otros dos eran en esos momentos y
desde muchos años atrás las primeras figuras del toreo nacional mientras que
Cara-Ancha apenas llevaba seis años de doctorado taurino. En 1880 ya se había
inventado el fútbol pero en España todavía no nos habíamos enterado. Nuestros
tatarabuelos no discutían sobre Cristiano o Messi, sino sobre Lagartijo o
Frascuelo. Dos toreros de los que crean escuela y sobre los que se sigue
hablando a pesar de que vivieron hace siglo y medio. Ambos protagonizan una de
esas dualidades irreconciliables a las que tan aficionados somos los españoles
(lagartijistas, más partidarios de la
fineza y la elegancia del torero de Córdoba contra frascuelistas, a los que gustaba más la valentía y el pundonor del
de Churriana de la Vega) y llenan con su rivalidad algo más de dos décadas del
XIX a las que los taurinos califican como la primera edad de oro de la fiesta
nacional. Una rivalidad que nació precisamente en Granada, en la plaza de la
Maestranza de Caballería, en el Corpus de 1868, y duró hasta 1890, cuando
Frascuelo se retiró.
El tercero de la terna aquellas dos tardes
de inauguración, Carancha, no sabemos si alguna vez llegó a cobrar por cada
corrida lo que sus compañeros de cartel pero al año siguiente llegó a ser muy
famoso por matar como nadie “recibiendo”, una suerte del toreo ya en desuso
desde hacía más de cien años, desde que Costillares
inventara el volapié a mediados del siglo XVIII, de ahí que aquel hombre del casino provinciano diera la
tabarra al personal relatando entusiasmado, una y otra vez hasta la náusea,
aquella ocasión en que en sus años mozos «vio a Carancha recibir un día», según el poema de Antonio Machado. Matar recibiendo y hacerlo bien y como mandan
los cánones taurinos es por lo visto algo que está muy fuera del alcance del
99%, algo así como marcar de chilena. A Carancha parece ser que lo de matar
“recibiendo”, le costó –precisamente- recibir de verdad muchos chichones y
varias heridas graves en su carrera. Uno se confiesa ignorante en cualquier
disciplina taurina, pero en la Red hay millones de webs que explican que
“Recibir” en la tauromaquia es la forma más antigua de ejecutar la suerte
suprema del arte de Cúchares, la muerte a estoque del cornúpeta, mucho más
arriesgada que la que en la actualidad y desde hace más de doscientos años se
practica por la totalidad del escalafón torero, la del volapié. Recibir equivale
a citar al toro aguantando la embestida a pie firme para clavarle la espada,
mientras que en la suerte del volapié
es el torero el que se lanza sobre el toro estoque en ristre. En los primeros
años del toreo se mataba al toro siempre recibiendo porque aquel ganado solía
llegar todavía con fuerza a la hora de la verdad suprema de una corrida, que es
la estocada. Aquellos búfalos que se estilaban en los albores de la fiesta
nacional fueron con el tiempo sustituyéndose por otro ganado de menos edad y
peso, y estos toros llegaban a ese momento de la pelea sin apenas poder moverse,
explican los tratados de la cosa taurina.
En
sus 68 años de existencia sólo un torero encontró la muerte en el recinto de la
plaza del Triunfo, fue el novillero granadino Miguel Morilla Espinar, Atarfeño, a quien mató el toro Estrellito, segundo de la tarde en una
encerrona con seis novillos, en septiembre de 1934. Otro torero también resultó
muerto a consecuencia de una cogida ocurrida en este coso, el banderillero
Gregorio Caro Mateos, Valencia, en
1941, que resultó corneado y una semana después murió en Madrid al gangrenársele
la herida. Aparte, sufrieron percances de alguna gravedad toreando en la vieja
plaza, otros como el propio Frascuelo, Bocanegra, Martín Vázquez y más.
En
una ocasión la cogida la sufrió la
propia plaza. A los nueve años de ser inaugurada, en agosto de 1889, fue
destruida por un vendaval en todas sus partes no hechas de obra, como las
arcadas superiores de las andanadas, de hierro y madera. Un ciclón fue el
causante del siniestro, un fenómeno meteorológico muy poco habitual –por
fortuna- en estas tierras que milagrosamente no causó heridos de consideración
pero que levantó una nube de polvo de dimensiones bíblicas y que en los quince
segundos aproximadamente que duró arrasó árboles, persianas, macetas, toldos,
cristales, tejados, chimeneas y voladizos por toda la ciudad, a la que dejó
incomunicada telegráficamente. En 1912 un incendio obligó a remodelar
nuevamente la plaza. Las distintas remodelaciones fueron reduciendo su aforo
inicial.
Desde
su inauguración en 1880 pasaron por su arena los mejores diestros de cada
momento, pero también sirvió para funciones de circo, de música y teatro, para
la celebración de mítines políticos y mil cosas más. En sus últimos años casi
todos los veranos venía funcionando como cine al aire libre. Pero desde que en
1928 se construyera la que entonces se llamó Nueva Plaza de Toros, la que
queda, la de la avenida del Doctor Olóriz, mal que bien habían convivido ambos
cosos compitiendo por llevarse a su terreno y a sus gradas a la nunca muy
numerosa afición taurina penibética. Muchas veces se programaban festejos
taurinos en ambas plazas el mismo día y a la misma hora, y además en algunas
ocasiones esa misma tarde había también partido del Recreativo. Demasiado para
una ciudad como Granada, así que la muerte de la más vieja de las dos estaba
cantada, aunque llegaron a convivir ambas durante veinte años.
Una
vez firmada el acta de demolición de la plaza, apuró ésta el mes de vida que le
quedaba y distintos espectáculos se pudieron ver en su arena. Es destacar entre
ellos “Carrusel 1948”, que se presentó la tarde-noche del sábado 17 de julio de
1948, con el recinto casi lleno de público. Consistía en un festival
cómico-taurino-circense, una charlotada
para el purista, salido del magín de Rafael Dutrús, Llapisera de nombre artístico, el que es para la historia el
creador del toreo bufo y del Bombero Torero y la Banda del Empastre. Un
espectáculo con música, equilibristas y payasos-toreros que matan un par de
becerros, y en medio, la parte seria de la función, la lidia y muerte de una
vaquilla por un profesional. Aparte y en sucesivos días hubo boxeo por
aficionados, festivales de cante jondo y alguna corrida menor con sorteo de
regalos. Una novillada nocturna fue la última función que se vio en el coso del
Triunfo, el 14 de agosto de 1948, en la que, con la plaza abarrotada de
público, intervinieron cuatro torerillos de la tierra que empezaban,
encabezados por Enrique Bernedo, “Bojilla”, el triunfador de la noche, quien
años después fue un banderillero de cierta fama en la cuadrilla de varias
primeras figuras; el primer premio a sortear entre los presentes consistió en
un aparato de radio-gramola o dos mil duros a elegir. Metidos ya en la
madrugada del día 15 de agosto de 1948, casi simultáneamente al momento en que las
mulillas arrastraban al último de la noche, comenzaron los trabajos de
demolición, empezando por los tejados de las andanadas. Diego García Molina,
novillero de Cájar, al matar a una vaquilla burriciega y mansurrona según la
reseña de Ideal, realizó la última faena en la plaza popularmente conocida como
“la Chata”.
Tesoros penibéticos
La
nota pintoresca del verano de 1948 la pone un señor llamado Enrique García
Roldán, de 66 años, natural de Úbeda y vecino de Granada, jubilado de la
Guardia Civil, quien en agosto presentó en el registro del Ayuntamiento una
instancia, debidamente reintegrada, dice la nota que leemos en la prensa (es
decir, con sus timbres móviles y pólizas correspondientes), y correctamente
redactada, en la que solicita licencia para la búsqueda de un tesoro enterrado
a diez metros de profundidad bajo la Fuente de los Leones de la Alhambra. Se
trata, según García, de una cantidad fabulosa de lingotes de oro guardados en
un arca de hierro que tiene puesta la llave en la cerradura. También dice que
sabe de la existencia del tesoro por «noticias
facilitadas por sus antepasados», y agrega que la
excavación quiere empezar a hacerla desde un subterráneo descubierto en el
solar que dejó la demolición de la antigua casa de los juzgados, en Plaza Nueva
frente a la Audiencia.
Un
año después volvimos a saber de las “cosas” de García Roldán, que presentó en
el Ayuntamiento una nueva solicitud, tan peregrina o más que la anterior.
Vestido con larga capa española, sombrero cordobés y amplia faja encarnada, y
portando un artístico bastón tallado y con flecos, se presentó de nuevo en el
registro municipal, ahora solicitando ser coronado rey de los gitanos para
seguir la tradición de Chorrojumo, cuya efigie enmarcada y en color también
portaba. Resulta que el tal García Roldán no es gitano y no han valido -dice la
nota de prensa- los alegatos que se le han hecho para hacerle entrar en razón,
don Enrique, erre que erre, quiere ser coronado solemnemente en las fiestas del
Corpus porque estima que esto sería un gran atractivo para el turismo.
No sabemos si las pretensiones de García
merecieron una respuesta oficial o si fueron contestadas con ese eufemismo que
se conoce como silencio administrativo. El que calla otorga, dice el
refrán, pero cuando nos referimos a los poderes públicos significa justo lo
contrario y así, a la vista está, lo más seguro es que las dos extravagancias
descritas sólo sirvieran para divertir a los funcionarios del negociado de
registro municipal.
Para más inri, dos años después, en octubre
de 1950, supimos de un serio competidor al cetro cañí, pero éste de verdad, lejos
de folclores y guardarropías. Es un señor que responde al nombre de Celedonio
Vázquez Silva, de Lora del Río, Sevilla, auténtico calé por los cuatro
costados, bien ensortijado con tumbagas doradas y enarbolando la que él llama
vara simbólica, de bambú, heredada. Está de paso por Granada, adonde ha venido
a que lo vean los médicos del corazón pues según él aquí están los mejores de
España. Afirma ser el verdadero rey de los gitanos desde los 18 años (tiene
unos sesenta), aunque por su carácter serio, nada que ver con el disparate de
su “rival” García Roldán, no ambiciona reconocimientos ni títulos, que le basta
con ser respetado por todo el mundo y con que su presencia sirva para apagar
las discordias entre los de su raza.
De
la búsqueda de otro tesoro también se hace eco la prensa granadina, pero éste
bastante más pequeño y que requiere una labor paciente de hormiga incansable,
que es la que cíclicamente aparece (más bien aparecía) en las márgenes del
Darro. Cada verano en aquellos años de tantas privaciones volvían como las
golondrinas los buscadores del oro aluvial que de siempre se ha creído que
arrastra el humilde arroyo al que los granadinos concedemos la categoría de río
y al que los romanos bautizaron como Dauro precisamente por eso mismo, por
arrastrar oro. Según Ideal, los esforzados del dornillo y el amocafre tienen su
fábrica en las orillas del Darro desde Jesús del Valle y hasta debajo mismo de
la bóveda urbana que lo convierte en túnel, pero su lugar favorito es detrás de
la iglesia de San Pedro, aprovechando el recodo que hay bajo el gran tajo del
mismo nombre, y aunque los hallazgos no son abundantes, un gramo o dos de oro en
polvo después de días de cerner y lavar con paciencia franciscana, les permite
sacar un jornal decente, unas 25 pesetas por barba, aunque a veces un golpe de
suerte les proporciona algo más mollar, como una moneda del tiempo de los moros
o un trozo de alguna joya de la misma procedencia.
En la revista Alhambra, que se publicaba en
Granada a principios del siglo XX, Francisco de Paula Valladar insertó un
artículo en el que cuenta cómo recién conquistada Granada por los Reyes
Católicos, eran abundantes los moriscos que podían verse dedicados a eso de
buscar oro en el Darro. Y además, en el mismo artículo refiere que en 1848,
simultáneamente a la famosísima de California que tanta literatura y películas
inspiró, estalló en nuestra ciudad una particular fiebre del oro
penibética y Granada se vio invadida por multitudes provenientes de otros lares
en busca del Dorado; en los cafés, paseos, teatros y tertulias no se hablaba de
otra cosa -dice Valladar- que de las explotaciones auríferas y de la inmensa
riqueza que había oculta en Granada. Rápidamente florecieron explotaciones más
o menos rústicas, más o menos científicas, en las riberas del Genil (porque el
Genil también es aurífero): en el Barranco Bermejo, de Lancha de Cenes, en el
Barranco de Doña Juana, que pertenece a Huétor-Vega, y en el Cerro del Sol, o
sea, la ladera del Llano de la Perdiz, y hasta se constituyó una Sociedad
Aurífera Granada, a la búsqueda del criadero primitivo o filón principal.
Parece ser que la calentura aurífera se apagó dos años después y tan
súbitamente como había empezado desapareció, volviendo nuevamente los humildes
buscadores de artesa y azada a realizar su paciente trabajo de tratar de
arrancarle a la tierra unos gramos de oro. Todavía a principios de los años
sesenta era posible ver a algún paisano entregado a esta ocupación.
En los años setenta del siglo XIX se
intentó la explotación aurífera a escala industrial por el método de desmontar
los cerros con la fuerza de un potente chorro de agua (o sea, el ruina
montium de los romanos en las Médulas, provincia de León) y conducir por
canales las arenas desprendidas con el resultado de que las pequeñas partículas
del mineral precioso se depositaban en recipientes dispuestos ex profeso. Pero
el rendimiento obtenido no cubría siquiera los gastos, así que pronto se
abandonó la explotación. Sus restos están todavía visibles en la ladera del
Cerro del Sol, a la altura de la Lancha de Cenes.
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