EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



lunes, 10 de enero de 2022

LAS ANGUSTIAS DE LA RIVALIDAD

Lesmes, Candi y Rey

 

Victoria ante el Santander con el primer cambio en partido oficial

La corta plantilla y la falta de suplentes de garantía que denunciaba Fernández de Burgos desde las páginas de Ideal, se puso de manifiesto en la previa de la cuarta jornada, al lesionarse dos titulares, Lesmes y Luiqui (éste enfermo). Nos visitaba el Santander (nada de Racing en aquellos años), un recién ascendido que traía como entrenador al mítico míster irlandés Patrick O’Connell, quien dio al Betis su único título de liga en 1935 y que fue varias temporadas entrenador del Barcelona y del Sevilla.

Lesmes se recuperó a tiempo y pudo actuar en el eje de la defensa, y la otra baja fue cubierta con la alineación de Almagro, todo un redescubrimiento pues, olvidado desde su debut con el primer equipo la temporada anterior, se convirtió sin embargo en titular a partir de este partido y hasta el final de la liga. Por otro lado, la vuelta de Mas relegó de nuevo a la suplencia al canterano Díaz Cara y a Laureano Martín.

            En Los Cármenes el Granada fue muy superior al Santander, al que derrotó 3-0 en una muy buena segunda parte. Ambos equipos posicionaron a sus efectivos con el sistema ya generalizado en el fútbol español de la WM. El triunfador una vez más fue el delantero centro Morales, autor de los tres goles con los que se ponía al frente de la clasificación de anotadores. Los seis goles que por el momento llevaba el Granada en la jornada cuatro los había marcado el delantero murciano. La presente era ya su tercera temporada como rojiblanco, pero hasta esta 48-49 siempre tropezó este buen ariete con las críticas negativas de la prensa local y con la incomprensión de la grada, que muchas veces lo abucheó, e incluso en su primera temporada fue relegado a la más absoluta suplencia mientras que en el puesto de ariete se hacían mil y una probaturas; ahora sucedía todo lo contrario y no le faltaban los comentarios elogiosos de los plumillas ni los aplausos del respetable. La victoria aupó al Granada hasta el tercer puesto de la clasificación, con un positivo.

La anécdota la protagonizaron los dos porteros rojiblancos: Valero, que salió como titular, y el suplente Candi. Resulta que en la segunda parte se lesionó levemente Valero en un choque con un contrario, por lo que fue sustituido por Candi. Recordemos que a partir de esta temporada estaba permitido sustituir a un portero lesionado, único cambio autorizado en un partido de fútbol hasta más de veinte años después. Lo curioso del caso fue que a los pocos minutos y una vez repuesto Valero ya que su incidente no tenía apenas importancia, volvió a éste al campo retirándose Candi. Es la primera sustitución de un jugador por otro realizada por el Granada en toda su historia en un partido oficial, y se ve que la norma no era muy conocida, pero no sólo por el técnico rojiblanco, tampoco por el árbitro del partido, La Riva, quien permitió este segundo cambio. Por lo visto, lo mismo pasó en otros campos por toda España, así que la Federación días después publicó una nota aclaratoria estableciendo que sólo está permitida una única sustitución, por lo que una vez cambiado un portero no puede éste volver a salir en el mismo partido ni aunque también se lesione el sustituto, quien sólo podrá actuar como guardameta y nunca en otra posición, y además esa única sustitución sólo se admite en caso de lesión o indisposición del titular.

 

No se pudo obtener nada en El Molinón   

            Otro nuevo desplazamiento, esta vez a Gijón, traía la quinta jornada. Trompi se quedó en tierra por estar lesionado, circunstancia que sirvió para dar entrada en la expedición al jugador del filial Cea, que debutó en El Molinón en la posición de interior derecho en su única aparición en una formación del primer equipo esta temporada. Una nueva derrota 2-0, la segunda en las cinco jornadas disputadas, fue el resultado en un partido en el que según las crónicas el Granada jugó bien, pero careció por completo de remate.

En la crónica para Ideal volvemos a encontrarnos con el periodista granadino afincado en Asturias Antonio Crovetto, que dice que el Granada tiene una magnífica defensa, pero una delantera nula. Según el redactor de La Nueva España, el portero Valero estuvo sensacional y fue ovacionado por el público gijonés. La crónica del diario asturiano Voluntad coincide en presentar al Granada como un equipo que juega muy bien.

Hacía dos temporadas que se había modificado el criterio imperante desde hacía muchos años según el cual ante la coincidencia de colores de los contendientes eran los locales quienes cambiaban su atuendo habitual, por lo que el Granada jugó en Gijón luciendo las camisetas blanquiazules del filial. Con la derrota el Granada bajó al quinto puesto de la clasificación.


Recorte del diario asturiano Voluntad con el banquillo del Granada en Gijón


Victoria ante el Mestalla

            Al domingo siguiente, en la sexta jornada, se recuperó la cuarta plaza al vencer en Los Cármenes al filial del Valencia, el Mestalla, 4-2. El resultado podría indicar que fue un partido dominado por los rojiblancos y ganado con facilidad, pero nada de eso. Faltando un cuarto de hora para el final perdía el Granada 1-2, y fue en esos quince minutos donde a base de coraje pudo nuestro equipo dar la vuelta al resultado. El partido fue bonito en general y muy bien jugado por los jóvenes canteranos ches, que impusieron su ritmo y cerraron muy bien su puerta, ante lo que el Granada se vio impotente. La clave de la victoria estuvo en el cambio ordenado por Cholín, quien mediada la segunda parte y ante el resultado adverso mandó a Millán a la delantera, retrasando a la defensa a Arencibia y al argentino Laureano Martín a la media (fue su segundo y último partido de rojiblanco en liga; sólo jugó un tercer partido, pero ya de copa). Con el bravo defensa arriba derrochando pundonor, empezaron a abrirse huecos en la defensa mestallista y el propio Millán acertó a conseguir el empate a la media hora del segundo tiempo. Dos goles más de Morales (que también había hecho el primero) sirvieron para que los dos puntos se quedaran en casa.

El mismo día en que el Granada derrotaba al Mestalla, a muchos kilómetros de aquí un ex granadinista, el portero Martí, que se había marchado de nuestro equipo hacía dos temporadas para enrolarse en el Español y pasar esta temporada al Murcia, en la jornada sexta, en Gerona, sufrió un choque con un contrario que le causó aplastamiento de un riñón con una fuerte hemorragia interna que hizo temer por su vida. Afortunadamente no pasó de ahí pero el que fuera portero del Granada tuvo que quedarse ingresado en un hospital gerundense más de una semana y ya no volvió a jugar  en toda la temporada, barajándose la posibilidad de que tuviera que abandonar el fútbol.

 

Positivo en Bardín

La siguiente jornada, ya la siete, llevaba al Granada a Alicante para enfrentarse al Hércules. El equipo partió con tiempo el sábado 23 de octubre, pero el día anterior una gota fría había inundado gran parte de la provincia de Murcia y el campo de Orihuela, así que al llegar el autobús granadinista a Puerto-Lumbreras se encontró la carretera cortada, lo que obligó a la expedición rojiblanca a dar un enorme rodeo por vías secundarias para llegar muy de noche a Murcia, donde decidieron quedarse a pernoctar. Al día siguiente emprendieron viaje hasta Alicante llegando con tiempo suficiente para jugar el partido.

El Hércules marchaba segundo en la clasificación y era claro aspirante al ascenso, pero el Granada jugó un gran partido y fue mejor, dicen las crónicas, y poco le faltó para traerse los dos puntos. El resultado final fue de empate a tres goles, pero nuestro equipo fue por dos veces por delante en el marcador hasta que los locales le dieron la vuelta, consiguiendo a poco del final Morales el definitivo empate. Presentó el Granada una alineación formada con hasta tres canteranos (aparte de Millán): Rivera, que debutaba esta temporada y consiguió el primer gol rojiblanco, Almagro, ya definitivamente convertido en titular, que fue el mejor de los veintidós y consiguió el segundo tanto, y Díaz Cara, que volvió al equipo en sustitución de Mas, jugador que se quedó en Granada y reforzó al filial en su primer encuentro de esta temporada.

Las crónicas de este partido, todas de periodistas alicantinos puesto que ningún plumilla granadino solía acompañar al equipo en sus desplazamientos en aquellos años, alaban el ordenado sistema del Granada (la WM) e incluso hablan de injusticia en el resultado porque el primero de los goles herculanos fue en clarísimo fuera de juego que el árbitro Vilalta no quiso ver. En el estadio de Bardín, cuando los locales lograron ponerse por delante en el marcador Cholín reaccionó como en el anterior envite en Los Cármenes, mandando a la delantera a Millán y retrasando a Arencibia, y con esa variación pudo conseguirse un nuevo positivo (ya dos en la cuenta). El empate conquistado hizo al Granada reafirmarse en la cuarta posición de la tabla, sólo un punto por debajo del segundo clasificado, el Hércules, o sea, de los puestos de ascenso directo.


Otro canterano promocionado al primer equipo: Díaz Cara


El Granada B se estrena con una paliza al Recreativo

            El filial Granada B comenzó su liga en la categoría de Primera Regional a finales de octubre después de llevar más de dos meses de entrenamientos y haber disputado varios partidos amistosos. En principio su grupo iba a estar formado por veinte equipos de toda la región andaluza, pero gran parte de los inscritos renunciaron porque a partir de esta temporada se estableció como obligatorio el pago de cantidades a la mutualidad de futbolistas y esto suponía un gran esfuerzo económico para clubes de pequeños pueblos. Así, finalmente fueron sólo seis los equipos que quedaron encuadrados en el grupo del filial granadinista, cuatro de Jaén, uno de Córdoba y el Granada B. Muy a última hora renunció uno de los jienenses, el Linares, y ante esta contingencia y para evitar que el grupo quedara cojo fue invitado (y aceptó) el Recreativo de Granada, o sea, el club recién fundado por antiguos granadinistas y que en principio iba a jugar en la categoría inmediatamente inferior, 2ª Regional, que era entonces el nivel más bajo del fútbol español.

            El domingo 24 de octubre de 1948, mientras el Granada jugaba en el Bardín alicantino, echó a andar la competición de Primera Regional y en el primer partido el Granada B destrozó en Los Cármenes al recién creado Recreativo de Granada, que en su estreno se llevó un 8-1 que dejó bien a las claras las diferencias entre los dos conjuntos. No fue rival el nuevo Recreativo para los pupilos de Manolo Ibáñez, que pudieron incluso hacer más sangre en un cuadro que dejó al aire todas sus muchas carencias. Formaban en este tercer Recreativo, equipo bastante veterano, algunos jugadores con pasado rojiblanco como Antonio Carmona o Cepillo, y otros que habían militado la temporada anterior en el filial. Por su parte el Granada B jugó reforzado con los profesionales Mas, Díaz y Laureano Martín, que fue el mejor y marcó cuatro de los goles, y además también jugó Cea, quien ya había intervenido esta misma temporada en un partido del primer equipo.

 

La Virgen de las Angustias y el derbi granadino-malagueño

            El domingo 31 de octubre estaba prevista la visita a Los Cármenes del Málaga para disputar el partido de la jornada 8. Pero ese mismo día se había programado, desde al menos un mes antes, una salida extraordinaria de la Virgen de las Angustias en procesión desde la Catedral hasta su basílica con motivo de su proclamación por el Vaticano y el Papa Pío XII como patrona de la archidiócesis de Granada. La Virgen de las Angustias ya era patrona de Granada desde que en 1887 así lo proclamara el Papa León XIII, pero en estas fechas se hizo extensivo el patronazgo a toda la archidiócesis, es decir, las provincias de Granada, Málaga, Jaén, Almería y también Guadix-Baza, Melilla y Cartagena. Se quería desde el Arzobispado que esta celebración revistiera caracteres de grandísima fiesta mayor por lo que durante todo el mes de octubre hubo cultos extraordinarios, besamanos y rosarios de la aurora cada día excepto festivos, con peregrinaciones desde todos los pueblos de la provincia y de la archidiócesis hasta la basílica de la Carrera del Genil. El 27 de octubre fue trasladada la imagen de la patrona en un rosario de la aurora que salió a las siete de la mañana de su templo y acabó en la Catedral. Asimismo, los días previos se celebró un solemne triduo en el que participaron los obispos de la archidiócesis, con la intervención destacada de quien en su día fundara la Editorial Católica y el diario Ideal, Ángel Herrera Oria, a la sazón obispo de Málaga. El día señalado, domingo 31 de octubre por la tarde, salió con toda solemnidad la procesión, en la que participaron más personas que las de costumbre, de modo que cuando la imagen de la Virgen salía de la Catedral ya iba la cabeza por la esquina de Reyes Católicos y Gran Vía, teniendo en cuenta que la comitiva partió hacia San Juan de Dios por la calle Duquesa. Todo resultó con la grandeza que se perseguía.

            Previamente y ante la importancia que iba tomando la manifestación religiosa, la directiva del Granada a mediados de octubre se había dirigido a la del Málaga pidiendo el aplazamiento del partido hasta el día siguiente, lunes 1 de noviembre, fiesta en todo el territorio nacional. También fueron cursadas peticiones en el mismo sentido a las federaciones nacional y sur. Pero la directiva del equipo boquerón contestó negándose al aplazamiento y admitiendo como mucho un adelanto de la hora de comienzo o que se jugara por la mañana, pero siempre dentro del mismo día 31 de octubre. La razón que aducían era que ya había contratados por el mismo CD Málaga decenas de autobuses con entrada para el partido el 31, incluso un tren botijo, y se calculaba que más de cinco mil malagueños se desplazarían.

Ante la negativa se buscó la mediación de las autoridades. El gobernador civil, el alcalde y el arzobispo se dirigieron a sus homónimos de la Costa del Sol para que trataran de convencer a la directiva del club vecino y se aplazara un día el choque, pero los blanquiazules seguían sin admitir la propuesta granadina. Por fin el 26 de octubre accedieron los malagueños a que el partido se celebrara el lunes 1 de noviembre a las cuatro de la tarde.


González vistiendo la camiseta del CD Málaga


Victoria ante el eterno rival y puesto de ascenso

Todo quedó preparado para vivir un Granada-Málaga en la línea de la mejor tradición de la rivalidad entre ambos clubes, es decir, por todo lo alto, con lleno hasta la bandera asegurado en día del club. El Málaga del míster Urquiri era líder destacado y de los siete partidos ya disputados había ganado seis y empatado uno, de manera que el ambiente futbolero en la Costa del Sol era inmejorable y se esperaban varios miles de hinchas malagueños a pesar de la variación de la fecha del partido. El Málaga solicitó jueces de línea neutrales. Por su parte, los jugadores del Granada fueron recluidos desde el viernes anterior en el hotel Alhambra Palace hasta la hora del partido. Como medida excepcional y en vista de que muchos se quedarían sin poder entrar al campo por agotarse el papel, la directiva del Granada aprobó la retransmisión por radio a Málaga y a Granada y, para evitar incidentes, se suprimió el alquiler de almohadillas.

A la hora señalada del día primero de noviembre, con Los Cármenes más lleno que nunca, echó a rodar el balón en uno de los derbis Granada-Málaga que mejor recuerdo dejaron en la larga historia de estos enfrentamientos entre eternos rivales. Con un gran arbitraje de Tamarit, que tuvo el único lunar de no sancionar (no vio la acción) una alevosa agresión por la espalda del malaguista Bazán a Rey, se vio un choque en el que predominó la gran pasión y el nerviosismo sobre el buen juego entre dos equipos muy igualados en cuanto a fuerzas y recursos técnicos, y la victoria fue para el Granada merced a un solitario gol de Morales (ya el décimo) a poco del comienzo de la segunda parte, una victoria justa, así reconocida incluso por la prensa malagueña. Para Fernández de Burgos en Ideal, corta, porque el Granada dispuso de más ocasiones para golear y se empleó con mayor entusiasmo que los de la Costa del Sol. No hubo ni un solo incidente entre las dos aficiones pese a que existía cierto ambiente de revancha por las agresiones hacia la afición y el equipo rojiblanco en el campo malagueño de la temporada anterior.

El ex granadinista González, que por primera vez jugaba en este escenario vistiendo otros colores, no dio que hablar y fue aplaudido por sus antiguos hinchas a pesar de que en los días previos se había recordado que no era González precisamente un angelito del cielo cuando se empleaba, como bien sabíamos todos.

Con esta victoria el Granada subió hasta la segunda plaza de la clasificación, puesto de ascenso directo, tres puntos por debajo de su rival de aquella tarde, el Málaga, que a pesar de perder su primer partido esta liga, al finalizar este campeonato subirá a máxima categoría por primera vez en su historia.

El filial Granada B jugó el domingo 31 de octubre el segundo partido de su corta liga en Baeza, donde no pudo puntuar y perdió 3-2, una derrota que le apeó del primer puesto de la clasificación.


 Recorte de Ideal del partido Granada-Málaga


Derrota en La Condomina

La jornada nueve llevó al Granada hasta Murcia con la importante baja del guardameta Valero, lesionado en una mano en un entrenamiento entre semana. Candi volvió así a la titularidad y como segundo portero viajó Espinosa, el titular del filial. Con el cambio en la portería y la entrada en las bandas de los canteranos Rivera y Díaz Cara en sustitución de Mas y Trompi, el Granada que había vencido al hasta entonces invicto líder Málaga no pudo sin embargo traerse nada de la casa de uno de los equipos de la zona baja como era el Murcia, que derrotó a los rojiblancos 2-1 en un partido decidido a poco del final. Como en salidas anteriores, las crónicas dicen que el Granada es un gran equipo y que no mereció la derrota, pero una vez más estuvo falto de recursos atacantes. También como en anteriores choques, Millán en la segunda parte y con 1-0 en el marcador fue situado por Cholín en vanguardia y gracias a su trabajo sin desmayo pudo el Granada empatar por mediación de -cómo no- Morales. Tras el empate volvió Millán a su posición natural para aguantar el resultado, pero ésta precisamente fue la equivocación del Granada, que de haber seguido atacando, según las crónicas de Hoja del Lunes de Murcia y del diario murciano Línea, seguramente se habría llevado los dos puntos al tener a los locales contra las cuerdas.

Una vez más Candi recibió malas críticas ya que, según cuentan los periodistas murcianos, un débil rechace suyo propició el gol de la victoria murciana a poco del final, no obstante, esas mismas crónicas dicen que ése fue su único fallo y que en general estuvo muy bien.

Los dos positivos seguían figurando en la cuenta del Granada, pero la derrota hizo bajar al equipo hasta la cuarta posición, aunque a sólo un punto de la segunda plaza.

Por su parte el Granada B derrotó amplísimamente, 6-0, en Los Cármenes al débil Español de Córdoba, equipo que había sido filial del R. Córdoba, por entonces en tercera, del que se había desligado antes de empezar el campeonato. En las filas del filial se alinearon otra vez algunos profesionales como Mas y el fichado esta temporada Luiqui, ausente por enfermedad desde la primera jornada, y ambos anotaron un gol. Volvía así el Granada B al liderato de su grupo de Primera Regional. La nota desgraciada fue la lesión del portero del filial Cervilla, que debutaba y sufrió un golpe similar al del ex granadinista Martí, gran contusión renal con hemorragia interna en un choque con dos contrarios, aunque a pesar de lo grave de su lesión aguantó los noventa minutos sobre el terreno de juego.


Fraga


En puesto de ascenso

La siguiente jornada liguera, ya la 10, traía a Granada a la Real Sociedad, equipo puntero de la categoría que acabaría ascendiendo a primera como campeón. A su frente venía su eterno míster, Benito Díaz, quien pasa por ser el introductor la temporada anterior de la WM en España, sistema que a partir de ésta adoptaron la casi totalidad de los equipos de primera y segunda. Efectivamente, en todos los tratados de historia del fútbol en España Benito Díaz figura como el primer técnico español que utilizó la WM, pero para los granadinistas esta afirmación merece matizarse porque mucho antes, en 1943, ya vimos cómo el técnico de nuestro equipo por entonces, el húngaro Esteban Platko, impuso ese posicionamiento al equipo rojiblanco; lo que ocurre es que -resultados mandan- como el experimento no funcionó, se vio obligado a abandonar aquel innovador método y volver a lo tradicional.

En Los Cármenes el 10 de noviembre de 1948 el Granada derrotó al equipo donostiarra 3-0 y volvió a colocarse segundo en la tabla, empatado a puntos con el tercero, el Hércules, y tres puntos por debajo del Málaga, que en esta misma jornada sufrió su segunda derrota. Por el resultado parecería que el Granada no tuvo excesivos problemas para imponerse, pero en las reseñas se lee que el juego de ambos equipos, más preocupados de defender que de atacar, dejó mucho que desear y abundaron los patadones a la bola sin ton ni son, y que el partido estuvo muy igualado hasta la consecución de los goles rojiblancos. Fraga, Morales (con 13, al frente de la clasificación de goleadores empatado con el malaguista Bazán) y Trompi, dieron la victoria a los rojiblancos.

Para el cronista de El Diario Vasco, José María Easo, habría sido más justo un empate porque ambos conjuntos jugaron mal y también porque –dice- los liniers barrieron para casa y equivocaron intencionadamente en repetidas ocasiones al árbitro La Riva. Recordemos que por entonces los jueces de línea no eran neutrales y solían ser árbitros de la localidad donde se jugaba el partido.

Simultáneamente a este partido, el Granada B en Bailén consiguió un empate a cuatro tantos ante precisamente el rival que le seguía más estrechamente, y con ese punto se reafirmó en la cabeza de la tabla. Debutó en el filial el portero Julio, fichado en la semana previa del Íllora ante la grave lesión de Cervilla en el partido anterior y dado que el guardameta de la primera plantilla, Valero, seguía de baja y esto obligaba al titular del filial, Espinosa, a entrar en todas las convocatorias del Granada. Actuaron también en el filial Toñín, inédito hasta ese partido esta temporada, y Díaz, más los regresados Rivera y Díaz Cara, que jugaron de rojiblanco la anterior jornada en La Condomina.

 

 

 

 

CALLEJEANDO

 

 

Curandero réprobo

            En el verano de 1948 el “santo” de Fuente-Vaqueros, de nombre Antonio Delgado López, de 28 años, mereció del Tribunal Metropolitano del Arzobispado granadino una sentencia condenatoria y la prohibición de desplegar sus artes sanatorias, fundada en motivos de superstición latente.

El susodicho Delgado recibía a sus clientes en su casa del pueblo veguero: paralíticos, tullidos, baldados y demás dolientes, y después de preguntarles si creían en Dios (si la respuesta era negativa, el interfecto era despedido en el acto), les recetaba remedios ineptos, dice la nota episcopal que publica la prensa. La misma nota comenta que la autoridad eclesiástica deja en manos de la autoridad civil el juicio sobre el peligro social y daño que semejantes prácticas de vana observancia puedan ocasionar a los crédulos e ignorantes, y ordena a Antonio Delgado López y a su familia que se abstengan en lo sucesivo de recibir visitas de enfermos, con la advertencia de que, en el caso de reincidir, le serán aplicadas las penas previstas en el canon 2.325 (del código anterior a la reforma de 1983) de Derecho Canónico, que es el que en el cuerpo jurídico eclesiástico penaliza todo lo relativo a conductas sacrílegas y en uno de sus apartados dice: «Qui superstitionem exercuerit... , pro gravitate culpae ab ordinario puniatur, salvis poenis iure statutis contra aliquos actus superstitiosos.», o sea, más o menos y según los distintos traductores disponibles en la Red: quienes ejerzan la superstición, serán sancionados según la gravedad de la falta, sin perjuicio de las penas que establezca la ley no eclesiástica. Lo que ignoramos es si el tal Delgado dejó efectivamente de practicar la curandería o siguió contumaz en el ejercicio de su ministerio y por tal motivo fue excomulgado o condenado a abjuración.


Tumba en el cementerio de Huétor-Santillán del Santo Manuel

El paisano de García Lorca, uno más de la legión de curanderos, saludadores, hechiceros, ensalmadores y demás videntes que pululaban (y siguen pululando) por toda la Piel de Toro, utilizaba el método de hacer ingerir a sus pacientes papelillos de fumar y vasos de agua, y con eso y una oración mascullada entre dientes, lo mismo “curaba” un cáncer que una verruga rebelde. Otros “santos”, como el famoso Custodio de Noalejo, usaban también de “prácticas ineptas y de vana observancia” (como se lee en la condena del Arzobispado granadino) y tenían como método la insalivación (salivica santa) además de la imposición de manos (mano de santo, oiga), y sabemos de otros que despachaban a sus dolientes soplándoles do más pecado había o con una galleta maría y un tiento a un pipo. Famoso como pocos fue en su vida terrenal y lo sigue siendo en la celestial el Santo Manuel de la Venta del Molinillo, a cuya tumba acuden en peregrinación gentes de todas partes. Y en Baza hay montada ahora mismo toda una religión del Arco Iris cuyo patriarca, el Santón Esteban, apacienta a sus ovejas montándoles espectáculos sobrenaturales en los que hace bailar al sol y sólo los faltos de fe acaban con la retina achicharrada.

Todos los sanadores que conocemos tienen en común que no piden nada por sus prodigios, sólo aceptan lo que buenamente les ofrezcan los favorecidos con su “gracia”, dinero o regalos, pero en el desempeño de su oficio algunos han amasado verdaderas fortunas.

Parecería que todo lo que va por delante corresponde a una España rural y del pasado, tiempo ha periclitada, poco que ver con la del siglo XXI, pero nada de eso. El fenómeno del curanderismo sigue a día de hoy pujante y rampante, y no hay más que darse una vuelta por la web Milanuncios y constatar que en ella aparecen no menos de sesenta páginas, a razón de unos diez anuncios en cada una de ellas, en las que se ofrecen los servicios de curanderos para todos los males que el ser humano pueda padecer, físicos o síquicos, chamanes que afirman que con sus conjuros lo curan todo y que pueden acabar con los hechizos y el mal de ojo, o conseguirte la novia que más te guste y también la viceversa, o sea, finiquitar un mal amor. Y los hay por toda España, tanto en pueblos perdidos como en grandes ciudades.

No negaré el poder sanatorio de todos estos taumaturgos. Tratados hay a porrillo donde se explica que el efecto placebo de sus métodos y su aura de personas que se salen de la norma, realmente cura o de alguna manera mitiga ciertas dolencias, sobre todo las del espíritu (Tu fe te ha salvado, vete en paz; Lucas 7,36-50) y hay muchas personas sencillas que encuentran consuelo acudiendo a ellos.

En siglos pasados, una conducta como la del nigromante fuenterino habría acabado en la hoguera o con el “santo” azotado públicamente, encarcelado, paseado con sambenito y expuesto a la vergüenza pública o, en el mejor de los casos, desterrado, pero a mediados del siglo XX ya no se llevaban esas cosas. En 1948, pese a que, como decía la nota eclesiástica citada más arriba, el proceder de Delgado es intolerable y gravemente nocivo para la Religión de Cristo, no llegaba a tanto el poder de las sotanas, aun estando en pleno nacionalcatolicismo. El celo de la Santa Madre Iglesia por suprimir toda competencia y buscar el escarmiento ante posibles imitadores, no dio mucho resultado. A la vista está.


La vieja plaza de toros del Triunfo comienza a ser derribada


Derribo de la plaza de toros del Triunfo

            A mediados del mes de julio de 1948, Manuel Fernández Jiménez, como representante de la sociedad propietaria, y Antonio Gallego Burín, como alcalde de Granada, firmaron ante el notario Antonio García Trevijano la escritura de demolición de la vieja plaza de toros del Triunfo, estableciendo que las obras de derribo deberían iniciarse en el plazo de un mes. Estaba previsto en el plan de ordenación que en el solar resultante se construyeran cuatro grandes bloques de viviendas y se abrieran dos calles perpendiculares, dejando en el centro un espacio circular que sería una plaza pública toda rodeada de soportales, donde se instalaría el monumento a la Inmaculada, trasladándolo desde su cercana ubicación, delante del ex convento de la Merced, por entonces una alameda. Este fue otro de los proyectos de reforma de la ciudad de Gallego Burín que no pasó de los planos a la realidad. Afortunadamente, hay que decir. La plaza de toros era propiedad de una sociedad privada, pero se levantaba sobre terrenos públicos por lo que gracias a un antiguo pleito no resuelto entre el municipio y los propietarios no se pudo iniciar en estas fechas el proyecto de construcción de viviendas y al cabo de los años, en 1960, se lo pensaron mejor y el resultado fue el que ahora mismo ofrecen los jardines del Triunfo, que es una de las panorámicas más señeras de Granada, con el monumento a la Inmaculada y la fuente de colorines, con el Hospital Real y la ladera del Tambor y la “casa del miedo” de fondo.

            La plaza de toros del Triunfo se construyó por encargo del empresario Pedro Álvarez Moya, de ahí que también se la conociera como plaza de Álvarez, y esto ocurrió en 1879, cuando vino a sustituir a otra más antigua que estaba a apenas cien metros de distancia, en lo que hoy es avenida de la Constitución, la plaza de la Real Maestranza de Caballería de Granada, construida en 1768 y destruida por completo por un incendio algo más de un siglo después, en 1876.

            La plaza del Triunfo se inauguró los días 3 y 4 de abril de 1880 con sendas corridas en las que repitieron los diestros Lagartijo, Frascuelo y Cara-Ancha (o Carancha, el del poema machadiano), un cartel de lujo donde los haya, formado por tres diestros de los que hacen época y merecen muchísimos renglones del Cossío, en especial los dos primeros. Las crónicas de la inauguración nos retratan una plaza engalanada con banderas y arcos de flores y abarrotada en sus 14.000 localidades, ocupadas por granadinos, pero también por un gran número de personas de otras provincias, llegadas expresamente para la ocasión a pesar de que las entradas de sol costaban cinco duros, una exageración para la época. Según esas mismas crónicas, el triunfador de las dos tardes fue el paisano de Churriana Frascuelo, el único torero de leyenda nacido en Granada, de quien dice la revista “El Tío Jindama” que le llovieron desde las gradas aplausos, dulces, sombreros, chaquetas, camisas y «todos los estancos de Granada», de manera que no tendrá que gastar nada en fumar por lo menos en una semana. Ninguno de los tres diestros cortó oreja alguna, pero esto obedece al simple hecho de que por entonces no era costumbre, siendo ésta, la del corte de apéndices, una usanza más propia del siglo XX.

El primer día los toros eran de Miura y dieron buen juego, matando dieciocho caballos. En la corrida del día 4, que en nada desmereció a la del día anterior, los toros, que eran de Laffite, se superaron y el número de caballos muertos ascendió a veinte, de los que ocho los liquidó él solito el cuarto de la tarde, Corcito de nombre.

            La revista semanal El Toreo le dedicó a la inauguración un número extraordinario de cuatro páginas, disponible en Internet. Empieza diciendo el gacetillero enviado especial de la revista madrileña que en Granada hay algunas calles buenas, entre ellas una gran esplanada muy parecida o casi exacta al Coso de Zaragoza, y se llama Puerta Real, y «por debajo de este paseo pasa completamente cubierto el río Jenil» [sic]. De allí parten veloces los ómnibus para la plaza de toros, que está muy lejos, a la entrada de la población. Y continúa diciendo que hay en Granada más animación que en Madrid a la ida y a la vuelta de los toros: «Todos los balcones y ventanas se encuentran llenos de preciosas mujeres, adornadas de las más hermosas flores, á pesar de que para ser bonitas no necesitan adornarse. Los coches van por las calles de la carrera entre multitud de publico, que se encuentra apiñado como si pasara una procesión». Como no se había abierto todavía la Gran Vía suponemos que esa carrera sería por Mesones, Duquesa y San Juan de Dios. En la pequeña Granada de 1880 las tardes de toros, tres o cuatro veces por año, no más, había por las calles de la ciudad tanta gente como en el Corpus o Semana Santa, para ver el desfile de las carrozas de los pudientes en dirección al Triunfo y también al regreso.

Del nuevo coso dice El Toreo que su aspecto es bello, aunque está sin terminar, faltándole todas las cubiertas, destacando su estilo muy parecido al mudéjar de la plaza de Madrid (la de la Fuente del Berro o de la calle Goya, también de reciente construcción; era en esos momentos la única de la capital) y añade que parece que la hubieran copiado.

El primer brindis de la nueva plaza correspondió a Lagartijo, de grana y oro, y lo hizo por Boabdil y por los últimos moros que pisaron la Vega. Tanto Lagartijo como Frascuelo se embolsaron 3.500 pesetas por barba y el tercero en discordia tuvo que conformarse con bastante menos porque los otros dos eran en esos momentos y desde muchos años atrás las primeras figuras del toreo nacional mientras que Cara-Ancha apenas llevaba seis años de doctorado taurino. En 1880 ya se había inventado el fútbol pero en España todavía no nos habíamos enterado. Nuestros tatarabuelos no discutían sobre Cristiano o Messi, sino sobre Lagartijo o Frascuelo. Dos toreros de los que crean escuela y sobre los que se sigue hablando a pesar de que vivieron hace siglo y medio. Ambos protagonizan una de esas dualidades irreconciliables a las que tan aficionados somos los españoles (lagartijistas, más partidarios de la fineza y la elegancia del torero de Córdoba contra frascuelistas, a los que gustaba más la valentía y el pundonor del de Churriana de la Vega) y llenan con su rivalidad algo más de dos décadas del XIX a las que los taurinos califican como la primera edad de oro de la fiesta nacional. Una rivalidad que nació precisamente en Granada, en la plaza de la Maestranza de Caballería, en el Corpus de 1868, y duró hasta 1890, cuando Frascuelo se retiró.


Vista aérea de la plaza de toros del Triunfo

El tercero de la terna aquellas dos tardes de inauguración, Carancha, no sabemos si alguna vez llegó a cobrar por cada corrida lo que sus compañeros de cartel pero al año siguiente llegó a ser muy famoso por matar como nadie “recibiendo”, una suerte del toreo ya en desuso desde hacía más de cien años, desde que Costillares inventara el volapié a mediados del siglo XVIII, de ahí que aquel hombre del casino provinciano diera la tabarra al personal relatando entusiasmado, una y otra vez hasta la náusea, aquella ocasión en que en sus años mozos «vio a Carancha recibir un día», según el poema de Antonio Machado. Matar recibiendo y hacerlo bien y como mandan los cánones taurinos es por lo visto algo que está muy fuera del alcance del 99%, algo así como marcar de chilena. A Carancha parece ser que lo de matar “recibiendo”, le costó –precisamente- recibir de verdad muchos chichones y varias heridas graves en su carrera. Uno se confiesa ignorante en cualquier disciplina taurina, pero en la Red hay millones de webs que explican que “Recibir” en la tauromaquia es la forma más antigua de ejecutar la suerte suprema del arte de Cúchares, la muerte a estoque del cornúpeta, mucho más arriesgada que la que en la actualidad y desde hace más de doscientos años se practica por la totalidad del escalafón torero, la del volapié. Recibir equivale a citar al toro aguantando la embestida a pie firme para clavarle la espada, mientras que en la suerte del volapié es el torero el que se lanza sobre el toro estoque en ristre. En los primeros años del toreo se mataba al toro siempre recibiendo porque aquel ganado solía llegar todavía con fuerza a la hora de la verdad suprema de una corrida, que es la estocada. Aquellos búfalos que se estilaban en los albores de la fiesta nacional fueron con el tiempo sustituyéndose por otro ganado de menos edad y peso, y estos toros llegaban a ese momento de la pelea sin apenas poder moverse, explican los tratados de la cosa taurina.

            En sus 68 años de existencia sólo un torero encontró la muerte en el recinto de la plaza del Triunfo, fue el novillero granadino Miguel Morilla Espinar, Atarfeño, a quien mató el toro Estrellito, segundo de la tarde en una encerrona con seis novillos, en septiembre de 1934. Otro torero también resultó muerto a consecuencia de una cogida ocurrida en este coso, el banderillero Gregorio Caro Mateos, Valencia, en 1941, que resultó corneado y una semana después murió en Madrid al gangrenársele la herida. Aparte, sufrieron percances de alguna gravedad toreando en la vieja plaza, otros como el propio Frascuelo, Bocanegra, Martín Vázquez y más.

            En una ocasión la cogida la sufrió la propia plaza. A los nueve años de ser inaugurada, en agosto de 1889, fue destruida por un vendaval en todas sus partes no hechas de obra, como las arcadas superiores de las andanadas, de hierro y madera. Un ciclón fue el causante del siniestro, un fenómeno meteorológico muy poco habitual –por fortuna- en estas tierras que milagrosamente no causó heridos de consideración pero que levantó una nube de polvo de dimensiones bíblicas y que en los quince segundos aproximadamente que duró arrasó árboles, persianas, macetas, toldos, cristales, tejados, chimeneas y voladizos por toda la ciudad, a la que dejó incomunicada telegráficamente. En 1912 un incendio obligó a remodelar nuevamente la plaza. Las distintas remodelaciones fueron reduciendo su aforo inicial.

            Desde su inauguración en 1880 pasaron por su arena los mejores diestros de cada momento, pero también sirvió para funciones de circo, de música y teatro, para la celebración de mítines políticos y mil cosas más. En sus últimos años casi todos los veranos venía funcionando como cine al aire libre. Pero desde que en 1928 se construyera la que entonces se llamó Nueva Plaza de Toros, la que queda, la de la avenida del Doctor Olóriz, mal que bien habían convivido ambos cosos compitiendo por llevarse a su terreno y a sus gradas a la nunca muy numerosa afición taurina penibética. Muchas veces se programaban festejos taurinos en ambas plazas el mismo día y a la misma hora, y además en algunas ocasiones esa misma tarde había también partido del Recreativo. Demasiado para una ciudad como Granada, así que la muerte de la más vieja de las dos estaba cantada, aunque llegaron a convivir ambas durante veinte años.

            Una vez firmada el acta de demolición de la plaza, apuró ésta el mes de vida que le quedaba y distintos espectáculos se pudieron ver en su arena. Es destacar entre ellos “Carrusel 1948”, que se presentó la tarde-noche del sábado 17 de julio de 1948, con el recinto casi lleno de público. Consistía en un festival cómico-taurino-circense, una charlotada para el purista, salido del magín de Rafael Dutrús, Llapisera de nombre artístico, el que es para la historia el creador del toreo bufo y del Bombero Torero y la Banda del Empastre. Un espectáculo con música, equilibristas y payasos-toreros que matan un par de becerros, y en medio, la parte seria de la función, la lidia y muerte de una vaquilla por un profesional. Aparte y en sucesivos días hubo boxeo por aficionados, festivales de cante jondo y alguna corrida menor con sorteo de regalos. Una novillada nocturna fue la última función que se vio en el coso del Triunfo, el 14 de agosto de 1948, en la que, con la plaza abarrotada de público, intervinieron cuatro torerillos de la tierra que empezaban, encabezados por Enrique Bernedo, “Bojilla”, el triunfador de la noche, quien años después fue un banderillero de cierta fama en la cuadrilla de varias primeras figuras; el primer premio a sortear entre los presentes consistió en un aparato de radio-gramola o dos mil duros a elegir. Metidos ya en la madrugada del día 15 de agosto de 1948, casi simultáneamente al momento en que las mulillas arrastraban al último de la noche, comenzaron los trabajos de demolición, empezando por los tejados de las andanadas. Diego García Molina, novillero de Cájar, al matar a una vaquilla burriciega y mansurrona según la reseña de Ideal, realizó la última faena en la plaza popularmente conocida como “la Chata”.


Otra vista del viejo coso del Triunfo


Tesoros penibéticos

            La nota pintoresca del verano de 1948 la pone un señor llamado Enrique García Roldán, de 66 años, natural de Úbeda y vecino de Granada, jubilado de la Guardia Civil, quien en agosto presentó en el registro del Ayuntamiento una instancia, debidamente reintegrada, dice la nota que leemos en la prensa (es decir, con sus timbres móviles y pólizas correspondientes), y correctamente redactada, en la que solicita licencia para la búsqueda de un tesoro enterrado a diez metros de profundidad bajo la Fuente de los Leones de la Alhambra. Se trata, según García, de una cantidad fabulosa de lingotes de oro guardados en un arca de hierro que tiene puesta la llave en la cerradura. También dice que sabe de la existencia del tesoro por «noticias facilitadas por sus antepasados», y agrega que la excavación quiere empezar a hacerla desde un subterráneo descubierto en el solar que dejó la demolición de la antigua casa de los juzgados, en Plaza Nueva frente a la Audiencia.

            Un año después volvimos a saber de las “cosas” de García Roldán, que presentó en el Ayuntamiento una nueva solicitud, tan peregrina o más que la anterior. Vestido con larga capa española, sombrero cordobés y amplia faja encarnada, y portando un artístico bastón tallado y con flecos, se presentó de nuevo en el registro municipal, ahora solicitando ser coronado rey de los gitanos para seguir la tradición de Chorrojumo, cuya efigie enmarcada y en color también portaba. Resulta que el tal García Roldán no es gitano y no han valido -dice la nota de prensa- los alegatos que se le han hecho para hacerle entrar en razón, don Enrique, erre que erre, quiere ser coronado solemnemente en las fiestas del Corpus porque estima que esto sería un gran atractivo para el turismo.

No sabemos si las pretensiones de García merecieron una respuesta oficial o si fueron contestadas con ese eufemismo que se conoce como silencio administrativo. El que calla otorga, dice el refrán, pero cuando nos referimos a los poderes públicos significa justo lo contrario y así, a la vista está, lo más seguro es que las dos extravagancias descritas sólo sirvieran para divertir a los funcionarios del negociado de registro municipal.

Para más inri, dos años después, en octubre de 1950, supimos de un serio competidor al cetro cañí, pero éste de verdad, lejos de folclores y guardarropías. Es un señor que responde al nombre de Celedonio Vázquez Silva, de Lora del Río, Sevilla, auténtico calé por los cuatro costados, bien ensortijado con tumbagas doradas y enarbolando la que él llama vara simbólica, de bambú, heredada. Está de paso por Granada, adonde ha venido a que lo vean los médicos del corazón pues según él aquí están los mejores de España. Afirma ser el verdadero rey de los gitanos desde los 18 años (tiene unos sesenta), aunque por su carácter serio, nada que ver con el disparate de su “rival” García Roldán, no ambiciona reconocimientos ni títulos, que le basta con ser respetado por todo el mundo y con que su presencia sirva para apagar las discordias entre los de su raza.

 De la búsqueda de otro tesoro también se hace eco la prensa granadina, pero éste bastante más pequeño y que requiere una labor paciente de hormiga incansable, que es la que cíclicamente aparece (más bien aparecía) en las márgenes del Darro. Cada verano en aquellos años de tantas privaciones volvían como las golondrinas los buscadores del oro aluvial que de siempre se ha creído que arrastra el humilde arroyo al que los granadinos concedemos la categoría de río y al que los romanos bautizaron como Dauro precisamente por eso mismo, por arrastrar oro. Según Ideal, los esforzados del dornillo y el amocafre tienen su fábrica en las orillas del Darro desde Jesús del Valle y hasta debajo mismo de la bóveda urbana que lo convierte en túnel, pero su lugar favorito es detrás de la iglesia de San Pedro, aprovechando el recodo que hay bajo el gran tajo del mismo nombre, y aunque los hallazgos no son abundantes, un gramo o dos de oro en polvo después de días de cerner y lavar con paciencia franciscana, les permite sacar un jornal decente, unas 25 pesetas por barba, aunque a veces un golpe de suerte les proporciona algo más mollar, como una moneda del tiempo de los moros o un trozo de alguna joya de la misma procedencia.

En la revista Alhambra, que se publicaba en Granada a principios del siglo XX, Francisco de Paula Valladar insertó un artículo en el que cuenta cómo recién conquistada Granada por los Reyes Católicos, eran abundantes los moriscos que podían verse dedicados a eso de buscar oro en el Darro. Y además, en el mismo artículo refiere que en 1848, simultáneamente a la famosísima de California que tanta literatura y películas inspiró, estalló en nuestra ciudad una particular fiebre del oro penibética y Granada se vio invadida por multitudes provenientes de otros lares en busca del Dorado; en los cafés, paseos, teatros y tertulias no se hablaba de otra cosa -dice Valladar- que de las explotaciones auríferas y de la inmensa riqueza que había oculta en Granada. Rápidamente florecieron explotaciones más o menos rústicas, más o menos científicas, en las riberas del Genil (porque el Genil también es aurífero): en el Barranco Bermejo, de Lancha de Cenes, en el Barranco de Doña Juana, que pertenece a Huétor-Vega, y en el Cerro del Sol, o sea, la ladera del Llano de la Perdiz, y hasta se constituyó una Sociedad Aurífera Granada, a la búsqueda del criadero primitivo o filón principal. Parece ser que la calentura aurífera se apagó dos años después y tan súbitamente como había empezado desapareció, volviendo nuevamente los humildes buscadores de artesa y azada a realizar su paciente trabajo de tratar de arrancarle a la tierra unos gramos de oro. Todavía a principios de los años sesenta era posible ver a algún paisano entregado a esta ocupación.

En los años setenta del siglo XIX se intentó la explotación aurífera a escala industrial por el método de desmontar los cerros con la fuerza de un potente chorro de agua (o sea, el ruina montium de los romanos en las Médulas, provincia de León) y conducir por canales las arenas desprendidas con el resultado de que las pequeñas partículas del mineral precioso se depositaban en recipientes dispuestos ex profeso. Pero el rendimiento obtenido no cubría siquiera los gastos, así que pronto se abandonó la explotación. Sus restos están todavía visibles en la ladera del Cerro del Sol, a la altura de la Lancha de Cenes.


Buscadores de oro en el Darro. Recorte de Granada Gráfica

No hay comentarios: