Palizón en Mestalla sin trascendencia
El domingo 4 de abril era la fecha
señalada en el calendario para que el Granada disputara su partido
correspondiente a la jornada 25 y penúltima, en Valencia frente al Mestalla,
pero dado que ese mismo día el primer equipo valenciano recibía la visita del
Barcelona con el título de liga en juego puesto que ambos eran primero y
segundo y sólo los separaba un punto (se impuso el Barcelona 1-3 y ganó la
liga), se acordó, con el beneplácito del Granada, que el partido del filial
valencianista se trasladara al lunes 5 de abril.
El domingo 4 sí hubo fútbol en
Granada, pero fue un amistoso del Recreativo frente a un equipo que se presentó
con el nombre de Ferroviaria de Baeza, al cual apabulló con el resultado de
10-0. A pesar del concluyente resultado, las crónicas dicen que el filial no
realizó un buen encuentro y que pudo haber hecho muchos más goles frente a un
conjunto improvisado para la ocasión y formado por jugadores de distintos
equipos. Una casa comercial donaba una copa para el ganador y la directiva del
Recreativo decidió que el trofeo fuera entregado a la peña del Realejo, que
venía primando a los jugadores recreativistas desde que empezó la temporada.
Por fin el lunes 5 de abril se
reanudó la liga para el Granada, pero mejor no lo hubiera hecho porque de
Mestalla se trajo una paliza por 5-0. Y eso que Cholín, como ya hizo en Málaga,
alineó un equipo netamente defensivo en el que, además de la defensa de tres,
puso como teóricos interiores a Sosa y a Sierra, ambos retrasados a la media en
labores de contención. Pero en esta ocasión no funcionó el invento y para colmo
se puede decir que el Granada jugó sin delantera al lesionarse Morales y tener
que abandonar el terreno para no reaparecer, faltando casi una hora de partido,
por lo que sólo los extremos Fraga y Mas quedaron en el adelante. Las crónicas hablan de cierta desgana en las filas
rojiblancas, que encajaron cuatro goles en el cuarto de hora final de la
primera mitad. No obstante, gracias a los resultados de rivales directos, no
fue demasiado perjudicial la derrota porque aunque sólo dos puntos separaban al
Granada de los dos puestos de descenso (último y penúltimo) que ocupaban
Córdoba y Mallorca, el golaveraje era favorable y en cualquiera de las
combinaciones de empate salía el Granada vencedor, así que no dolió demasiado
la derrota aunque sí el palizón.
Victoria sobre el Murcia y permanencia
En el último partido de la liga 47-48
de segunda, jugado en Los Cármenes el domingo 11 de abril entre el Granada y el
Murcia, vencieron los rojiblancos 4-3, con lo que finalmente fue a terminar
nuestro equipo octavo clasificado, con 24 puntos (dos negativos), empatado con
tres equipos más (Mestalla, Baracaldo y Badalona), un punto sobre el Murcia y
sólo dos más que los dos que acabaron descendiendo, el Mallorca y el Córdoba.
Para los periodistas locales el
Granada jugó, no obstante, un partido desastroso, y sólo la fortuna hizo que
los dos puntos se quedaran en casa porque los visitantes fueron mejores durante
la mayor parte de los noventa minutos. Quizá porque la permanencia estaba
asegurada los rojiblancos ofrecieron un partido desganado y torpe en el que se
vieron fallos descomunales, sobre todo por parte del guardameta Valero.
El Murcia ganaba 1-3 faltando sólo
veinte minutos para el final, pero Cholín modificó la posición de sus hombres
colocando a Millán de delantero centro en sustitución de un Ricart -recuperado
por la lesión de Morales- muy desafortunado y que pasó a la posición de
interior, bajando Rey a la defensa y Arencibia a la media, y el granadino
internacional marcó dos goles que dieron la remontada, consumada a poco del
final. Así terminaba una liga rojiblanca más bien anodina (desdichada en
extremo, según Fernández de Burgos en Ideal) que empezó con ánimos renovados
gracias a la vuelta a la presidencia de Ricardo Martín Campos y el
florecimiento de muy distintas peñas, ánimos que fueron decayendo conforme
avanzaba la temporada y el equipo no salía de la cola de la clasificación, para
volver a renacer tímidamente a raíz del cambio de técnico. Quedaba por jugarse
la Copa del Generalísimo para liquidar por completo la temporada.
Adiós a Floro
Terminada la liga, empezaba a
modelarse el Granada de la siguiente temporada. La primera decisión deportiva
fue otorgar la libertad a Floro, quien la recibió a mediados de abril,
marchándose a Madrid no sin antes hacer llegar a través de la prensa su adiós a
la afición. Pocos días después quien recibía la baja era el catalán Galvany,
que fichó por el Lérida. Ya en mayo se alcanzó un acuerdo con Morales para
renovar por cuatro temporadas; es curioso lo de este jugador quien, en su
primera temporada en el Granada, la anterior, fue olvidado por el entrenador de
por entonces y condenado al ostracismo, situación en la que estaba hasta que a
mediados de esta liga Cholín le dio confianza y él respondió con goles,
ganándose así la renovación.
La de Floro era una baja cantada
desde que en los primeros partidos de esta temporada se le veía inseguro y
falto de facultades a sus 34, y las crónicas le señalaban como culpable de no
pocos goles. Terminaba así la estancia en Granada de un portero que seguramente
no esté entre los mejores que pasaron por el club rojiblanco, pero es muy
probable que sí que esté entre los más queridos de la afición, como dice José
Luis Entrala. Había llegado en la 39-40 de la mano de Manolo Valderrama y fue
un caso curioso en el fútbol español ya que debutó como profesional a la edad
de 26 años y sin haber militado nunca antes en un club federado (su club
anterior se llamaba Peña Paco).
Floro, Florito para los innumerables amigos que dejó en Granada, escaso
de centímetros (apenas 170) y de carnes, pero fuerte y felino, fue pilar
fundamental en el buen papel desarrollado por el todavía llamado Recreativo
Granada de la temporada inmediata posterior a la Guerra Civil y para el
histórico ascenso de la siguiente. Ya en máxima categoría no le fueron tan bien
las cosas y cada temporada era contratado un guardameta que en principio estaba
llamado a arrebatarle la titularidad (Alberty, Pérez, Martí, Casafont). Con
todo, en el Granada permaneció hasta 1948, a punto de cumplir los 35 años,
completando un total de 121 partidos bajo los palos granadinistas.
Floro, asturiano de nacimiento y madrileño de crianza era un enamorado
de Granada y siempre que podía se daba un paseo por nuestra tierra, donde
además, por expreso deseo suyo, descansan sus restos junto a los de su mujer -su morenita-, de la que enviudó en
sus primeros años granadinos. «Granada es parte de mí mismo; aquí pasé mis mejores
años», declaró a la prensa granadina cuando en septiembre de 1972 Candi le
impuso la insignia de oro del club e hizo el saque de honor en aquel partido
Granada-Valencia de diplomático prólogo y de epílogo bélico, cuando Aguirre
Suárez inutilizó para el fútbol al valencianista Forment. Floro, sentimental y
bueno (según José Luis Entrala) y de lágrima fácil, lloró de emoción en aquella
visita en la que pudo comprobar el gran cariño con que los granadinos lo
recordaban.
La marcha de Floro de alguna manera supuso decir adiós a toda una era
de la historia granadinista ya que a partir de la siguiente temporada ya nunca
más empezaría la alineación rojiblanca con aquel recitado que parecía eterno y
que llena casi toda una década, aquellos tres nombres que evocan una época
dorada para el hincha: Floro, Millán, González.
Eliminación del Betis en la copa
Al domingo siguiente a finalizar la
liga empezó para el Granada la disputa de la Copa del Generalísimo. Esta
temporada se había dispuesto por la Federación un sistema de cuatro grupos (el
Granada quedó encuadrado en el tercero) de ocho equipos cada uno formado por
los supervivientes de tercera más los equipos de segunda, que se eliminarían a
partido único en el campo de los contendientes que decidiera la suerte,
repartiéndose la taquilla por mitades. De primeras tocó recibir en Los Cármenes
la visita del Betis, equipo de tercera, categoría a la que descendió la
temporada anterior. Sólo catorce equipos podían sobrevivir a esta fase
intermedia y pasar a la siguiente, en la que ya entrarían en juego los de
primera.
El Granada no tuvo ningún problema
para eliminar al peor Betis de su historia, al que derrotó 4-1 (todos los goles
en la primera mitad) en un partido malísimo, según las crónicas, que se jugó
casi en familia porque la directiva dispuso que todo el mundo tenía que
retratarse en taquilla y el mal tiempo hizo el resto, y también porque a estas
alturas volvía a imperar el divorcio equipo-afición, después de la liga de
zozobra recién finalizada.
A los ocho minutos ya había un 3-0 en
el marcador y los pocos presentes soñaban con una gran goleada, pero, como dice
Seudónimo en La Prensa, el Granada no es de esos equipos que dan una
entera y completa satisfacción a sus seguidores y con ese tanteador se dedicó a
partir de ese momento a vivir de las rentas sin esforzarse lo más mínimo, con
lo que la segunda parte resultó insufrible y muchos aficionados optaron por
marcharse antes del final. La nueva ausencia del lesionado Morales hizo que
Millán jugara otra vez en la punta de ataque, pero en esta ocasión no pudo
añadir un gol más a los siete conseguidos en la liga y que lo convirtieron en
el cuarto máximo goleador de la temporada, tras Morales, Mas y Fraga.
En Valladolid adiós a la copa
Superado el Betis en la primera
eliminatoria, la siguiente ronda deparó el peor rival posible de los que
estaban encuadrados en el grupo del Granada, el Valladolid, recién proclamado
campeón de Segunda División y como tal ascendido a primera, donde debutaría en
la 48-49. La suerte dispuso que se jugara en campo vallisoletano y los
pucelanos se impusieron ampliamente a los rojiblancos 4-1, y el Granada quedó
eliminado de la Copa del Generalísimo. Lo más curioso de esta pérdida deportiva
fue que la tesorería rojiblanca salió ganando porque al estadio vallisoletano
acudió muy poca gente y las directivas de ambos clubes habían acordado
previamente que el Granada renunciaba a la intervención de la taquilla del
encuentro, dado que tenía derecho al 50% de lo recaudado, a cambio de un fijo
de 55.000 pesetas si caía eliminado o 45.000 si superaba a los de casa, y
seguramente lo recaudado en las taquillas del José Zorrilla no cubría esa
cantidad.
Al descanso se había llegado con
empate a cero y el primer gol de la tarde fue a favor del Granada, marcado en
propia puerta por un defensa albivioleta. Las crónicas destacan que el Granada
en la primera parte sólo se ocupó en defender su puerta y para ese fin se vio
favorecido al jugar a favor del fuerte viento que hacía en Valladolid esa tarde.
En la segunda mitad, jugando en contra del viento, casi no existió el equipo
rojiblanco y así llegaron los cuatro tantos locales en una magnífica reacción
de los de casa, conducidos por el ex del Once Fantasma Torquemada,
cuatro goles que pudieron ser más si no fuera por la buena tarde del meta
Valero. Esas mismas crónicas dicen que se vio un Granada desganado y apático.
De esta manera concluyó el 25 de
abril la temporada oficial 47-48 del Granada, una temporada más bien mala que
comenzó con gran animación y con el renacer de una parte considerable de la
afición pero que terminó en medio de la abulia y la decepción por el mediocre
resultado obtenido. Pronto empezarían las licencias absolutas de futbolistas
con los que no se contaba para adelgazar la nómina. Hasta finalizar junio sólo
quedaba como todo objetivo tratar de recaudar algunos dinerillos mediante
amistosos para paliar de alguna manera la angustiosa situación económica.
También quedaba la Copa Primavera, esa competición regional andaluza semi
oficial que la anterior temporada disputó el primer equipo pero que ésta se
decidió que la jugara el filial, y que echaría a andar el domingo siguiente.
Martín Campos quiere irse
Al finalizar la temporada oficial del
primer equipo, la preocupación fundamental es tratar de solucionar la
asfixiante deuda de la entidad, que se estima que anda ya rondando las 800.000
pesetas (se calculaba que era de algo más de 600.000 cuando entró la directiva
actual), la mayor parte de esa cantidad en efectos bancarios por créditos
solicitados por anteriores directivas, pero también constituían capítulos
importantes las deudas con los herederos de Nicolás Ruiz, el vendedor de los
terrenos de Los Cármenes, y con los herederos de Matías Fernández-Fígares por
la construcción del estadio. La temporada fue mejor que las anteriores en el
aspecto económico debido al gran aumento en el número de socios y a una mayor
afluencia de espectadores a los partidos, pero a pesar de todo también fue
deficitaria.
Con ese panorama, el 10 de junio salta
la noticia de que el presidente Ricardo Martín Campos quiere abandonar su
cargo. La gran deuda (para la época) del club pesa como lo que es, una gran
losa a la que no se ve solución posible, al menos a corto o medio plazo, y don
Ricardo da claras muestras de cansancio y más teniendo en cuenta que muy pronto
habrá que hacer frente a casi medio millón que es lo que se estima que se
necesita para abonar las fichas de los jugadores y contratar a nuevos
elementos. El gran problema es que no se conoce a nadie que esté dispuesto a
sustituir a Martín Campos.
Se convocó asamblea de
compromisarios, elegidos por sorteo, pero de los cien nominados sólo asistieron
la mitad a la reunión convocada el lunes 14 de junio en los locales de la
Asociación Álvarez Quintero, calle Colcha 15, y los presentes votaron
mayoritariamente a Martín Campos para seguir al frente del club a pesar de que
éste había manifestado expresamente su deseo de no ser reelegido.
Partidos históricos
El final de la temporada del equipo
rojiblanco lo constituyó una mini gira de dos partidos amistosos con que
recaudar algún dinero, que llevó a los nuestros al Campo de Gibraltar a
mediados de junio. En el primero de los amistosos el Granada empató a tres
goles en Algeciras. Idéntico resultado, empate a tres, se registró en el
segundo jugado en la Roca al día siguiente frente a una selección de
Gibraltar.
Una semana más tarde hubo una nueva
mini gira, esta vez a Extremadura, para la disputa de un torneo triangular con
el Badajoz y el Hércules. Era propósito de Cholín completar la expedición
rojiblanca con varios jóvenes del Recreativo, pero el filial estaba en esos
momentos disputando la Copa Primavera y todavía tenía posibilidades de alcanzar
una buena posición, por lo que sólo se llevó al medio Ros.
En el amistoso frente al Badajoz,
equipo de Tercera División, jugado el 27 de junio de 1948, el Granada batió un
récord todavía vigente: encajó la derrota más amplia de toda su historia, nada
más y nada menos que 11-1. Menos mal que se trataba de un amistoso y el
resultado sólo tiene valor como anécdota y nada más que cuenta para la historia
doméstica. No disponemos de una mísera crónica del vergonzoso resultado y lo
único que podemos referir es el comentario de apenas tres líneas que Ideal le
dedica al partido, que dice que el Granada jugó muy mal (eso es seguro), sin
dar sensación de conjunto y muy desganado.
El vencedor de ese primer amistoso
debía enfrentarse al Hércules al tratarse de un torneo triangular, y ante la
falta de otra cosa que hacer, el día siguiente al gran escardón recibido se
contrató otro amistoso, éste al otro lado de la raya portuguesa, pero muy cerca
de Badajoz, en Elvas. En tierras alentejanas, cuyo equipo militaba en la tercera
portuguesa, el Granada arrancó una victoria 3-4. Tampoco disponemos de crónica
del evento y sólo contamos con el corto comentario aparecido en Ideal, según el
cual en este partido hubo palos hasta para el apuntador y abundaron las
agresiones entre unos y otros, y hasta tuvo que intervenir la fuerza pública
para serenar ánimos; tres jugadores locales fueron expulsados.
Si histórico fue el palizón cosechado
en Badajoz, también es histórico este final de temporada rojiblanca ya que este
partido de Elvas y el de una semana antes en Gibraltar se puede decir que
constituyen el bautizo internacional del Granada CF, que por primera vez
traspasaba las fronteras hispanas. No obstante habría esto que matizarlo porque
ya había el Granada jugado en un país extranjero y además lo había hecho de
forma oficial en la 39-40, cuando en su calendario de segunda tenía que
desplazarse a Marruecos para visitar al Tánger, y posteriormente, en la 41-42,
había jugado un amistoso en Tetuán; lo que ocurre es que Marruecos era por
entonces un protectorado bajo administración española, así que se puede decir
que, técnicamente, visitar esas ciudades no era propiamente desplazarse al extranjero.
El Recreativo en la Copa Primavera
El domingo 2 de mayo empezó el
regional andaluz disputado por el sistema de liga a doble vuelta llamado Copa
Primavera, que organizaba la Federación Sur y que la anterior temporada disputó
el Granada, pero en ésta el representante granadino era el filial Recreativo.
Para potenciar a nuestro equipo se decidió que Rivera, Almagro y Laureano
Martín, los tres con ficha del primer equipo, jugarían en esta competición. El
argentino Laureano Martín, que por problemas con su documentación se pasó en
blanco toda la temporada, en esos momentos tenía ya sus papeles en regla, pero
seguía sin contar para Manolo Ibáñez; fue fichado para el Granada, pero hasta
el momento sólo se le había podido ver en un amistoso en las filas del filial,
en el que pasó desapercibido.
A pesar de los refuerzos de la
primera plantilla, en la jornada inaugural el Recreativo empató en Los Cármenes
a un gol con el Ronda, su bestia negra esta temporada pues una derrota en casa
en la última jornada de la liga de primera regional lo había dejado sin
opciones de ascenso. Cea marcó el único gol recreativista, siendo expulsado
poco después y sancionado con cuatro partidos. Poco público asistió por ser una
tarde lluviosa.
En la segunda jornada, jugada entre semana,
llegó la primera derrota (2-1), en Antequera frente al equipo de esa localidad,
que militaba en tercera. Tres días después visitó Los Cármenes el Osuna, que
salió goleado 4-0. Después le tocó desplazarse al campo malagueño de Segalerva,
de donde salió derrotado 3-0 por el Larios.
Por retirada del segundo equipo del
Antequera el número de participantes en la Copa Primavera quedó reducido a
siete, de manera que cada semana descansaba uno de los participantes. En la
quinta le tocó descansar al Recreativo y esa ficha libre fue aprovechada para
organizar un amistoso en Los Cármenes entre el Granada y el Recreativo,
homenaje al entrenador Manolo Ibáñez quien, como sabemos, fue muchos años
masajista del Granada antes de dedicarse a labores técnicas. Ganó el primer
equipo 3-1 y en ambos onces jugaron integrantes de una y otra plantilla
entremezclados. Supuso el debut de un jovencísimo Sueza, por entonces militando
en el Cartuja, que actuaba a prueba y jugó de rojiblanco quedando fichado
inmediatamente. Otro a prueba y que también fichó fue el albaicinero Paquito
Ladrón de Guevara. También se pudo ver de rojiblanco a Laureano Martín y marcó
un gol, aunque de él dicen las crónicas que domina el malabarismo, pero que su
fichaje no está justificado en modo alguno.
Con escasísimo interés por parte de
la afición y con entradas en Los Cármenes que ni cubrían gastos continuó esta
competición todo el mes de junio hasta adentrarse en julio y sus calores
extremos. El Recreativo solía ganar los partidos caseros (salvo contra el
Ronda, su bestia negra, el equipo que lo apartó del campeonato de su grupo de regional)
pero perdía invariablemente a domicilio. Así hasta llegar a la última jornada,
a finales de julio en Los Cármenes frente al Écija, un partido en el que nada
se jugaban los contendientes porque ninguno de los dos podía aspirar al
campeonato, pero que sin embargo es histórico.
Primer nocturno en Los Cármenes
Muy metidos ya en el mes de julio, con
un calor achicharrante y sin nada que ventilar, se le ocurrió al preparador
Manolo Ibáñez que el último partido del Recreativo, el de la jornada 14, se jugara
al fresquito de la noche granadina. Tras obtener la aprobación de la Federación
Sur el club se puso manos a la obra con objeto de instalar reflectores a la
orilla del terreno de juego e improvisar un alumbrado del cual carecía Los
Cármenes, como la mayoría de campos de fútbol españoles por aquellos años.
Así, el día 20 de julio los diarios
informan que en Los Cármenes se han instalado gran cantidad de reflectores
(fueron 32) que mantendrán completamente iluminado todo el estadio para que en
él pueda jugarse el partido final de la Copa Primavera frente al Écija, que
comenzará el sábado 24 de julio a las 11 de la noche. Se jugará con un balón
blanco que además será embadurnado de fósforo, y a la terminación del partido
habrá una verbena en la explanada de Los Cármenes en honor a los jugadores del
Recreativo. Los tranvías de Pinos-Puente, Fuente-Vaqueros, Gabia y La Zubia,
tendrán como hora final de salida la 1,30 de la madrugada para que pueda
asistir más público, se lee en el anuncio del gran evento que insertan los
diarios.
La crónica de Ideal que firma JOVI
(José de Vicente) dice que este nocturno, el primero de la historia en Granada,
fue un éxito de público, aunque no dice una cifra aproximada de concurrentes, y
que el aspecto de Los Cármenes era bueno porque los reflectores instalados, sin
llegar a dar gran potencialidad de luz, hicieron que el juego pudiera seguirse
sin tener que esforzar demasiado la vista, y que los jugadores del Recreativo,
vestidos de blanco entero, no extrañaron ni notaron la diferencia de jugar con
luz natural. Nada había en juego de cara a la clasificación, pero ganó el
Recreativo 3-0 con goles de Almagro por partida doble y de Díaz Cara. Así
terminó por fin la larguísima primera temporada de existencia del filial
granadinista.
CALLEJEANDO
La Vuelta a España otra vez en Granada
A mediados de junio,
un año más vino la Vuelta Ciclista a España a Granada y, como en años
anteriores, constituyó un gran acontecimiento seguido por varios miles de
aficionados y curiosos a pesar del fortísimo calor reinante. Era ya la VIII
edición y la organizaba una vez más la Editorial Católica, propietaria del
diario Ideal, que patrocinó la etapa con final en Granada, adjudicando un total
de 5.000 pesetas en premios.
En esta ocasión
vino la carrera procedente del norte, concretamente del pueblo manchego de
Valdepeñas, frente a ediciones anteriores en que siempre había procedido de
Sevilla o de Murcia. Era la segunda etapa, aunque técnicamente constituía la
tercera ya que el día anterior se habían corrido dos subsectores
(Madrid-Madrid- y Madrid-Valdepeñas). En la llegada de Calvo Sotelo, como en
ocasiones anteriores, se dieron cita más de diez mil personas.
Con una hora de
retraso sobre el horario previsto se presentaron los corredores en Granada y en
la meta se impuso Dalmacio Langarica, del Insecticidas
ZZ, escapado en Deifontes, quien entró con más de un minuto de ventaja
sobre sus perseguidores, al frente de los cuales llegó el veterano Berrendero,
del equipo Casa Galindo. En la recta
final hubo un accidente al derrapar un ciclista y acabar envistiendo al público
presente, resultando lesionada una espectadora, aunque de levedad.
La victoria en
Granada llevó a Langarica a enfundarse el maillot rojo de primero en la
general, jersey que cedería en la siguiente etapa, Granada-Murcia, a Bernardo
Ruiz, del equipo Udsans-Portaminas Alas
Color, que sería quien finalmente se adjudicaría esta Vuelta de 1948.
Participaban 55 corredores, de los cuales sólo 26 llegaron a Madrid,
completando así la totalidad de los 3.990 kilómetros de las 19 etapas. Los
apenas cincuenta corredores que quedaban salieron con las claras del día de la
Plaza del Carmen camino de tierras murcianas.
En esta 8ª edición
de la Vuelta a España volvió a haber representación granadina en la persona de
Guillermo Peregrina Alcalá, “Tolínez” de nombre de batalla, de quien Enrique
Moleón Espigares, en su obra “115 Años de Ciclismo Granadino” dice que era
inteligente en su forma de correr, ágil escalador y rapidísimo en las llegadas.
Peregrina corría con el dorsal 50, encuadrado en el equipo Bicicletas Gaitán. Según la crónica de la etapa Valdepeñas-Granada,
de Ideal, Tolínez había iniciado muy bien la carrera, llegando al control de
Jaén en cuarto lugar, pero a partir de ahí no dosificó adecuadamente sus
esfuerzos ni se aprovisionó lo suficiente, por lo que sufrió un
desfallecimiento, lo que le hizo llegar a Granada el 40º.
Tolínez hizo un
papel digno a lo largo de toda la carrera pero después de haber capeado más o
menos bien la parte más dura de la ronda y cuando ya se veía llegando a Madrid,
que ése era su principal objetivo, tuvo que abandonar en la etapa 14 con final
en Ribadeo. En la etapa anterior, Santander-Gijón, en Llanes, había tenido la
mala suerte de tropezar con un perro descontrolado que invadió de pronto la
calzada. Las heridas de la caída le obligaron a abandonar.
La industria azucarera en decadencia
En abril de 1948 tuvo
lugar en Granada, en los locales del Liceo, bajos del teatro Cervantes, una
asamblea de unos seiscientos azucareros donde se dieron cita representantes de
las industrias y de los agricultores, y en la que estuvieron también presentes el
alcalde, el presidente de la Diputación, representantes de las cámaras de
comercio y propiedad urbana y otros. Todos fueron convocados bajo el lema
“Pervivencia de la economía agrofabril remolachero-azucarera”, para tratar de
impedir la desaparición de la industria azucarera granadina. De esta asamblea salieron
telegramas cursados a la Casa Civil del Jefe del Estado y a los ministerios de
Agricultura, Industria, Trabajo, así como a la Presidencia del Gobierno y a la Comisaría
de Abastecimientos, comunicando que las conclusiones aprobadas en la reunión
serían remitidas, vía gobernador civil, a esos mismos organismos.
Esas conclusiones
giraban en torno a la realidad de una industria que fue importantísima para la
economía granadina pero que en esos momentos estaba en franca decadencia y
seriamente amenazada debido fundamentalmente -se dijo en el transcurso de la asamblea-
a los bajos precios que para el azúcar fijaba el Estado, que era en régimen de
monopolio el único comprador de toda la producción y que después distribuía en
racionamiento a los consumidores e industrias derivadas. Unos precios que no
cubrían los costes de producción, de manera que la práctica totalidad de las
industrias de la Vega llevaban años acumulando pérdidas y los agricultores por
su parte, ante los cada vez más escasos incentivos que les ofrecía el cultivo
de la remolacha, optaban por otros mejor retribuidos, como el tabaco o la
patata. Para agravar aún más la crisis, seguían diciendo los asamblearios, los
poderes públicos fijaban unos raquíticos cupos de abonos y de semillas de
remolacha para la provincia de Granada, mucho menores que los fijados para
otras zonas azucareras, de lo que se derivaban unas campañas insuficientes por
falta de materia prima que ya habían causado la paralización de algunas
industrias vegueras y que dos de las cinco fábricas que quedaban en 1948, al
haber sido vendidas a capital de otras provincias, estuvieran a punto de
emigrar con armas y bagajes a otro lugar donde no tropezaran con tantas trabas,
un traslado que acabó ocurriendo tres años después con la azucarera de la
Purísima o del Genil (en el puente de los Vados), que abandonó estos pagos y se
estableció en Jerez, cosa que ya había ocurrido antes con la azucarera de Santa
Juliana, también trasladada a otros lares. Pedían los reunidos a los poderes
públicos algún tipo de ayuda en forma de subsidios o mejores precios y aumento
de los cupos, sin que sepamos si sus reivindicaciones fueron o no atendidas.
Según los tratados, en la
provincia de Granada históricamente florecieron determinados cultivos
industriales, desde la morera y su consiguiente industria de la seda en tiempos
de moros, al lino y el cáñamo y su aplicación a actividades textiles y de
cordelería y velamen, que también tuvieron su importancia en los siglos XVIII y
XIX. Pero nada comparable a lo que se puede considerar como una mini revolución
industrial penibética a raíz del cultivo generalizado en la Vega de la
remolacha, que empezó por estos pagos hacia 1882 y trajo el florecimiento rápido
de industrias para su molienda y transformación en azúcar, además de otras
auxiliares dedicadas a la obtención de otros productos como alcoholes o abonos,
todo favorecido por los movimientos independentistas de las colonias americanas
que todavía le quedaban a España y que dificultaban grandemente el suministro
de azúcar de caña a la metrópoli. Un boticario, Juan López-Rubio, y un médico y
catedrático de la UGR, Juan Creus, fueron los pioneros e introductores de la
remolacha en la vega granadina, después de experimentar lo suficiente y obtener
resultados óptimos. La perfecta aclimatación del cultivo al suelo veguero hizo
el resto. El llamado Ingenio de San Juan fue la primera fábrica azucarera, situada
en La Bobadilla, en el pago de Fatinafar, donde muy cerca nació años después la
que fue precisamente la última fábrica en cerrar, la de San Isidro.
Hasta el momento del despegue de la
industria azucarera granadina, todo el azúcar que se consumía en España
procedía de las colonias y se extraía de la caña de azúcar, y una mínima parte
venía de los ingenios de la costa mediterránea andaluza, principalmente en las
provincias de Granada y Málaga. La pérdida de las últimas posesiones españolas
de ultramar favoreció el nacimiento de la industria remolachera. Por toda la
provincia llegó a haber en los años dorados del azúcar más de veinte ingenios
que daban jornales a más de 8.000 familias. En la provincia se llegó a producir
en algunos ejercicios el 90% del total del azúcar español, y en Granada se
vivió una época de prosperidad económica, la que va de finales del siglo XIX
hasta los años 30, sin parangón en toda su historia, y esto tuvo reflejo en
toda la sociedad, fundamentalmente en la construcción y las comunicaciones: apertura
de la Gran Vía, línea férrea a Bobadilla, nacimiento de la red de tranvías
urbanos e interurbanos. La transformación de la sociedad y de la propia ciudad
fue importantísima: apenas existía el paro obrero y Granada vio casi duplicada
su población en muy escaso periodo de tiempo.
Desde el inicio de la década de los
treinta empieza la actividad a ser cada vez menos rentable. Después de la
Guerra Civil, la escasez de abonos y el agotamiento de los suelos unidos a los
bajos precios para el azúcar fijados por la economía autárquica del primer
franquismo y, finalmente, la gran competencia de otras zonas de mejor clima,
capaces de producir a menor coste, son los factores principales que se señalan
como causantes de la decadencia, sin olvidar que nuestras industrias vegueras
habían quedado algo obsoletas.
En 1948, cuando tuvo lugar la asamblea
de azucareros a que nos referimos más arriba, se atravesaban momentos de gran
crisis del cultivo y de la industria, y se veía como inminente el abandono
total de la actividad. De las cinco fábricas que quedaban para entonces, sólo
permanecieron tres en funcionamiento a partir del año siguiente: Nueva Rosario
(en Pinos-Puente), La Vega (en Atarfe) y San Isidro (en Granada capital,
carretera antigua de Málaga), pero todavía la industria azucarera vivió un
repunte a finales de los 50 y principios de los 60. A partir de ahí ya todo es
cuesta abajo hasta su desaparición total en 1984, que fue cuando cerró la
azucarera San Isidro, la última en hacerlo. Otro cultivo industrial vino a
sustituir al de la remolacha, el tabaco, pero nunca éste llegó a adquirir la
dimensión social y económica de la remolacha en sus buenos tiempos, entre otras
cosas porque las fábricas para su transformación no se montaron a pie de
plantación, sino que se las llevaron a otras provincias.
Desde hace por tanto la tira de años,
Granada no tiene más que el turismo como actividad económica importante, una
actividad que al pertenecer al sector servicios, precisamente el que peor
aguanta las cíclicas crisis, se puede decir que nos dejan, económicamente
hablando, en gran debilidad, lo que se nota aún más en situaciones de
excepción, como la reciente crisis del Covid 19. Desde los ya lejanos y que se
han dado en llamar años dorados del azúcar, Granada no ha hecho sino
retroceder hasta ocupar por derecho propio un puesto en la cola de todos los
rankings económicos patrios.
A servidor le da por soñar que
aquella excepcional bonanza económica penibética de finales del XIX y primera
mitad del XX podría algún día volver, y que podría hacerlo otra vez de la mano
de algún cultivo industrial; en mi ensoñación me da por pensar que puede
ocurrir que alguna humilde planta a la que no damos valor, en el futuro y como
por arte de birlibirloque resulte fundamental para la fabricación de algún
artilugio o la obtención de un manjar que se venda como rosquillas, y que sería
cuestión de investigar y experimentar. Pero tampoco puedo olvidar que la Vega se
ha quedado muy estrecha en aras de la especulación salvaje, y que al paso que
vamos, mucho me temo que ese milagro, si éste llegara a ocurrir, no serviría de
mucho porque sólo quedarían unos pocos marjales cultivables.
Murió el maestro Alonso
El 18 de mayo de 1948 moría
en Madrid un paisano ilustre entre los ilustres, uno de los Cien Granadinos del
Siglo XX para el diario Ideal, el compositor Francisco Alonso López, a los 61
años recién cumplidos, de una angina de pecho. Su entierro al día siguiente
hizo una primera parada en el Teatro de la Zarzuela, donde recibió homenaje de
los actores y actrices de Madrid, y después pasó por la sede de la Sociedad
General de Autores, de la que era presidente en el momento de su defunción,
para recibir sepultura en el cementerio de la Almudena acto seguido. En el
sepelio no faltó una corona del Ayuntamiento y una representación de la ciudad
de Granada, y ésta recayó en el presidente del Granada CF, Ricardo Martín
Campos, a la sazón concejal, que acudió comisionado por el alcalde Gallego
Burín aprovechando que en esos momentos se encontraba en la capital cerrando
alguna contratación para su Salón Nacional, y de paso echándole el ojo a algún
posible fichaje rojiblanco para la temporada venidera.
Esa misma tarde estaba
programado el estreno en el teatro Fuencarral del último trabajo del finado,
una obra póstuma: “Un pitillo y mi mujer” era su título, opereta con letra de
Carlos Llopis y música de los maestros Alonso y Montorio, estreno que quedó
aplazado en señal de duelo. Asimismo, hasta cinco obras suyas estaban ese día
en cartel en Madrid en distintos locales, que también suspendieron función por
ese motivo. En nuestra tierra, esa misma noche la única emisora de radio
existente, Radio Granada, de la cadena Ser, le rindió homenaje con la
programación de gran parte de su amplia producción musical.
Había nacido en Granada
en mayo de 1887, en el Paseo del Salón, y después de estudiar música con el
maestro de capilla de la Catedral, Celestino Vila, a los 18 años estrenó en el
Cervantes su primer espectáculo teatral, un sainete titulado “La niña de los
cantares”. Con esa misma edad ganó por oposición la plaza de “músico mayor” de
la banda de Obreros Polvoristas del Fargue, lo que le inspiró su primer
pasodoble “Pólvora sin humo”. Años después fundó y dirigió la Sociedad
Filarmónica Granadina.
En 1911, al disolverse la banda del
Fargue, tomó el camino de los madriles en pos de un triunfo que no tardó
demasiado en llegarle y que alcanzó su máxima expresión a raíz del inmensamente
popular pasodoble de “La Banderita” (Allá por la tierra mora), de su
revista “Las Corsarias”, 1919, un auténtico pasaporte a la fama para Alonso.
Es amplísima su producción musical y
sus biografías coinciden en destacar, aparte de su innato talento musical, la
gran sencillez de sus composiciones, casi todas de resonancias folclóricas
españolas, una música alegre y de fácil melodía que en seguida conectaba con el
gran público. Y en lo personal, destacan también su gran simpatía, lo que sin
duda también le franqueó no pocas puertas (esto para que los granadinos sigamos
autoflagelándonos con el manido tópico).
Compuso más de doscientas obras. Entre
ellas zarzuelas tan famosas como “La Bejarana”, “La calesera” (con la canción
“Yo no quiero querer a chispero”), “La Parranda” (con el cuasi himno oficial de
la comunidad autónoma murciana “Canto a Murcia”). En el género de la revista
también son célebres, aparte de la ya nombrada “Las Corsarias”: “Doña Mariquita
de mi corazón”, “Las Leandras” (con el popularísimo chotis “Pichi, es el chulo
que castiga” y el no menos popular pasodoble “Por la calle de Alcalá”). También
compuso alguna banda sonora, como la de la película biográfica sobre Andrés
Manjón “Forja de almas”. También canciones sueltas, esto es, sin englobar en
una obra mayor, como la conocidísima “Maitetxu mía”, un zortzico. Esto por
citar sólo las más famosas de sus composiciones. Casi todas ellas alcanzaron
enorme popularidad en toda España y en Hispanoamérica, y muchas de las
nombradas siguen sonando y siendo representadas en la actualidad. Cuando le
sorprendió la parca trabajaba en otra composición que dejó inconclusa:
“Estampas Granadinas”.
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