Una escena del Granada 2 Tarragona 1
Victoria ante el Tarragona que deja a tiro los
puestos altos
Después de la derrota en Santander el
siguiente partido era en Los Cármenes frente al Gimnástico de Tarragona, equipo
nuevo por completo en esta plaza. Era un recién ascendido y debutante en la
categoría pero estuvo toda la liga en los puestos de arriba para acabar tercer
clasificado y disputar promoción de ascenso, aunque sin resultado. Ya la visita
del Sabadell había sido día del club, pero la directiva decidió que todos los abonados
debían adquirir un suplemento para ver este partido y, como medio de compensar
de algún modo ese nuevo sablazo a los socios, se estableció un sorteo con los
números de los suplementos cuyos ganadores (dos) serían premiados con un viaje
con todos los gastos pagados a Sevilla, acompañando a la expedición
granadinista en su siguiente desplazamiento, al campo del Betis.
Con
arbitraje de Escartín, que estuvo muy bien, y con una gran entrada en Los Cármenes,
en los prolegómenos González como capitán rojiblanco entregó a su homónimo
catalán un banderín conmemorativo de la primera visita tarraconense a Granada.
Luego se pudo ver un buen partido en lo que se refiere a lucha y emoción, pero
no por juego, del que dicen las crónicas que fue más bien deficiente por ambas
partes. Venció el Granada (2-1) porque fue mejor que un Tarragona que sólo se
ocupó de defender, y en esa tarea tuvo una magnífica actuación el defensa
tarraconense Babot, que años después será convocado para un partido de la
selección absoluta sin llegar a debutar. Marcó sierra de gran disparo en un
golpe franco, empataron los catalanes y faltando diez minutos un nuevo gol de
Zubizarreta, ya el sexto, dio la victoria.
Después de la victoria ante el
Tarragona (nada de Nastic ni mucho menos Gimnastic), la
clasificación en los primeros puestos siguió tan apretada como venía siéndolo,
pero ya sólo faltaban por disputarse siete jornadas. En este grupo único de
segunda formado por 14 clubes, el Sabadell (acabó ascendiendo como líder) sacaba
ya al segundo cinco puntos, y detrás estaban hasta siete equipos con
posibilidades todavía de alcanzar la segunda plaza, que también daba el ascenso
directo, o la tercera, la única que esta temporada daba derecho a promoción. El
Granada estaba en ese grupo, así que todavía tenía muchas posibilidades de
obtener una buena clasificación que le diera opciones de ascenso.
Dos puntos “caninos” en Heliópolis
Para desplazarse a Sevilla para jugar
frente al Betis, jornada 20, volvieron a presentarse dificultades de
alineación. Sosa podía volver a ser alineado una vez cumplida su sanción, pero
el problema gordo se presentaba en el puesto de 7 al estar lesionado Marín y no
tener en realidad un sustituto ya que el otro jugador de la plantilla para ese
puesto, García, no era santo de la devoción de Cholín (tampoco de la afición),
y el que había venido supliendo la ausencia de Marín, Aparicio, también andaba
lesionado. La solución fue adaptar al centrocampista Sierra al extremo derecho,
puesto que en principio no le iba nada a sus características futboleras. Sin
embargo, el experimento fue todo un éxito porque el Granada se trajo los dos
puntos del campo del Betis (1-2) y los dos goles rojiblancos llevaron la firma
de Sierra.
Martí para un difícil balón ante la mirada de
Millán en el Betis 1 Granada 2
A Sevilla viajaron gran número de
granadinos, unos mil se calcula, algunos, muy pocos, en coches particulares, la
mayoría (unos quinientos) en un tren botijo fletado por Educación y Descanso y
en algunos autobuses. Se dejaron notar en Heliópolis animando a los
rojiblancos, en un estadio bético que casi se llenó. El gran partido -una vez
más- del trío de atrás permitió que los dos goles del improvisado extremo
Sierra, al inicio de cada uno de los periodos, no pudieran ser contrarrestados
por los locales. La merecida victoria según las crónicas, todas de periodistas sevillanos
(que coinciden en decir que el Granada fue el mejor equipo que había pasado por
allí esta temporada) ya que tampoco a Sevilla viajó ningún plumilla local,
sirvió para aumentar la cuenta positiva (+4) y avanzar un puesto en la tabla y
colocarse quinto, ya a sólo un punto del segundo (el Tarragona) y del tercero
(Coruña).
El
Betis andaba en esos momentos de capa caída. Después de haber tenido un buen
comienzo de liga, conforme se iba acercando el final de la 45-46 veía acercarse
peligrosamente los puestos fatídicos del descenso, aunque finalmente logró
salvar la categoría no sin apuros. En lo económico también era desastrosa su
situación, por lo que no hacía ni un mes que se había visto obligado a vender
al eterno rival a su mejor elemento, el defensa Antúnez, que años después
alcanzaría la internacionalidad absoluta y que en los 60 entrenaría al Granada
una temporada. Ese traspaso provocó un affaire entre los dos clubes sevillanos
por haberse hecho de forma irregular y al final de esta temporada fue anulado
por la Federación, pero como el Betis necesitaba el dinero fue nuevamente
traspasado al Sevilla.
Bastante
curioso es lo que cuentan los granadinistas a su regreso de Sevilla, y es que
resulta que en el campo del Betis tienen un muy peculiar jugador número 12 que
por lo visto suele “actuar” en todos los partidos caseros. Se trata de un perro
de mediano tamaño que algún espectador suelta y que tiene por costumbre
situarse cerca de la portería contraria y no parar de ladrar y gruñir al
portero que la ocupa, arreciando sus malas pulgas cada vez que la delantera
local ronda sus inmediaciones, consiguiendo así poner nervioso al guardameta
forastero. Dicen que el chucho ya ha sido causa de más de un gol en otros
partidos, y que está tan bien entrenado que no se deja atrapar ni por un
ejército de perseguidores.
Dibujo aparecido en ABC de Sevilla sobre el perro
forofo bético
El Ceuta no fue rival, pero la derrota ante el
Coruña resultó decisiva
El siguiente compromiso liguero fue en Los
Cármenes, con la visita del colista y descolgado Ceuta, que acabó descendiendo
a tercera. Una nueva victoria, 2-0, fue el resultado, pero las crónicas dicen
que fue un partido malísimo de los nuestros, el peor de toda la liga,
soporífero, dice La Prensa, que carga las tintas contra el equipo
visitante, del que comenta que parece estar ya en tercera y sólo salva al
portero Casafont, que jugaba en este equipo cedido por el Granada, y a Lesmes,
que jugará de rojiblanco dos temporadas después. Dicen los plumillas que los
rojiblancos jugaron como si nada les fuera en el envite, con muy pocas ganas, y
que de ser otro el once que tenían enfrente no se habría podido ganar. Sierra
volvió a actuar de extremo derecho.
Con los dos puntos subió el Granada al
cuarto puesto de la tabla, pero todavía un punto por debajo de los puestos de
ascenso y promoción cuando ya sólo faltaban cinco jornadas para terminar la
liga.
Después
de vencer al Ceuta tocaba nuevamente jugar en Los Cármenes, ahora con la visita
de un rival directo, el Coruña, también luchando por los puestos de arriba.
Durante la semana previa se habló de la posible concentración de la plantilla
en el albergue de Educación y Descanso de Sierra Nevada, pero precisamente en
esos momentos se había cerrado el cielo en agua y casi estaba olvidada la
pertinaz sequía, traducida en abundante nieve en las alturas serranas, razón
por la cual se cambió la subida a la Sierra por otra subida menos pronunciada:
a un hotel de la Alhambra.
Este
partido va a resultar clave y marcará más que ningún otro el desenlace de la
liga para el Granada. De haber derrotado al Coruña el Granada habría entrado
por primera vez esta liga en puesto de ascenso directo a falta de jugarse ya
sólo cuatro jornadas y habría tenido todo de cara para recuperar de forma
directa la categoría perdida hacía sólo un año. Incluso el empate habría valido
y habría metido al Granada en promoción de ascenso. Pero lo que ocurrió fue que
los gallegos ganaron y fueron ellos los que pasaron a ocupar el segundo puesto
de la clasificación y se distanciaron ya tres puntos de los rojiblancos,
consiguiendo acabar segundos y ascender.
Los cronistas locales casi no dejan títere
con cabeza entre los granadinistas tras su partido contra el Coruña, sólo
salvan a Millán y González -como siempre- y a Rey, y del resto, en especial de
la delantera, donde Sierra volvió a alinearse de 7, dicen que navegaron toda la
tarde y jugaron sin moral y sin entusiasmo. Capítulo aparte merece el
guardameta Martí, al que le hicieron un gol de verbena, el que suponía la
victoria forastera, cuando apenas quedaban cinco minutos de partido: un despeje
muy largo desde la defensa coruñesa llegó hasta el área local y el bote del
balón superó por alto a un adelantado y mal situado Martí hasta colarse
mansamente en la red. Fernández de Burgos en Ideal dice que el Coruña no hizo
nada del otro mundo pero que la razón de su victoria es precisamente la
diferencia de clase que hay entre Acuña, el mejor coruñés, y Martí, del que
dice que es muy inseguro en cuanto abandona los tres palos para salir a por el
balón y ya le han marcado unos cuantos goles por el estilo.
Del
portero catalán Martí no se puede decir que fuera una nulidad futbolera, al
contrario, abundan las crónicas, sobre todo las forasteras, en las que se
alaban su colocación y sus reflejos, y que lo hacen protagonista en la
obtención de no pocos resultados positivos. Había llegado muy joven al Granada
en la misma temporada del ascenso a primera, es decir, la presente era ya su
quinta como rojiblanco, pero hasta la anterior no había conseguido hacerse con
la titularidad. Como queda dicho, no era un mal guardameta, pero los plumillas
locales en más de una ocasión habían censurado su enfermiza manía de adornarse,
de estar más pendiente de la fotografía que de ser efectivo en sus actuaciones.
Al parecer, más o menos esto fue lo que ocurrió en la jugada del gol por el que
el Coruña se llevó la victoria, que habría llegado por no estar atento al
balón, de otro modo no se explica tan tremendo fallo ante un despeje lejanísimo
y bombeado sobre su área y muy fácil de atajar, y más si se tiene en cuenta que
ningún contrario se hallaba cerca. Sea como fuere, ésta fue su última actuación
como granadinista porque su gran pifia no fue perdonada y a la jornada
siguiente Floro volvió a situarse en la meta granadina y ya jugó los cuatro
partidos que quedaban para finalizar la liga más los cuatro de Copa del
Generalísimo que se disputaron a continuación. Al terminar la temporada Martí
recibió la baja a pesar de que por su edad, 23, todavía le quedaban muchos años
de profesional, años que completó en el Español y posteriormente en el Murcia
para retirarse ya a mediados de los cincuenta en el Jaén.
La
derrota dejaba al Granada a tres puntos del segundo, precisamente el Coruña
(que acabaría ascendiendo acompañando al Sabadell), una distancia ya muy
difícil de neutralizar pues sólo faltaban por jugarse cuatro jornadas, pero no
quedó totalmente eliminado de la lucha por el ascenso ya que seguía estando a
sólo un punto del Tarragona (que fue derrotado en su estadio por el líder
Sabadell), el tercero en la tabla y ocupando el único puesto que daba derecho a
jugar promoción de ascenso.
La foto está tomada en el campo del Betis, pero
estos mismos hombres derrotaron 2-0 al Ceuta a la semana siguiente. De pie:
Rey, Sosa, Millán, Mas, Safont, González y Martí; agachados: Galvany,
Zubizarreta, Trompi y Sierra
Paso atrás en Es Fortí
Dolió bastante la derrota ante el Coruña y
algunos de los protagonistas de la misma quedaron muy tocados, el que más
Martí. Así, para jugar en Mallorca la siguiente jornada, ya la 23, se anuncian
varios cambios: Floro, Portilla y García volverán al equipo en detrimento de
Martí, Zubizarreta y Galvany, pasando Sierra nuevamente a la media. El jueves
partió la expedición hacia tierras baleares con la advertencia previa de la
directiva de que en el caso de repetirse la lastimosa actuación del último
partido serían los futbolistas sancionados económicamente.
En
Mallorca el 10 de marzo, simultáneamente a la gran manifestación de varios
miles de personas que desde la Facultad de Medicina hasta la Catedral se
organizó en Granada para dar la bienvenida al arzobispo Parrado, que venía de
Roma con el cardenalato bajo el brazo, ante un rival directo cosechó el Granada
una nueva derrota, 3-2. Se adelantó en el marcador con gol de Safont, pero los
mallorquines le dieron la vuelta al resultado, el segundo por un penalti injusto
señalado por una mano involuntaria de Millán que además costó la expulsión de
Safont por protestar; posteriormente empató Trompi con otro penalti, pero
cercano al final los locales consiguieron el de la victoria que los metía
también en la lucha por la promoción. Floro fue el granadinista señalado por la
prensa forastera como el mejor rojiblanco.
La
derrota hizo descender al Granada hasta el sexto puesto y casi supuso decir
adiós definitivamente al ascenso directo, ya a cinco puntos cuando sólo
quedaban seis por disputarse, aunque no significó perder toda chance ya que el
tercer puesto, el de promoción, seguía a sólo un punto, pero ahora con la
complicación de haberse metido más equipos en la pomada, hasta ocho,
distanciados en sólo tres puntos, entre ellos el propio Mallorca.
El Salamanca y un gol fantasma
Venía
ahora el Salamanca, de visita a Granada por primera vez en su historia. Era el
equipo castellano-leonés en esos momentos segundo por la cola, sólo el Ceuta
estaba por detrás en la tabla (ambos descendieron). El Granada goleó 4-1 a los
charros, pero a pesar de todo, los escribidores locales se quejan de que el
partido de los rojiblancos fue muy flojo. En realidad, la prensa se había
venido quejando toda la temporada del juego deficiente del Granada en
prácticamente todos los partidos, independientemente de su resultado. En la
crónica de La Prensa califican el partido de los rojiblancos como
pésimo, aburrido, soporífero, anodino, ante un Salamanca que no opuso apenas
resistencia y que tenía que haber sido mucho más goleado todavía, y es que,
dice el periodista que firma como “Seudónimo”, la delantera volvió a fracasar. Dice
también que el Granada acumula muchos años en su equipo titular y que convendría
ir rejuveneciéndolo de cara a la próxima temporada. Lo cierto es que de los
once que vencieron al Salamanca, todos menos Zubi -como lo conoce la prensa- ya
estaban el último año en primera, pero sólo dos, Floro y Marín, superaban los
treinta de edad. No obstante, el reportero salva de la quema al ala derecha,
que volvió a ser la formada por Marín (dos goles) y Trompi (un gol), un ala derecha jamón, como dijo de la
pareja un periodista de Pueblo en sus buenos años de primera, que volvieron por
sus fueros y ofrecieron lo mejor del partido rojiblanco. Los dos puntos
sirvieron para recuperar la cuarta plaza y quedar a un punto del tercero, pero
la desventaja de tres con el segundo dejaba pocas opciones pues ya sólo quedaban
dos jornadas por disputarse.
El viejo
Marín, que reaparecía tras dos meses sin jugar, volvió a brillar y a
reivindicarse como titular después de tantos ensayos infructuosos en el puesto
de 7. A falta de cinco meses para cumplir los 40, Marín volvía a mostrarse como
uno de los mejores futbolistas que vistieron de rojiblanco en toda su historia
y uno de sus fichajes más rentables. En los dos partidos que quedaban para
finalizar la liga y en los cuatro de copa que se jugaron a continuación ya no
abandonó la titularidad, y al concluir la temporada se proclamó segundo máximo
goleador del equipo con siete tantos en los sólo diez partidos de liga que
jugó, empatado con Zubizarreta, fichaje de mitad de temporada, mucho más joven.
De sus cinco temporadas en el Granada, ésta es la del adiós de Luis Marín y la
única de las cinco en que no fue titular indiscutible.
La anécdota del partido fue el gol fantasma
del Salamanca, en un chupinazo de su delantero centro Duque, que dio con mucha
fuerza en una de las barras interiores y salió despedido hacia fuera por un
agujero de la red, por lo que el árbitro Asensi, debutante en Los Cármenes,
dudó unos instantes si concederlo o no.
Otro positivo en La Creu Alta
Después de la victoria ante el Salamanca
faltaban sólo dos partidos para terminar la liga y el Granada seguía teniendo
opciones muy reales de alcanzar la tercera plaza, la de la promoción a primera,
y algo más remotas de poder colocarse segundo, con ascenso directo. Faltaba
viajar a Sabadell, líder y ya ascendido, y terminar en Los Cármenes con la
visita del Jerez. La directiva prometió a la plantilla la totalidad de los derechos
de taquilla del partido de promoción en campo neutral que le correspondieran al
Granada, a repartirse entre ellos, claro es, si es que conseguían clasificarse.
En Sabadell conquistaron los rojiblancos un
punto al empatar sin goles en un gran partido, según las crónicas catalanas,
muy emocionante y disputado. También dicen esas crónicas que el Granada fue el
equipo que mejor imagen dejó de su paso por la Cruz Alta a lo largo de toda la
liga, y todo eso a pesar de que los rojiblancos actuaron mermados porque nada
más empezar el partido se lesionó González y por esa causa la primera parte lo
situó Cholín en el extremo izquierdo para devolverlo a su puesto en la segunda
mitad, pero su rendimiento estuvo por muy por debajo de lo que venía siendo
normal; y no se acabaron ahí las desgracias porque faltando diez minutos para
el final el malparado fue Rey, en un choque violento cabeza con cabeza con su
compañero Sosa que le obligó a retirarse. Sin esos contratiempos, siguen
diciendo las crónicas, seguramente el Granada se habría llevado los dos puntos
porque fue mejor y dominó más que el cuadro local. Rey, que jugó toda la
primera parte en el puesto de González en defensa, fue uno de los rojiblancos
destacados en este partido, pero el tremendo choque con Sosa le produjo una
conmoción cerebral de la que tardó más de cuatro horas en recuperarse.
En Mundo Deportivo se publicó esta foto del
Sabadell 0 Granada 0
Por los pelos
Pese al buen partido granadinista en la
casa del líder y ascendido Sabadell, sólo se pudo conseguir un punto que alejó
toda opción de ascenso directo, conseguido ya matemáticamente en esta penúltima
jornada por el Coruña como subcampeón. Faltaba por decidirse todavía la plaza
de promoción, la tercera de la tabla, y eran hasta cuatro los equipos empatados
a 27 puntos: Granada, Tarragona, Córdoba y R. Sociedad. Quien lo mejor lo tenía
en principio era el Granada ya que recibía en la última jornada la visita del
Jerez, tercero por la cola (acabó descendiendo en promoción) y toda la liga en
los puestos bajos. El Granada estaba obligado a ganar, pero la victoria no le
daba matemáticamente la clasificación para promoción. Un cuádruple empate a
puntos le daba el tercer puesto, también si el empate a puntos era con
cualquiera de los otros tres, y de los posibles triples empates, sólo en una de
las combinaciones se quedaba fuera… que fue precisamente la que acabó dándose.
Los
lesionados en Sabadell pudieron jugar sin problemas y con el único cambio de
Safont, que volvía tras cumplir su sanción, por Zubizarreta, ganó el Granada
por goleada (4-1) sin ningún problema ante el flojo equipo jerezano, y sin
apenas tener que esforzarse; y aún pudo ser mayor el margen pues hasta tres
disparos se estrellaron en los postes.
De
todas las posibles combinaciones en empates a puntos que podía arrojar la
última jornada, que eran siete, en seis salía el Granada promocionista y sólo
en una nos quedábamos fuera. Y ¿qué pasó?, pues eso mismo, que salió la que no.
Por entonces el criterio principal para deshacer empates era distinto al actual
cuando éste se da entre más de dos equipos ya que a lo que primero que se
atendía era al coeficiente de goles a favor y en contra exclusivo de los partidos
jugados entre los empatados, y éste era siempre favorable al Granada excepto en
el caso de triple empate con Tarragona y Córdoba, que favorecía a los
catalanes. De todas maneras, tanto por ese sistema ya desusado como por el
actual, el Granada igualmente hubiera quedado cuarto clasificado y sin derecho
a nada. El Tarragona fue el tercer
clasificado y como tal jugó la promoción (no ascendió) un mes después frente al
Español, clasificado 12º en primera.
Jiménez Real vio así la resolución de la última
jornada 45-46
La derrota de la R. Sociedad (el cuarto de
los empatados a 27 puntos antes de disputarse la última jornada) en Ceuta,
colista y ya descendido, dejó a los vascos fuera de la terna de aspirantes. Por
su parte el Tarragona goleó al Zaragoza. Pero la sorpresa fue la victoria del
Córdoba en el campo de un Betis que se salvó de la promoción por la permanencia
precisamente gracias a la victoria rojiblanca. Es ésta que nos ocupa otra de
esas ocasiones en que los hinchas rojiblancos pensaron en mengues
antigranadinistas confabulados. También hubo desde Granada cierto reproche
hacia los “hermanos” andaluces por no haber echado una mano e incluso no
faltaron quienes quisieron ver falta de honestidad en algunos de los
protagonistas dado que el portero del Betis, el catalán Greus, en dos de los
tres goles que encajó, según la crónica de ABC de Sevilla, «en otras ocasiones los hubiera eludido con facilidad»; asimismo,
catalán era también el árbitro, Vilalta, que dirigió el Betis-Córdoba. Ideal de
3 de abril recoge algunos comentarios entresacados de la crónica del partido
Betis 2 Córdoba 3 del periódico sevillano Lunes, donde dice «El guardameta Greus estuvo muy deficiente en
los dos tantos encajados [en la primera parte], especialmente en el segundo, verdaderamente incomprensible, y el equipo
se vino abajo jugando un segundo tiempo muy desafortunado». Y del referí
Vilalta dice el mismo periódico sevillano que tuvo errores de bulto que
beneficiaron a los visitantes.
Finalmente fuimos a morir en la orilla. A
pesar de la gran irregularidad de la trayectoria rojiblanca en esta su
temporada del reingreso en la segunda categoría, y a pesar de la cortísima
plantilla con que se afrontó la temporada, a punto estuvo el Granada de
clasificarse para promoción y en realidad sólo la mala suerte nos privó del
premio. Finalmente, la derrota casera ante el Coruña fue lo único que separó al
Granada de las mieles del triunfo; un empate en aquel partido hubiera dado al
menos la promoción.
CALLEJEANDO
La autarquía y el aislamiento
A mediados de los cuarenta las escaseces de
todo tipo propias de la posguerra seguían mortificando a la población española
con la misma virulencia que en los primeros años de la década. El reciente
final de la Segunda Guerra Mundial, lejos de aliviar algo la situación no hizo
sino empeorarla. En su día, la posición de neutralidad en la I Guerra Mundial
favoreció bastante la economía española, pero en la II GM no se puede decir que
España, es decir, Franco, permaneciera neutral, por más que intentara dar a su
régimen un lavado de cara cuando vio que la derrota de los amigos era
inevitable. Por eso mismo, a su término, los vencedores tenían motivos para
considerar enemiga a España y decidieron castigarla, y si bien toleraron el
régimen del general no deponiéndolo manu militari, vetaron expresamente
que nuestro país fuera admitido en la recién creada ONU o en alguno de los
organismos internacionales nacidos a su amparo hasta tanto no se instaurara en
España un gobierno democrático. Incluso aconsejaron a sus socios la retirada de
sus embajadores en Madrid, aunque este gesto no implicara la ruptura de
relaciones diplomáticas.
La “Cuestión Española” ya había sido tratada en las
Conferencias de Potsdam y San Francisco, en la primavera-verano de 1945, con
resultados nada satisfactorios para el régimen del general Franco. Y fue el 9
de febrero de 1946 cuando la asamblea de la ONU, sin ningún voto en contra,
aprobó una moción condenando el régimen del general Franco y vetó oficialmente
el ingreso de España por considerarla un estado fascista surgido gracias al
apoyo de los países del Eje.
Franco y Hitler en
Hendaya
Todo repercutió en un estrangulamiento aún
mayor de la ya de por sí estrangulada economía española, todavía recuperándose
de los estragos de nuestra guerra y capitidisminuida por la demencial política
autárquica del franquismo de primera hora. Y es que el Caudillo sabía de todo
lo divino y lo humano. Sabía hasta de economía y afirmaba sin pudor que de la
experiencia autárquica española copiarían hasta los gráficos que en la ciencia
económica explican las leyes de la oferta y la demanda, que modificarían
algunos de sus dogmas cuando vieran lo bien que iba a funcionar todo gracias a
su férreo control de precios y mercados, mucho más beneficioso para el país que
el nefasto liberalismo, causante del desastre español del XIX.
Pero gobernar el país como si fuera un
cuartel, también en los aspectos macroeconómicos, sólo podía dar para lo que
daba y que sufrían en propias carnes los españoles de a pie, y más que ninguno
los de alpargata y telarañas en los bolsillos: hambre, miseria, enfermedades… y
estraperlo, el mercado negro al que iban a parar no pocos productos de primera
necesidad saltándose todas las limitaciones de precios y cupos y
desabasteciendo de paso amplias capas sociales. La cruda realidad era que los
precios se empecinaban en ser indisciplinados
y subirse a la parra por más medidas que desde el poder se adoptaran para
meterlos en vereda, y además éstos nunca se han dejado atrapar y enchironar por
muy desafectos al Régimen que se mostraran. La tozuda realidad era que España
estaba muy lejos de poderse abastecer por sus propios recursos sin tener que
recurrir a las importaciones: subdesarrollada científica y tecnológicamente,
con un alto nivel de analfabetismo, sin apenas materias primas, sin apenas
recursos energéticos y con sus infraestructuras de transporte hechas cisco. Y
para colmo, la pertinaz sequía
también confabulada en contra, provocando año tras año cosechas raquíticas.
Para cuando Franco se convenció de que la autarquía sólo llevaba a aumentar aún
más la ruina que era el país, ya había transcurrido toda una década, la de los
cuarenta, los años del hambre por antonomasia para todos los que tuvieron la
mala suerte de sufrirlos en sus propios tractos digestivos.
España
se puede decir que ya vivía aislada desde hacía varios años, pero si a la
desastrosa política económica se suma la enemiga de las potencias mundiales y
por eso mismo España queda excluida de los organismos internacionales y de sus
acuerdos de política monetaria y financiera y, como consecuencia, a pesar de
haberse espercojao bien el pueblo y
de que a sus moradores los hayan disfrazado de andaluces, Mr. Marshall va y
pasa de largo, como pasó, el resultado es un aislamiento todavía más grande y
con él el empeoramiento de las ya muy precarias condiciones de vida del
españolito medio.
Para más inri, a finales del mismo mes de
febrero de 1946 una nueva vuelta de tuerca viene a dejar todavía más aislada a
España al decidir los franceses cerrar a cal y canto todas sus fronteras
terrestres, aéreas y marítimas con nuestro país e impedir cualquier tipo de tráfico.
Hasta 1948 duró el cierre de fronteras. Una drástica medida desencadenada por
la reciente ejecución por el régimen franquista de Cristino García y nueve
maquis más, de aquellos que habían cruzado los Pirineos tras la liberación de
Francia. El asturiano Cristino García es considerado todavía en la actualidad
un héroe nacional de Francia y su nombre está en el callejero de varias
ciudades galas, y fue en su día condecorado por el gobierno francés (que
intercedió por él infructuosamente ante Franco) por haberse distinguido
luchando en la Resistencia contra el ejército alemán de ocupación.
Estraperlo al por menor por las esquinas
Una manifestación espontánea
Los diarios granadinos (como los del resto
de España) de 10 de febrero de 1946 nada dicen del importante acuerdo de la ONU
adoptado el día anterior y por el cual se condenaba al ostracismo al régimen de
Franco. Tampoco los de los días siguientes tratan de la cuestión, aunque sí que
informan de grandes manifestaciones por toda la Piel de Toro de adhesión al
Caudillo en estos momentos en que se
recrudece la campaña exterior contra España.
En Granada el 20 de febrero se organizó una
gran manifestación callejera “espontánea” iniciada por universitarios y a la
que en seguida se sumó el comercio, para reiterar públicamente la adhesión
de la población granadina al Jefe del Estado, informa Ideal, y para
protestar contra la campaña de difamación de España en el extranjero, promovida
por el comunismo internacional. Unas cinco mil personas llevando un gran
retrato enmarcado de Franco en cabeza y con gritos de ¡Franco sí, comunismo
no!, partiendo de la plaza de la Universidad se dirigieron hacia la
facultad de Medicina y desde allí enfilaron camino de la entonces avenida de
Calvo Sotelo y Gran Vía, con parada ante el palacete del Gobierno Civil, donde
se cantó reiteradamente el Cara al Sol y demás himnos y donde nadie salió a
saludarlos ni arengarlos porque el gobernador Fontana estaba ausente, en uno de
sus muy frecuentes viajes a Madrid. La siguiente parada fue ante el
Ayuntamiento, y de ahí a la casa de Falange, en la plaza del Campillo, con más
himnos patrióticos, donde fueron los manifestantes arengados por el subjefe
provincial del Movimiento, Fernando Estella Doval. Continuó después la
manifestación por la calle San Matías hasta Capitanía con salida al exterior
para saludar del Capitán General de la IX Región Militar, general Vicente
Lafuente Baleztena (el mismo del que se cuenta algún episodio de la Guerra
Civil en León, con el abuelo de Rodríguez Zapatero como víctima) y nuevos
cánticos y gritos de consignas.
La manifestación continuó después su camino
hasta la Universidad, donde se disolvió sin ningún tipo de incidente al filo
del mediodía. Pero a un puñado de vociferantes valentones aquello les había
sabido a poco y, calientes como estaban después del baño de patriotismo
azul mahón (y de los varios chatos trasegados), decidieron llevar también las
muestras de apoyo al Caudillo a “territorio hostil”, por lo que un grupo de
echaos p'alante enfiló la Calderería hacia arriba y continuó con sus gritos y
sus banderas por las estrechas calles albaicineras. La mayoría, granadinos de
nacimiento, era la primera vez y posiblemente también la última que ponía un
pie en el barrio obrero y principalmente anarquista de la Granada de la
República. Al principio serían unos centenares, pero, entre las cuestas, los
resbalones en el empedrado, las caídas, los recovecos y las paradas en las tabernas
albaicineras, cada vez se iban descolgando más efectivos. Entre los promotores
de aquella insólita manifestación en fila india, que cada vez se iba pareciendo
más a un Día de la Cruz moderno, pero sin sevillanas, no faltaban los que iban
prestos y dispuestos para convencer disidentes con la dialéctica de
los puños y las pistolas a la menor muestra de desafección, pero lo que
ocurrió fue que los albaicineros siguieron a lo suyo y nada quisieron saber de
estas querellas de señoritos ociosos buscando gresca, y no hubo lugar a
episodio alguno que lamentar. Así me lo contó hace años desde detrás de su
mostrador de madera un tabernero de la cuesta de San Gregorio, testigo
presencial de aquella rara demostración de patriotismo que terminó en juerga
por las tascas del Albaicín, por entonces muy abundantes al ser el barrio más
poblado de la ciudad.
Aparte, en Granada como en el resto del
país, durante todo el mes de marzo los periódicos publicaron numerosísimos
reportajes e informaciones “verídicas” acerca de la “escrupulosa” neutralidad
observada por España a lo largo de todo el conflicto mundial, y se repitieron
las manifestaciones de próceres locales condenando la injerencia extranjera en
los asuntos internos de España, dirigida por el comunismo internacional,
e incluso hubo una recogida de firmas de adhesión al Jefe del Estado en la misma
puerta del Ayuntamiento.
Manifestación de universitarios granadinos
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