Una fecha histórica:
28/09/1941
El Granada CF quería que su estreno en primera tuviera lugar un lunes, el
29 de septiembre, San Miguel, fiesta local, y con bastante antelación la
directiva rojiblanca hizo las gestiones pertinentes para evitar que coincidiera
con la procesión de la Virgen de las Angustias, pero parece ser que no
surtieron efecto esas gestiones. Así, el domingo 28 de septiembre de 1941, a
las tres para que hubiera tiempo más que suficiente de acudir a la procesión,
en una tarde ventosa y nublada, el Granada CF debutaba en el Campeonato de Liga
de Primera División. Floro; Millán, González; Maside, Bonet, Sierra; Marín,
Trompi, Cholín, César y Liz vistieron de rojiblanco. Sólo eran novedades en esa
alineación Sierra y Marín. El rival, el Celta de Vigo, jugó con: Bermúdez;
Cons, Deva (el mismo que con Euskalduna en el Sevilla de antes de la guerra formara
la que el siempre vehemente y combativo Martinenc denominara trinchera salvaje); Alvarito (ex
recreativista de la 35-36), Fuentes, Sabina; Venancio, Carletes, Del Pino,
Agustín y Roig. Con Los Cármenes a rebosar y bajo la dirección del prestigioso
árbitro internacional Ramón Melcón, el Granada en su debut primerdivisionista
sólo pudo empatar a un gol, marcado por César en remate de cabeza en el
undécimo saque de esquina que lanzaba el Granada, servido por Liz.
Según Hoja del
Lunes de La Coruña, el juego en general fue de escasa calidad, y el Granada
adoleció de falta de ligazón entre sus líneas y de entrenamiento, y añade que
desentonaron el medio centro (Bonet), «un coladero», y el portero (Floro), muy
mal e inseguro «hasta el extremo de escapársele el balón varias veces de las
manos»; lo mejor César y los dos debutantes, Marín y Sierra.
En Marca todavía no se han enterado del cambio de nombre del equipo |
Para Cirre en
Patria, «Ni llovió, ni hizo sol, ni vimos buen fútbol». Según el plumilla
adscrito a los deportes tras la marcha de Zubeldia, lo poco que se vio, fases
aisladas, momentos relámpago, obedeció más a acciones individuales que a juego
de conjunto, y el público, que abarrotaba Los Cármenes, se aburrió bastante.
Coincide Cirre con el cronista gallego en lo que se refiere a destacados y
desafortunados, pero añade que lo mejor del Granada fue la pareja
Millán-González.
También
Fernández de Burgos para Ideal coincide en destacados y maletas. Dice que el
fuerte viento impidió a los dos equipos realizar un juego preciso e incide en
que el Granada está falto de forma y acoplamiento, y que la directiva iniciará
de inmediato gestiones para reforzar el equipo. Según Fernández de Burgos, no
tenemos un once para aspirar a los primeros puestos, pero con unos ligeros
retoques y una mayor compenetración podemos hacer un papel discreto.
Fue una tarde
de estrenos, el propio Granada CF, su estadio y la mayoría de sus jugadores se
estrenaban como primerdivisionistas. Menos de diez años habían trascurrido
desde el que es para la historia el primer partido oficial de nuestro equipo,
el que se jugó (y se ganó 1-2) en Jaén, en el campo de Peñamefécit el 6 de
diciembre de 1931. En aquella lejana fecha de 1931 la categoría del club era 3ª
Regional, el último escalón del fútbol federado. Menos de diez años después
disfrutábamos de la máxima categoría. Es desde luego algo digno de alabar y motivo
de orgullo para el granadinismo.
Caso Bachiller
Como se ha
visto, en la alineación granadinista debutante en Primera División faltaba el
fino y científico interior izquierda nacido
en Buenos Aires Cesáreo Bachiller, uno de los jugadores más importantes de la
plantilla y básico en el equipo que consiguió el ascenso, formando junto a Liz
una sensacional ala izquierda. Y es que a estas alturas todavía no había
renovado ni se había incorporado a los entrenamientos, por lo que a menos de
una semana para el comienzo de la liga, la directiva lo declaró en rebeldía. El
Madrid quería ficharlo, se decía, de ahí su negativa a renovar. El Granada
estaba dispuesto a dejarlo salir a cambio de la cesión del madridista Sabino
Barinaga, que en esos momentos era un prometedor delantero de 19 años. Pero pocas
semanas después se desmentía lo que no había pasado de la categoría de rumor y se
podía leer en la prensa que el Madrid ni estaba interesado en Bachiller ni
mucho menos quería desprenderse de Barinaga.
Bachiller
finalmente acabó renovando para una temporada más, pero lo hizo con la
condición de obtener la libertad al terminar la 41-42. Cuando la renovación se
produjo ya se habían disputado las dos primeras jornadas de liga, y a partir de
la jornada tres fue titular indiscutible y sólo se perdió los dos últimos
partidos oficiales de la temporada, los de la eliminatoria copera frente al Valencia.
Bachiller acabaría militando en el Real Madrid, pero esto fue dos temporadas
después, en la 43-44, y sólo vistió de blanco en algún partido amistoso.
Críticas a César
Las jornadas
segunda y tercera trajeron sendas derrotas, pero las dos eran previsibles por
ser contra rivales grandes: en
Chamartín (5-2) y en Los Cármenes, 1-2 frente al Valencia, y dejaron al Granada
tercero por la cola. En la cuarta se produce el primer resultado positivo a
domicilio de la máxima categoría y el segundo punto cosechado, al empatar a un
gol en Atocha. Floro fue en esta ocasión la gran figura y responsable directo
del positivo alcanzado, y con él la pareja defensiva Millán-González.
Lo
que más llama la atención es la crítica feroz que para los plumillas locales merece
César y de rebote Paco Bru, que le hace decir a Cirre (que viajó con el equipo
a San Sebastián) que seguimos sin delantero centro que dé profundidad y abra
brecha, y que debía haber jugado Fernández (sólo se alineará en un partido en
toda la temporada, y de medio izquierdo). Según Cirre, César perdió dos goles
hechos. Fernández de Burgos (que no viajó pero siguió el partido por la radio),
en Ideal, insinúa que César no lleva una vida de deportista y que el club debe
tomar medidas con multas o reclusiones o por los procedimientos que sean. Y
todo esto a pesar de que el gol del empate fue obra del propio César, su tercer
gol en los cuatro partidos disputados hasta el momento.
César versión López Sancho y en un cromo de colección donde aparece de blanquiazul |
Reservas y amateur
Mientras el
primer once jugaba en San Sebastián, en Los Cármenes se enfrentaba una
selección de modestos granadinos con el equipo reserva del Granada, integrado
por los no habituales en el equipo titular junto con otros del equipo amateur,
filial que preparaba Enrique Juristo. La intención era captar a algún elemento
interesante. Con arbitraje de Eloy Díaz jugaron por la selección de modestos:
Sánchez; Notriles, Herranz; Abaijón, Juanele, Gómez; Quesada, Lazcano,
Miguelín, Sevilla y Vigras. Y por el reserva: Sierra (alias Melenas); Rivero, Benítez; Linares,
Donaire, Fattore; Gárate, Marqués, Moleón, Muñoz y Pareja. El reserva ganó 11-0. Ninguno de los que integraban la
selección de modestos llegó a fichar, pero hay en esa formación un jugador que
había militado en el Recreativo años 30, el Once
Fantasma: Herranz.
Un homenaje y una
apuesta
Como la quinta
jornada tocaba jugarla nuevamente a domicilio, en Madrid ante el Atlético
Aviación, la expedición rojiblanca no volvió a Granada desde San Sebastián, un viaje
que por las maltrechas infraestructuras ferroviarias de la época duraba más de
un día, y se quedó en Donosti hasta el miércoles antes del partido en la
capital, utilizando el campo de Atocha para sus entrenamientos. Aprovechando
esa estancia en tierras vascas, el martes fueron nuestros jugadores y
entrenador homenajeados por el Orfeón Donostiarra, en correspondencia por el
magnífico trato recibido del pueblo granadino cuando estuvieron en Granada
hacía algo más de un año, en las fiestas del Corpus 1940. Al acto asistieron el
alcalde de San Sebastián con algunos concejales y una representación de la Real
Sociedad.
Durante los
varios días de estancia en San Sebastián nuestros futbolistas mataban el tiempo
de mil maneras: paseos por La Concha, excursiones al monte Igueldo, partidas de
dominó y también con otros pasatiempos que dieron lugar a la curiosa anécdota
que cuenta José Cirre en Patria. Por lo visto en la bella Easo era una diversión nocturna de la época entre la gente
joven desafiarse de dos en dos y apostar una cantidad de dinero a cruzar con
los ojos vendados la estrecha acera del puente del Kursaal sobre el río Urumea
sin tropezar a derecha ni izquierda con las barandillas. Resulta que González
aceptó el desafío y allá que se fue derecho y sin rozar baranda alguna a lo
largo de los 120 metros que mide el característico puente donostiarra de
farolas art decó, cosa que su oponente no consiguió, así que ganó la apuesta
dejando a todos sorprendidos pues esa noche nadie lo había logrado. Pero para
sorpresa -y grande- la del defensa granadinista cuando una vez terminada la
prueba descubrió que su rival era ni más ni menos que Paulino Uzcudun. Ante
semejante ídolo y leyenda viva del boxeo español, varias veces campeón europeo
de los pesos pesados, aunque ya estaba retirado (desde que en 1935 lo dejara KO
por única vez en toda su carrera el mismísimo Joe Louis en el Madison Square
Garden), González, anonadado, rehusó cobrar la apuesta ganada, pero sí que le
dio a conocer el método que había seguido para conseguir el éxito, guiándose
por el sonido del agua.
Paulino Uzcudun
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Gojenuri…
En la quinta
jornada caen los nuestros derrotados 3-0 en Vallecas frente al todopoderoso At.
Aviación. Nadie se rasga las vestiduras porque esa derrota ante el campeón de
las dos ligas anteriores era del todo previsible. Pero hay no obstante grandes
objeciones a la actuación del árbitro de aquel partido, el guipuzcoano
Gojenuri.
Era
la primera vez que este referí se cruzaba en el camino del Granada. Después de
este partido en Madrid nuestro equipo volvería a tropezarse con él en distintas
ocasiones con mayor o menor fortuna, pero por Granada sólo apareció en una
ocasión en toda su carrera arbitral este ya veterano trencilla, una especie de
Guruceta de los 40. Fue seis años después y con los rojiblancos ya en Segunda
División (en aquellos años los árbitros actuaban en las dos primeras categorías
indistintamente). En Los Cármenes frente al Castellón en el primer partido de
la 47-48, este Gojenuri de mal recuerdo protagonizará uno de los escándalos
arbitrales más sonados que se recuerdan en nuestra tierra.
José María Gojenuri Eguiluz, un árbitro poco amigo del Granada |
En el primer
tropiezo con Gojenuri la prensa granadina lo acusa de favorecer descaradamente
a los de casa, de expulsar por que sí a Sierra y de permitir el juego
excesivamente duro y marrullero del ariete aviador Fernández, que lesionó a
Floro y a González. No obstante, Floro volvió a ser el héroe rojiblanco en
Vallecas (el Metropolitano todavía estaba siendo reparado de los muchísimos
destrozos que sufrió durante la guerra al estar en primera línea de fuego) y de
él dice Cirre que es mucho mejor que el mítico Tabales, guardameta del Once Fantasma, el Recreativo de los años
treinta, y que jugó ese partido como titular que era en esos momentos del At.
Aviación.
Sigue la reforma urbana
En el apartado ciudadano, en Granada
continúan muy avanzados los numerosos trabajos de reforma urbana que se llevan
a cabo en Puerta Real y el Embovedado, lugares casi intransitables mientras se
lleva a cabo la demolición de la infecta Manigua (como la denomina Ideal),
donde se empieza a vislumbrar la nueva calle, todavía sin nombre, y se rebaja
en más de un metro la zona central de la bóveda del río Darro, la famosa y fea
joroba que hacía que desde la Acera del Casino a la del Darro los transeúntes
sólo se vieran las cabezas. También se procede al ensanche de la calle Fray
Luis de Granada, comunicándola con la plaza de los Campos buscando dar una
salida fluida al barrio del Realejo.
Con estas
reformas ha aparecido en pleno centro del Embovedado una rotonda que genera
todo tipo de comentarios y especulaciones y a Miranda le da pie para uno de sus
famosos chistes. Sobre esa rotonda se levantará a partir de febrero de 1942 la
fuente de las Batallas, otra de las fuentes granadinas viajeras, trasladada
desde su emplazamiento entre los paseos del Salón y de la Bomba. También se
llevan a cabo obras para traer por fin a toda la ciudad el agua corriente y el
alcantarillado.
El Aceyte Yngles
Aparte del
piojo verde, transmisor del terrible tabardillo o tifus exantemático, otros
piojos preocupaban también a la población en aquellos años de cochambre, aunque
éstos, que se sepa, no causaban la muerte pero sí unos muy inconvenientes y
contradictorios -por impúdicos- picores en las que por definición se conocen
como partes pudendas. En este caso no se puede hablar de epidemia pero sí de
mil y una incomodidades que los
contagios por vía venérea causaban al paisanaje.
En
Granada había censados más de ochenta prostíbulos a principios de los años
cuarenta. Porque la España del nacionalcatolicismo a pesar de la estricta moral
que imponía a sus súbditos practicaba la tolerancia en esta cuestión y hasta
llegó a establecer una estadística de “descarriadas”. En estos templos del pecado se calculaba que
podían desenvolverse cerca del millar de trabajadoras del sexo (“productoras”
habría que llamarlas utilizando la terminología del Régimen), aunque en esa
cifra no se incluían las mujeres que, empujadas por la necesidad y como única
salida, ejercían la profesión de tapadillo o por libre o de forma esporádica,
ni las menores de edad, que elevarían considerablemente ese número total. La
falta generalizada de higiene y de medios preventivos hacía que abundaran las
enfermedades de transmisión sexual.
Una
de esas enfermedades llamadas secretas,
la que provocaba el inconveniente bichillo phthirus
pubis, vulgo ladilla o piojo del pubis, podía combatirse con el Aceyte Yngles, así, con esa grafía, una
loción antiparasitaria y aliviadora de los terribles picores que a todas horas
padecían los infestados, que se anunciaba en todos los diarios nacionales y que
era un invento granadino. El producto se publicitaba usando distintos eslóganes
y entre ellos uno que hizo especial fortuna en toda España y llegó a ser
tremendamente popular: «Aceyte Yngles, todos saben para lo que es». Es creencia generalizada que el
eslogan nació en estos años cuarenta, unos años en que determinadas cosas no se
podían nombrar por su nombre y había que recurrir a los circunloquios y la
insinuación, sin embargo el pareado es muy anterior y ya se usaba en los
tiempos de la República.
Todo hace
indicar que, precisamente su gran popularidad y ese sobrentendido de tonos
sicalípticos, trajeron la intervención de la omnipresente censura y que ésta
obligó a sus fabricantes a suprimir un eslogan de tantísimo éxito. Así que
desde mediados de 1942 desaparecerá de la publicidad aquello de “…todos saben
para lo que es” y ya sólo encontraremos
el único eslogan que sobrevivió, el de «… ¡parásito que toca… muerto es!», también muy conocido y que llegó
incluso hasta los años setenta. Sin embargo esa misma sacrosanta censura
no tuvo inconveniente en seguir autorizando el diseño del rótulo de la marca
comercial, de claras connotaciones sexuales, que cambia las íes latinas por
griegas y obvia la tilde de la palabra inglés
para que no quede lugar a la duda.
El famosísimo
Aceyte Yngles, otro icono de los terribles años de posguerra, lo fabricaba y
distribuía una empresa granadina, Laboratorios Hazul, radicada en el Cerrillo
de Maracena, que también fabricaba otro remedio muy popular por entonces y
bastantes años después, el Bálsamo Hazul,
un ungüento para las enfermedades de la piel y las quemaduras.
Publicidad en los periódicos del popular Aceyte Yngles |
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