Vista aérea de Los Cármenes a principios de los cuarenta |
Desde el
Corpus de 1936 en que como parte de los festejos organizados para las fiestas
mayores granadinas había disputado el Recreativo dos partidos amistosos, ambos frente al
Sevilla, no había vuelto a jugar partido alguno, con excepción del celebrado en
plena Guerra Civil contra un combinado de la zona franquista en el que actuó
un equipo improvisado bajo la denominación de Recreativo Granada. Tres años y
tres meses después, el 8 de septiembre de 1939, vuelve el Recreativo a ponerse
en danza en un amistoso en Baeza que ganó al club local por 1-2. Jugaron:
Martínez; Leoncio, Millán; Cepillo, Abril, Zubeldia; Juanele Castillo, Herranz,
Bombillar, Jesús y Aguileño. Con los que habían respondido al anuncio del club
en la prensa, a mediados de agosto, se pudo improvisar este once en el que
todos eran granadinos excepto el portero Martínez y el interior izquierda Jesús
Hernández, madrileños recién fichados. Los demás ya habían pertenecido al Recreativo,
aunque algunos como Cepillo, Leoncio y Millán sólo habían jugado con el segundo
equipo. Dos días después hubo repetición del amistoso y los mismos
recreativistas en esta ocasión empataron a un gol.
El Regional.
Con sólo los
dos amistosos en Baeza como toda preparación, una semana después, el domingo 17
de septiembre, comenzó a rodar el balón en serio, con la disputa de la primera
jornada del campeonato regional andaluz que organizaba la Federación Sur.
Participaban los equipos andaluces de Primera (Betis y Sevilla) y de Segunda
(Recreativo, Cádiz, Racing de Córdoba, Malacitano, Onuba y Jerez). Dirigidos
por Antonio Bombillar como entrenador-jugador,
la alineación del Recreativo fue prácticamente la misma de Baeza, pero
el debut fue bastante malo y el Cádiz venció en Los Cármenes 1-4. Las dos
siguientes jornadas depararon sendas derrotas a domicilio, en Córdoba (2-0) y
en el campo del Betis (4-0).
La derrota
ante el Cádiz (con el que venían Camilo Liz y Antonio Benítez, futuros
granadinistas), enfrió bastante el buen ambiente que se vivía y provocó en la
prensa comentarios como los de Fernández de Burgos, que dice que excepto
Aguileño, Millán y alguno más, el resto no tiene categoría para jugar en el
Recreativo y que «a quién podemos reclamar de que los futbolistas granadinos
sean muy malos». Así que después de la tercera jornada y a la vista del
farolillo rojo que ocupa el Recreativo, con sólo un gol materializado y diez
encajados, aunque no hay un duro se impone reforzar una plantilla que está
claro que no da la talla. Por eso, en la cuarta jornada del Regional presenta
el Recreativo una alineación muy renovada en la que debutan los recientes
fichajes del portero Corona, el veterano defensa Patricio y los delanteros
Fernández, del Antequerano, y Nin, del Elche. Aunque el juego mejoró no lo hizo
el resultado y una nueva derrota, 3-2 en el campo de Baños del Carmen ante el
Malacitano (los tres goles malagueños de Calderón, ídolo de anteguerra del
recreativismo), fue lo obtenido. Hasta la jornada seis no llegó la primera
victoria, 0-3 en Huelva, que sirvió para abandonar el farolillo rojo. Antes se
había cosechado una nueva derrota, ésta en Los Cármenes ante el Sevilla (2-3).
Aguileño, Juanele Castillo y Calderón, futbolistas del Recreativo de antes de la guerra. Los dos primeros volvieron a la disciplina del Recreativo y el tercero fichó por el Malacitano |
Mal resultado en el
Regional.
Nuevas
incorporaciones se produjeron a mitad del regional, un portero, el sevillano
Valencia, y el reingreso de Torquemada, otro de los profesionales de antes de
la guerra. Además vinieron otros que llegaron a alinearse en unos pocos partidos:
Ramonchu, Pombo, Moreno, más otro que volvía, Osorio IV. También ficharon
algunos llamados a pertenecer a nuestro equipo gran número de temporadas, como
el recluta canario Sosa (Valentín Jorge Sosa, Sosa II), que lo hizo por una
gabardina más el sueldo.
El Recreativo que derrotó 4-0 al Rácing de Córdoba en la jornada 12 del Campeonato Regional Andaluz |
Entre
tantos nuevos merece destacarse un madrileño que iba a quedarse en Granada para
siempre, José Manuel González López, González para el fútbol, que llegó a
alinearse en las cuatro jornadas finales del campeonato regional.
De esta
manera el once titular, que empezó siendo netamente granadino, conforme
avanzaba el campeonato cada vez lo era menos. Pero a pesar de las constantes
llegadas de nuevos futbolistas, el papel del Recreativo en el Regional andaluz
fue bastante malo, tercero por la cola. Sólo pudimos ganarle al Onuba (en la
ida y en la vuelta) y al Racing de Córdoba en Los Cármenes, y nunca se
consiguió abandonar los tres últimos puestos. Lo más doloroso fue el 7-0
sufrido en el campo del Sevilla.
La victoria.
La ciudad de
Granada permaneció durante los tres años que duró la Guerra Civil siempre
“leal” al bando vencedor, y al no tratarse de un centro de gran importancia
estratégica, ni en lo militar ni en lo económico, no fue excesivo el
sufrimiento que hubo de padecer su población a lo largo de esos tres años en
comparación con lo que tuvieron que pasar otras ciudades españolas.
Excepción
hecha de la feroz represión que desde el primer día impusieron los militares
sublevados sobre los izquierdistas locales y también de las escaseces de
productos de primera necesidad, consecuencia lógica de todo conflicto bélico, y
aparte de los sobresaltos del cerco de primera hora a que se vio sometida la
ciudad y de algunos –muy pocos- bombardeos de la aviación republicana, se puede
decir que la guerra apenas se dejó sentir en Granada. Pero eso no quiere decir
que no se celebrara con gran alegría el final de la guerra, decretado
oficialmente el 1º de abril de 1939.
Efectivamente,
la guerra terminó en esa fecha, pero lo que vino a continuación fue la
larguísima y terrible posguerra, la victoria,
que más que parecerse a la paz que todos deseaban y significar la conciliación
de los que habían sido enemigos, fue una continuación de la situación anterior
y en muchos aspectos no hizo sino empeorarla.
González, primero de pie por la izquierda, recién llegado a Granada se fotografía en el Triunfo con Jesús Osorio,Nin y el portero Valencia, que aparece sentado en una silla de anea |
El ocio tras la
tragedia.
En el verano
de 1939 la ciudad de Granada, como el Recreativo, poco a poco quiere volver a
la normalidad después de tres años de incertidumbres y provisionalidad. Una
Granada en la que la autarquía hace volver a su rica vega cultivos abandonados
hacía tiempo, como el cáñamo y el lino, junto a los más productivos tabaco y
remolacha, y en la que la prensa informa a diario de detenciones de
estraperlistas. Una Granada en la que se acaba de terminar el cubrimiento del
Darro desde el puente de Castañeda hasta su desembocadura y pronto empezarán
las obras del nuevo Embovedado que termine con la fea joroba que impide a los
transeúntes de una acera verse con los de la de enfrente. Una Granada en la que
aparte de los cafés y tabernas sólo tiene como ofertas de ocio el teatro
Cervantes, el Salón Nacional (antiguo cine Regio) y el Coliseo Olympia, aunque
mientras dure el verano también disponen los granadinos del cine Palermo,
instalado en Acera del Casino, en el solar del desaparecido Casino Cultural,
derruido al arder por completo en agosto de 1932, como resultado de los sucesos
que desencadenó la Sanjurjada.
En el Salón Nacional (propiedad de Ricardo Martín
Flores, padre del presidente del Recreativo, Ricardo Martín Campos), por dos
reales en butaca de patio y la mitad en gallinero, ponen en agosto de 1939 (Año de la Victoria, dice el anuncio en
prensa) una del Oeste, Deuda de Sangre,
de Tom Tyler, que acaba de sustituir en cartelera a otra también de pistoleros,
Donde la Ley no existe…, de Richard
Dix. El Olympia es algo más caro, una peseta en patio y la mitad, dos reales o
50 céntimos en general, y ponen una del Gordo y el Flaco, Un par de gitanos. Además de ese plato fuerte, el Coliseo Olympia
(en la Gran Vía, una de las singulares construcciones debidas al arquitecto que
también fuera presidente del Recreativo, Matías Fernández-Fígares, y que fue
demolido a finales de los sesenta) anuncia dentro de programa y por el mismo
precio, un interesante documental de Novedades
UFA, que era algo así como el No-Do, al que le faltaban todavía tres años
para ir de aperitivo en todos los locales de la piel de toro, y que producía y
distribuía el Dr. Goebbels, ministro de propaganda de la Alemania nazi, por lo
que en lugar de aparecer Franco inaugurando pantanos o pescando salmones el que
aparecía cada dos por tres en los reportajes era el führer, bigotillo incluido.
La propaganda nazi de la UFA se solía alternar con los noticieros de la Fox,
éstos de producción norteamericana y de contenidos varios no propagandísticos.
También
había cine al fresquito, en el Palermo, más o menos donde hoy está el teatro
Isabel la Católica, cine de verano que por 1,20 ptas. (señoras y niños la
mitad) exhibía un musical de George Raft, La
danza de los ricos.
Tres ilustraciones que firma "ac" y que acompañaban el reportaje de Cirre |
Fantasmas del Albaicín.
Mientras se
disputaba el Regional andaluz pero al margen de lo futbolero, en el mes de
octubre de 1939 eran detenidos Custodio Jiménez Ruiz y Josefa Linares
Perandrés. ¿Qué por qué los habían detenido?, pues por echarse por encima una
sábana y apostarse en alguna esquina albaicinera, con preferencia por las zonas
de plaza Larga y calles del Agua y Panaderos, dedicándose a asustar (por broma,
según los “espectros”) a todo cristiano que por allí se dejara caer, en aquella
Granada de restricciones de posguerra en la que el alumbrado público brillaba
porque no brillaba, es decir, por su ausencia, porque no existía o era tan
débil que hacía negra negrísima cualquier noche sin Luna. Es fácil imaginar que
la cuestión dio muchísimo que hablar.
José
Cirre Jiménez, escritor y periodista de Patria que alguna vez también se dedicó
a la información deportiva, dejándonos varias crónicas de partidos del Granada
CF, publicó por aquellos días en este diario un artículo titulado “Los
fantasmas de Granada” donde exponía que, aunque parezca mentira, treinta años
atrás era esta práctica del ensabanamiento algo realmente extendido y
contábamos en Granada con al menos un fantasma por barrio, hasta convertir el
fantasmerío en algo tan típico y castizo como el mismo barrio del Albaicín.
Había
quien se convertía en espanto por
encargo, a cambio de un salario, para ahuyentar de una determinada zona a
moscones inoportunos y poder mientras dedicarse a actividades clandestinas, a
menudo relacionadas con asuntos de camas y cornamentas. También existían otros
improvisados fantasmas, mucho más peligrosos porque eran simplemente
salteadores nocturnos.
Según
Cirre, el más famoso ensabanado fue el llamado “fantasma del Boquerón”, que
actuaba en ese barrio granadino, sobre todo por la placeta del Azúcar, que medía
casi dos metros y llevaba siempre unas velas eléctricas, de modo que el tipo le
quedaba tan conseguido que decían las gentes que se trataba de un aparecido de
verdad, no de pega. Este duende alcanzó a existir más de un año y en ese
periodo consiguió desalojar por completo de inquilinos (que huyeron
despavoridos) la llamada casa del Azúcar, cuyo propietario no consiguió volver
a alquilar sus viviendas en muchos años porque este ya inexistente inmueble
pasó a engrosar el extenso censo granadino de “casas del miedo”. Cuenta Cirre
cómo desde la Gran Vía, por entonces -principios del siglo XX- ya trazada pero
sin ninguna edificación, los noctámbulos que por allí pasaban podían ver las
espectrales luces y oír los extraños ruidos que provenían de la casa.
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