No forman parte del espectáculo que es el fútbol pero son casi tan necesarios como los mismos futbolistas para que el balompié siga apasionando a la masa. Son los que nos lo cuentan, los plumillas y espíquers futboleros. Su ingrata profesión, opinar de fútbol (porque al contárnoslo, simultáneamente lo interpreta cada uno a su manera), no es ni mucho menos esa cosa fácil que cree todo el mundo. Además en gran parte les ocurre lo mismo que a otros que tampoco son integrantes del espectáculo pero igualmente son necesarios, los árbitros: sus juicios son a veces objeto de la más encarnizada polémica y no se les toleran los errores. No, no es fácil opinar de algo tan poco racional como el fútbol.
En la historia del Granada CF tenemos el ejemplo de José Zubeldia, que en sus tiempos de redactor de Patria acabó en comisaría en compañía de su agresor por intentar defenderse de éste en el cordobés campo de América. O el de Antonio Prieto, que recibió un guantazo por la espalda en La Rosaleda por celebrar el gol de Rius que daba la victoria al Granada.
De la época de Murado han quedado también para el anecdotario distintos enfrentamientos del que fuera presidente y mecenas omnipotente con varios de los periodistas deportivos de por entonces. Y mucho más recientes son los innumerables comentarios injuriosos contra la práctica totalidad del colectivo de la prensa deportiva local, provenientes de un presidente y buena parte de su junta directiva, que parecían admitir sólo las adhesiones inquebrantables y no toleraban cualquier tipo de crítica hacia su gestión (y mientras, el club encaminándose hacia la más absoluta de las ruinas).
Yo de mayor quiero ser plumilla futbolero.
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