De sobras es conocido por todo el mundo futbolero que el primer partido oficial de Joham Cruyff en el fútbol español lo jugó frente al Granada CF. El holandés fue la sensación de la temporada 73-74, en la que, al levantarse la prohibición de fichar jugadores extranjeros, en vigor desde nueve años atrás, llegaron a nuestro fútbol numerosos astros internacionales, pero ninguno como Cruyff, ya considerado por entonces como el mejor del mundo. Con él el Barcelona pudo por fin acabar con una larguísima sequía de catorce años sin ganar la liga. Pero todo comenzó aquel 28 de octubre de 1973, en el incomparable marco futbolero que es el Nou Camp, lleno a rebosar.
Lo que ya no es tan conocido del futbolerismo es que en la biografía del crack holandés hay un segundo capítulo como futbolista del balompié nacional. Y por poco no se dio la coincidencia de que este segundo debut hispano ocurriera también frente al Granada CF.
El 8 de marzo de 1981 Granada (-3) y Levante (+2) se enfrentaron en Los Cármenes en la jornada 27 de Segunda. El rival de los rojiblancos se acaba de reforzar nada y más y nada menos que con Johan Cruyff, que recién llegado de su “retiro dorado” de la poco competitiva liga USA, temporalmente ha vuelto al fútbol español. Una semana antes, el 1 de marzo, jornada 26, ya había debutado y ayudado a la victoria de los granotas frente al Palencia. El Levante podía todavía enlazar con los puestos que daban el ascenso, mientras que a los nuestros les pesaban mucho los tres negativos que arrastraban, que los acercaban a los puestos de descenso.
A sus treinta y cuatro ya no es el que fue pero el solo anuncio del apellido Cruyff convocó en Los Cármenes a más de quince mil espectadores -bastantes más de los habituales esta temporada- a pesar de haberse declarado media jornada económica. Al menos de esta forma pudo la directiva de Manuel Anel pagar algo de lo mucho que adeudaba a la plantilla.
Las comparaciones, según cuándo y cómo, serán todo lo odiosas que se quiera, pero es que las diferencias entre 1973 y 1981 son bien notorias. En octubre de 1973 se vio un gran partido de primera jugado entre el futuro campeón de liga y un equipo puntero que a punto estuvo de clasificarse para una competición internacional; que se jugó con las gradas a rebosar en uno de los mejores estadios del mundo y ocupó portadas incluso de fuera de nuestras fronteras; además se vieron grandes goles (aunque fueran en nuestra contra) y se pudo ver al mejor Cruyff liderando el juego de su equipo, un Cruyff pasador, goleador, rapidísimo, líder, un Cruyff pletórico y en lo mejor de su larga y exitosa carrera. Muy distintas fueron las cosas siete años y medio después.
Este casi segundo debut de Cruyff apenas tuvo historia. Entre los jugadores rojiblancos sobrevivían de aquel partido del Camp Nou de octubre de 1973 Izcoa, Santi y Quiles (éste después de haber militado en el Alavés), más Joseíto en el banquillo, del que previamente había desalojado a Gento. El valenciano Quiles fue el autor del único gol del partido con el que los rojiblancos se hicieron con los dos puntos para evitar ver aumentado un preocupante -3. El único gol, marcado al filo del descanso a la salida de un córner, fue de lo poco reseñable del partido.
Desde luego este segundo Cruyff poco hacía recordar al de sus buenos tiempos. Apenas se le vio en funciones de distribución de juego. La velocidad y el fondo físico, no hace falta decirlo, ya no le acompañaban. Lo que no había perdido era su calidad técnica, por lo que sólo algún lanzamiento y algún que otro medido pase a un compañero fue lo exhibido por el crack holandés en este segundo y menor semidebut español. Esta nueva y breve aventura española de Cruyff se puede decir que no tuvo mucho de particular. Sólo se alineó en nueve partidos y el Levante no ascendió. Sin embargo todavía le quedaban varios buenos años al tres veces balón de oro, que volvió al fútbol holandés, donde añadió a su sobresaliente palmarés tres ligas más y dos copas jugando en Ajax y Feyenoord antes de retirarse en 1984.
El Granada experimentó una ligera mejoría a partir de esta jornada, llegando a encadenar tres victorias consecutivas después de una derrota ante el filial colchonero, de modo que a falta de siete jornadas había conseguido rebajar su cuenta de negativos a sólo uno. Pero en esas siete jornadas restantes sólo fue capaz de sumar dos míseros puntos de otros tantos empates en casa. Sólo uno más hubiera bastado. Posiblemente, cabe decir ahora, desde la distancia que supone el tiempo ya transcurrido, que el mal final de esta temporada era inevitable, teniendo en cuenta los mil problemas económicos y de organización del club y el mal ambiente en un vestuario que no cobraba y que no estaba con su entrenador. Sea como fuere, así es como se escribe la peor historia rojiblanca, y al cumplirse la jornada treinta y ocho el 17º puesto final indicó que a la temporada siguiente los rojiblancos volverían a ocupar un nivel futbolero desconocido por estas tierras desde los tiempos de la República. Desde luego, no fue la mejor manera de conmemorar las bodas de oro de la entidad.