EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



miércoles, 18 de noviembre de 2009

URÍA EL OLVIDADIZO



Una ya larga historia como la del Granada CF da para numerosas y variadas anécdotas. La que hoy quiero contar es de todo punto insólita. Que uno sepa nunca en otro campo de fútbol ha ocurrido nada análogo a lo que sucedió en Los Cármenes el día 27 de septiembre de 1942, primera jornada de la temporada 1942-43, con motivo de la visita del Coruña.
El protagonista de este sucedido responde al nombre de Severiano Uría Cano, un delantero centro con fama de goleador, vasco de Lasarte, ya veterano, que debutaba esa misma tarde como jugador rojiblanco, recién fichado del Murcia, de Segunda. La muy importante baja de César, vuelto al Barcelona, quiso cubrirla la directiva que presidía Martín Campos con una pareja de delanteros, Nicola, del Ferrol, que era el llamado a jugar de titular, y este Uría. Pero justo una semana antes de este partido, en un bronco amistoso de pretemporada en Málaga salieron varios de los titulares lesionados y para la primera jornada de liga no se podía contar con ellos.
A la tres de la tarde echó a rodar el balón y desde ese mismo momento, tal como cuenta José Luis Entrala, la parroquia granadinista no salía de su asombro. Y no era para menos. Imagínense a un futbolista que deambula por el terreno desentendido del juego y de sus compañeros, y que cuando le llega el balón lo golpea a la buena de Dios y para donde salga. Y así una vez y otra.
Del asombro se pasó a la bronca generalizada contra este Uría, que además se encaraba -o eso parecía- con el público, todo agravado porque el rival en cuatro minutos conseguía dos goles. Algunos de los presentes seguramente se sentirían avergonzados de lo que pudieron decirle a aquella especie de zombi de rojiblanco en una fiesta tan cristiana y tan granadina como el día de la Virgen. A tanto fue la cosa que el míster Paco Bru primero optó por colocarlo en un extremo, donde al menos no estorbara a sus compañeros, para posteriormente retirarlo del terreno de juego, teniendo que jugar más de media hora con uno menos pues por entonces no se podía cambiar ni siquiera a un portero lesionado. La prensa daba al Granada como favorito pero el resultado fue de derrota. En medio de una bronca de órdago acabó 1-2 este partido ante el Coruña, también como el Granada ascendido por primera vez a la máxima categoría dos años atrás, pero que en su temporada de debut había logrado un magnífico cuarto puesto y contaba en sus filas con dos internacionales, el guardameta Acuña y el defensa Pedrito.
Nunca fue lo suficientemente aclarada cuál fue la razón que llevó a Uría a actuar de “hombre adoquín”, como lo denomina Daniel Saucedo en Patria. Este futbolista, a quien parecían afectarle extraordinariamente los silbidos que se le dirigían desde las gradas, fue sancionado por el importe de media mensualidad y sólo jugó otro partido más como rojiblanco, en Oviedo, donde no repitió el show pero tampoco destacó ni ayudó a evitar la derrota (4-2) de los nuestros en la jornada ocho.
El propio Uría, centro de la atención de la prensa y de los aficionados en los días posteriores, manifestó que no tenía explicación a su conducta, y que el murmullo de los aficionados al nombrarle por su mal juego lo puso tan nervioso que ni siquiera tenía fuerzas para andar y menos aún para ir en busca del balón, «no creía encontrarme en el campo de fútbol ni antes ni después del descanso». Un ataque de amnesia, fue la ambigua explicación con la que se quiso justificar la insólita conducta de Uría.
Tampoco tuvo mayor trascendencia el “olvido” de este jugador pues, goles son amores, a la jornada siguiente los rojiblancos se trajeron los dos puntos de su visita al Torrero zaragozano. De todas maneras, esta fue una temporada que sin ser plenamente mala, hizo añorar a los aficionados la anterior, la primera de división de honor, cuando César, Bachiller y Liz garantizaban fútbol y goles en abundancia. El triunfo ante el Valladolid en la promoción de Barcelona salvó in extremis la temporada.

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