En la antología de derbis granatensis castizos que los cuatro años de cuarta nos dejaron a los granadinistas también es digno de rememorar, aunque no precisamente por su bondad futbolística, el de 7 de noviembre de 2004, disputado entre el 74 y el Granada.
Desde la caída a los infiernos del histórico hemos asistido las dos temporadas anteriores a derbis más o menos calientes, más o menos cardiacos y de mayor o menor calidad futbolera. En los ya vividos la nota predominante de los mismos ha sido la lucha estrecha por hacerse con la primacía del fútbol local. Nada o poco que ver con el duelo “fratricida” que nos ocupa, porque si en las dos últimas temporadas el 74 andaba rampante y en ambas era claro favorito al ascenso de categoría, cosa que estuvo a punto de conseguir si no hubiera sido por sendos fracasos en las fatídicas liguillas, en esta temporada pintan bastos para los rojillos al haberse acabado los dineros de Marsá y sólo haber podido armar una plantilla de retales, como aquél que dice. Cuando llega este primer derbi, jornada doce, anda el 74 con sólo tres puntos en la clasificación. Sólo ha conseguido una victoria (ante el Santa Fe) y sus otros diez partidos han supuesto otras tantas derrotas. Por su parte el Granada del tándem Gerardo-Maquiles anda rondando los puestos de liguilla pero sin llegar a conectar con ellos y ya ha ofrecido a sus fieles alguna que otra decepción. En lo que sí se parece este derbi a los anteriores es en que se produce en unos momentos en que las relaciones entre ambos clubes están bien tirantes.
Como sabemos, tanto Granada como 74, militando en el grupo IX de Tercera, jugaban sus encuentros como local en Los Cármenes. Pero a finales de octubre de 2004 eran “desalojados” de la instalación municipal para someter el castigado césped a trabajos de regeneración. El equipo de Marsa volvió así a su ciudad deportiva de Almanjáyar mientras que los rojiblancos se mudaban a Maracena. Pero ocurrió que el césped del José Ávila Rojas también en esos momentos era sometido a regeneración y no podía ser utilizado. Marsá buscó infructuosamente un escenario alternativo, por lo que propuso el aplazamiento del choque. Pero Gori, recién aterrizado en el cargo de presidente, optó por la no colaboración pensando que con los tres puntos -que se daban por hechos- podría por fin el equipo entrar entre los cuatro primeros y al mismo tiempo olvidaría la hinchada el mal trago de la derrota ante el Loja en Maracena del domingo anterior. Así que nada de conceder favores al rival. Nada de aplazamiento. El partido había de jugarse donde y como fuera.
De un nervioso Marsá sometido a presión puede esperarse alguna de “sus cosas”, y más cuando sólo unos días antes del partido Marsá presentó denuncia ante la justicia por haber sido amenazado de muerte en un foro de hinchas rojiblancos en Internet. Por todo eso fue D. Carlos a descolgarse con una de sus boutades y decidió que el partido se jugara, sí, en su ciudad deportiva, pero en el duro campo de tierra, señalando el comienzo a las 14 horas y fijando el precio único de 30 euros (un disparate para la época y para la categoría) con que intentar despejar de sus dominios las insignias rojiblancas. Si tirantes andaban las relaciones, después de esto se enconan muy mucho.
Ante no más de trescientos espectadores, casi todos socios del 74 que no pagaban (casi eran más los policías desplegados en prevención de altercados), a la hora y en el escenario previstos se disputó este partido que no pasará precisamente a la historia del fútbol-arte. El resultado fue de victoria local 2-1. Y ganó el casi desahuciado Granada 74 de Manuel Torres Molina porque tuvo suertecilla, pero sobre todo porque le puso más ganas. Es que este Granada de esta gris temporada, a las alturas de calendario de principios de noviembre ya había defraudado muchas esperanzas con su juego rudimentario y deslavazado.
Rafael Lamelas para Ideal y jugando con lo insólito del horario, más propio de almuerzos familiares que de partidos de fútbol, titula: «El “74” celebra su banquete». Y en la crónica del partido dice: «El equipo (el Granada CF) engaña ya a pocos. No es una ensalada a la que le falte algún aliño. Es un refrito quemado, un equipo que vive con la torrija a cuestas. Que se engulle cualquiera que ponga lo mínimo: las ganas, sobre el asador. Un grupo además con cenizo». También dice Lamelas que Gustavo «pecó de gula. Se tragó los dos tantos».
Es tan rico en anécdotas este mini derbi que para colmo, el penúltimo 74, que casi toda la segunda parte la jugó en inferioridad por expulsión de Plata, ganó su partido sin que ninguno de sus jugadores marcara gol. El primero llegó de una falta lejana colgada sobre la portería de Gustavo que cabeceó hacia atrás el central granadinista Sergio y en el que el guardameta pudo hacer algo más. Y el segundo, el de la victoria, ya en el descuento, vino de otra falta lejana colgada al área por Guerra en la que Gustavo, sin que nadie le estorbara, midió mal el vuelo del esférico y con él en las dos manos pero desequilibrado retrocedió dando traspiés hasta golpearse en la cabeza con el poste, lo que le hizo soltar el balón, que acabó en el fondo de su portería. Un gol de vídeos de primera. Con esos dos goles superaba un hundido 74 el que a poco del inicio de la segunda parte consiguiera Labella en remate desde cerca. De poco más que como alimento de la autoestima le sirvió al 74 la victoria, ya que estuvo toda la liga como vicecolista (sólo el comparsa Rusadir resultó más malo) para acabar descendiendo a Primera Andaluza.
Desde la caída a los infiernos del histórico hemos asistido las dos temporadas anteriores a derbis más o menos calientes, más o menos cardiacos y de mayor o menor calidad futbolera. En los ya vividos la nota predominante de los mismos ha sido la lucha estrecha por hacerse con la primacía del fútbol local. Nada o poco que ver con el duelo “fratricida” que nos ocupa, porque si en las dos últimas temporadas el 74 andaba rampante y en ambas era claro favorito al ascenso de categoría, cosa que estuvo a punto de conseguir si no hubiera sido por sendos fracasos en las fatídicas liguillas, en esta temporada pintan bastos para los rojillos al haberse acabado los dineros de Marsá y sólo haber podido armar una plantilla de retales, como aquél que dice. Cuando llega este primer derbi, jornada doce, anda el 74 con sólo tres puntos en la clasificación. Sólo ha conseguido una victoria (ante el Santa Fe) y sus otros diez partidos han supuesto otras tantas derrotas. Por su parte el Granada del tándem Gerardo-Maquiles anda rondando los puestos de liguilla pero sin llegar a conectar con ellos y ya ha ofrecido a sus fieles alguna que otra decepción. En lo que sí se parece este derbi a los anteriores es en que se produce en unos momentos en que las relaciones entre ambos clubes están bien tirantes.
Como sabemos, tanto Granada como 74, militando en el grupo IX de Tercera, jugaban sus encuentros como local en Los Cármenes. Pero a finales de octubre de 2004 eran “desalojados” de la instalación municipal para someter el castigado césped a trabajos de regeneración. El equipo de Marsa volvió así a su ciudad deportiva de Almanjáyar mientras que los rojiblancos se mudaban a Maracena. Pero ocurrió que el césped del José Ávila Rojas también en esos momentos era sometido a regeneración y no podía ser utilizado. Marsá buscó infructuosamente un escenario alternativo, por lo que propuso el aplazamiento del choque. Pero Gori, recién aterrizado en el cargo de presidente, optó por la no colaboración pensando que con los tres puntos -que se daban por hechos- podría por fin el equipo entrar entre los cuatro primeros y al mismo tiempo olvidaría la hinchada el mal trago de la derrota ante el Loja en Maracena del domingo anterior. Así que nada de conceder favores al rival. Nada de aplazamiento. El partido había de jugarse donde y como fuera.
De un nervioso Marsá sometido a presión puede esperarse alguna de “sus cosas”, y más cuando sólo unos días antes del partido Marsá presentó denuncia ante la justicia por haber sido amenazado de muerte en un foro de hinchas rojiblancos en Internet. Por todo eso fue D. Carlos a descolgarse con una de sus boutades y decidió que el partido se jugara, sí, en su ciudad deportiva, pero en el duro campo de tierra, señalando el comienzo a las 14 horas y fijando el precio único de 30 euros (un disparate para la época y para la categoría) con que intentar despejar de sus dominios las insignias rojiblancas. Si tirantes andaban las relaciones, después de esto se enconan muy mucho.
Ante no más de trescientos espectadores, casi todos socios del 74 que no pagaban (casi eran más los policías desplegados en prevención de altercados), a la hora y en el escenario previstos se disputó este partido que no pasará precisamente a la historia del fútbol-arte. El resultado fue de victoria local 2-1. Y ganó el casi desahuciado Granada 74 de Manuel Torres Molina porque tuvo suertecilla, pero sobre todo porque le puso más ganas. Es que este Granada de esta gris temporada, a las alturas de calendario de principios de noviembre ya había defraudado muchas esperanzas con su juego rudimentario y deslavazado.
Rafael Lamelas para Ideal y jugando con lo insólito del horario, más propio de almuerzos familiares que de partidos de fútbol, titula: «El “74” celebra su banquete». Y en la crónica del partido dice: «El equipo (el Granada CF) engaña ya a pocos. No es una ensalada a la que le falte algún aliño. Es un refrito quemado, un equipo que vive con la torrija a cuestas. Que se engulle cualquiera que ponga lo mínimo: las ganas, sobre el asador. Un grupo además con cenizo». También dice Lamelas que Gustavo «pecó de gula. Se tragó los dos tantos».
Es tan rico en anécdotas este mini derbi que para colmo, el penúltimo 74, que casi toda la segunda parte la jugó en inferioridad por expulsión de Plata, ganó su partido sin que ninguno de sus jugadores marcara gol. El primero llegó de una falta lejana colgada sobre la portería de Gustavo que cabeceó hacia atrás el central granadinista Sergio y en el que el guardameta pudo hacer algo más. Y el segundo, el de la victoria, ya en el descuento, vino de otra falta lejana colgada al área por Guerra en la que Gustavo, sin que nadie le estorbara, midió mal el vuelo del esférico y con él en las dos manos pero desequilibrado retrocedió dando traspiés hasta golpearse en la cabeza con el poste, lo que le hizo soltar el balón, que acabó en el fondo de su portería. Un gol de vídeos de primera. Con esos dos goles superaba un hundido 74 el que a poco del inicio de la segunda parte consiguiera Labella en remate desde cerca. De poco más que como alimento de la autoestima le sirvió al 74 la victoria, ya que estuvo toda la liga como vicecolista (sólo el comparsa Rusadir resultó más malo) para acabar descendiendo a Primera Andaluza.
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