EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



lunes, 18 de octubre de 2021

MARTÍN CAMPOS ANIMA EL COTARRO

 

Directiva de Martín Campos 47-48

 

Nueva directiva

            La noticia futbolera de más impacto en 1947 fue la vuelta del presidente de los éxitos, Ricardo Martín Campos. Al calorcillo de su buen cartel entre la hinchada, de primeras los socios aumentaron muy considerablemente en comparación con las temporadas anteriores, y las peñas granadinistas se multiplicaron por diez. El cotarro futbolero penibético andaba bastante alicaido desde el descenso, y las dos temporadas anteriores se caracterizaron porque los huecos de cemento en las gradas de Los Cármenes eran cada vez mayores. La vuelta del industrial de los espectáculos despertó a la torcida y así la 47-48 empezará con llenos en cada partido.

            También ayudó mucho para que el personal se animara a volver a Los Cármenes la otra gran aportación de Martín Campos a la historia del club junto al primer ascenso a primera, la de la creación del filial Recreativo de Granada, lo que vino a duplicar la oferta a razón de un partido cada semana.

Al día siguiente de la asamblea en la que Martín Campos fue aclamado nuevo presidente del Granada, a primeros de julio de 1947, éste manifestó a la prensa su intención de constituir una junta directiva algo diferente a lo que venía siendo habitual, diferencia que fundamentalmente vendría a consistir en la existencia de dos juntas, una primera (la directiva propiamente dicha) o comisión ejecutiva integrada por el presidente, dos vices, secretario, tesorero, contador y nueve vocales, y una segunda junta que podría llamarse comisión consultiva y que estaría integrada hasta por cincuenta miembros que periódicamente se reunirían con la comisión ejecutiva para conocer la marcha del club, y que vendría a suplir en parte a las juntas generales (asambleas) al estar en ella representados todos los socios de la entidad.

            La composición de la comisión ejecutiva fue dada a conocer antes de una semana, destacando la inclusión de dos futuros presidentes: Juan Alonso Roda como vicepresidente segundo, y Joaquín Serrano González como tesorero. La de la comisión consultiva tardó una semana más; en la larga lista publicada por la prensa local hay nombres conocidos, como el antiguo directivo, entrenador y secretario técnico Juan Gómez Muros, o como José Boloix Villalba, que fue directivo en 1932, o como José Amigo Vico, socio fundador y número uno durante muchísimos años, el único con antigüedad de abril de 1931, más otros bastante más jóvenes como Antonio Gallego Morell, hijo del alcalde Gallego Burín. Esta junta consultiva en una de sus primeras reuniones, a propuesta de Martín Campos, acordó nombrar un comité de honor presidido por el jefe superior de Policía, Antolín Cadenas, e integrada por el director en Granada del Banco de España, los directores de los periódicos locales y de la emisora de radio, más algunos gerifaltes locales.

             

Valderrama otra vez entrenador

            Ricardo Martín Campos, igual que ya hiciera en su etapa anterior al frente del Granada, asumió también y simultáneamente las labores de secretario técnico. Su primera decisión deportiva fue conceder la baja al extremo Sánchez, aunque tenía contrato en vigor.

A los pocos días llegó a un acuerdo con el viejo conocido Manolo Valderrama para que éste se ocupara de la preparación del equipo. Valderrama vino a Granada y enseguida existió entendimiento con Martín Campos en su minúscula oficina del Salón Nacional, quedando contratado con el encargo de sugerir jugadores por él conocidos para incorporarlos, en recuerdo de su buen ojo cuando ocho temporadas atrás, en 1939, armó el excelente Recreativo que se quedó muy cerca del ascenso a primera para al año siguiente conseguirlo. Valderrama, cuya contratación cayó muy bien entre el granadinismo, igual que había hecho en 1940 para despedirse, a su llegada se dirigió a los hinchas mediante una nota manuscrita que reprodujo Ideal y en la que saludaba a los aficionados y decía que venía con el mismo entusiasmo de su anterior etapa.

La primera tarea de Valderrama fue, con objeto de ver qué jugadores de la plantilla eran aprovechables, convocar a los futbolistas para un partido de entrenamiento en Los Cármenes frente a una selección de equipos modestos granadinos, y a pesar de que estábamos ya casi a mediados de julio y era un domingo por la mañana, sólo el jugador de la primera plantilla Mendoza no asistió. Y es que en este año la Federación había ampliado la temporada hasta el 15 de julio. En esa fecha se fueron todos los futbolistas de vacaciones hasta la segunda quincena de agosto. A raíz de este partido informal Valderrama informó a la directiva que debían quedar retenidos sólo ocho futbolistas: Casafont, Millán, González, Sosa, Rey, Trompi, Morales y Mas, dejando transferibles a Floro, Sierra, Galvany y Mendoza. El resto no interesaban de ninguna de las maneras. De los cuatro en situación de transferibles el único que no continuó fue Mendoza, los otros tres renovaron sus contratos.

El mismo día en que Valderrama rubricaba su contrato como entrenador del Granada, llegaba desde Baza la triste noticia del Fallecimiento de Fidel del Campo a los 45 años de edad, portero que fue del Once Fantasma, esto es, el Recreativo Granada de la República y, por tanto, compañero de equipo de Manolo Valderrama. Fidel del Campo era más conocido en su faceta de músico y compositor de la banda sonora de algunas películas españolas de los años cuarenta.


Manolo Valderrama de nuevo entrenador rojiblanco

Nace el Recreativo

Otra de las primeras decisiones de Martín Campos fue que el nuevo equipo a punto de fundarse como filial, según lo aprobado en la última asamblea, llevaría el nombre de Recreativo de Granada, en recuerdo a la denominación primera del equipo rojiblanco. El primer presidente designado para el Recreativo fue José Domínguez, a quien acompañaban, entre otros, José Amigo Vico, el socio número uno, vice presidente; José Boloix, secretario; Francisco Carmona Ros, secretario técnico. La preparación del filial correrá a cargo de Valderrama, auxiliado por Manolo Ibáñez, hasta la temporada pasada masajista del equipo, pero en la práctica el auténtico responsable de la dirección del Recreativo será Manolo Ibáñez en solitario.

Se solicitó de la Federación que el filial militara en tercera, formada esta temporada por ocho grupos de catorce equipos cada uno, en previsión de que alguno renunciara, pero hubo que empezar dos categorías más abajo, Primera Regional.

El lunes siguiente al partido de La Coruña de la segunda jornada, 29 de septiembre de 1947, día de San Miguel y fiesta local en Granada, con la romería al cerro del Aceituno como plato fuerte, el Recreativo recibía su bautismo balompédico al disputar el que es para la historia su primer partido con todas las de la ley (ya había jugado contra el Betis Cruz Blanca, pero aquello fue más bien un entrenamiento), es decir, con árbitro, liniers, marcador y con taquilla para presenciar el espectáculo. Fue un amistoso en Armilla frente al Arenas como parte de los festejos de la feria patronal armillera del que no podemos decir ni resultado ni alineación blanquiazul porque la prensa local no informa de esos extremos. Ganó el Recreativo y se adjudicó una copa donada por el ayuntamiento de la localidad que la directiva recreativista decidió grabarla con la fecha del debut y entregarla al Granada, en cuya secretaría –suponemos- debe seguir en la actualidad.

 

Ficha Arencibia

El primer fichaje fue el del veterano Arencibia, del At. Madrid (ya no se llamaba Aviación, desde la temporada anterior había vuelto a su antigua denominación), club en el que había desarrollado toda su carrera. Medio organizador e interior, nacido en Cuba pero de filiación canaria, había sido internacional años atrás y fue base del At. Aviación que con Ricardo Zamora ganó las dos primeras ligas tras la Guerra Civil. Andaba ya cerca de cumplir los 35 pero se le puede considerar el fichaje bomba de la temporada y en nuestro equipo será titular indiscutible toda la liga. Ideal da la noticia en primera página y dice que ha habido que pelear por él porque el Córdoba se había metido por medio a última hora. 40.000 pesetas serán sus honorarios como rojiblanco.


 Arencibia, fichaje bomba, mientras que la pareja Millán-González es pretendida

Millán, González y sus novias

Después de este primer fichaje y puesto que todo el personal andaba de vacaciones, la información futbolera entró en un periodo de calma chicha caracterizado por la ausencia de noticias, sólo el enésimo rumor, como cada verano, de la posible marcha de nuestra más famosa pareja, los defensas Millán y González, a algún equipo puntero, en este caso el Sevilla.

Mientras tanto Valderrama está en Madrid y en Ideal se hacen eco de una entrevista concedida por el nuevo entrenador a un periódico de la capital, según el cual a González lo quiere el Barcelona, pero sólo se le dejaría ir a cambio de Calo, un hermano de César que actuaba de defensa y que jugó hasta bien entrados los cincuenta en varios equipos además del Barcelona para retirarse con más de cuarenta años. A Millán quien lo quiere es el Madrid, pero tampoco se le dejaría ir si no fuera a cambio de jugadores.

Parecía el rumor de cada verano, pero la cuestión llegó a ser tratada en la primera reunión de la llamada comisión consultiva, a la que asistieron casi la totalidad de los cincuenta miembros que la integraban, y allí puso de manifiesto Martín Campos que la pareja se tasaba en 600.000 pesetas (más o menos el montante por entonces de la deuda global del GCF), y que sólo se dejaría marchar a González al Barcelona a cambio de los jugadores César, Canals y Calo, o 300.000 pesetas en el caso de que no cediera ningún jugador el club catalán, mientras que Millán sólo sería traspasado al Madrid por 300.000 pesetas.

A finales de julio Martín Campos emprendió viaje a la capital de España por motivos particulares y para realizar gestiones tendentes al fichaje de futbolistas. A su vuelta tras dos semanas ausente fue preguntado por la prensa acerca de las gestiones sobre Millán y González, a lo que contestó que por el momento no había oferta firme ni del Madrid ni del Barcelona. Y ya no volvió a hablarse de la cuestión, así que los dos defensas permanecieron una temporada más en el Gramada.

 

Más fichajes

El segundo fichaje 47-48, ya en agosto, fue el del extremo granadino de 20 años Rivera, quien ya había jugado con la primera plantilla la anterior temporada dos partidos de la que se llamó Copa Primavera, un campeonato regional andaluz disputado al término de la liga regular.

Bien entrado ya agosto y tras el viaje a Madrid del presidente y su ausencia durante dos semanas, a su vuelta de la capital se trajo bajo el brazo tres jugadores: Fraga, extremo derecho de 22 años, de la Gimnástica Lucense; Mateo, defensa de 26 años que anteriormente había jugado en el Salamanca; y Laureano Martín, de 21 años, interior de nacionalidad argentina que había jugado en el Vélez Sarsfield. De los tres sólo el primero será titular, y el argentino Martín no jugará ni un solo minuto ya que no podrá ser alineado hasta el mes de abril por defectos en su documentación.

Otra incorporación fue la de Ricart, delantero de 30 años del Sabadell y antes del Castellón, que vino a prueba y quedó fichado, aunque jugó muy poco en la liga a punto de comenzar y sólo estuvo esta temporada a pesar de haber fichado por cuatro años.

El 23 de agosto comenzaron los entrenamientos y por sus sesiones desfilaron innumerables futbolistas a prueba sin llegar a convencer.


Lesmes, la mejor de las novedades 47-48

Se incorpora Lesmes

No se puede hablar de nuevo fichaje propiamente dicho cuando nos referimos a Lesmes, puesto que éste había sido contratado hacía más de un año, pero por estar cumpliendo el servicio militar en Ceuta hasta ahora ni siquiera había puesto un pie en Granada. Por fin en agosto de 1947 acabó su larga mili y se incorporó este magnífico medio y defensa. Fue el mejor refuerzo de cara a la temporada a punto de empezar. Años después y militando ya lejos de estos pagos alcanzará la internacionalidad absoluta.

 

Peñas a porrillo

La reincorporación a la presidencia del Granada de Ricardo Martín Campos, cuatro años después, tuvo el efecto positivo de que la afición, más bien dormida y apática la temporada anterior, despertara y volviera a adquirir protagonismo como ya tuvo en los mejores años pasados, cuando el equipo figuraba en la máxima categoría. Se notó sobre todo en el número de socios que esta temporada tuvo el Granada, que llegaron a ser casi 5.000 mientras que en las temporadas inmediatas anteriores apenas se llegaba a los 1.500 de media. Y en ese resurgir de la afición tuvieron gran protagonismo las numerosas peñas rojiblancas que se fundaron en esta misma temporada. El presidente Martín Campos y su junta directiva pusieron interés en fomentar este fenómeno asistiendo a las distintas inauguraciones y reuniéndose con sus componentes y apoyando su creación y mejor marcha.

Así, a finales de julio, la directiva hizo una visita a la decana de las peñas, la del Realejo, con sede en el bar Ocaña de la plaza de Fortuny, existente desde antes incluso que el propio club, allá por 1929, cuando apoyó de forma decidida al que todavía se denominaba club Recreativo Español. Fue su presidente fundador Antonio Barragán Fernández, que a su vez formó parte de la directiva del Recreativo de Gabriel Morcillo, en 1932, pasando después a integrarse en la de Matías Fernández-Fígares. La peña rojiblanca decana acababa de ser reorganizada, nombrando nueva directiva presidida por Ángel Fernández Guerrero, un granadinista de pro que murió en 2011 después de haber sido durante muchos años el socio rojiblanco de más antigüedad. Fue la peña más numerosa, llegando a contar con más de mil integrantes. Con la temporada ya avanzada, todas las peñas formaron una asociación que fue presidida por Ángel Fernández Guerrero y que nombró presidente de honor a Ricardo Martín Campos.

Una anécdota: la muerte a finales de agosto de 1947 del torero Manolete, que tanta conmoción causó en todo el país, tuvo cierta repercusión en la marcha de la peña del Realejo ya que el rabo del morlaco que corneó al diestro, Islero de nombre, fue exhibido en sus locales a los pocos días del suceso, traído por Mariano Peña, un guía de la Alhambra ya setentón que se encontraba en Linares cuando los hechos.

Y un inciso: lo de Manolete con el toro Islero ocurrió en un momento de gran escasez de papel prensa. Así, Ideal desde hacía un tiempo venía incluyendo solamente seis páginas y algunos días nada más que cuatro, frente a las habituales ocho. A otras publicaciones les fue incluso peor, como La Prensa, que era el nombre en aquellos años de la Hoja del Lunes, que no pudo salir el lunes 1 de septiembre de 1947 por falta de papel. En esa situación de penuria extrema es curioso constatar cómo en el ejemplar de Ideal del día 30 de agosto de 1947, las cuatro páginas de que consta las dedica casi por entero a comunicar la muerte del torero cordobés. Al día siguiente el propio diario Ideal comenta en un recuadro que se agotó rápidamente por completo la edición y que algunos ejemplares fueron revendidos por avispados lectores hasta por cinco pesetas cuando su precio era de 50 céntimos.

Volviendo a lo de las peñas, en agosto surgió la primera de las de nueva creación. Se fundó en Moreda, aprovechando la estancia en este pueblo del presidente Martín Campos (que volvía de Madrid) para inscribir a numerosos socios, prometiendo éstos viajar a Granada cada domingo en que hubiera partido. Ya en septiembre quedó constituida la Peña granadinista Albayzín. Poco tiempo después se crearon nuevas peñas: Café Americano, Café Zeluán, Café Colón, Barrio de la Magdalena (peña Millán), Pescadería (con Pepe Millán como presidente honorario), cuartel de Artillería, más las constituidas en Maracena y La Zubia, que se unieron a otras que ya existían de antes, como la de Plaza nueva. Con la temporada ya en marcha se fundaron nuevas peñas en Atarfe, más la de empleados de banca y bolsa y la de San Juan de Dios.

            Las peñas más antiguas y que contaban con mayor número de peñistas, como la del Realejo, decidieron motu proprio primar mensualmente, con 150 pesetas, al jugador del filial Recreativo que más hubiera destacado en un partido, ya que como amateurs que eran no cobraban cantidad alguna; y también para ayudar a los gastos ocasionados por los desplazamientos. Aparte, la peña del Realejo durante la temporada en algunos partidos ofreció un premio de 100 pesetas al jugador rojiblanco que mejor hubiera actuado. Esta conducta fue imitada por algunas de las de nuevo cuño, que también instituyeron primas especiales en determinados partidos tanto del Granada como del Recreativo. Asimismo, varias de las peñas acordaron regalar en algunos partidos el balón con el que había de jugarse.


Martín Campos en medio de este gentío de la Peña Millán

Empate casero frente al Castellón y gran escándalo Gojenuri

La pretemporada 47-48 la llevó a cabo el Granada en el estadio de la Juventud. El campo de Los Cármenes estuvo todo el verano en obras. Se resembró el césped en una amplia zona que había quedado totalmente pelada. También se renovó toda la valla del perímetro que separa las gradas del terreno de juego. Asimismo, se pintó todo el cemento de las gradas en rojo y blanco y se realizaron mejoras en la enfermería y los vestuarios, y por fin el Ayuntamiento construyó una acera en las puertas de acceso al campo. Todos los trabajos estuvieron concluidos para la primera jornada de la liga 47-48.

Con sólo dos amistosos, en Almería y Jaén, la liga de segunda empezó para el Granada el 21 de septiembre de 1947 con un empate casero (2-2) frente al Castellón, pero a pesar del resultado negativo los distintos periodistas locales coinciden en que les gustó mucho más este Granada, en el que debutaban cuatro nuevos elementos, que el de la temporada anterior. La primera parte, muy buena por los rojiblancos, terminó con un 2-0 a favor, goles de los debutantes Arencibia y Ricart, éste último espectacular. En la segunda parte se relajaron algo los granadinistas pero sin que el bajón de juego hiciera peligrar la victoria de un Granada muy superior a su adversario (el Granada botó 18 córners por cero el Castellón), siempre según las crónicas locales. Así hasta que el trencilla Gojenuri, de triste recuerdo, la liara señalando un penal que sólo él vio. Fue un escándalo mayúsculo, de los que permanecen en la memoria de la hinchada que casi llenaba por completo el estadio y se mostraba muy animada, con presencia de numerosas pancartas portadas por las muchas peñas rojiblancas, la mayoría de las cuales acababan de fundarse.         

Del negativo anotado en la casilla local todos, futbolistas, plumillas y aficionados, culparon al árbitro guipuzcoano Gojenuri. Las crónicas le dedican un largo párrafo señalando que a lo largo del partido tuvo errores de bulto en varios lances que perjudicaron a ambos contendientes para a diez minutos del final acabar de exasperar a la parroquia señalando un penalti en contra del Granada, que costó el empate, por mano de González que se produjo claramente fuera del área. El capitán granadinista, González, fue además expulsado y fuertemente sancionado. La decisión del referí estuvo a punto de provocar un altercado de orden público y el partido terminó con una gran bronca hacia el de negro y lanzamiento de objetos desde las gradas.

“Seudónimo” en La Prensa dice que no quisiéramos volver a ver por aquí a Gojenuri. Por su parte, Ideal titula la crónica «El Granada, gracias a Gojenuri, empata su partido con el Castellón». Fernández de Burgos dice refiriéndose al árbitro: «Porque las facultades omnímodas en una persona incompetente, falto de serenidad o de otras cualidades, es un arma terrible en contra del fútbol» y añade que dio una amplísima muestra de su ineptitud y que sería conveniente que el señor Gojenuri abandonara, por decisión propia o por disposición de la autoridad competente, una profesión para la que no está capacitado.

            Llovía sobre mojado en cuestión de perjuicios hacia el Granada causados por el del pito: en la temporada del debut rojiblanco en la máxima categoría, 41-42, en el campo de Vallecas frente al At. Aviación ya había dejado Gojenuri resentida a la expedición rojiblanca con una actuación muy deficiente en la que expulsó sin causa aparente a Sierra y permitió todas las brusquedades de los contrarios. Tres temporadas después, en la 44-45, volvieron los nuestros a tener un encontronazo con el tal Gojenuri, en Sabadell, donde también expulsó a un granadinista, Melito, y señaló un penalti en contra dejando sin pitar uno a favor muy claro, y además tuvo un lapsus monumental y señaló el final del partido cuando faltaban por jugarse más de diez minutos, costando un mundo hacerle salir de su error.

            Gojenuri era una especie de Guruceta de la época, muy polémico, famoso porque en los partidos por él pitados era muy frecuente que al menos uno de los contendientes no acabara con sus once integrantes sobre el terreno, y también por haber provocado distintos altercados hinchísticos por media España. En varios campos de la Piel de Toro se la tenían jurada y su apellido era usado a gritos como sinónimo de insulto cuando un trencilla perjudicaba a los de casa, tal como sucedió con el mentado Guruceta treinta años después.


La primera alineación de la temporada; empate a dos frente al Castellón con escándalo Gojenuri. Forman: Rey, Lesmes, Millán, Floro y Arencibia; con Mas Ricart, González, Trompi, Fraga y Sierra

Adiós a González hasta la segunda vuelta

            La directiva acordó al día siguiente del partido contra el Castellón elevar una protesta formal a la Federación pidiendo que se abriera una investigación sobre el papel de Gojenuri en Los Cármenes y solicitando que nunca más volviera a dirigir un partido de los rojiblancos. Asimismo, numerosos telegramas de protesta fueron remitidos por las peñas granadinistas y por simples aficionados a título particular.

Como era de esperar, no sirvió de mucho la protesta ante la Federación. Pero lo peor estaba todavía por llegar ya que la víspera del partido de la segunda jornada, que llevó a los nuestros hasta La Coruña, se conoció casi en los mismos vestuarios de Riazor que González, que había viajado con los demás y tenía previsto ser alineado, había sido suspendido por nada más y nada menos que ¡doce! partidos, cosa que equivalía a que ya hasta la segunda vuelta no podría volver a jugar en aquella liga de sólo 26 jornadas. Quedarse sin González toda una vuelta de calendario era una tragedia en este Granada pues con Millán era un seguro atrás y formó una de las mejoras parejas defensivas del fútbol español de la época.

            Recientemente habían sido modificadas las normas federativas en cuestión de sanciones, agravándolas en grado sumo buscando acabar con la excesiva dureza y los malos modos en los estadios. En ese sentido, lo de González fue un primer escarmiento y un mensaje a posibles imitadores. La razón de tan dura sanción, según la nota oficial, fue la de ser expulsado por insolentarse contra la autoridad del árbitro, con el agravante de ser el capitán de su equipo. Lo cierto es que, leyendo las crónicas del partido Granada-Castellón, en ninguna se señala que González fuera expulsado. Por lo visto el detalle se escapó a los cronistas por el follón impresionante que se formó a raíz de la señalización del penalti que Gojenuri pitó erróneamente. Al parecer González al señalarse la pena máxima se había dirigido al trencilla en estos términos: «¿está usted borracho?», y además se negó a marcharse. El Granada fue multado con 1.800 pesetas por el comportamiento de la parroquia, y días después fue también castigado a abonar el coste de la reparación de los daños sufridos por el autobús del Castellón, alcanzado por algunas piedras.

            El Granada remitió sucesivos escritos de súplica a la Federación para que esta reconsiderara la sanción y la rebajara en algo, y hasta Martín Campos viajó a Madrid y se entrevistó con el presidente de la Federación, Muñoz Calero, y con el secretario, Cabot, pero ningún resultado positivo se alcanzó y González cumplió íntegros los doce partidos de suspensión.


González, sancionado con 12 partidos, ya no estará disponible hasta la segunda vuelta

 

 

CALLEJEANDO

 

 

Referéndum de la Ley de Sucesión

            El régimen de Franco no tuvo nada de democrático, no hace falta jurarlo. Para el general eso de que la gente expresara su voluntad política depositando una papeleta en una urna no era sino una nefasta reminiscencia del no menos nefasto liberalismo, causa y origen de todos los males de la nación. Durante la vigencia del franquismo nunca se convocaron unas elecciones libres. Pero cuando le interesó, sobre todo de cara a la imagen exterior del régimen, usó éste de las urnas en forma de referéndums para cuestiones puntuales, aunque sólo en dos ocasiones recurrió a esta fórmula (no fuéramos los españolitos a aficionarnos en exceso a esa funesta práctica) y con un intervalo de veinte años entre uno y otro.

Tampoco existió durante el franquismo una constitución otorgada de forma democrática como norma suprema a la cual debía adaptarse cualquier otra norma de rango inferior. A cambio existieron las llamadas Leyes Fundamentales del Reino, cuyo conjunto representaba una cuasi constitución con la que regir la “democracia orgánica” genuino invento franquista con el que se pretendía dar la imagen de que España bajo Franco no era una dictadura. Fueron un total de siete leyes a las que se sumó ya en la Transición, 1977, una octava -para la Reforma Política- que desde la legalidad liquidó todo lo anterior y abrió la puerta a la democracia real.

La Ley de Sucesión, aprobada por las Cortes el 7 de junio de 1947 y cuyo sometimiento a la ratificación de los españoles mediante referéndum anunciaba reiteradamente la prensa a primeros de julio del mismo año, venía a ser la quinta de esas leyes fundamentales. La Ley del Referéndum Nacional fue la inmediata anterior, la cuarta, de 1945, según la cual se sometería a la decisión de los españoles cualquier asunto importante, así que ésta era la primera ocasión en la que el régimen recurría al ejercicio de la “democracia directa”, como proclamaba la propaganda oficial. Leyes Fundamentales anteriores eran el Fuero del Trabajo (de 1938), la Ley Constitutiva de las Cortes (1942), y el Fuero de los Españoles (1945), que proclamaba formalmente una serie de derechos y libertades: de residencia, de religión, de exposición de pensamiento y de asociación, etc. Pero siempre con sometimiento a las leyes –franquistas, por supuesto, unas leyes muy restrictivas-, es decir, sólo sobre el papel existían tales derechos y libertades. Más tarde completarían este cuerpo legal la Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958) y la Ley Orgánica del Estado (1966), que fue aprobada mediante el segundo y último referéndum del franquismo.


No eran tiempos de bromear con estas cosas de la política. Miranda se la juega con este chiste sobre el referéndum de la Ley de Sucesión

 La Ley de Sucesión, que omitía cualquier referencia al nacionalsindicalismo y a la Falange, establecía que España era un estado católico, social y representativo (¿), que se declaraba constituido en reino de acuerdo con su tradición, confirmando la jefatura del estado vitalicia en la persona de Franco, quien se reservaba el derecho a nombrar su sucesor cuando a él le pareciera bien.

Pero no le pareció bien hasta más de veinte años después, luego más que aprobar una ley sucesoria lo que el régimen perseguía era la legitimación jurídica de la victoria bélica de facto y la jefatura del estado perpetua de Franco, sobre todo frente a los que desde el extranjero insistían en que su régimen era una dictadura impuesta sobre los españoles a sangre y fuego.

Desde la aprobación por las Cortes de la Ley de Sucesión venían apareciendo en la prensa a diario comentarios acerca de su próximo sometimiento a la decisión de los españoles en referéndum. El día 1 de julio de 1947 en primera página de Ideal, en un recuadro se lee: «El próximo día 6 de julio debes votar: 1º Porque legalmente es obligatorio. 2º Porque, en el orden moral, no es lícito abstenerse en un asunto que afecte constitucionalmente al porvenir político de la Patria. 3º Porque los enemigos de España querrían que no lo hicieses. Y debes votar «¡Si!». 1º Porque la ley de Sucesión garantiza la estabilidad política de España y que la sangre de un millón de muertos durante la Cruzada no fue estéril. 2º Para proclamar ante el mundo la unión de todos los españoles frente a la intervención extranjera y la voluntad firme de mantener a toda costa nuestra soberanía».

Lo anterior es sólo un ejemplo del empeño de la autoridad en concienciar a la población mediante mensajes directos en forma de recuadros en la prensa afirmando que votar “sí” equivalía a votar contra el comunismo, contra la legislación laica de la II República, contra los enemigos externos, contra las logias del exterior, contra el nefasto liberalismo, causante de todos los males españoles desde la Cortes de Cádiz. Por el contrario, votar “no” sería pisotear las tumbas de los mártires y de los héroes; si votas “no” entregas tu patria a Rusia (Ideal 03/07/47); o Franco o guerra civil; el no en las urnas el 6 de julio puede significar algún día otra vez una España martirizada a merced de los traficantes de la política.

También la Iglesia se sumó a la campaña a favor del Sí mediante pastorales y homilías.

Aparte, las paredes de las ciudades fueron empapeladas literalmente de pasquines con propaganda a favor del voto favorable. Ni que decir tiene que ni un solo anuncio o comentario que propugnara el voto negativo pudo verse en esta mini campaña electoral, ni en la prensa -por supuesto-, ni en forma de publicidad callejera; si alguien se hubiera atrevido a disentir públicamente de la propaganda oficial, inmediatamente habría sido detenido y encarcelado.

Y así llegó por fin el domingo 6 de julio de 1947, día señalado para la consulta. Los colegios permanecían abiertos de 9 de la mañana a 5 de la tarde. Desde febrero de 1936, cuando el Frente Popular ganó las elecciones generales, no había sido convocado el pueblo español a las urnas. Hombres y mujeres mayores de 21 años, esto es, mayores de edad, tenían derecho a voto. Y además de un derecho era una obligación, previéndose sanciones para quienes sin causa justificada no votaran, consistentes en que su nombre sería publicado y sufriría un recargo de un 2 por ciento en la Contribución, y además se consideraría una nota desfavorable en la carrera administrativa de la persona, si es que ésta la tenía, según disponía una ley electoral de 1909.

Por entonces todavía no se había implantado en España la obligatoriedad del DNI, por lo que la mayoría de la población no tenía más medio de identificarse que a través de la cartilla de racionamiento, de carácter individual, así que si ésta no llevaba el sello de haber votado, la persona titular quedaba señalada y su escaso condumio corría el riesgo de desaparecer. Así mismo, a los abstencionistas se les negaba el certificado de buena conducta, tan necesario para numerosos trámites en aquella España de colas interminables ante las ventanillas oficiales.

En prevención de la falta de papel en aquellos años de escaseces extremas, en los periódicos había venido insertándose, previamente a la votación, un modelo de papeleta que podía recortarse del diario y rellenarse con el sí o el no para llevarlo directamente al colegio electoral constituido y depositarlo en la correspondiente urna, resultando válido este método.

En Granada capital, dividida en nueve distritos y 139 mesas, votó ¡el 94%! del censo electoral, que alcanzaba casi los 88.000 votantes. Votaron el 90,6% en la capital y el 97,6% en la provincia, unos resultados muy similares a los obtenidos en el resto del país. Por otra parte, en la capital hubo 4.770 votos a favor del No (menos del 7%), 2.386 votos en blanco y 11.668 abstenciones. Los diarios resaltan en letras grandes que hubo miles de personas que entregaron sus papeletas abiertas sin doblar (se introducía en la urna la papeleta sin sobre) y dieron vivas a España y a Franco; así mismo, fueron también miles las papeletas en las que los electores habían escrito frases tales como «Por Franco, sí» o «Una y mil veces sí», y la anécdota, según refiere Ideal, fueron las cuatro papeletas de votantes a favor del sí donde habían escrito «Soy comunista». No se registró el más mínimo incidente. Total, un rotundo éxito para Franco y para su régimen, aunque no hay que perder de vista que todo se llevó a cabo en un contexto de ausencia total de garantías de los derechos fundamentales y del propio proceso electoral (legislación, campaña, censo, recuento).


Papeleta publicada en Ideal que podía recortarse y servía para la votación


La guerrilla que no cesa

            Los Quero ya habían sido eliminados y otras partidas, como la de Yatero, se habían disuelto, pero ni mucho menos estaba zanjada la muy preocupante cuestión del maquis provincial. A últimos de julio de 1947 ocurrió otro grave suceso con derramamiento de sangre en el que se vieron implicados varios bandoleros, como son nombrados por la prensa. En Motril, cortijo de los Maldonados, donde se refugiaban, en un tiroteo con la fuerza pública caían abatidos los guerrilleros Serafín Lorenzo Cara (a) Serafín el de Cástaras y Francisco el de la Haza del Trigo, de la partida de El Polopero; también los guardias civiles José Rodríguez y el teniente de la Benemérita Francisco Morales Rodríguez, de 29 años y natural de Molvízar. Éste último fue trasladado aún con vida al Hospital Militar, pero sus heridas eran muy graves y murió a las pocas horas.

            Desde el asesinato del coronel Miláns del Bosch, llevado a cabo por el Clares y los suyos, y una vez desaparecidas las bandas de los Quero y del Yatero, era la aniquilación de la partida del Clares lo que centraba los esfuerzos policiales. Frente a años pasados, ahora los periódicos sí suelen comentar con más detalle las operaciones de lucha contra los empecinados granadinos, sobre todo cuando los resultados son favorables a las fuerzas del orden, y así en los meses siguientes suelen abundar las noticias de detenciones, tiroteos y muertes. Y a finales de noviembre da cuenta la prensa local de la muerte en enfrentamiento con la Policía Armada y la Guardia Civil del Clares (Rafael Castillo Clares) y del Medina (Vicente Medina, aunque en algunos de los trabajos sobre la guerrilla granadina antifranquista se da el nombre de Jesús Medina Jiménez), así como del teniente de la policía Manuel García Espinosa, hijo del decano de la Facultad de Farmacia, José García Vélez. Ideal del día siguiente aclara que el tiroteo fue en la Lancha de Cenes y en el mismo murieron el Clares, otros dos bandoleros y tres mujeres que les acompañaban y que también se enfrentaron a la fuerza pública.

            Sabemos, por la abundante literatura sobre la cuestión, que hubo un primer tiroteo, en Cenes, donde la partida del Clares, de Güéjar-Sierra, había sido cercada, y tras un intenso y prolongado intercambio de disparos algunos de los que la formaban se habían abierto paso a base de lanzar bombas de mano que causaron abundantes bajas entre los cercadores, pero en el tiroteo cayó el Medina, no así el Clares, cosa que ocurrió a los pocos días y en otra refriega en lugar distinto aunque cercano, en la Lancha de Cenes, donde también habrían muerto la amante del Clares, Asunción González Toro (a) Catalina y tres personas más, además de resultar heridos al menos cinco de los agentes del orden intervinientes en la acción.


El teniente de la Policía Armada Manuel García Espinosa, muerto en enfrentamiento con la partida de los Clares


El propietario no es responsable

            Hasta 1971 aproximadamente existió en la calle Gran Capitán, un poco más abajo de donde hoy está el ambulatorio de la Seguridad Social, a la altura del ensanche que en esa vía granadina forma una especie de placeta, pero en la acera opuesta, existió -digo- un palacete muy peculiar construido a principios del siglo XX. Es una zona céntrica hoy, pero por entonces estaba en las afueras de Granada. Aquel área, como otras muchas de la ciudad, fue destrozada por la especulación salvaje característica del tardofranquismo y del desarrollismo más cateto que imaginarse pueda, que en Granada gozó de carta blanca y campó a sus anchas, causando grandísimos estropicios arquitectónicos. Así, del palacete no queda nada, en su lugar se levanta un adocenado y mamotrético bloque-colmena de pisos, una construcción igualita igualita a las que pueda uno encontrar en cualquier ciudad. 

            A partir de la segunda mitad de la década de los 40, más que el valor estético o artístico del palacete, lo que llamaba la atención de quienes pasaban por su puerta era el azulejo que lucía en su frontal con la siguiente leyenda: «De esta fachada no es responsable el actual propietario». El personal transeúnte que leía el mensaje solía preguntarse a santo de qué estaba el mosaico de marras en aquel lugar y qué habría querido decir exactamente la persona que mandó la fijación del letrero. Unos, echándole imaginación a la cosa, decían que era porque por las noches, noches oscuras como boca de lobo en la Granada de las restricciones eléctricas, bailaban en sus muros las sombras de los espíritus de los enterrados en aquel sitio, antiguo cementerio del cercano monasterio de San Jerónimo; otros decían que era por razón de pagar menos impuestos, y también oyó uno decir que era para prevenir posibles responsabilidades de accidentes por desprendimientos.

            Pero en realidad la única razón era que a su propietario, que acababa de adquirir la casa y se había instalado allí con su familia mediado el año 1947, el aspecto exterior de su nueva vivienda no le gustaba nada, y ordenó que se fijara el mensaje. Esa persona, el nuevo propietario de la casa en cuestión, no era otro que Ramón Contreras y Pérez de Herrasti, jefe del tradicionalismo penibético, que acababa de mudarse desde su Palacio de las Columnas (o de los Condes de Luque) en la calle Puentezuelas, al ser éste vendido a la Universidad para que poco después se instalara allí la Facultad de Filosofía y Letras. Para el gusto aristocrático del prócer granadino, como él mismo manifestó en entrevista a Ideal, el contraste con su antigua residencia era grandísimo: «Acostumbrado a aquella arquitectura, esta fachada me desagradó mucho… Primeramente pensé reformarla por completo; pero luego lo pensé mejor y decidí poner la lápida.» Así que nada de fantasmas o motivos crematísticos, lo que movió a don Ramón a hacer lo que hizo fueron razones estéticas y de puro prestigio social. ¿Qué cosa chocante es eso del modernismo para un tradicionalista?


Azulejo en la fachada de la casa de la calle Gran Capitán nº 10. Foto bajada de El Independiente de Granada

Los Pérez de Herrasti constituyen una familia de próceres granadinos cuya estirpe tiene como inicio el mismo momento de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, quienes premiaron a sus huestes con grandes posesiones de tierras, entre ellos al caballero Domingo Pérez de Herrasti, y así en la zona de Iznalloz el pueblo Domingo Pérez lleva ese nombre por levantarse en sus antiguos predios. Por otro lado, Andrés Pérez de Herrasti y Pulgar es considerado el héroe de la defensa de Ciudad Rodrigo frente a la francesada en 1811, y en su honor la calle Arandas, donde nació y tenía su residencia en el palacio dieciochesco allí existente (hoy colegio mayor femenino), durante algo más de un siglo (hasta 1932) llevó su nombre. Además, el Ayuntamiento llegó a aprobar un monumento, que finalmente no se hizo, que se levantaría en el centro de la plaza del Carmen en memoria de los héroes granadinos de la Guerra de la Independencia en el que se recordaría a este Pérez Herrasti junto al alcalde Caridad de Otívar, el alcalde carbonero de La Peza y el defensor de Gerona, Álvarez de Castro.

Además del Palacio de las Columnas, actual facultad de Traductores, otro palacio, el de los Marqueses de Cartagena, al final de la Cuesta de Gomérez, pegado a la Puerta de las Granadas, también perteneció a la familia Pérez de Herrasti.

En la misma entrevista de Ideal, Ramón Contreras dice que “lo de las patadas”, el fútbol, sólo le produce indiferencia, sin embargo, sigue con interés y está al día en las noticias que atañen a dos equipos: el Granada CF y el Osasuna, éste segundo porque dice que, como carlista confeso, es suscriptor del diario El Pensamiento Navarro. Don Ramón añade que nunca ha asistido a un partido de fútbol. Pero como otros varios cientos de granadinos nada futboleros, en su día, 1934 (esto ya no lo dice en la entrevista), aportó sus buenos veinte duros a cambio de aquellos bonos reintegrables (que nunca se reintegraron y lo fueron a fondo perdido) que Matías Fernández-Fígares puso en circulación para con lo recaudado financiar la construcción del estadio de Los Cármenes.

Recientemente y gracias a un artículo publicado en El Independiente de Granada con la firma de Gabriel Pozo Felguera, titulado “La tercera muerte del padre del Modernismo arquitectónico en Granada”, hemos conocido más detalles de la casa de la calle Gran Capitán nº 10. El palacete tuvo como autor al arquitecto modernista Juan Jordana Montserrat, sobrino de otro ilustre arquitecto como es Juan Montserrat y Vergés. A ambos se debe gran parte de las construcciones singulares de la Gran Vía y otras muchas obras repartidas por la provincia. Según Pozo Felguera, el hotelito de Gran Capitán 10 es (era) el edificio cumbre del modernismo granadino y data de 1903, y su primer propietario fue el constructor Miguel Serrano Martínez. En su día fue lo más “in”, pero pasados los años y con el inevitable cambio de gustos y tendencias, sobre todo tras la Guerra Civil, ese tipo de edificaciones estaban muy lejos de los cánones estéticos de la “España Imperial”, de ahí que su nuevo propietario a partir de 1947 hiciera fijar el azulejo famoso.

            Nosotros ni entramos ni salimos en la cuestión de si el palacete era de gran valor artístico o carecía de él (entre otras cosas porque nos falta formación y criterio en estas cuestiones). Posiblemente la casa del letrero de la calle Gran Capitán no era ninguna maravilla arquitectónica, pero de lo que no cabe duda es de que siempre sería preferible haber conservado este tipo de edificios y no macizar la ciudad con feos bloques de pisos en serie, de forma que al pasar por allí uno ya no sabe si está en Granada o en Ponferrada.


El palacete modernista de Gran Capitán 10. Foto bajada de El Independiente de Granada

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