Se acabó la Primera División
El Granada CF estuvo toda la anterior temporada,
1944-45, ocupando puestos de descenso o muy cerca de ellos. Una extraordinaria
reacción final le permitió eludir las dos últimas posiciones de la tabla que
significaban pérdida directa de la máxima categoría, pero, muy lastrado el
equipo por los resultados negativos anteriores, no pudo completar su gran
mejoría eludiendo también la trampa de la promoción por la permanencia. Por
otra parte, su magnífico papel en la Copa del Generalísimo, competición que se
jugó una vez agotado el calendario liguero y que contempló a un Granada por
primera vez en su historia semifinalista, convencieron a muchos de que íbamos a
seguir viendo fútbol de primer nivel al menos un año más. Parece ser que este
mismo era el pensamiento de los once rojiblancos que comparecieron en el
Metropolitano el 17 de junio de 1945 para jugárselo todo a una carta en el
único partido en que por entonces consistía la promoción y así, según las
crónicas, el Granada salió con aires de autosuficiencia y no llegó nunca a
meterse en el partido mientras que su rival, el Celta de Vigo, que además había
gozado de todo un mes de descanso antes de encarar esta cita decisiva, se
empleó con mucho más interés y fue justo ganador. Así que cuando ya se daba
todo por resuelto llegó un descenso inapelable con el que ya no se contaba.
Así terminó la temporada 1944-45. El
Granada CF vivió su mayor decepción desde el momento de su fundación porque el
perder aquel partido contra el Celta supuso el primer descenso de su historia.
Hasta ese momento y desde su fundación en 1931, todos los cambios de categoría
habían sido para mejorar. Perder la primera fue una tragedia y significó el fin
de un ciclo y el comienzo de otro, ya no tan triunfal como el que se cerraba.
Comisión gestora. Fontana presidente de honor
A mediados de junio de 1945 la triste
realidad hinchística se manifiesta en toda su crudeza. Se ha consumido una era
gloriosa en la historia del GCF y con ella se han acabado los días de vino y
rosas que para un modesto como nuestro equipo han supuesto los cuatro años
seguidos en máxima categoría. A partir de ahora el fútbol que se podrá ver en
Los Cármenes será de bastante peor calidad. Pero no terminan ahí los males. Lo
peor de todo es que no hay ni para tabaco en las arcas del club, al que se le
calcula una deuda algo superior al medio millón de pesetas, muchísimo dinero
para la época. Es un panorama desolador que pone en duda la continuidad del
club. Falta monetario y tampoco hay directivos, se puede decir. El presidente
Pérez de Haro y su junta expresaron su voluntad de dimitir, manifestada en los
mismos vestuarios del Metropolitano una vez consumado el descenso, aunque esa
decisión había quedado aplazada hasta la vuelta del gobernador civil Fontana,
con quien pensaban reunirse y poner los cargos a su disposición.
Por eso la primera noticia de la temporada
45-46, el día 1 de julio, es esa reunión postergada en su momento y llevada a
cabo por fin el día anterior en el Gobierno Civil, presidida por la primera
autoridad provincial. Allí se dieron cita más de treinta personas, con asistencia
de varios notables del granadinismo y
de la vida económica de la ciudad, para tratar de encontrar una solución a la
preocupante situación del club. De esta reunión salió una comisión integrada
por el todavía presidente, Juan Diego Pérez de Haro, el ex presidente Antonio
Becerra Entrambasaguas, más los ex directivos Manuel Morales Souvirón y
Francisco Cabezas, y también el que sonaba como posible nuevo presidente,
Manuel Fernández de Prada. A esta comisión se le encomendó el estudio de la
situación, así como la propuesta de posibles soluciones y el nombramiento de
nueva directiva. En la misma reunión y por unanimidad de todos los presentes,
se acordó nombrar presidente de honor al gobernador civil José María Fontana,
quien prometió a los reunidos prestar su colaboración entusiasta en pro del
Granada. Esa colaboración se tradujo a los pocos días en la concesión de un
crédito de 30.000 pesetas avalado por el propio gobernador y que, una vez
finalizada esta temporada y en vista de que la mala situación económica seguía
presidiendo el día a día del Granada CF, le fue condonado al club.
Tras una semana de reuniones, la comisión
hizo a través de la prensa un llamamiento a la afición y a Granada entera para
que todos colaboraran en pro de la institución que lleva el nombre de la ciudad
por toda España. Pero en realidad, aparte de alguna propuesta que quedó en
nada, poco efectivo fue el papel de la comisión y un mes después no habrán
conseguido sus componentes llegar a conclusión alguna, ante lo cual a primeros
de agosto se hace efectiva la dimisión de Pérez de Haro, presentada
personalmente en la sede de la Federación Sur en Sevilla. Queda en esos
momentos como presidente interino el eterno secretario técnico rojiblanco, Paco
Cristiá.
Nuevo presidente: el Marqués de las Torres de Orán
La interinidad de Cristiá duró sólo un día
porque el 4 de agosto ya tiene el Granada nuevo presidente: un aristócrata,
Manuel Fernández de Prada y Villarreal, V Marqués de la Torres de Orán. El
nuevo presidente dice que, para evitar la desaparición del Granada CF, ha
aceptado ante los reiterados requerimientos del presidente interino y de la
Federación Regional Sur a instancias del gobernador civil, camarada Fontana, a pesar de que su salud y sus innumerables
ocupaciones aconsejaban sensatamente lo contrario. Serán sus vicepresidentes:
José María Dávila Valverde, José Fernández-Fígares Méndez e Indalecio Romero de
la Cruz, y a éstos acompaña una larga lista de más de 30 personas que completan
la nueva directiva.
Lo primero con que tropieza el nuevo
presidente es que en poco más de una semana hay que pagar un total de 150.000
pesetas y en caja hay en esos momentos apenas 60. Entre fichas y la última
mensualidad, debida a prácticamente toda la plantilla de la temporada anterior,
se necesitan esos 30.000 duros, de lo contrario, de no pagar, todos quedarán en
libertad, con gran dolor en el caso de los tres futbolistas más cotizados:
Millán, González y Trompi, que son también los que más pegas ponen para renovar
un contrato que ya ha cumplido. Además, también hay que contratar un nuevo
entrenador. Desde luego es un panorama que desanimaría al más pintado aunque finalmente
se pudo salvar la comprometida situación. ¿Cómo?, pues con aportaciones personales
de los nuevos directivos.
Una de las medidas que establece la nueva
directiva es la creación cara a la 45-46 de diez clases distintas de socios.
Por primera vez se van a admitir abonados de la localidad de General, que
pagarán 10,15 pesetas mensuales (7,15 señoras y 5,15 niños) pero tendrán que
acreditar su condición de obreros y se pretende que su número no sea superior a
mil. Los precios para las demás gradas son: protectores (son todos socios de
tribuna y abonan su cuota de una sola vez y por toda la temporada), 250 pesetas
(150 señora y niño); los socios de número pagarán de cuota mensual: tribuna
21,15 (15,15 señora y niño); preferencia, 12,15 (8,15 señora y 6,15 niño).
El
Marqués de las Torres de Orán
No sigue Emilio Vidal
El entrenador que terminó la temporada
anterior, Emilio Vidal, de vacaciones en Castellón, donde reside, había
confirmado por escrito su renovación por el Granada para la temporada entrante.
Pero apenas una semana más tarde el propio Vidal, por telegrama, comunica al
club que no puede ser entrenador del Granada porque sus negocios privados se lo
impiden (tenía una ferretería en Castellón), así que a poco más de un mes del
comienzo de la competición el Granada no tiene técnico. Emilio Vidal, un buen
entrenador, en la media temporada en que fue míster rojiblanco había conseguido
que un equipo apático como el de la primera vuelta 44-45 cambiara de actitud en
la segunda y reaccionara logrando evitar un descenso directo que parecía
cantado, y consiguiendo también que por primera vez un modesto como el Granada
llegara a semifinales de Copa. No pudo eludir la pérdida de categoría por un
único mal partido, el de promoción, pero todos habían quedado muy contentos con
su trabajo desde el banquillo. Parecería que los motivos explicados por Vidal
no eran del todo ciertos y que estaba esperando mejores ofertas. Y así fue,
porque al poco tiempo fichó por el Castellón, por entonces en primera. En el
equipo de La Plana permanecerá toda la temporada 45-46 realizando un gran papel
que un año después lo convertirá en míster del poderoso Atlético Aviación.
Cholín entrenador
Cuando falta apenas una semana para la
fecha fijada para el comienzo de los entrenamientos se recibe en el club el
ofrecimiento de Cholín, que la temporada anterior ha entrenado al Alavés. Así
lo anuncia Ideal. En Patria quieren darle más misterio y comentan la inminente
contratación de un nuevo entrenador del que no revelan su nombre (sólo dicen
que tiene seis letras) pero añaden que se trata de un ex jugador norteño que
perteneció a nuestro equipo y que es recordado con cariño por los aficionados.
Hubo rápido acuerdo para la contratación de
Cholín, quien firmó en blanco, esto es, fiándose de la cantidad de ficha y de
sueldo que quisiera fijarle la nueva directiva, y enseguida se vino para
Granada (lo primero que hizo al llegar fue visitar a la Virgen de las
Angustias), a la que considera su segunda tierra y donde tiene muchos afectos,
como el mismo Cholín refiere a la prensa.
Así se estrenaba Cholín como entrenador del
Granada, un banquillo que volverá a ocupar en varias temporadas venideras hasta
convertirse en el míster que más partidos de segunda ha dirigido al Granada en
toda su historia, marca todavía vigente. Nada más llegar y en entrevista para
la prensa local dice que el Granada tiene equipo para recuperar inmediatamente
la primera, y que hay que volver a la antigua forma de juego que tantos
triunfos dio: pase corto y a ras del suelo.
También nada más llegar, Cholín recomienda
el fichaje de un extremo izquierdo paisano suyo de Tolosa, equipo en el que
juega, tiene 18 años y se llama Pedro Mari Arsuaga y se dice que andan tras él
R. Sociedad, Bilbao y Aviación. Una delegación del club viajó hasta Tolosa para
traérselo, ofreciéndole una ficha de 55.000 pesetas y sueldo mensual de 1.000,
pero no quiso firmar pues sólo le preocupaban sus estudios, dijo. Habría sido
sin duda un gran fichaje, pero el Granada no podía competir con esos otros
clubes que lo pretendían y fue el R. Madrid quien se lo llevó un año después, y
a ese club perteneció ocho temporadas. Andando el tiempo este Arsuaga acabará
jugando en el Granada, pero esto ocurrirá ya en la temporada 1953-54, cedido
del Madrid.
Cholín, entrenador del Granada 45-46
Empiezan los entrenamientos
Los entrenamientos empezaron el 20 de
agosto en un Los Cármenes sin prácticamente hierba por culpa de la pertinaz sequía (se lee en la
prensa), que ha impedido su riego regular pues Granada lleva todo el verano
sufriendo restricciones. Al primer entreno sólo asistieron siete jugadores
(Martí, Floro, Millán, González, Sierra, Melito y García). La directiva se
apresuró a publicar una nota diciendo que salvo Trompi, con el que todavía se
anda en conversaciones para su renovación, y Nicola, que a última hora se ha
subido a la parra económica, todos los demás tienen permiso para incorporarse
algo más tarde.
Con el beneplácito de Cholín, las primeras
bajas en la plantilla fueron: Martín Pica, Llano y Marín. Este último andaba ya
por los 39 tacos y su última temporada no había sido tan buena como las otras
tres anteriores, de ahí que se hubiera pensado en darle la baja, pero la
dirección técnica se lo pensó mejor y decidió renovarle otra temporada más.
Caso Nicola
Nicola no se incorporó hasta bastantes días
después de empezar los entrenamientos. Desde su Barcelona mandó una carta al
club diciendo que no venía si previamente no se le ingresaba una determinada
cantidad, y la directiva contestó fijando un plazo para su incorporación o de
lo contrario se le declararía en rebeldía. Hay que aclarar que por aquellos
años y hasta bastantes después existía en el fútbol profesional español el
llamado derecho de retención, por el cual cualquier futbolista podía ser
obligado a quedarse en el club al que perteneciera aunque ya su contrato
hubiera cumplido, o sea, podía ser retenido y bastaba con aumentarle un pequeño
porcentaje, y si el futbolista no estaba de acuerdo y se negaba a reintegrarse
era declarado en rebeldía, lo que significaba que no podía fichar por ningún
otro club. Nicola, con contrato hasta 1947, uno de los mejor pagados de la
plantilla, tras su negativa a incorporarse fue efectivamente declarado en
rebeldía.
Finalmente, a falta de una semana para el
comienzo de la liga, el delantero catalán pareció dar su brazo a torcer y se
avino a renovar su contrato, aunque para cuando se dejó caer por Granada
faltaban ya sólo tres días para el partido de la primera jornada. Pero una vez
ya por estos andurriales tuvo la salida
de insistir en su demanda crematística y pidió 40.000 pesetas en el acto y
30.000 más por cada año, cifras que estaban muy por encima de lo que cobraban
los mejor pagados de la plantilla, a lo que el club naturalmente contestó que
ni hablar del peluquín. Por fin la víspera del estreno liguero hubo reconciliación
y Nicola volvió, ahora sí, a la disciplina rojiblanca, pero su larga
inactividad aconsejó que no se alineara en ese primer partido frente a la Real
Sociedad. Reapareció en la segunda jornada en Córdoba, pero fue una figura decorativa (en otro lugar común
gacetillero muy de la época) por encontrarse falto de entrenamiento y mermado
en su condición física al haber estado todo el verano enfermo. Por esa misma
razón, por estar muy lejos de su mejor forma, volvió a la suplencia en la
tercera jornada, en la que el Granada venció en Los Cármenes (3-1) al Zaragoza.
Reapareció en la jornada cuatro, segunda salida del calendario, a Ferrol (1-0
perdimos), donde parece ser que jugó algo mejor. Y ahí se acabó Nicola. Fue su
último partido como rojiblanco.
Tras algo más de una semana de
negociaciones y después de jugada la jornada quinta, a finales de octubre,
Nicola fue traspasado al Hércules, recién ascendido a primera, que pagó al
Granada 80.000 pesetas por el delantero catalán. La muy preocupante situación
económica del Granada y el hecho de haber fichado otro delantero, Portilla,
decidieron a la directiva a desprenderse de Nicola, que acababa de empezar su
cuarta temporada como rojiblanco.
Nunca llegó Nicola a conectar plenamente
con la grada ni a ser un verdadero ídolo, sin embargo, sus números como
granadinista no son nada malos: 49 goles en 70 partidos, que lo convierten en
el sexto en la clasificación de goleadores de toda su historia (sólo Rafa,
Trompi, Morales, Miguel y Mas están por delante), y que si atendemos a la
clasificación por promedio le hace subir un puesto más, el quinto. La temporada
anterior fue la que mejores registros presentó, un total de 22 goles entre liga
y copa, pero sus grandes números anotadores no volvería a repetirlos lejos de
Los Cármenes ya que en su nuevo club sólo intervino en diez encuentros y nada
más que dos goles consiguió, pasando posteriormente al Murcia donde también
fueron muy discretos sus números.
Nicola
Millán, González, Sosa y Trompi pueden irse
El descenso también ha traído la muy
preocupante situación en que quedan sus jugadores más cotizados: Millán,
González, Trompi y Sosa, que tienen ofertas y no quieren renovar. No obstante
Sosa fue el primero en firmar su nuevo compromiso con el Granada por un año, y
lo hizo a primeros de julio, antes de marcharse de vacaciones a su tierra
canaria. Respecto de González, en Patria apareció publicado que se había
descolgado pidiendo 250.000 por renovar, cantidad que por entonces significaba
un capitalazo y además estaba muy por encima de lo que venía cobrando
normalmente cada temporada (unas 5.000 pesetas de ficha) y de lo que ingresaban
los futbolistas de los equipos grandes, y encima, por si fuera poco -se dijo-
exige también la carta de libertad al terminar la temporada, de lo contrario se
niega en redondo a firmar. Millán por su parte también se ha subido a la parra,
aunque algo menos alta, y exige 150.000 por tres temporadas más, aunque
alternativamente ofrece jugar gratis este año a cambio de obtener también la
libertad al finalizar junio.
En entrevista con Saucedo para Patria pocos
días después, el propio González desmiente que haya pedido esa cantidad tan
enorme y también que exija la carta de libertad al finalizar la temporada, pero
se reitera en que quiere cambiar de aires y añade que está cansado de Granada y
hasta de la Alhambra, y que pretende ser traspasado porque hay ofertas por él
del Barcelona (que pagaría al Granada 75.000 y al jugador 20.000 por año) y del
Sevilla (dispuesto a dar casi el doble). Para concluir dice que, para quedarse,
el Granada tendría que pagarle 60.000 pesetas por temporada, que sigue siendo
una cantidad astronómica para las posibilidades del club.
El acuerdo para la renovación de González
se alcanzó al fin unos días antes de comenzar los entrenamientos mediante una
entrevista personal en el domicilio del recién nombrado presidente Manuel
Fernández de Prada, de la que existe un testimonio sabroso en la Historia del
Granada CF Entrala-Ramos (página 135) por el cual nos enteramos de que González
consiguió renovar con una ficha de 25.000 pesetas anuales y 1.500 de sueldo,
una considerable mejora en su contrato. El mismo día renovó también Millán en
las mismas condiciones económicas que su más famosa pareja, aunque lo hizo por
tres temporadas con derecho a retención por parte del club. Fueron las dos
primeras gestiones llevadas a cabo por el flamante presidente Fernández de
Prada.
A Trompi costó algo más convencerlo, pero
por fin también firmó, por dos años en su caso, cuando ya se llevaba una semana
de entrenamientos, y lo hizo en las mismas condiciones económicas que González,
Millán y Sosa.
Corta pretemporada
Dos semanas antes de empezar la liga jugó
el Granada su primer encuentro de pretemporada, en un Los Cármenes
prácticamente sin hierba y lleno de hoyos, frente a la Olímpica Jienense, que
militaba en tercera pero puso las cosas muy difíciles, acabando el partido 5-4
a favor de los nuestros. Según las crónicas, el Granada estuvo horroroso y los
jiennenses fueron mejores y merecieron la victoria. Ante la rebeldía de Nicola
hubo que improvisar delantero centro, posición en la que actuó de inicio Rey,
que dejó claro que ése no era su puesto, y después le sustituyó Sosa (recién
vuelto de las islas), que ya había actuado otras veces en esa demarcación, pero
no mejoró el papel de Rey. El cronista no salva de la quema ni a Millán, que
desde que se lesionó de gravedad en su única presencia como internacional, en
febrero, no se le había vuelto a ver vestido de corto. La impresión general que
sacaron los asistentes fue que el equipo estaba todavía muy falto de forma
(algunos de los alineados acababan de incorporarse) y que hacía falta
urgentemente reforzarse, de lo contrario sería muy difícil volver a primera.
Con un segundo amistoso en Los Cármenes se
cerró la pretemporada. El Granada jugó frente a una selección de jugadores
sevillanos improvisada para la ocasión en la que venían un ex rojiblanco, Acedo
(autor del gol forastero), el delantero centro cedido del Sevilla la temporada
anterior y vuelto a su club en la presente; y un futuro granadinista seis años
más tarde, el defensa Japón, por entonces en el Ceuta. Ganaron los rojiblancos
2-1 pero fue otro pésimo encuentro de los nuestros caracterizado por el peloteo insulso que presidió el juego de
unos y otros, por usar ese término al que tanto recurría la prensa de la época
para decir que el partido había resultado aburrido. De rojiblanco actuaron a
prueba tres granadinos que habían destacado la temporada anterior en el llamado
Trofeo de Tercera, que disputaban sólo conjuntos locales y no tenía carácter
federado; uno de los tres era Cepillo, medio de la tierra que ya había
pertenecido al club antes y después de la guerra y que siempre apuntó buenas
maneras pero una gravísima lesión de menisco que se produjo en el partido
Granada-Gerona de la temporada del ascenso, 40-41, lo había apartado del
deporte más de dos años. Ninguno de los canteranos a prueba llegó a fichar.
Se va el Marqués. López Font nuevo presidente
A
falta de poco más de una semana surge la sorpresa en el seno del Granada CF:
cuando nadie lo esperaba, el presidente, Manuel Fernández de Prada, presenta su
dimisión. Poco más de un mes llevaba en el cargo el marqués, como se le
conocía. Era un viejo aficionado de los de primera hora, pero nunca antes había
tenido protagonismo en la vida interior del club. Sin duda acabaron de
desanimarlo los mil problemas económicos y de organización que vivía en esos
momentos nuestro GCF.
Reunida de urgencia
la directiva, decidieron por unanimidad proponer nuevo presidente en la persona
del hasta ese momento vocal, Manuel López Font, comandante de intendencia en
activo, que aceptó y enseguida recibió el beneplácito de la Federación Sur.
López Font apenas tocó la directiva que ya existía, sólo nombró un nuevo
vicepresidente, Pablo Acosta Medina, y un nuevo tesorero, Joaquín Sánchez
Sanjuán. No entró con mal pie la nueva directiva ya que a los pocos días de
tomar posesión se puede leer en la prensa que el Granada ha saldado con sus
futbolistas todas las deudas que con ellos mantenía.
CALLEJEANDO
Teatro Gran Capitán.
Demolición del palacio de los Córdova
En el ámbito ciudadano destaca el
re-estreno del teatro Gran Capitán. Volvió a las carteleras el 30 de mayo de
1945, con Granada iniciando sus fiestas del Corpus. Se trataba de un local al
aire libre situado en la calle Sierpe Alta, esquina a plaza de las Descalzas,
justo detrás de la casa de Correos en su antiguo emplazamiento, en terrenos que
en la actualidad ocupan en parte la plaza de Isabel la Católica y el
mamotrético edificio Banco de Santander. Fue en su día muy polémica la
construcción de este teatro porque para llevarla a cabo hubo que previamente
demoler el palacio de los Córdova.
Casi a la vez que el camarada Miguel Primo
de Rivera y Sáenz de Heredia, a la sazón ministro de Agricultura, inauguraba
oficialmente en el Camino de Ronda el campo de deportes del SEU o del Frente de
Juventudes (el Estadio de la Juventud) a medio hacer, se re-inauguraba esta
sala que para su vuelta se estrenó con el espectáculo “Relieves de España”, con
Gloria Romero y Pepe Blanco, más las Hermanas Irene y Charito Jara, el caricato
Sepepe, y la Orquesta “Mihúras de Sobré”, destacada
agrupación musical-cómico-excéntrica. A partir de esta fecha e
ininterrumpidamente funcionará cada verano como teatro-cine al aire libre hasta
1953 y por su escenario desfilarán de junio a septiembre primeras figuras del
teatro, la zarzuela y las varietés.
Como queda dicho, el local se re-inauguró
en el Corpus 1945, pero ya tenía a sus espaldas una larga historia, y esa
historia toca de forma indirecta a la del GCF ya que su propietario, Ricardo
Martín Flores, era el padre de Ricardo Martín Campos, en esos momentos ex
presidente del club rojiblanco (volverá a serlo en 1947) y presidente
honorario.
La
primera noticia que del teatro tenemos consiste en un pequeño recuadro de El
Defensor, marzo de 1919, donde se lee que el gobernador civil de la provincia
ha recibido un telegrama del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes,
ordenándole que prohíba la demolición de la casa de los Córdova, que perteneció
a Gonzalo Fernández de Córdova, el Gran Capitán. En realidad, el propietario y
el que levantó el palacio en el siglo XVI fue Luis Fernández de Córdova,
sobrino-nieto del Gran Capitán. Pero para cuando se recibe la orden de Madrid
ya de la casona apenas queda nada. Su propietario era en esos momentos Martín
Flores, también propietario del teatro-cine Regio, en la calle Escudo del
Carmen, el primer local estable construido expresamente para exhibición de cine
que se levantó en Granada, que llegó hasta los años 80. Don Ricardo, industrial
muy conocido en Granada y a quien apodaban “Merengue”, no por ser madridista
sino porque también había sido dueño de la confitería Los Alpes, en Reyes
Católicos esquina calle del Príncipe, recurrió a lo que se conoce como política
de hechos consumados y en un tiempo récord demolió el palacio. De esa forma
consiguió evitar que le pasara lo mismo que un año antes, en 1918, cuando
tropezó con la negativa de las autoridades para cometer la barbaridad que
pretendía: demoler el Corral del Carbón (también por entonces en manos
privadas) y levantar en su solar un nuevo teatro. Don Ricardo fue más rápido y
para cuando los poderes públicos entraron en acción ya no cabía más actuación
que obligar al dueño a conservar aquellos elementos del edificio derribado que
se consideraran de «utilidad para el
arte».
Patio
de butacas del teatro Gran Capitán
En 1919 el palacio de los Córdova todavía
no había sido declarado monumento nacional e incluso un intelectual de la época
como Francisco de Paula Valladar en su revista quincenal de artes y letras, La Alhambra, calificó a la parte
exterior del palacio como exponente de un renacimiento
de bastante mal gusto, y dijo del conjunto que tenía un mayor interés
histórico que artístico, pero sin que esto pudiera justificar su derribo ya que
en su interior albergaba numerosos elementos arquitectónicos dignos de
preservarse, en especial las lacerías mudéjares de sus techos y los capiteles y
zapatas de su patio. Afortunadamente casi todos esos componentes de valor se
salvaron y al menos se consiguió que no se perdiera por completo esta notable
construcción.
Martín Flores, con los despojos de la casa
de los Córdova una vez derribada, confeccionó un catálogo indicando el precio
de cada pieza y de todo el lote, y montó en una finca de su propiedad, situada
en lo que hoy es Almanjáyar, una suerte de exposición con columnas, rejas,
artesonados, mármoles, zapatas y otros muchos elementos interesantes desde el
punto de vista artístico, incluida la curiosa columnilla de la esquina
izquierda de la fachada principal en la que se ve esculpida una especie de
serpiente (sierpe) que fue la que dio nombre a la calle con la que hacía esquina
el palacio cuando todavía se mantenía en pie.
Casi milagroso es que el palacio de los
Córdova pueda ser hoy admirado en un paraje granadino, aunque ya no sea
exactamente como era y esté en un sitio distinto de su primitivo emplazamiento.
Perfectamente podría haber ocurrido que algunos de sus elementos de valor (o
todos) acabaran adornando la mansión de algún ricacho o que hubiera que ir
hasta Hollywood para poder verlo, como sucedió con otras muchas casas nobles
repartidas por toda España. Esto ocurrió gracias -al parecer- a que no se
encontró un comprador que estuviera dispuesto a desembolsar lo que Martín
Flores pedía. Ya en la segunda mitad de los años sesenta los duques de
Montellano, descendientes del Gran Capitán, compraron el conjunto y reconstruyeron
el palacio en su emplazamiento actual, en la orilla derecha del río Darro, con
acceso por la cuesta del Chapiz, en una finca de su propiedad. En 1980 fue
declarado monumento nacional. Hoy pertenece al Ayuntamiento, que lo adquirió en
1983 y lo destinó a archivo histórico de la ciudad.
Un
combate de boxeo en el teatro Gran Capitán hacia 1927
Sólo tres meses después de la total
demolición del palacio de los Córdova, 19 de junio de 1919, en pleno Corpus,
abrió sus puertas por primera vez al público granadino el
teatro-circo-parque-cine de verano Gran Capitán. Tras sus tapias y bajo el
cielo granatensis se desarrollaron toda clase de espectáculos escénicos,
también algunos de tipo deportivo, como combates de boxeo, e incluso mítines
políticos. A los pocos días del estreno, en la primera página de El Defensor
podía leerse una columna sin firma titulada “Barraca molesta” que empezaba tal
que así: «Para mayor jocosidad, con el nombre gloriosísimo de El Gran
Capitán, se ha inaugurado una barraca de espectáculos de género ínfimo, en el
sitio donde estuvo situada la grandiosa artística casa del insigne Gonzalo
Fernández de Córdova….». Pocos días después el mismo diario publicaba una
carta de réplica firmada por Ricardo Martín Flores en la que dice que el teatro-parque
Gran Capitán no es una barraca, al contrario, está montado con lujo, comodidad
y gusto artístico, y nada de cultivar el género ínfimo sino que sobre su
escenario están actuando primeras figuras como Dora la Cordobesita o Adelita
Lulú (las dos fueron muy famosas en su tiempo y ambas quintaesencian lo más
racial del carpetovetonismo: tonadillera que casa con torero, la primera con Chicuelo, la segunda con un diestro
llamado Joselito, pero no el famoso),
y que allí se cultiva el arte, no la chocarrería; asimismo, que la instalación
del teatro de verano es provisional y las obras para la construcción del
coliseo definitivo ni se han suspendido ni se suspenderán.
El propósito del propietario del teatro
Gran Capitán era construir un recinto moderno, con los adelantos técnicos y el
confort de la época y, por supuesto, techarlo todo. Pero se ve que no pudo
realizar al completo el proyecto porque el negocio nunca fue lo suficientemente
rentable, como lo prueba que en largos periodos de su existencia permaneciera
sin actividad: de 1920 a 1922 estuvo cerrado; volvió a abrir entre 1923 y 1929
para volver a quedar cerrado y sin actividad de 1930 a 1944. Desde 1945 hasta
1953 funcionó con regularidad cada año del Corpus a la Virgen. Después ya no
volvió a abrir sus puertas al público hasta que a principios de los 60 fue
demolido junto con la casa de Correos para que se pudiera hacer la plaza de
Isabel la Católica. Lo que su dueño pretendía que fuera un gran coliseo no pasó
de sala de verano al aire libre.
Los Sucesos de Febrero
de 1919
Sólo un mes antes de que empezara toda la
polémica por el derribo del palacio de los Córdova, en febrero de 1919, el
nombre del promotor de la misma como propietario que era de la casona y del
local que sobre su solar se construyó, Ricardo Martín Flores, tuvo cierto
protagonismo pasivo (como víctima) en unos sucesos muy graves que acontecieron
en nuestra ciudad y que han quedado para los anales de la pequeña historia
local englobados bajo el nombre genérico de “Sucesos de Febrero”. En el
domicilio de Martín flores no quedó un cristal sano y su negocio, el popular
teatro-cine Regio, fue asaltado y sufrió grandes estragos que le obligaron a
permanecer varios días cerrado.
El año 1919 y los inmediatamente anteriores
en Granada fueron bastante movidos. Huelgas y manifestaciones mil (que a menudo
acababan como el rosario de la aurora) se produjeron en abundancia. El
principal caballo de batalla de las muchas movilizaciones sociales que vivieron
las calles granadinas era lo que en la prensa del momento se denominaba la crisis de las subsistencias, es
decir, los productos de primera necesidad y el coste elevado de los mismos,
todo en una situación de gran recesión económica y la consiguiente penuria para
los más humildes, sin ninguna clase de subsidios por desempleo ni prestaciones
sociales de ningún tipo. Recién terminada la I GM, en España el paro obrero era
enorme y los precios se habían multiplicado hasta por tres respecto a los que
regían antes del conflicto, pero los salarios apenas habían aumentado. Entre
los muchos enfrentamientos callejeros que tanto abundaron ese año destacan los
hechos violentos que tuvieron lugar en Granada entre los días 9 al 13 de
febrero de 1919, los llamados Sucesos de Febrero. Los precios por las
nubes y el ya insufrible caciquismo, todo en conjunción, fue el detonante de
las interminables jornadas de enfrentamientos callejeros con la fuerza pública,
que culminaron en un motín callejero y la muerte de tres inocentes.
Los
hermanos La Chica, caciques de Granada
Al caciquismo «compadre y aparcero del favoritismo», se le acusaba, entre otras
muchas maldades, de ser también la causa, con sus corruptelas, de la miseria y
el desabastecimiento que sufría la población. Los caciques de cada provincia,
cada comarca, cada ciudad, cada pueblo, imponían su santa voluntad y amañaban
elección tras elección pues las urnas por entonces para lo único que servían en
España era para dar una apariencia de democracia que estaba muy lejos de ser
real. Los caciques gobernaban en beneficio propio y de sus clientes
comarcas enteras. En 1919 los caciques máximos en Granada eran los hermanos La
Chica: Felipe, el alcalde, y Juan Ramón, diputado a Cortes, ambos
pertenecientes al partido dinástico liberal-prietista.
Lo más grave ocurrió el martes 11 de
febrero, Jornada Sangrienta, como titula El Defensor. De buena mañana
comenzaron los incidentes, protagonizados en un principio por contingentes de
universitarios pidiendo ante su domicilio y a grito pelado la cabeza del
cacique, el alcalde Felipe la Chica, en las inmediaciones de la Universidad,
que por entonces tenía todas sus facultades excepto la de medicina en lo que
hoy es solamente la parte de la facultad de derecho que da a la plaza de la
Universidad. A los estudiantes se unieron los obreros y así continuaron los
saltos a lo largo de toda la jornada y por toda la ciudad hasta bien entrada la
noche. Tres personas muertas y numerosos heridos fue el muy lamentable balance:
un estudiante de medicina, un obrero ferroviario y una dependienta. Los tres
fallecidos lo fueron por disparos de la Guardia Civil contra los manifestantes,
que por entonces la Benemérita no disponía de más medios antidisturbios que sus
máusers y sus sables. Fueron unos sucesos muy graves que dieron mucho que
hablar también lejos de nuestra tierra, y en varias capitales hubo huelgas y
manifestaciones de protesta. La sesión del Congreso de Diputados del día 12 fue
dedicada en exclusiva a debatir los sucesos de Granada. El mismo día, el
presidente del Consejo de Ministros, Conde de Romanones, destituyó al
gobernador civil y al alcalde, y con él se marcharon, al dimitir, todos los
concejales de la mayoría liberal, entre ellos Ricardo Martín Flores y Federico
García Rodríguez, el padre de Federico García Lorca.
«Los moros perpetúan su imperio sobre
Darro y Genil. El siglo XV sobrevive. Sólo la dinastía ha cambiado. Pasaron los
Nazaritas, con su romántica pompa, su aire de zambra y de rabel. Los ha
sustituido otra dinastía soez e inelegante, sin turbante y sin gumía, con hongo
y con navaja. A Boabdil El Chico sucede Boabdil La Chica. El señor La Chica es
rey incircunciso de Granada la bella.» […] «Arrojemos el hecho al rostro
de los que se llaman pedantescamente “hombres de orden”. Para ellos el orden es
esto: que el señor La Chica ejerza su vampirato sobre la amada ciudad andaluza
contra la voluntad de ésta, que manipule los fondos municipales, que trafique y
negocie con los intereses públicos, que conceda actas, que persiga a los
ciudadanos, que amenace al liberto y apriete al humilde. Tras el moro La Chica
garantizan el “orden” los moros mayores de Magerit. En cambio es esto
“desorden”: el pueblo, exasperado, se incorpora. La conciencia de la dignidad
civil da un latigazo en los lomos de la ciudad. Todos: ricos y pobres, fieles e
infieles, derechas e izquierdas, zegríes y abencerrajes forman un tropel
vengativo contra el audaz opresor...». (El Sol, de Madrid, 13-02-1919;
firma Esquivel).
Los sucesos de febrero en la prensa nacional
Una huelga general fue convocada para el día
siguiente, el 12, y por esa razón faltan en la hemeroteca los ejemplares del
día 13 de febrero de los cuatro diarios locales: La Publicidad, Gaceta del Sur,
Noticiero Granadino y El Defensor de Granada. A este último alcanzaron también
los desmanes de la jornada de huelga y fue atacada su redacción, en Reyes
Católicos 8, así como sus talleres e imprenta, en la calle Paco Seco de Lucena,
en el Realejo, y estuvo sin publicarse dos días más, reapareciendo el 16 de
febrero. Los revoltosos acusaban al diario de dar informaciones tendenciosas en
apoyo de los caciques. El 12 de febrero de 1919 el seguimiento de la huelga fue
de casi el cien por cien y Granada amaneció sin actividad alguna, sin
circulación de tranvías y con prácticamente todo el comercio cerrado, en
protesta por la brutal reacción de la fuerza pública, sólo con el tañer de las
campanas de los templos en duelo por los fallecidos mientras las principales
calles eran patrulladas por soldados a caballo del regimiento de Lusitania.
Ricardo Martín Flores, Merengue, apodo con el que en Granada se le conocía, era concejal
del Ayuntamiento de Granada por la facción lachiquista, esto es, del alcalde
que gobernaba en mayoría, Felipe la Chica y Mingo, y como tal fue víctima de
los disturbios durante la jornada de huelga: los mismos exaltados que acababan
de destrozar la imprenta de El Defensor, en el camino de vuelta hacia el
Ayuntamiento hicieron una parada en su domicilio, en calle Jesús y María, y
éste fue apedreado, y un automóvil de su propiedad, aparcado en la puerta,
quedó volcado y para el arrastre. No contentos con eso, los descontrolados
siguieron su peregrinar y asaltaron también su negocio, el salón teatro-cine
Regio, que quedó asimismo destrozado y con parte de su mobiliario arrancado,
sin que se salvara el piano con el que se acompañaban las películas en tiempos
de cine mudo. Todo fue transportado a la vecina plaza del Carmen junto con
algunas cintas de celuloide que se exhibían, para servir de combustible a una
improvisada hoguera en el centro de la plaza.
Hoguera
en la plaza del Carmen con el mobiliario del cine Regio
Todos los cristales de las ventanas que dan a
la plaza del Carmen acabaron hechos añicos, también la cristalera de colores de
su escalinata principal, que da a Escudo del Carmen. De ahí –y tiro porque me
toca- se fue la turbamulta al puente del Genil y nueva hoguera, ahora con la
caseta que albergaba a los empleados recaudadores del Impuesto de Consumos, odiada
exacción municipal cuya concesión arbitraria por la corrupción caciquil estaba
muy en candelero en aquellos momentos, aunque esto de quemar los fielatos era
por lo visto un deporte local y ya habían sido estas casetas víctimas de las
muchedumbres exaltadas en sucesos de lucha callejera ocurridos en años
anteriores. Y, sigue la ronda –ya puestos…-; después le tocó el turno al chalé
que en los jardines del Salón tenía como sala de baile el Casino Principal y
que la República reconvirtió en 1931 en biblioteca pública, pero para entonces
ya se había presentado la Guardia Civil dando cargas y esto evitó daños
mayores. Ya por la tarde hubo tiros (sin víctimas) en plena Puerta Real, al
parecer procedentes de los locales del Círculo Liberal, que estaba en el primer
piso del edificio del Suizo.
Ese mismo día 12, al atardecer, fue declarado
el estado de guerra en Granada. Fuerzas del regimiento de infantería Córdoba 10
salieron de su acuartelamiento en el ex convento de la Merced y a golpe de
tambor y trompeta fue leído de viva voz el bando que firmaba el gobernador
militar de la plaza, general Manuel Prieto Valero, y que establecía el imperio
de la ley marcial, quedando prohibidas las reuniones de más de cuatro personas.
El día 13, toda Granada quedó nuevamente
paralizada y sin actividad para asistir al entierro de las tres víctimas mortales
que, previa autorización, subió al cementerio de San José atravesando los
bosques de la Alhambra. «Puede decirse que cuanto vale y tiene marcada
significación en la ciudad figuraba en el grandioso acto fúnebre de ayer tarde»
(Gaceta del Sur). Toda Granada, incluidos varios cientos de pobres [sic] portando velas, incluido el
arzobispo Meseguer, figuró en el cortejo, si bien éste último y los que le
acompañaban se despidieron en la Puerta de las Granadas. El día 14 todo volvió por
fin a la normalidad.
Los Sucesos de Febrero, que tanta difusión
tuvieron en toda España, en especial entre los estudiantes madrileños, y
provocaron una campaña nacional en contra del caciquismo, supusieron el fin de
las carreras políticas de los hermanos La Chica. El diputado a Cortes, Juan
Ramón La Chica, en Madrid, fue perseguido hasta el hotel Palace donde se
alojaba, apedreado y descalabrado por decenas de estudiantes a la salida del
Congreso en aquellos días convulsos de febrero. En las siguientes elecciones
generales, el 1 de junio de 1919, no se presentó como candidato y quien más
votos consiguió por la circunscripción de Granada capital fue el socialista
catedrático de Derecho Político Fernando de los Ríos, que por primera vez se
convertía en parlamentario.
Pero las movilizaciones por todo el país no
consiguieron extirpar de la piel de toro el fenómeno del caciquismo, sus
corruptelas y su clientelismo. Ya estaba dando sus últimas boqueadas, igual que
el periodo histórico de la Restauración y el turnismo político, en la cual tuvo su apogeo, pero aún le quedaban
largos años de seguir pimpante, sobre todo en la España rural.
Amelia-Agustina
En
muchas de las numerosas acciones de protesta que tanto abundaron en Granada por
entonces, destacan las crónicas de aquellas algaradas callejeras el
protagonismo desempeñado en ellas a menudo por una mujer joven, la activista Amelia la llaman. Bandera
roja en ristre, podía vérsela al frente de los huelguistas y manifestantes o
arengándolos, ya fueran éstos estudiantes, albañiles, dependientes,
panaderos..., y sin arredrarse cuando los guardias de Seguridad o la Benemérita
repartían a diestro y siniestro. Ver a una mujer en medio de los fregados era
algo del todo insólito, pero esta mujer no es otra que la combativa Agustina
Mercedes González López, conocida por el nombre de Amelia con el que firmaba
sus cuadros, y también por el de “la zapatera”, porque su padre tenía un
comercio de zapatería en el número 6 de la calle Mesones. Intelectual,
escritora y pintora, también hizo Agustina sus pinitos políticos fundando años
después el Entero (partido no, entero) Humanista Internacional, cuyo
lema era Alimento y Paz y cuya doctrina ella misma definía como comunismo
blanco, y al frente de esa candidatura llegó a presentarse a las elecciones
constituyentes de la República de 1931, obteniendo 16 votos, aunque, que
sepamos, los carnés de militante de su Entero Humanista nunca llegaron ni siquiera al número dos. En
cualquier caso, fue Agustina-Amelia una adelantada a su tiempo: era feminista,
vestía pantalones, entraba sola a los cafés y se permitía tener sus propias
opiniones, improvisando mítines en los que exponía ideas revolucionarias a la
menor ocasión. Pero sobre todo fue un espíritu libre e independiente.
Todas esas cosas que cuentan que hacía y
decía Agustina-Amelia eran demasiado para la pacata sociedad granadina de
aquellos años (¡dónde vamos a llegar, una mujer comportándose como un
hombre, y encima difundiendo doctrinas subversivas!). En Granada no se la
tomaba en serio y se la tenía por loca, y era para muchos sólo uno más de esos
personajes extravagantes o majaretas que en todas las épocas han callejeado por
la ciudad y a los que se les coloca un mote y suelen ser el centro de las
burlas de la chiquillería. Pero es el caso que sus rarezas y su presunta
vesania no la libraron del paseo en Víznar en 1936, casi a la vez y en
el mismo sitio que García Lorca, y también de mano de los mismos sanguinarios
verdugos.
La
activista Agustina-Amelia, “la Zapatera”, en una imagen de 1928
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